Éthos y cultura

Rafael de Águila
5/11/2020

"Sólo gracias a aquellos sin esperanza

nos es dada la esperanza"

Walter Benjamín.

Síndrome de Estupidez Adquirida o Transmitida. Se adquiere, dado se transmite. No llega por generación
espontánea. Para millones de seres ese es el Aquí y ese el Ahora”. Imágenes: Tomadas de Internet

 

Se dice fue el poeta ciego Homero quien primero empleó la palabra éthos. Muy digno comienzo de la era éthos: Homero. Éthos y poesía. Lugar donde se habita, resultaba la acepción que se acepta comúnmente por los estudiosos del aeda jónico. La palabra éthos se imbricó en el griego antiguo traduciéndose como costumbre. Otra forma escrita, êthos, se traducía como predisposición para hacer el bien. Aristóteles lo entendió como hábito llegado desde la costumbre. El latín de Roma ―y su espíritu, menos abigarrado y eminentemente pragmático― mixturó ambas palabras en moralis. El éthos era muy preciado en la Grecia antigua. Era el centro mismo de la vida. Su omphalos. Una suerte de axis mundi. Cada tiempo y lugar ha colocado al éthos en el sitio en el que sus moradores lo han dignificado. A su vez el éthos ha definido y caracterizado a los moradores. Los ha dignificado… o enlodado. Y de la mano de dignidades y lodos se ha definido y caracterizado el bien y… el mal. Recuérdese la primera acepción homérica: lugar donde se habita. Si bien se habita en un sitio este transcurre en un tiempo determinado. Todos transcurrimos en un aquí y un ahora. Semejante duetto lleva a conformar lo que los alemanes llaman Weltanschauung. Visión del mundo. Cosmovisión. Imago mundi. Esa expresión, Weltanschauung, fue introducida por el filósofo alemán Wilhelm Dilthey. Para el renano, los principios que regían una sociedad, o lo que es lo mismo, su cultura ―lo que el alemán llamaba espíritu, y otro alemán genial, Hegel, llamó Zeitgeist o espíritu de la época― determinaba la experiencia vital. A ella se llegaba desde tres vértices: el intelectual, el emocional y el moral. Y a esa trisomía se llegaba desde otra: las relaciones, sensaciones y emociones generadas en los hombres por el aquí y el ahora en el que transcurren. Así, precisamente, entendía la Weltanschauung, palabra sonorísima sin dudas, Dilthey. Un croata, el antroposofista Rudolf Steiner ―no voy a cometer el pecado de llamarle austriaco, nació en la localidad de Donji Kraljevec, que si bien en 1861 era parte del imperio austrohúngaro hoy se ubica en Croacia― vislumbraba tres etapas: la primera, la llamada Intuición moral, consistía en la capacidad de asumir principios éticos adecuados a cada situación particular; a ella seguía la Imaginación moral, conversión de los susodichos principios éticos en intenciones concretas y, finalmente, lo que denominaba Técnica moral o transmutación de esas intenciones en actos determinados. Un amigo me recuerda que la Axiología, rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores. ¡Ah, los valores! No existiría éthos homeriano o êthos helenístico o costumbre aristotélica o valiosa Weltanschauung o hegeliana Zeitgeist sin ellos. No existiría el lugar donde se habita ―al menos no como lo deseamos―, no existirían la costumbre o la disposición para hacer el bien. Nada de eso existiría sin valores. La Etología, digo a mi amigo, estudia el comportamiento de los seres vivos en relación con el medio en que se hallan, las conductas orientadas a la supervivencia. Otro alemán, también filósofo, Max Scheller, estableció en El formalismo en la ética y la ética material de los valores, obra escrita entre 1913 y 1916, que los valores espirituales se dividen en: Estéticos, Jurídicos e Intelectuales. El primero juzga qué es bello; el segundo qué es justo; el tercero qué es verdad. Sí. Porque la verdad no es verdad solo si persigue un fin constructivo. No. Ello resultaría teleología goebbeliana. La verdad es verdad independientemente de los fines. El fin es elección. La verdad acto. Más tarde Freud ―y el psicoanálisis― enunciarían la tríada de lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. Convengamos que el éthos es precisamente eso: identificar qué es bueno, qué es bello y qué verdadero, educarse en ello, respetarlo, asumirlo como profesión de fe, y armado / almado de bondad, belleza y verdad ―justicia, diría Scheller― luchar en función de lograrlo y defenderlo. Mas… para ello no basta únicamente el éthos / êthos. No seamos maniqueos. Para identificar lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero se necesita… cultura. Kurltur diría un alemán. Cicerón empleó el término cultura animi, cultivar el alma, en su Tusculanae Disputationes, desde ahí llegó la palabra, en su acepción actual, a muchas lenguas europeas. Cultura, originalmente, poseía una acepción agrícola: cultivo. Emily Durkheim, otro filósofo ―nada de alemán―, francés, expuso en Las reglas del método sociológico, obra de 1895, que si bien los órganos del cuerpo biológico podían enfermar, ello podía acaecer igualmente con los órganos del cuerpo social. Es decir, podían enfermar las instituciones y las costumbres. Podía enfermar la sociedad. Dos años después Durkheim introdujo el término anomia, entendiéndose como la invalidez del entramado social en cuanto a dotar a los humanos de lo necesario para alcanzar los fines óptimos de la sociedad. Éthos y Cultura resulta un binomio imprescindible para el logro de guía y brújula, identificar medios y fines, descubrir debilidades y prever amenazas. Todo ello en aras de vivir una vida digna en una sociedad digna. Difícilmente existiría una sin la otra… sin obviar el viceversa. Lograr una sociedad no anómica. Una sociedad en la que belleza, justicia y verdad devengan estandarte. Lo bueno, lo bello y lo verdadero Ley. Costumbre.

