¿Cómo empieza a ser colaborador en el proyecto de La Jiribilla? ¿Cómo fueron esos inicios?

Mi vínculo con La Jiribilla es desde su surgimiento, no porque colaborara en sus primeros números, sino porque fui testigo de la génesis de este espacio, que en aquellos momentos era inusual. Una publicación digital de corte cultural, hace 20 años, no existía y era una gran necesidad. Y como testigo me consta la voluntad y el entusiasmo, que son primos hermanos, tanto del Ministerio de Cultura en la persona de Abel como del Instituto del Libro en la persona de Iroel, por impulsar este proyecto.

“Una publicación digital de corte cultural, hace 20 años, no existía y era una gran necesidad”. Imágenes: La Jiribilla

Igual, cuando nació estuvo mancomunada de alguna manera con La Gaceta de Cuba, una publicación donde ya yo llevo treinta y tantos años. Esto se debía también a que los gestores de La Jiribilla eran lectores de La Gaceta… Nirma, René y los que se fueron nucleando sucesivamente antes de empezar en el proyecto de La Jiribilla habían sido personas cercanas, por lo menos como lectores, a La Gaceta.

Por ahí interactuamos, tuvimos encuentros y, como toda relación que se respete, también determinado desencuentro de carácter, de trabajo, profesional y demás. Pero todo eso precisamente armó una relación, incluso una amistad, que en el caso de Nirma y de René ha sido hasta hoy en día, siempre lo menciono porque me parece que jugaron un papel muy importante en esta primera etapa con una entrega tremenda, con un gran apoyo institucional que fue fundamental para esta historia y después se fueron incorporando gente más joven, que incluso yo vi nacer como la revista, tal es el caso de Mabel Machado que, por esas vueltas que da la vida, primero la leía en La Jiribilla y después formó parte del equipo de La Gaceta de Cuba.

Por eso te digo que, con soportes diferentes, tanto La Jiribilla como La Gaceta tuvieron una relación desde los primeros números de la primera. Y recuerdo también con nostalgia La Jiribilla de papel. Como soy un hombre de la era Gutemberg colaboré en La Jiribilla de papel en algún momento y pese a la importancia y los espacios que conquistó la vía digital, la presentación incluso de La Jiribilla de papel también fue importante y conozco incluso de alguna gente que la coleccionaba. Eso es lo que puedo decir fundamentalmente de los inicios de la publicación, que ya cumple 20 años.

Desde sus inicios la revista conquistó espacios desde la literatura, la danza, el teatro y se vinculó además con movimientos artísticos e intelectuales. Trascendió desde sus inicios —muchos alegan, desde su visualidad— desde la manera en que posicionó temas complejos en el entramado cultural del país. ¿Qué otros elementos contribuyeron que la revista trascendiera desde su minuto cero en el que salió la publicación como tal?

Primero, la visibilidad que adquirió como espacio digital, eso contribuyó también al dinamismo que tenía la publicación, tanto al dinamismo en relación con debates del acontecer cultural nacional y más allá de nuestras fronteras, como al de seguirle el pulso diario a la cultura cubana Por ejemplo, cuando sufríamos la pérdida de figuras valiosas, de figuras representativas del arte y la literatura, esto tuviera una repercusión al día siguiente; o sea, que más allá de un frío obituario, se convirtiera en un homenaje y en una evocación de esta figura, una línea de trabajo que la publicación ha mantenido hasta hoy en día y me parece que también ha sido relevante.

También logró nuclear un equipo de jóvenes colaboradores como su equipo principal de trabajo y esto me parece que fue muy importante, porque también ellos incorporaron sus ideas, su proyección a la publicación. El espacio que logró más allá de la literatura, más allá del periodismo, los eventos de música, las exposiciones de artes plásticas, la gráfica, cómo se ilustró la publicación y cómo incluso interactuó con los eventos culturales más importantes que se hacían en el país.

Desde su primer número, en la revista se dedicó un dossier a Reinaldo Arenas. Es decir, la polémica se situó como género periodístico dentro de la posibilidad y la voluntad de debatir en torno a temas complejos de ese entramado cultural, lo cual ha sido parte de nuestra esencia y nuestra política editorial en todos estos años.

