“Esta, repito, seguirá siendo una Revolución de los jóvenes”

Astrid Barnet
14/7/2020

Es casi seguro que muy pocas biografías hayan dejado una huella tan indeleble. Que haya tenido infinitas formas de hacer y decir; de superar barreras usualmente indestructibles. Existen pocas que puedan explicar vivencias tan increíbles, que solo podrían concebirse y juzgarse a partir de un sinnúmero de experiencias alcanzadas, de hechos verídicos —en su gran mayoría producto de una guerra o de confrontaciones ideológicas—, pero siempre (y probados) capaces de enaltecer la condición humana. Condición validada en un hombre, o en un numeroso grupo de ellos, unidos por una causa común: el amor a la Patria y a una Revolución verdadera nacida y desarrollada a partir de las raíces de lo popular.

Lo mejor del ser humano en pensamiento revolucionario y acción aleccionadora fue el núcleo de aquella Generación del Centenario, con jóvenes de todos los estratos sociales del país —obreros, campesinos, estudiantes, trabajadores—; quienes no transigieron en brindar su sincero apoyo al ideario martiano —inconcluso en aquellos terribles momentos—, y a un joven abogado dispuesto a vencer o morir por sus principios.

Fotos: Tomadas de Internet
 

A esa magnífica Generación y, en especial, a un joven emergido de ella, dedica sus memorias en ampliación anecdótica el historiador, profesor, diplomático y exteniente general en retiro Nikolai S. Leonov (Almazovo, Rusia, 1928) en su libro Raúl Castro. Un hombre en Revolución (1). Mediante una prosa clara y directa, Leonov pone en manos del lector infinidad de recuerdos personales, acciones y hechos —ya archivados como memoria histórica del pueblo—, a partir de su primer encuentro con el joven revolucionario cubano Raúl. A partir de ahí nace una buena amistad que, con el paso de los años, crece y se consolida en lazos profundos.

Este, sin lugar a dudas, es el libro de una ilimitada amistad. Aquel encuentro primero data de mayo de 1953, cuando el autor fue enviado a cursar estudios en la Facultad de Filología y Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Durante el viaje hacia ese país, a bordo del buque Andrea Gritti que lo trasladaría de Europa a Ciudad de México, conoció a tres delegados latinoamericanos que viajaban hacia La Habana.

Los muchachos habían participado en varios eventos internacionales de organizaciones juveniles democráticas —específicamente en la Conferencia Internacional sobre los Derechos de la Juventud— y en la preparación del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se celebraría en Bucarest, Rumanía. Los delegados eran el cubano Raúl Castro Ruz y los guatemaltecos Bernardo Lemus Mendoza y Ricardo Ramírez de León; estos últimos enviados por el estudiantado de su país, donde existía en ese entonces un gobierno progresista —y electo de forma democrática— presidido por Jacobo Arbenz.

Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz.
 

Innumerables y terribles, en muchísimos momentos, llegarían a ser los acontecimientos que se suscitarían en las vidas de aquellos jóvenes y, en especial, en la de Raúl. Eran tiempos muy difíciles y en los que la llamada Guerra Fría, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, presentaba sus credenciales mediante una contumaz guerra ideológica y continuos desafíos entre dos sistemas económicos, políticos y sociales diametralmente opuestos. En el caso de Cuba, el poder había sido usurpado mediante un golpe militar, en marzo de 1952, por el dictador y asesino Fulgencio Batista; bajo su mando se rompieron las relaciones diplomáticas con la entonces Unión Soviética.

“Nuestra despedida en el puerto habanero estuvo ensombrecida por malos presentimientos que pronto se cumplirían. A través de los cristales del muelle, vi a los funcionarios de la aduana hacer señas con las manos cuando revisaron las maletas de mis amigos, y a los policías que acudieron, y los trasladaron con su equipaje al interior de la terminal portuaria (…) Fue cuando se me acercó el ayudante del capitán, y con alegría maliciosa me susurró al oído: ‘A tus amiguitos se los llevaron por introducir propaganda comunista’”.