Se dice fue otro Homero, esta vez Homer J. Simpson, el autor de un nuevo modo de ver el mundo. Un modo otro. Otra Weltanschauung. Otro éthos / êthos. Otro hábito llegado desde la costumbre. Otro lugar en el que se habita. Otro mundo. Otra moralis. Quizá otro omphalos u otro axis mundi. Trastocado. Distópico. Subvertido. O tempora, o mores, exclamó Cicerón en la primera de sus Catilinarias. Podríamos repetirlo nosotros. Tal vez no exista mejor representación para ese otro Tiempo / Lugar, lastimosamente el nuestro, que esa interjección, hoy icónica, del personaje de Matt Groening, el creado para la serie televisiva de dibujos animados Los Simpson: D'oh! El guion de la serie acota se trata de un sonido de fastidio. Homer J. Simpson se erigió como el estereotipo del ciudadano actual de USA. De la mano del american way of life amenaza ―dramáticamente― con devenir estereotipo del ciudadano actual del mundo. Es adicto al alcohol, chapucero, irascible, su tabernáculo es la TV ―futbol, beisbol, basquetbol, el deporte de ocasión o latitud, quizá un film que dilapide sangre y/o sexo―, no escatima exceder en egoísmos o tejido adiposo, no se establece miras u objetivos futuros, su afán lo hace fan del presente. Homero J. Simpson no es un ser culto. No. Menos aún inteligente. Más bien lo opuesto. Se apasiona, elige, si sale mal se encoleriza y elige lo diferente. En el 2007 USA Today lo consideró uno de los 25 personajes más influyentes de los últimos 25 años. El Estagirita o Dilthey se habrían horrorizado. Qué decir de Hegel. ¿Qué habría dicho en consecuencia Hegel de nuestro zeitgeits? En el 2010 un equipo de científicos de la Universidad de Emory, al estudiar los efectos lesivos del gen RGS14 para la inteligencia de ratones, bautizó ese gen con el nombre rocambolesco de Homero Simpson. Millones de seres hoy día conforman su éthos / êthos desde el fastidio, el alcohol, la mediocridad, la banalidad, la TV, el futbol, el sexo, las compras y el consumo sediento de objetos y espectáculos. Se trata del síndrome de Homero J. Simpson. Síndrome de Estupidez Adquirida o Transmitida. Se adquiere, dado se transmite. No llega por generación espontánea. Para millones de seres ese es el Aquí y ese el Ahora. Al antiguo éthos lo han puesto de cabeza. A la Cultura la han adulterado. Anulado. Molturado. Cultura: moltura. Éthos y Cultura, ese binomio ―en imperial nuevo afán pragmático― ha devenido una sola palabra: poseer. Los sinónimos: Ganar, comprar, disfrutar. Hedonismo del primate cibernético. El pragmatismo es el medio. El fin: el dinero. La filosofía: el éxito. Esos son hoy los valores. A eso parece conducir el capitalismo del siglo XXI. A un mundo anómico. Un mundo que no parece ―ciertamente― capaz de cultivar seres en función de lograr identificar ―y luchar― por entronizar y defender lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. Menos la justicia de Scheller. Un mundo que coopta esa tríada. Up side down. Lo bueno es el dinero. Lo bello comprar. Lo verdadero divertirse. Un mundo que fabrica ciudadanos Homero J. Simpson versión 1.0. Seres de pub, Tv, fast food, Mall y Kardashian. Otra variante ―muy actual y cosmopolita de Homero J. Simpson― es la adoración, llamémosle idolatría, por la belleza del cuerpo. La belleza del cuerpo como medio de posesión y medio de poseer. La belleza como medio y fin. No está mal cultivar la belleza del cuerpo. No. Para nada. Está mal cultivarla en detrimento y descuido de la belleza del espíritu, de la cultura, del alma, del éthos, de la moralis, de los valores, del conocimiento. El cuerpo, sostiene el viejo apotegma, es palacio del alma: urge no hacer morar un alma escuálida en un palacio fastuoso. Si negativa resulta la idolatría a credos e ideologías, negativa es la idolatría a objetos y cuerpos. Apuntaba Nietzsche ―lo sostiene Octavio Paz― que los griegos inventaron la Tragedia por exceso de salud. De belleza. Quizá estos modernos Homeros J. Simpson idolatran la belleza por exceso de tragedia. Precisamente son estos émulos de Homero J. Simpson quienes deben decidir cada determinado número de años quién dirigirá su país, quiénes lo representarán en un Parlamento, eventualmente se les llamará a dirimir acerca de transcendentales cuestiones en ocasionales referéndums. Evidentemente… decidirán mal. Y decidirán mal porque solo la cultura y el éthos conducen a no equivocar lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. A no equivocar lo Justo. A que nadie nos engañe o amedrente respecto a ello. A elegir bien. A impedir toda cooptación.