En estos momentos en que el diálogo y el debate son una palabra bastante llevada y traída, a veces desde supuestos horizontes, ¿cuál es su criterio en torno a seguir siendo La Jiribilla el referente del buen diálogo, del buen debate, en situar la polémica y los temas complejos dentro de ese entramado, pero que sea posible debatirlos de la mejor manera, desde la ética, el respeto, el buen periodismo?

Cuando se cumplieron 18 años de la revista a mí me pidieron una colaboración y a propósito del número 18 yo le puse como nombre a esa colaboración “Mesa grande”, que es uno de los equivalentes del 18 en la charada china. No soy un experto en la charada, pero siempre he disfrutado esos códigos que tienen que ver tanto con la cultura popular, y señalaba que uno de los propósitos de la revista es que tenía que ser una mesa grande y ser inclusivos.

Lamentablemente, el cubano en general, en mi opinión, no tiene cultura del diálogo, vamos más al monólogo y a que simplemente “yo respeto tu opinión, que bien que tú pienses así, pero yo te voy a convencer de cómo deben ser las cosas”. Me parece que construir esos diálogos es muy importante, desde el respeto, desde la madurez intelectual, la responsabilidad intelectual y la responsabilidad social —que para mí son la misma— y la necesidad de la voz del otro. En ese sentido me parece que sumar criterios es muy importante.

La descalificación a ultranza tampoco ha sido para mí un recurso del debate, para eso están los argumentos, en todo sentido, y el perfil de la publicación es ideal precisamente para que se desarrollen esos argumentos y se produzcan esos intercambios. Creo que tiene un papel muy importante que ha jugado hasta hoy en día, pero sobre todo el que tiene que jugar en los días venideros, así como ser ecuménica e inclusiva, respetando el perfil y los códigos de la publicación también. No me refiero a una anarquía ni un cajón de sastre. Me parece que es muy importante y hay mucho terreno por conquistar. El diálogo y la suma de criterios son muy importantes para nuestra sociedad y, por tanto, para todo proyecto cultural que se gestione en ella.

Me consta que muchos de sus colaboradores habituales han sido emblemáticos en ese sentido, y para hablar de los últimos tiempos te puedo mencionar lo mismo a unas cuadras de aquí a Laidi Fernández de Juan, que a unos kilómetros de aquí a Ricardo Riverón, para solo poner ejemplos de dos colaboradores habituales de la revista y con los que he tenido intercambios en esta dirección, y me consta que lo que han publicado está en este espíritu. Por eso, reitero que ese es uno de los grandes desafíos, sino el mayor, que tiene la revista.

Ya en 20 años se ha ganado un prestigio, un espacio, un público. Tiene que ser la misma, pero diferente. Citando a Fray Luis de León: “decíamos ayer”, pero el decíamos ayer tiene que ir acompañado con la dinámica de hoy.

Ahorita mencionaba cómo desde sus inicios la revista intentó nuclearse alrededor de movimientos artísticos e intelectuales. Eso creo que ha sido una esencia que ha mantenido la publicación, pero que ciertamente necesita refundarse.

En varios diálogos con artistas e intelectuales, hemos hablado de la necesidad de que la revista se posicione en causas de lucha y que sea referente en torno a eso.

Como publicación —desde su experiencia al frente de un medio de prensa como La Gaceta—, ¿cuál sería la mejor manera de asumir lo anterior?

Mediante una colaboración más diversa, de distintas generaciones. Ni quedándonos solo en lo clásico, lo ecuménico, ni pecar de la juvenilia. Que estén presentes distintas generaciones, distintas tendencias artísticas. Lograr, incluso, participación de autores no cubanos, principalmente en el ámbito latinoamericano. Me consta que, por ejemplo, Jorge Bocanegra se ha alegrado de estar presente y de colaborar con La Jiribilla, y Bocanegra es uno de los poetas más importantes de nuestra generación. Y en este sentido buscar más allá de la polémica por la polémica, cuáles son precisamente esas coordenadas necesarias y esas causas justas que pueden ir, aunque aparentemente tengan un perfil puramente político, de cuando un importante escritor cubano visita a Lula en prisión y se solidariza con él, y que esto tenga no solo una repercusión internacional sino también en nuestro espacio, en nuestro país. Estoy hablando concretamente de Leonardo Padura. O los debates en torno a género, en torno a la ofensiva que ha habido en contra de la izquierda latinoamericana y la descalificación de la izquierda latinoamericana porque, retomando el caso de Lula, sí, en estos momentos se supone que está exonerándose a Lula, pero se ha pagado un precio altísimo porque, por motivo de esos juicios falsos y de todo ese andamiaje de los grandes medios y de la ultraderecha, Lula no pudo postularse en las elecciones pasadas. Y eso ha pasado con otros movimientos de izquierda latinoamericanos, que han sido a su vez satanizados.

