Miguel Hernández

Canción primera

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!

El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.

Garras que revestía
de suavidad y flores
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.

Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas,
sobre tu carne leve.

He regresado al tigre.
Aparta o te destrozo.
Hoy el amor es muerte,
Y el hombre acecha al hombre.

Charo Guerra

Ojos del tigre

En su bosque salvaje está brillando el cuenco verde-oscuro
una luz que se expande limitada por puertas y ventanas circulares
que comunican con el mar.

Están acumulándose las lágrimas del tigre
mojando nuestros pies con su flujo constante.
Absorta en la caída,
ya veo cómo avanzan.

Es el tigre, sus ojos, su mirada.
Y voy sintiendo que sus lágrimas
podrían rebosar el universo.

Cierro las puertas de nuestro laberinto.
Condeno las ventanas
y todo orificio que sirva de atalaya.

Sin embargo.
Yo bien me perdería en los ojos del tigre,
naufragaría en sus desbordamientos
en esa luz que ha sido su belleza.