Explorar los caminos de la dramaturgia cubana para niños

Marilyn Garbey Oquendo
14/1/2016

Yudd Favier  es teatróloga y coautora del libro Dramaturgia cubana para niños, 30 obras en 70 años, que la Editorial Tablas-Alarcos publicó en 2015. Es una investigadora que siempre está mirando atentamente el panorama de la creación para niños en Cuba desde el arte de los retablos.

¿Cómo surge la idea de trabajar en conjunto con Dianelis Diéguez para compilar 30 obras de teatro para niños escrita por autores cubanos?

Al igual que yo, Dianelis Diéguez se graduó del ISA como teatróloga y se dedicó al mundo del títere, entre otras cosas. Su tesis fue sobre el Guiñol de los Camejo, y la mía sobre dramaturgia titiritera. Como ambas nos dedicamos a mirar, de manera obsesiva, el teatro de títeres, la editorial Tablas-Alarcos nos hizo la invitación y aceptamos el reto de hacer una compilación que también sirviera de referente para las escuelas. Terminó siendo una antología de antologías, hay pocos textos inéditos ahí. Están los que se mantienen en los repertorios de los grupos,  es decir, que están validados por su presencia escénica.

La antología incluye a escritores como Modesto Centeno, autor del primer texto para niños escrito en Cuba, hasta la muy joven María Laura Germán, es decir, un largo período. ¿Cuál fue el criterio para organizar las lecturas y para seleccionar  las obras?

Tratamos de estudiar las estructuras de las obras, de apreciar la calidad del texto. Luego revisamos la bibliografía para calibrar cómo habían sido recibidos esos textos al subir a escena, porque el texto teatral pierde su sentido guardado en una gaveta. También analizamos la trayectoria de los autores, algunos muy famosos, otros con obras apenas conocidas. En resumen, valoramos la calidad del texto y su presencia en escena.

¿Pensaron incluir textos con la intención de promover su futura puesta en escena?

El único texto inédito era Alicia según el capitán Garfio, de Maykel Rodríguez de la Cruz, que no se ha estrenado aún. Es una escritura que rompe con lo tradicional para hablar de la violencia. El autor ha estrenado tres títulos con su grupo El Arca. Queríamos darle al lector información general sobre lo que ha sido la historia de la dramaturgia cubana para niños, proponerles los mejores textos con otras perspectivas. Era muy pretenciosa la idea, y cuando eso sucede siempre quedan cosas fuera.

¿Quedó mucho fuera de este catálogo?

Muchísimo. Leímos más de 250 obras y la antología solo incluyó 30. A veces nos frustrábamos porque la obra que más nos gustaba era la que todo el mundo conocía, la más publicada. Por eso digo que es una antología de antologías porque los antologadores anteriores buscaban también las obras de más calidad. Los precedentes eran muy legítimos y también se ha publicado mucho; queríamos además facilitar bibliografía al lector, que supiera de otras obras de los autores, de dramaturgos muy famosos en un momento y que ahora ya no lo son.

Me gustaría que compartieras las primeras reacciones a la salida del libro

Por suerte han sido contradictorias. Eso me parece mejor que si solo hubiera recibido aplausos. Eso  significa que lo están leyendo, que lo están pensando, preguntan por qué falta tal autor, por qué está aquel, cada quien tiene su propia antología. A nosotras nos gustaba la posibilidad de cotejar el trabajo, consultamos a teatristas en cuyos criterios confiamos, como Rubén Darío Salazar y Norge Espinosa. Las críticas nos han hecho pensar en otras perspectivas. Por ejemplo, ahí faltó El gato simple, de Fidel Galbán, pero está El viaje de Tín,  otra obra de su autor, mucho más compleja.

El libro puede ser útil para teatristas, estudiantes y para los maestros. ¿Fue concebido de esa manera?

Por supuesto. Te contaré una anécdota. Compró el libro un alumno que ya pasó por el Seminario de Teatro para niños que imparto en el ISA, y me dijo: ‘profe, ese libro debió estar listo hace muchos años’. Y es que muchos de los textos que estudiamos en el Seminario, donde también se buscan los paradigmas, están incluidos en el libro. El libro va a facilitar las búsquedas de los estudiantes, aunque deben estar conscientes que ahí faltan muchas cosas.

¿Cuán útil será el libro para la enseñanza artística?

Creo que el libro les va a abrir caminos más allá del Seminario. Por ejemplo, el texto abarca un período más extenso que el estudiado en el Seminario. El libro se convertirá en un valioso material de estudio. Cuando recibí la asignatura como estudiante apenas me había acercado a este mundo. Hoy, como profesora, al preguntar a los alumnos qué han visto del teatro de títeres, son muchas las voces que se alzan a responder. Ya hay muchos estudiantes del ISA que escriben para los niños, eso no pasaba hace 20 años. Ya no creen que ese es un teatro menor, como lo pensaba yo hasta que me enamoré del teatro para niños. A veces recuerdo a nuestro maestro Freddy Artiles, me hubiera gustado que disfrutara el fruto de su labor. Es un paso de avance, aunque no sé ahora mismo hacia dónde va.

¿Por qué te dedicas a estudiar el teatro para niños?

Me encantaría decirte que el teatro para niños me fascinó desde la primera vez que lo vi, pero fue el teatro de títeres el que me estimuló, muy ligado en Cuba al teatro para niños, y la maternidad. Tener a mi hija a mi lado, a lo largo de sus nueve años, viendo espectáculos, muchas veces en contra de su voluntad, me ha hecho pensarlo de manera más crítica. El teatro para niños ha sido mi obsesión a partir de la maternidad, más que de la teatrología.

Casi todo el teatro que se hace en Cuba tiene al títere como protagonista. ¿A qué crees se debe esta situación?

Si revisas la Historia del teatro de títeres en Cuba, se vería que desde sus orígenes profesionales se dedicó a los niños, los títeres para adultos llegaron después. Pero ese es un tema pendiente de otra investigación.