Relata Leonov que, al recordar los momentos que antecedieron al asalto al Cuartel Moncada (26 de Julio de 1953), el máximo líder cubano Fidel Castro Ruz expresó: “(…) Raúl ya era bien de izquierda y, realmente, quien lo introdujo en las ideas marxista-leninistas fui yo (…) Raúl lo que hace es que, consecuente con lo que él interpretaba de la doctrina, ingresa en la Juventud del Partido Comunista. Ingresó por su cuenta. Siempre tuvo criterios propios (…) El asalto del Moncada fue la línea histórica que dividió el pasado y el futuro de Cuba. El país tuvo sus nuevos héroes. Comenzaba así la lucha insurreccional, que duró cinco años, cinco meses y cinco días, hasta alcanzar la victoria”.

Uno de los hechos traídos por este historiador ruso a su volumen y que confesó haberle emocionado fue el acontecido antes, durante y después de la travesía del yate Granma.

Al respecto, tras partir del puerto mexicano de Tuxpan hacia Cuba, el 25 de noviembre de 1956, el yate Granma logró desembarcar el 2 de diciembre en Playa Las Coloradas con su magnífica carga de combatientes revolucionarios. El 5 de diciembre, en un lugar conocido como Alegría de Pío, se produce el primer enfrentamiento armado entre las fuerzas rebeldes y tropas de la tiranía: el combate fue considerado como la primera derrota del naciente ejército revolucionario de Cuba.

Ocurrió entonces, explica el autor, que algunos expedicionarios intentaron protegerse o abandonar el lugar. El pelotón de Raúl que cubría la retaguardia, logró llegar a un pequeño bosque próximo a un cañaveral, sin abandonar las armas ni las municiones.

Explica también que:

(…) Debido al tableteo de las ráfagas de ametralladoras y el rugido de los aviones que aparecían sobre el campo de batalla (…) nadie pudo escuchar la orden de retirada dada por Fidel, quien logró salir de la trampa con dos combatientes. En esencia, de este modo actuaron también los demás sobrevivientes de la expedición, pero de manera dispersa. Todos los caminos y senderos de Alegría de Pío fueron bloqueados por patrullas (…).

Así, no fue hasta el 18 de diciembre que se produjo el encuentro con Fidel y sus dos compañeros (…) Fue entonces cuando después de un fuerte abrazo, tuvo lugar el memorable intercambio de frases: “¿Cuántos fusiles traes?”, preguntó Fidel. “Cinco”, respondió Raúl. “¡Y dos que tengo yo, siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!”, sentenció Fidel.

En más de una ocasión, Raúl, bromeando, ha narrado que después de esta exclamación, llegó a pensar que Fidel se había vuelto loco. Pero Fidel es Fidel. Él ve el objetivo con mayor claridad y más próximo que los demás, y también el camino más corto y sencillo para lograrlo.

Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
 

Luego, Leonov expone que

(…) durante casi una semana, la columna vertebral del futuro Ejército Rebelde permaneció en Purial de Vicana, en la finca del campesino Ramón Pérez (Mongo), donde celebraron la Nochebuena. Al día siguiente, 25 de diciembre, los rebeldes combatientes continuaron para internarse en las montañas (…) Comenzó lo que el Che Guevara calificó como la fase nómada de la guerrilla, cuando los rebeldes no tenían un lugar permanente de basificación y se desplazaban de un lugar a otro en las montañas de la Sierra Maestra.

Ya en territorio serrano se produjo el segundo enfrentamiento armado contra las fuerzas de la tiranía, el 17 de enero de 1957, en el que el factor sorpresa y el fuego de los rebeldes impactaron un puesto de la Marina de Guerra en la zona de La Plata. La victoria fue absoluta. Los guerrilleros tan solo consumieron quinientas municiones, mientras que lograron capturar del enemigo una ametralladora Thompson, ocho fusiles y mil municiones.

Poco tiempo después, y por decisión del líder de la Revolución cubana, se aprobó realizar dos actividades que, por la simultaneidad en su difusión, expondrían a la opinión pública nacional e internacional sobre la existencia, permanencia y verosimilitud de las acciones del ejército popular conformado por los mejores hijos del pueblo cubano en territorio oriental. Así se daría a conocer su alto sentido altruista de vencer o morir hasta el logro del derrocamiento del gobierno dictatorial, criminal y entreguista, supeditado a los dictados del imperialismo norteamericano.

