FIART: estimular la renovación necesaria de la creación

Ana María Domínguez Cruz
24/12/2018

Diciembre trae, entre sus propuestas, la Feria Internacional de Artesanía (FIART) como una oportunidad para que el público cubano y el foráneo conozca, indague y se motive en torno a la creación artística desde lo artesanal, lo auténtico, lo identitario, lo que puede ser útil y bello a la vez.

Confluyen representantes de la artesanía de diferentes provincias del país y acuden de otras naciones porque entienden que este es un espacio idóneo para presentar sus propuestas, no solo por la ganancia económica que puedan obtener, sino porque el contacto con tantas personas en una urbe como La Habana les permite nutrirse de sugerencias, opiniones y satisfacciones que luego son útiles para estimular la renovación necesaria de la creación.


Cartel de FIART 2018. Foto: Internet
 

FIART 2018 tuvo a México como país invitado y estuvo dedicada a Villa Clara y al mueble artesanal. Ratificó sus resultados favorables y demostró que cada año los asistentes esperan novedades, así no sea más que para admirarlas y no comprarlas (en caso de que el precio no sea el más asequible). Justo en esa “oxigenación” de lo que se exhibe, radica el mayor desafío de una feria como esta y conversar con algunos de los que me sorprendieron fue la prioridad en mi recorrido.

La mexicana María Concepción Montiel repite su visita a Cuba con una amplia y llamativa exhibición de piezas, tales como soperas, jarrones y platos decorativos, confeccionadas a partir de la técnica de la cerámica de talavera, típica de Puebla y otras regiones. Además, mostró vasos y copas confeccionados con la técnica de vidrio soplado, y otros artículos como velas artesanales, trompos, pirinolas, yoyos, tambores diminutos y bolsas de palma, tejidas a mano.

Fue una suerte hallar los muebles rústicos de Rafael Ruiz, identificados con la marca Rustivani. El aprovechamiento del marabú es loable en sus mesas, estantes, sillas plegables, columpios, sofás y otro tipo de muebles, en tanto son encerados para evitar el polvo y hacerlos más duraderos.

La posibilidad de adquirir varias piezas textiles en una sola fue la propuesta novedosa de la diseñadora Jennifer Llanes con su marca Medusa. El empleo de telas como el rayón y algodones elastizados, entre otros, le permite confeccionar un vestido, digamos, que cambia su propio diseño en la medida en que podemos moldearlo.

Desde Pinar del Río la cerámica Ibeyes, con los hermanos Barreto, acaparó la atención de quienes elogiaron sus lámparas de cerámica esmaltada, fusionadas con metales; así como los exquisitos objetos decorativos de Maribel Peñas, de Matanzas, abogando por un arte ecológico a partir del uso de conchas marinas y otros elementos de esta naturaleza.

Edel Crespo, con su proyecto Cacharreo Ecológico, sedujo a muchos a partir de las esculturas en chatarra, reutilizando los materiales de desecho, y su ingenio se puso a prueba con la combinación de piezas de autos viejos, máquinas de moler carne u otro tipo de impensables motivos, para una base de una lámpara, una cava casera, o un portallaves.


Foto: Endrys Correa Vaillant 
 

No obstante los aciertos, esta edición de FIART trajo consigo el desafío de instalar los stands en la fortaleza de San Carlos de La Cabaña y no en el recinto ferial Pabexpo, como ya se ha hecho habitual. Coinciden muchos de los expositores en que el entorno no ha sido favorable, debido a la infraestructura del lugar, las características del público que asiste (que no deja de ser numeroso) y las condiciones climáticas, que afectan, sobre todo, a los que exhiben sus piezas en las áreas exteriores. Aquellos que acomodaron sus artículos en las áreas interiores, lamentaron en no pocos casos la poca visibilidad de su trabajo, por lo que dependían entonces de la curiosidad de quienes caminaban por las calles adoquinadas de la fortaleza.

El próximo año FIART estará dedicada a La Habana en su aniversario 500 y ojalá esté listo un espacio más apropiado para acomodar el buen arte y la innovación artesanal.