¿Por qué precisamente los ciudadanos tipo Homero J. Simpson versión 1.0 pueden elegir mal? Volvamos al croata, al antroposofista Rudolf Steiner, aquel que sostuvo que el conocimiento logrado del mundo, si se desea objetivo, debe irrumpir desde la actividad creativa interna. Recordemos aquellas tres etapas steinerianas. De acuerdo con la Intuición moral, se debe poseer la capacidad de asumir determinados principios éticos ante cada situación particular. ¿Podría hacerlo un émulo de Homero J. Simpson? Hmmm. Dejo a cada lector la respuesta. Todos deseamos lo que identificamos como Bueno, Bello y Verdadero. Si lo identificáramos de manera correcta ¡el mundo sería paradisiaco! Resulta que sin el éthos optimo y la cultura adecuada no lograremos identificarlo. Erraremos. Tomaremos gato y será liebre. Anhelaremos peras debajo de un olmo. En el mundo actual ―el capitalismo contemporáneo lo atiza― bulle el afán de saciar deseos. A eso se compele. Bullen deseos e intereses. No valores. Recordemos lo que Max Scheller llamaba valores espirituales. Se dividían en Estéticos, Jurídicos e Intelectuales. Precisamente los valores, llegados desde el éthos griego, desde la moralis romana, desde el hábito y la costumbre aristotélica devienen tamiz, criba, filtro, modulador de deseos e intereses. Pareciera que la contemporaneidad, el capitalismo del siglo XXI, subvierte valores in nomine de deseos e intereses. No urge ser bueno. Urge ser exitoso. Ser exitoso es el fin. No importa cómo. Inexistencia o trastoque de valores es inexistencia de criba. Es desmadre de medios. Nuestro zeitgeits se erige como un moderno y falaz avatar de Maquiavelo.

Lévi-Strauss, otro francés, esta vez antropólogo, sostenía que los humanos se realizaban desde el intercambio de Sujetos, Objetos y Mensajes. La Política determina el intercambio de sujetos. La Moda el intercambio de objetos. La Publicidad el intercambio de mensajes. Política, Moda y Publicidad se afanan en crear seres homogéneos: homogéneos en el pensar y el desear, homogéneos precisamente en la elección / sumisión / adoración ante Sujetos, Objetos y Mensajes. Pretenden crear Weltanschauung. A obnubilar la nuestra e instalar la suya. La alienación nos homogeniza y la homogenización nos aliena. Política, Moda y Publicidad crean deseos. Y valores. Más bien… antivalores. El Mercado, el dinero, la publicidad, la Moda, los medios de difusión y prensa, y… los populistas de turno juegan cada día a confiscarnos y cercenarnos la libertad. A cercenarnos nuestro Yo e instalarnos un No-Yo. Pero… ahí están cultura y éthos. Cultura y éthos modulan. Vigilan. Asisten. Proveen asideros. Rutas. Defensas. Hacen libres. ¿Cómo? Regulando los intercambios de Sujetos, Objetos y Mensajes. Cultura y éthos, precisamente ellos, determinan de los sujetos quién es bueno y quién malo; de los objetos cuál es feo y cuál bello ―y necesario, no superfluo― y de los mensajes cuál es verdadero y cuál falso. Cultura y éthos pueden desmontar todo dispositivo de control ideológico y social. Cultura y éthos confieren libertad. Reintegran el Yo alienado al Yo original. Destrozan las idolatrías.

