Ernesto Limia, un enamorado de la poesía y la historia

Yasel Toledo Garnache
18/4/2018

Ernesto Limia Díaz, licenciado en Derecho, investigador, analista de información y ensayista, camina por las calles de Bayamo, con el encanto con que un hijo vuelve a los brazos de su madre.

Hijo de esta ciudad, Monumento Nacional, parece incansable, habla durante horas en paneles sobre el pasado, el presente e interrogantes del futuro, saluda a conocidos, sonríe y sigue entre realidades y anhelos.

Este hombre de baja estatura física, autor de los libros Cuba entre tres imperios: perla, llave y antemural y Cuba Libre: la utopía secuestrada, es pasión por la historia y el conocimiento, por eso puede redactar durante 12 ó 13 horas sin parar, según expresa.

“Desde hace algún tiempo, escribo con el televisor encendido, para no olvidarme completamente de la hora”, dice quien apenas dormía aquellos días cuando confeccionaba su primer libro, lo cual provocó algunos problemas de salud y regaños del padre y la esposa.

Ernesto Limia
 Ernesto Limia en la presentación de uno de sus libros. Foto: Internet
 

La historia, vital en desafíos del presente y futuro

“Las victorias en el presente y futuro dependerán, en gran medida, del conocimiento de la historia y la fuerza que trasmite el orgullo de ser cubano. Una de las preguntas más importantes de la actualidad es cómo preservar el socialismo y la identidad en un mundo capitalista, con guerra sicológica, neurociencia y el propósito de imponer la filosofía del todo vale.

“Existe una gran influencia extranjera mediante plataformas digitales y los audiovisuales. Hoy, por ejemplo Hollywood lanza al mercado una película cada 36 horas, con héroes transgresores, y un modo de analizar y concebir la cotidianidad de forma muy diferente a la de nosotros”, refiere quien siente una confianza enorme en la poesía más allá de los versos, como arma para sobrevivir espiritualmente.

“Debemos ser capaces de enseñar la historia sin tonos excesivamente doctorales ni académicos y debatir desde todas las aristas, con sinceridad y belleza. El conocimiento del pasado tiene que servirnos para meditar como nación y familia enorme, saber con profundidad lo realizado por los padres, los aciertos y errores, para realizar cada acción de la manera más correcta.

“Hay grandes figuras de nuestra historia, como José de la Luz y Caballero, de las cuales casi todos solo mencionan el nombre, incluidos algunos maestros, pero no ahondan en su obra, en su dimensión como seres humanos. José de la Luz, por ejemplo, es admirable, un forjador de conciencias y de la nacionalidad, un incansable, a pesar de su salud quebrantada.

“Con frecuencia, sobre Perucho Figueredo apenas se dice que escribió el Himno Nacional, pero fue otro patriota extraordinario, un símbolo enorme. Lamentablemente después del triunfo de la Revolución, ni siquiera hemos publicado un libro sobre él, ni Bartolomé Masó, una verdad dura”, expresa quien también admira de manera especial a otros como Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Antonio Maceo y Fidel Castro.

Limia, padre de dos adolescentes de nueve y 12 años, se entusiasma. Menciona libros preferidos como Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes; El viejo y el mar, de Ernest Hemingway; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; y Ese sol del mundo moral, de Cintio Vitier. En ocasiones, sube el tono de voz, se acomoda en el asiento, y continúa:

“El ‘cómo enseñar mejor’ debe constituir una interrogante permanente. Tenemos que aprovechar más las alternativas y encantos del arte. Sacar los conceptos a las calles, y poner a todos a pensar desde ópticas diferentes. Lo más importante son las esencias y las reflexiones, no aprender fechas de memoria ni abrumar con demasiados datos ni detalles, aunque en ocasiones son favorables para comprender los acontecimientos.

“No podemos decir que Martí cayó en Dos Ríos, y ya. Cada cubano debe conocer cómo fue ese momento, el tremendo coraje del Apóstol, la vida toda de ese gigante y hombre que nunca deberá ni podrá ser minimizado.

“A los jóvenes no les gusta que les hablemos con conclusiones. Tenemos que mostrarles la mayor cantidad posible de elementos de cada hecho, conocer y emplear sus códigos, cautivarlos y emocionarlos, pues ellos deben pensar y sobre todo sentir el corazón de la Patria”, agrega quien también resalta la importancia de los lazos y el cariño familiares para la formación como revolucionarios.

“Lo primero es querer y cuidar la familia, para luego amar la sociedad, el país, los monumentos y los héroes. Un sitio histórico jamás debería estar descuidado, porque uno no abandona la tumba del padre, la madre o el hermano. Un patriota no podría ser ofendido, porque eso no se hace con los amores y paradigmas.

“Hay lugares como el cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde uno vibra por la solemnidad, la belleza, el homenaje limpio y grande a los patriotas presentes.

