Coppélia, una de las obras más afamadas en la historia de la danza escénica, vuelve a los escenarios cubanos tras un largo receso. Con la puesta en escena de la versión coreográfica de Alicia Alonso, música de Leo Delibes y bellos diseños de Ricardo Reymena, el Ballet Nacional de Cuba, bajo la dirección general de Viengsay Valdés, se presentará en el teatro Heredia de Santiago de Cuba durante los días 3, 4 y 5 de marzo. Posteriormente, la obra podrá ser vista en escenarios de la capital.

Coppélia, una de las obras más afamadas en la historia de la danza, vuelve a los escenarios cubanos tras un largo receso”.

La obra original fue estrenada en la Ópera de París el 25 de mayo de 1870, con coreografía del maestro francés Arthur Saint-León, música de Leo Delibes, diseños de Paul Lormier y libreto de Charles Nuitter y Saint-León, basado en el cuento “El hombre de arena”, del escritor y compositor alemán Theodor Amadeus Hoffmann. Saint-León, una de las figuras más prominentes del ballet romántico francés, se había desempeñado durante la década de 1859 a 1869 como jefe coreográfico del teatro Marinski, de San Petersburgo, y, en virtud de su gran prestigio, había logrado establecer entre 1863 y 1869 fuertes nexos de colaboración entre el mencionado teatro ruso y la Ópera de París, que incluyeron intercambios de bailarines de ambos países en clases y puestas en escena. En los años finales de su estancia en Rusia, Saint-León esbozó la idea de montar un nuevo ballet para la bailarina ruso-alemana Adele Grantsov, una protegida suya, para la cual había logrado un especial estatus artístico que le permitía brillar lo mismo en la escena petersburguesa que en la capital francesa.

“Saint-León, una de las figuras más prominentes del ballet romántico francés”. Imágenes: Internet

Desde la temporada de 1868, en que alcanzó notable éxito durante el estreno de La Source, que marcó la primera colaboración entre Saint-León y Delibes, la Grantsov devino una favorita del público francés. Por ello Saint-León no vaciló en proponerla como protagonista de un nuevo ballet que tenía en mente y que no era otro que Coppélia.

Durante una de sus constantes estancias en París, dio inicio a los ensayos con ella, los que lamentablemente tuvieron que ser suspendidos por una repentina enfermedad de la bailarina que la obligó a regresar a Rusia; hecho que coincidió con la dimisión de Saint-León de su cargo allí, debido a graves contradicciones con el Director de los Teatros Imperiales. A Saint-León se le acusaba de crear ballets que no complacían los gustos de la nobleza zarista y de haber agotado su afamado talento. En medio de ese caos, decidió retomar en París los ensayos de la obra con otra bailarina. Para ello encomendó a Delibes que visitara las escuelas de danza de Italia en busca de la nueva intérprete, que resultó finalmente ser una joven milanesa, sumamente talentosa, de 15 años de edad, que había recibido clases con Madame Dominique en la Escuela de la Ópera de París, pero que nunca había debutado ante el público. Se llamaba Giuseppina Bozzacchi.

Las bailarinas italianas, formadas en la célebre Escuela de Teatro alla Scala de Milán, eran favoritas entre el público francés, el cual habían conquistado por su belleza física, su voluptuosidad y el gran virtuosismo técnico que poseían. Así lo habían demostrado por más de dos décadas figuras de la talla de Sofía Fuoco (1846-1850), Carolina Rosati (1853-1859) y Amalia Ferraris (1856-1863), quienes reinaron en el escenario de la Ópera de París. En medio de esas expectativas artísticas se reiniciaron los ensayos de Coppélia en un contexto social nada favorable, pues ya se presagiaban los vientos de guerra que provocaría el conflicto bélico entre el segundo imperio francés y el reino de Prusia, que se libró entre el 19 de julio de 1870 y el 10 de mayo de 1871, con el apoyo de la Confederación Alemana del Norte y los reinos aliados de Baden, Baviera y Wurtemberg.