Cualquier troglodita ―apañado desde los errores y desmadres de otros trogloditas quizá bien intencionados― puede engañar / embaucar / engolosinar / alucinar / amedrentar a los Homero J. Simpson versión 1.0. Hacerles tomar lo Malo, lo Feo y lo Falso en lugar de lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. Y ni hablar de la Justicia de Scheller. Aclaración in media res: para impedir elucubraciones, aprensiones y sospechas, todo lector podrá advertir no he empleado tesis alguna procedente de pensadores marxistas, jeje―. Tristemente ese Homero ―no el aeda griego― ha devenido icono del hombre medio de hoy. Un ser que no identifique el bien no puede luchar por él. No puede lograrlo. En El Simposium Sócrates sostiene que el alma está embarazada y desea dar a luz. El papel de la cultura ―de los filósofos, decía Sócrates― es otorgar luz al alma. Mas… los aquejados por el síndrome de Homero J. Simpson no escuchan filósofos. Adoran a las Kardashian. Ríen complacidos con los exabruptos de Kanye West. Discuten ¡horas! sobre si el IPhone o el Samsung. Caso de escuchar a algún filósofo no lo entienden. Lo desprecian. Miran recelosos, hastiados y, tras el escupitajo de rigor, no tardan en proferir el sonoro D'oh! Después… se van a un pub, gritan con el futbol o el beisbol, beben cerveza, se echan en su butaca favorita ―comprada a créditos, el down paintment de rigor― a disfrutar un porno hardcord temática gonzo en Band_Bross mientras devoran donas o unas muy quemadas y grasientas hamburguesas. Esos seres, no lo olvidemos, son ciudadanos. Sujetos de derechos políticos. Nunca tantos tuvieron la oportunidad y el derecho a decidir tanto. Mas… para decidir no bastan oportunidad y derecho. No. Es imprescindible poseer la capacidad de aprovecharlos y ejercerlos.

“Cualquier troglodita apañado desde los errores y desmadres de otros trogloditas quizá bien intencionados
puede engañar / embaucar / engolosinar / alucinar / amedrentar a los Homero J. Simpson versión 1.0”.
 

La capacidad para aprovechar y ejercer oportunidad y derecho, ejercitarlas en nombre de la tríada identificada por los psicoanalistas ―lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero― u aquella otra enunciada por Max Scheller ―lo Estético, lo Jurídico y lo Intelectual― la otorgan el éthos y la cultura. Solo ese duetto nos hace competentes. Dueños de la libertad. Poiesis resulta otro término griego. Hoy me he llenado de ellos. Se traduce como crear. Creación. Platón lo define como causa que hace mutar lo que no es en lo que es. El Yo alienado en el Yo. Bien lo dijo el Apóstol: para ser libres se necesita ser cultos. Cultos y libres para identificar los velos con que partidos, instituciones, ideologías, políticos, medios de prensa, libros, sitios webs, filmes, discursos, series de Tv, catequesis, redes sociales, adoraciones, influencers, modas, idolatrías, trogloditas, artistas, instituciones, mercado, teorías y sectas desean / pretenden obnubilarnos. La palabra griega Alétheia se traduce ―literalmente― como sin velo. Otra palabra griega. La acepción exacta es… Verdad. Lo Verdadero. Identificarlo demanda cultura. Y Éthos. Esa mixtura deviene antídoto. Vacuna. Terapia. Fortaleza. Desde ella se conforma la costumbre. La disposición para hacer el bien. Se conforma, en suma, el homérico lugar donde se habita. Cuba. Latinoamérica. El mundo. Se conforma lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero. Sin olvidar lo justo. Rasguemos, pues, los velos.