Estado de gracia en Silenciosa evocación

Yuliet Teresa Villares Parejo
30/7/2018

Encuentro un fragmento de Eliseo Diego en las primeras páginas, evoca de primera mano un silencio, me abruma por momentos, siento vacíos. Tengo en mi mano Silenciosa Evocación de Vasily M.P (La Habana, 1976); sigo sintiendo calor.


Carátula del libro Silenciosa Evocación de Vasily M. P. Foto: Internet
 

Tiene muy pocas páginas, me las bebo de un golpe, sus palabras son certeras. Compone entre sus líneas cierto estilo historicista, demiurgo en su mirada, comprometedor a muchas instancias. Hago de esta estancia un paraíso, una circunvalación a cuestas, redescubro una ciudad, su gente y sus vicios. Cada ensayo me cuenta un aspecto geográfico, poético, bohemio, sistemático y vivencial de los autores; pero eso sí, es un autor dentro de otro. Mendoza se convierte en conquistador de algunas historias, héroes de otras y mezquino por partes. Elocuente, exigente consigo mismo con la visión que tiene de las “cosas”, me cuenta las locuras de los habitantes de Ciego del Ánima; esas locuras cotidianas de contar las historias del otro. Es como si contara nuevamente algo que ya ocurrió, eso te convierte en narrador activo. Es capaz de rememorar autores de otros tiempos que escribieron en su tiempo, y me encanta. Es un libro fácil de leer, se escurre entre las manos. También te intriga, a mi me magnetiza esos suspensos, porque en ocasiones no dice nombres pero sabes de quien habla. Ahora recorro la ciudad y empiezo a ver lo mismo que él. También me convierto en Dios, omnisciente por derecho.

Él dice que a la hora de leer es un niño y hace que entienda a su antojo un montón de cosas; yo no soy tan niña y tengo que esforzarme porque entiendo la madurez con que escribe un hombre, pequeño de estatura, pero con un juicio literario visceral. Casi no hablamos. No me es necesario, yo quiero mejor leer lo que escribe. Es crítico, censurador y eso me gusta; no es paternalista, dice las cosas tal y como son: al pan pan y al vino vino. Me recuerda a Luis Álvarez Álvarez (Camagüey, 1950), su osadía en la palabra es correcta. Y esa palabra correcta también le hace dueño de un universo.

“Las Artes enseñan que un hombre debe prescindir de toda posesión, incluso de su familia, y consagrarse únicamente a su arte, puesto que las Artes no exigen que el hombre sea miembro de una familia, de una clase, de un partido o grupo social, sino simple y estrictamente él. (…) La crítica es tan inevitable como la respiración”. T. S. Eliot (Estados Unidos, 1868-Inglaterra, 1965) no perdía razón alguna, al menos en algunos sentidos, porque los críticos no deben ser seducidos a lo extracrítico. Mendoza Pérez, también es crítico en lo exacerbado y no pretendo  poner la peregrina idea de que su don creativo es más elevado que el don crítico, solo sé que con maneras lo logra.

Aplaudo su inteligencia crítica, si pudiéramos nombrar de esta forma el certero dictamen que hace de lo que ve, de las percepciones subjetivas, de la muestra totalitaria de una obra. Él entiende qué es arte, aunque no sepa explicarlo en sí, sabe de qué elementos está compuesto; y lo mejor de todo es que lo muestra con elegancia, sin fanfarronerías. Silenciosa Evocación es el resultado quizá de muchas incitaciones, de algún tipo de estudio psicológico. Su concentración en la trama psicológica; el autor más allá de lo que escribe —aunque es severo en la crítica—, lo posiciona tal vez como uno de los pocos discípulos del Nuevo Criticismo en la región central del país en este siglo. Expuestas de esta manera inarticulada, separada como las hojas de una coliflor, las impresiones de Vasily M.P semejan algún tipo común de lección literaria popular, en el que las historias de los dramas o novelas son recreadas, los motivos de los autores son estereotipados, y el resultado final por lo tanto se hace fácil al principiante.

La lectura a estas evocaciones fragmentadas en cuatro momentos, a mi juicio, es resultado también de cierta perturbación, aunque no del todo; se podría traducir como un violento, inmediato y comprensible estallido de admiración que bien podía dejarlo internamente incólume. Prefiero entonces antes de hacer algunas anotaciones acerca de en qué consiste una apropiada reacción de la sensibilidad artística, en qué medida la crítica es sentimiento y de qué clase de pensamiento es susceptible según nos deja ver, sería oportuno arrojar algunas formulaciones sobre lo que pudiera ser un tratado del ejercicio de la crítica.

No soy para nada injusta al decir que este libro, no es más que la desarticulación de una idea primaria. Se intenta sistematizar por inducción metodológica todos los elementos de otros escritos que conforman este ensayo. Hegel, nos hizo caminar por el camino de una crítica objetiva, se alzó como el más prodigioso exponente de la sistematización emocional, al traficar con las emociones como si estas fueran los simples objetos que les dieron pie. Sus seguidores tienen por costumbre dar por sentado que las palabras poseen significados bien definidos, pasando por alto la tendencia de éstas a producir emociones indefinidas. M.P, también nos enseña esto. Está totalmente desprejuiciado de todo, distante, observador, tajante cuando quiere. Perfora las ideas a su gozo, las plantea de forma magistral, no deja pasar ningún error por alto, nos pone en sobreaviso. No permite que nosotros los lectores estemos incómodos. Pauta un camino que ya ha pensado, formulado y hasta soñado.

No solo todo el conocimiento es desbordado en las evocaciones defendidas por él, no, sino con criterio de medida todo el sentimiento, es percepción a chorros. Suponemos la existencia, como don, de una sensibilidad superior. Y para una profunda sensibilidad la lectura no significa una mera fuente de alimentación. No se llega a una cabal comprensión cuando queda intacta la impresión original, Mendoza sabe hacerlo. La belleza literaria es un elemento que no deja pasar por alto, reflexiona a menudo en cómo se debe escribir, apuesta por una escritura perfecta. Descifrar los significados es parte intrínseca de su obra. De manera general estas observaciones pueden considerarse lugares comunes, pero creo que siempre es oportuno llamar la atención sobra la insana superstición de que una cosa es la aparición y otra muy distinta la crítica intelectual. Las direcciones de la sensibilidad son complementarias al artificio utilizado por el autor para desembocarnos tal preciado libro, o como ya dije antes, tratado. Y como la sensibilidad es paradójica, impopular y codiciada, debe suponerse que el crítico que es padre de este libro también es un artista. Sabe lo que dice y cómo lo dice. Aunque ya sé que dialécticamente hablando, el gusto no es una fuente de medida; por lo que seré coherente con el criterio: Silenciosa Evocación atrae a sí a muchos ancestros, a mis contemporáneos y a los hijos que me están por nacer.