A la izquierda el General de Ejército Raúl Castro y a la derecha el Guerrillero Heroico Ernesto “Che” Guevara.
 

Ambas acciones, efectuadas al pie de la Sierra Maestra, fueron: la primera reunión entre los dirigentes del movimiento clandestino y los jefes del Ejército Rebelde, y una entrevista concedida por Fidel (17 de febrero de 1957) al destacado periodista Herbert Mathews, jefe de la plana editorial del influyente diario The New York Times:

(…) con el objetivo de dar a conocer a la opinión pública mundial la verdad sobre la situación en Cuba. (…) Raúl fue el primero en recibir al invitado, y así lo describe en su diario de campaña:

“Le di la mano al periodista y recordando mi rudimentario inglés escolar, le dije ‘How are you?’. No entendí lo que me contestó y seguidamente llegó Fidel, quien después de saludarlo se sentó con él en la chabola y empezó la entrevista periodística que duró más de tres horas”.

Dicha entrevista —todo un acontecimiento informativo—, apareció publicada el 24 de febrero de 1957 en tres amplios reportajes del citado periódico. En ellos, Mathews aparece fotografiado junto a Fidel, para sorpresa y disgusto del tirano Batista y sus testaferros asesinos.

Afirma Leonov en su libro que “(…) A Herbert Mathews, fallecido en 1977, las fuerzas de derecha en Estados Unidos no le perdonaron nunca su viaje a la Sierra Maestra y la publicación de aquellos memorables reportajes. Un envidioso corresponsal del propio diario, Anthony de Palma, incluso escribió un libro sobre aquel titulado El hombre que inventó a Fidel, pero, como decimos los rusos, después que termina la pelea no hay que manotear. Ya todo estaba hecho”.

De igual forma, la otra actividad de suma importancia para las fuerzas revolucionarias fue la reunión de la dirección nacional del Movimiento 26 de Julio, en la que “se aprobó el Manifiesto al Pueblo de Cuba, convertido en una guía para el movimiento en el país, además de declarar a la Sierra Maestra centro de la lucha revolucionaria contra la dictadura. A las organizaciones clandestinas se les planteó —entre otras misiones—, preparar y enviar nuevos combatientes a la zona rebelde para conformar su ejército, adquirir armas y municiones con igual destino, y prepararse para llevar a cabo acciones políticas y de sabotaje”.

Raúl Castro. Un hombre en Revolución, consta de nueve capítulos, además de un epílogo, las fechas más importantes en la vida de Raúl Castro, y un interesante testimonio gráfico.

Al respecto, y por su indiscutible vigencia y sentido histórico, vale la pena destacar un fragmento del discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz pronunciado el 26 de julio de 2013, en la provincia de Santiago de Cuba, con motivo del aniversario 60 de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Sus palabras no solo trascienden como impronta para todos los tiempos, sino también como el eterno latido de más de doce millones de corazones, orgullosos de su cubanía y de su profundo apego a la solidaridad.

Esta seguirá siendo la Revolución socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes proclamada por Fidel el 16 de abril de 1961, en el entierro de las víctimas de los bombardeos previos a la invasión de Playa Girón. Esta, repito, seguirá siendo una Revolución de los jóvenes.

La generación histórica va cediendo su lugar a los pinos nuevos con tranquilidad y serena confianza, basada en la preparación y capacidad demostradas de mantener en alto las banderas de la Revolución y el socialismo, por las que entregaron sus vidas innumerables patriotas y revolucionarios, desde los indios y esclavos que se rebelaron contra la opresión hasta nuestros días.

Como ya se ha informado, está en marcha el proceso de transferencia paulatina y ordenada a las nuevas generaciones de las principales responsabilidades de dirección en la nación. Para asegurar el éxito en este empeño, jamás podrá descuidarse la importancia estratégica que tiene, como nos enseñó Fidel, preservar por encima de todo —repito—, ¡preservar por encima de todo! la unidad de todos los cubanos dignos”.

El Comandante en Jefe, Fidel, junto a su hermano, el General de Ejército Raúl Castro.

 

Nota:
(1) Leonov, Nikolai. Raúl Castro. Un hombre en Revolución. Editorial Capitán San Luis. La Habana, 2015.