“La primera vez que visité el Monumento Nacional Loma de Braulio Coroneaux, en el municipio granmense de Guisa, lloré por la emoción, gracias a la explicación de la especialista, quien narró lo sucedido ahí en noviembre de 1958. Yo veía lo trasmitido por sus palabras, y admiraba también las tres tumbas en ese sitio, acompañadas de flores y un jardín hermoso, cuidado por manos campesinas.

“Así debería estar el camino a San Lorenzo, lugar donde cayó en combate Céspedes, Padre de la Patria, y los demás sitios históricos”, agrega quien recuerda su infancia en Bayamo, cuando practicaba béisbol, se fugaba para el río y vivió su primer gran romance, pues en segundo grado se enamoró de una compañerita de aula, la cual fue llevada a Estados Unidos, motivo de tristeza enorme para él.

Narra que no era muy bueno en juegos como el trompo y las bolas, pero en la pelota lucía bastante bien en el turno de primer bateador, sobre todo cuando era al flojo, porque al duro casi ni veía la bola.

Sus ideas salen como de un manantial, con el encanto de la coherencia y la pureza. Él recuerda con dolor la madrugada del 4 de noviembre de 1980, cuando recibió la noticia del fallecimiento de su abuelo, lo cual fue un golpe durísimo para aquel pequeño de 12 años, que a partir de los 13 leyó de forma voraz, en ocasiones durante la madrugada, seducido por la magia de las páginas.

“Pienso en aquel día, y todavía siento deseos de llorar”, manifiesta con la voz entrecortada y leves lágrimas quien señala como otro de los momentos más dolorosos de su existencia la muerte de su tío José Ángel, a quien le despidió el duelo. Hace un breve silencio, pasa su mano por los párpados, y vuelve a las palabras.

Añade que la familia es fundamental, sostén y fuente de amor. Luego, levanta la mirada, como si gracias a la memoria se viera otra vez en aquella etapa de infancia y travesuras, en las jornadas de tristezas o en las de alegrías, junto a sus hijos, Gema y José Ángel, con quienes comparte fantasías y proyectos.

Admirador de cineastas como Tomás Gutiérrez Alea, este amante de los mariscos y el pescado incluye entre sus jornadas de más felicidad la de su graduación de Licenciatura en Derecho, cuando lloró de emoción durante unos cinco minutos abrazado a su madre, y las de los nacimientos de sus pequeños.

La poesía es el alma

Nacido el 17 de octubre de 1968, este enamorado de la música de Silvio Rodríguez, Raúl Paz, Israel Rojas, Sabina y Van Van, considera a la poesía como base de lo bello, alma de Cuba.

 Junto a Raúl Paz, en la Universidad Ignacio Agramonte, de Camagüey, en un amplio conversatorio
con jóvenes estudiantes y profesores. Foto: Radiorebelde.cu

 

“Algunos de nuestros iniciadores fueron poetas o animadores culturales, personas de gran sensibilidad hacia el arte, como Carlos Manuel de Céspedes, Perucho Figueredo…, quienes dejaron comodidades y ensillaron sus caballos para irse al combate y empezar la guerra.

“No concibo la vida sin la poesía”, entendida como belleza, bondad…que educa y hace crecer”, expresa quien considera a Bayamo una ciudad romántica y valiente.

“Si fuéramos siempre poetas en nuestras acciones, nunca existiría explotación ni racismo y construiríamos un país mucho mejor, el cual debe ser verdaderamente próspero y sostenible para bien colectivo”, dice quien menciona a la Revolución cubana como una de las obras más grandes de la humanidad.

Autodefinido como alguien sincero y sensible aunque a veces puede parecer duro, este apasionado por las letras, habla como un amigo grande que desea luces eternas para los amigos y todo un pueblo, con el desafío de defender y cuidar su proyecto social.

Con experiencia durante 30 años en los Órganos de la Seguridad del Estado, Limia Díaz, fanático al béisbol y especialmente a los Alazanes de Granma e Industriales, resalta que su manera de hacer Revolución es desde el pensamiento y la cultura, por eso se propuso escribir, sin retóricas huecas, la historia del país en cuatro tomos, —dos de los cuales ya están publicados—, escuchar más a la gente y aprehender el alma nacional.

Según explica, en estos momentos trabaja en el tercero, y luego terminará uno que ya comenzó sobre cómo el Neoliberalismo se entronizó en el mundo en los últimos 40 años, otro sobre la historia de Estados Unidos y también concretará un documental sobre Cuba hasta el 20 de octubre de 1868, proyecto que incluirá a varios artistas.

Refiere que la prensa puede contribuir mucho más al conocimiento del pasado, sin panfletos y de manera creativa, conseguido por algunos como Ciro Bianchi y Osviel Castro Medel en Juventud Rebelde, Graziella Pogolotti en diferentes sitios, y Wilmer Rodríguez en la televisión.

Casi al final del diálogo, habla sobre otros sueños para el país, los resultados de su Gema en un concurso de Historia, y películas y frases que han calado en su vida de revolucionario y cubano orgulloso.

Después, nos despedimos con un estrechón de manos, y él conversa por teléfono, seguramente sobre más proyectos y esas pasiones grandes que son investigar, escribir y aportar a favor de todos.

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