Esterio Segura: Un viaje hacia el derecho a no decir lo que pienso

Thalía Fuentes Puebla
27/1/2020

En la Galería Habana exponen muchos de los reconocidos artistas de la plástica en Cuba. Diciembre pasado fue el turno de Esterio Segura y su muestra personal El derecho a no decir lo que pienso, una traducción al lenguaje de las artes visuales de la teoría del iceberg de Ernest Hemingway, donde cada pieza muestra “aquello que queda encerrado en las páginas de un libro”. 

Fotos: Ariel Cecilio Lemus
 

Esta exposición tiene un proceso evolutivo muy largo. Según cuenta el artista, la primera pieza del guion la hizo en el año 1996, justamente la que se llama “El derecho a no decir lo que pienso”, aunque en ese entonces era una pieza que tenía otra concepción figurativa. “Siempre supe que se iba a convertir en el puente a un proyecto completo”, asegura.

“Hace aproximadamente cinco años definí que ‘El derecho a no decir lo que pienso’ tenía que convertirse en una provocación; una provocación de lo que la gente verá teóricamente, donde cada imagen habla de un derecho. 

 

“Empecé a desarrollar ideas que no tienen que ver con los conceptos del derecho, ni con los conceptos del derecho universal, sino sobre percepciones, en algunos casos más divertidas, en otros más relajadas, más profundas, sobre lo que aspira el ser humano con el derecho”.

“Lo hice a partir de la idea contraria de la incapacidad de tener el derecho de hacer ciertas cosas, o sea, darle un punto preferencial a determinados derechos, a determinadas capacidades, y crear el punto de partida: la ley”, cuenta Esterio Segura a La Jiribilla.

 

El derecho a no soñar con realizar mis sueños ni los sueños de otros; el derecho soberano a no ser libre; el derecho a preservar mi desconocimiento; el derecho a no usar la fuerza bruta de manera inteligente; el derecho a ser duro, soberano y vacío; el derecho a ser deshonesto, a ser dudoso, inseguro, desconfiado, a ser espía de mí mismo;  el derecho a ser intrascendente, no tener nada y gritar en silencio; el derecho a ser izquierdo; el derecho a ser muy tonto y no entender nada o casi nada, o el derecho intelectual a tener apariencia inteligente y no serlo, son algunas de las frases que se plasman en esta exposición. 

 

“Es una lectura que no existe sin la confiabilidad del público, una lectura que no tiene que ser inteligente, que no tiene que ser intelectual; pero que le da el derecho al público de pretender y decir, y de tener el derecho de decir en su pensamiento lo que quiere”.

En las obras, hechas fundamentalmente en lápiz sobre cartulina y fibra de vidrio pintada, el material y las dimensiones buscan un contraste; se establece, según Segura, una contradicción con la usual maleabilidad y ligereza de la obra literaria.

“Esta es la exposición en español. Vamos a hacer cinco ediciones más, en las lenguas que han influido en la cultura universal: el francés, el inglés, el ruso, el chino y el hebreo. Cada una de esas ediciones va a tener una presentación distinta en términos de dibujo”.

Todas tendrán una dimensión determinada. “Va a ser sutil, un poco renacentista. La edición en español es en blanco; la de francés está en proceso de evaluación, porque hay muchas posibilidades de materiales que identifican ese idioma, pero el más probable es el acero; en ruso va a ser el acero inoxidable, como los submarinos de ese país; en chino va a ser en terciopelo rojo, pero volumétrico, y el hebreo va a ser en piedra. Después toca traducir cada uno de los derechos, que son aproximadamente 30”.

Esta muestra ya cerró sus puertas en la Galería Habana, que a partir de este viernes contará con una exposición personal de Humberto Díaz, pero de seguro El derecho a no decir lo que pienso continuará dando de qué hablar entre los amantes de las artes visuales.