Los reclamos del público parisino, tras el esplendor del estilo romántico, se centraban en los llamados “ballets de gran espectáculo”, en los cuales prevalecía el carácter realista y local de sus argumentos, en los que la bailarina principal debía tener un gran lucimiento, secundada por un cuerpo de baile lleno de dinamismo y colorido. A esos dictados fue fiel Saint-León. El argumento de Coppélia, en que se mezclaban la realidad y la fantasía, tenía como eje central la historia del Dr. Coppélius, un viejo fabricante de juguetes que ansiaba, mediante fórmulas mágicas, darle vida a su más preciada creación, la muñeca Coppélia. A esa atmósfera llena de misterio y fantasía se vincularían los celos de una pícara joven llamada Swanilda, quien siente celos al ver los coqueteos de su novio Franz con la bella joven que aparece en una ventana, sin saber que es simplemente una muñeca. Para lograr sus objetivos como creador, el coreógrafo no vaciló en rodearse de un talentoso equipo integrado por el compositor Delibes y por Paul Lormier, uno de los más afamados diseñadores del período. Saint-León sentía gran admiración por Delibes desde que ambos trabajaron en la realización de La Source y por ello la preparación del nuevo ballet resultó una afable y fructífera colaboración. El compositor logró crear una partitura efectista y una orquestación melódica y armónica, con un toque ligero y gracioso, que ganó el aplauso del público y el respeto de los compositores galos. Por su parte, los decorados funcionales y acordes a la trama argumental, en total concordancia con la belleza y el colorido del vestuario diseñado por Lormier, contribuyeron grandemente al éxito de la puesta.

En cuanto a la coreografía, Saint-León creó para la Bozzacchi un rico y variado despliegue de pasos y pantomimas, ajustado a la relación que debía tener con el personaje de Franz, que, según la moda de la época, la cual había relegado a un plano secundario al bailarín masculino, debió ser interpretado por Eugenia Fiocre, una conocida estrella de la época, famosa también por asumir los roles varoniles “in travesti”. El coreógrafo, de manera magistral, supo incorporar a la obra un rico muestrario de bailes folclóricos y populares, como fueron la mazurca al estilo italiano y las zardas húngaras, en el acto primero; un bolero para la danza española y una giga para la danza escocesa, en el acto segundo; y un vals, para el lucimiento del cuerpo de baile, en el acto tercero. Su audacia para expresar la esencia de esos bailes mediante la técnica académica del ballet abrió un camino de nuevas posibilidades para los coreógrafos posteriores, especialmente para su asistente en Rusia, el marsellés Marius Petipa, quien en 1895, ya como jefe coreográfico de los Ballets en los Teatros Imperiales de Rusia, los incorporó exitosamente al tercer acto de su versión de El Lago de los cisnes.

“Su audacia para expresar la esencia de esos bailes mediante la técnica académica del ballet abrió un camino de nuevas posibilidades para los coreógrafos posteriores”.

El éxito de Coppélia fue rotundo, y la Bozzacchi devino la gran esperanza del ballet francés luego del retiro de las grandes luminarias del romanticismo y de la desaparición de Emma Livry, la sublime alumna de María Taglioni, trágicamente fallecida en 1863, al incendiarse su vestuario en unos bailables de La muda de Portici, una afamada ópera de Auber, escenificada en la Ópera de París.

“El éxito de Coppélia fue rotundo, y la Bozzacchi devino la gran esperanza del ballet francés”.

Durante 18 días la joven y afable bailarina recibió los más cálidos elogios del público y la crítica parisina, que encontraban en ella una nueva estrella y un bálsamo contra los horrores de una cruenta guerra que había llegado a límites terribles, como el cerco militar de la capital francesa. Junto al agobio de las hostilidades bélicas, sobre la ciudad se había expandido una horrible epidemia de viruela y las víctimas resultaban incontables. La noche del 23 de noviembre de 1870, el mismo día que cumplía 17 años de edad, la nueva y prometedora estrella del ballet falleció en la ciudad que la había consagrado para la historia.