Además, estamos pensando también en un asunto que está cobrando nueva actualidad, no tanto por los logros sino también por los retrocesos, como el aborto, los feminicidios o la racialidad, que son asuntos que en algunos casos, incluso en nuestra sociedad, consideramos superados y no es tal.

Yo tengo un vínculo estrecho con la Fundación Nicolás Guillén, que en algunos momentos también ha estado presente en La Jiribilla y nos consta en el día a día que esos son problemas que tienen mucha batalla por delante, que en el sentido de la cultura más amplio, que incluye la comida o el beisbol, están estas claves de la política nacional y sobre todo el contexto universal y particularmente el latinoamericano. Me parece que todo lo que pasa en nuestras coordenadas nacionales tiene que ver con el ámbito latinoamericano.

“…Me parece que todo lo que pasa en nuestras coordenadas nacionales tiene que ver con el ámbito latinoamericano”.

Codina, el nombre de La Jiribilla se inspira en su esencia lezamiana. En una suerte de definición poética de la identidad cubana, Lezama lo refería cuando hablaba del “ángel de La Jiribilla”. ¿Hacen honor estos 20 años a esa obra lezamiana?

En determinado momento ha sido así. En otros momentos, para ser sincero —hablo en primera persona porque estoy muy identificado con la revista en su etapa más reciente—, hay cosas que hemos publicado que suenan envejecidas. Eso no es llamarse así y recordar esa imagen lezamiana. Eso es otro desafío y de todos los días.

A veces podemos sonar un poco viejos y encartonados; y debemos que tener cuidado con eso. No se trata de parar, no se trata de la rebeldía por la rebeldía, ni de la novedad por la novedad, pero en clásicos de nuestras letras como pueden ser Roberto Fernández Retamar, Fayad Jamís o Cintio Vitier puede haber toda la frescura y toda la intensidad que necesitamos en nuestros medios. No se trata de un problema de años, sino de los enfoques que se dan y de huirle a la retórica.

La retórica es también otra planta silvestre que cultivamos nacionalmente. Ojo con la retórica. A lo mejor, en más de un momento, en esta entrevista yo he sido retórico porque es algo que contamina.

Ya este 5 de mayo La Jiribilla arriba a sus 20 años. ¿Cuál sería la mejor manera de celebrar su aniversario?

En lo positivo, mantenerse con la dinámica que tiene porque me consta como colaborador la rapidez de la respuesta, cómo se esmeran con la incorporación de arreglos a posteriori, la búsqueda de imágenes y la visualización de la revista en medio de una gran competencia internacional. En estos momentos, cualquiera tiene un sitio y un espacio digital. Alcanzar esa visibilidad, la coherencia que se ha logrado con muchos de los dossiers y de las líneas de trabajo que ha tenido la revista y no encartonarse, huirle a la retórica, ser más inclusiva, darle más espacio a la palabra del otro, estructurar debates y polémicas que en realidad sean una confrontación sana, porque muchas veces estos debates son tres personas que, simplemente, con distintas voces están diciendo lo mismo.

Precisamente por el perfil de la publicación y por el espíritu que yo he perseguido con la publicación en el equipo que está actualmente en ella, que en gran medida es heredero de los que estuvieron antes, yo creo que eso es posible.

Así nació La Jiribilla, ahora toca hacer mucho más, porque ahora ocurre como en el cosmos, como en la atmósfera que nos rodea: es infinita la cantidad de objetos extraños que circulan alrededor del mundo, y tanto estos últimos como los objetos nobles forman parte de nuestra realidad y no podemos vivir de espaldas a ello. Debemos saber insertarnos y hacernos visibles en ese ámbito.