Si bien es cierto que Giuseppina Bozzacchi moría, no sucedió lo mismo con Coppélia, que siguió viviendo en el repertorio de otras compañías gracias al talento de numerosos coreógrafos, especialmente Marius Petipa, quien en 1884 realizó para el Ballet del Teatro Imperial Marinski de San Petersburgo su propia versión sobre la original de Saint-León y que ha sido la base de las más exitosas versiones surgidas hasta nuestros días en los escenarios mundiales.

Coppélia en Cuba

Coppélia tiene una hermosa historia en nuestro país, pues fue la primera obra del repertorio internacional de ballet que volvió a nuestros escenarios tras la interrupción de las actividades balletísticas a partir del estallido de nuestras guerras independentistas en 1868. En el teatro Albisu de La Habana, el 23 de noviembre de 1904, la compañía italiana de Aldo Barilli, integrada totalmente por mujeres, tuvo a su cargo ese estreno, con Leonila Stacione y Carlotta Cerri en los roles de Swanilda y Franz, respectivamente. Trece años después, el 10 de febrero de 1917, la legendaria bailarina rusa Anna Pavlova, acompañada por Alexandre Volinine y su conjunto artístico, bailaron una versión realizada por Iván Clustine en el Teatro Nacional en La Habana. El 20 de marzo de 1935, el maestro ruso Nikolai Yavorski dio a conocer una nueva versión en el Teatro Auditorium para sus alumnos de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, con Alicia Martínez (luego mundialmente conocida como Alicia Alonso), Alberto Alonso y Ricardo Flout, en los roles de Swanilda, Franz y Dr. Coppélius, respectivamente.

Al crearse el hoy Ballet Nacional de Cuba, Coppélia pasó a ser parte de su repertorio, el 28 de diciembre de 1948, con la Alonso, Igor Yousketvich y Alberto Alonso en los roles antes mencionados, en una versión del ruso León Fokine, basada en la de Petipa, que había sido bailada en el Teatro Imperial de San Petersburgo por su madre Alexandra Fedorova, una de las más importantes profesoras en la formación técnico-artística de Alicia y Fernando Alonso.

Como la pícara Swanilda, la Alonso cosechó resonantes éxitos en las giras del Ballet Nacional de Cuba por numerosos países de Latinoamérica, y en 1957 se dio a la tarea de montar su propia versión en el Teatro Griego de Los Ángeles, California, que centralizó junto al bailarín ruso André Eglevsky y el gran mimo danés Niels Bjorn Larsen. Sobre esa experiencia pulió la obra para una nueva puesta, estrenada por ella, Azari Plisetsky y José Parés en 1968, en el entonces teatro García Lorca. A partir de entonces la obra ha sido el marco propicio para el lucimiento de las más talentosas figuras de la hoy mundialmente reconocida Escuela Cubana de Ballet, que en una hermosa tradición se mantiene.

“Como la pícara Swanilda, la Alonso cosechó resonantes éxitos en las giras del Ballet Nacional de Cuba”. Foto: Tomada del sitio web de la Universidad Rey Juan Carlos.

En esta visita a Santiago de Cuba Coppélia tendrá como intérpretes en el rol de Swanilda, además de la primera bailarina Anette Delgado, a las debutantes Daniela Gómez, Chavela Riera y Amanda Pérez; en el de Franz, además del primer bailarín Dani Hernández, a Darío Hernández, Ányelo Montero, Narciso Medina y Yankiel Vázquez, y como el Dr. Coppélius, además del experimentado Dani Hernández, a Yansiel Pujada, Roberto González y Rey Pablo Lagomasino, quienes asumen el rol por primera vez.

Una hermosa tradición que encuentra marco propicio de continuidad en esta esperada visita a la capital santiaguera.

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