El 25 de noviembre de 2021 se cumplieron cinco años de que Fidel Castro, más que partir físicamente, ascendiera a la dimensión de líder revolucionario inmortal. En estricto rigor histórico, es válido remarcarlo, fue acreedor de esa condición desde mucho antes.

La impronta de su legado desborda cualquier encasillamiento y es perceptible en las más variadas latitudes. A sabiendas de ello, este trabajo es apenas un brevísimo acercamiento a ese caudal, en tanto homenaje a una figura emancipatoria que impactó, con particular energía, en el entramado de las relaciones internacionales más allá del hemisferio.

Después del triunfo de la Revolución, su primera visita al exterior fue a Venezuela. Allí desarrolló un programa memorable entre el 23 y el 27 de enero de 1959. Foto: Cubadebate

Aun a sabiendas de que se trata de un término polisémico, que puede ser interpretado desde diversas perspectivas epistemológicas, podemos asumir que el Gran Caribe es entendido, al margen de sus diferencias, contrastes y heterogeneidad, a partir de la consideración de los factores y elementos comunes que pueden encontrarse en las veinticinco naciones independientes y los territorios dependientes.[1] De igual manera, que se trata de una construcción que adquiere carácter estratégico en el contexto de la guerra fría[2] y que se ha comenzado a denominar Gran Caribe a la amplia cuenca geográfica que va desde México hasta la Guyana Francesa y que comprende las islas, el istmo centroamericano y los países continentales de Sudamérica que tienen costa sobre este mar.[3]

Es desde esa óptica que, someramente, nos referiremos a la presencia de Fidel en naciones del Gran Caribe, por los más diversos motivos, a lo largo de varias décadas.

Después del triunfo de la Revolución, su primera visita al exterior fue a Venezuela. Allí desarrolló un programa memorable entre el 23 y el 27 de enero de 1959, en el que prácticamente no pudo descansar, y que le permitió tener contacto directo con los más variados sectores del pueblo venezolano. Esta sería la tónica en lo adelante, el trabajo infatigable, durante todos sus viajes por el mundo.

El mismo día 23, en medio de la euforia por el primer aniversario del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, participó en un acto multitudinario en la Plaza del Silencio, donde se calcula se congregaron más de 300 000 almas. Le precedieron en el uso de la palabra, entre otras personalidades, Fabricio Ojeda y el Contralmirante Wolfang Larrazábal. En su emotiva intervención afirmó que “ojalá que el destino de nuestros pueblos sea un solo destino” y que ese era el pensamiento bolivariano.[4]

Unas horas más tarde, el 24 de enero, es aclamado en los predios de la Universidad Central de Venezuela. En el Aula Magna de esa institución se suma, y es el primero en contribuir con cinco bolívares, a la idea de crear un Comité por la Liberación de Santo Domingo, que se encontraba, desde 1930, bajo la férula de la satrapía trujillista. Entre los invitados se encontraba Pablo Neruda, quien leyó desde el podio “Un canto para Bolívar”, expresando que, en ese contexto, podía entenderse que el mismo estaba dirigido a Fidel.

El 16 de octubre de 1977 comenzó, en Jamaica, una visita de honda significación para Fidel y la comitiva que lo acompañaba. (…) sobresalió el encuentro con representantes de varias iglesias, efectuado en Kingston el 20 de octubre.

Apenas tres meses después, exactamente el 29 de abril del propio año, llegó al aeropuerto de Puerto España, procedente de Houston, en escala técnica hacia Sudamérica. Fue recibido por el Primer Ministro, y destacado intelectual, Eric Williams. Fidel había desarrollado, desde el 15 de abril, un intenso recorrido por diversas ciudades de Estados Unidos y Canadá, y se dirigía a participar en la Conferencia del Consejo Económico de los 21, en Buenos Aires. Si bien el presidente Eisenhower no lo recibió, tarea que le encomendó al vicepresidente Richard Nixon, y de cuyo encuentro tanto el estadounidense como Fidel escribieron en más de una oportunidad, sí lo hicieron, además de Williams, los mandatarios de Brasil, Juscelino Kubitschek, en el Palacio de Alvorada, a donde llegó antes de arribar a Argentina, y el de esta última nación, Arturo Frondizi.

No sería hasta el 2 de septiembre de 1973 que volvería a una nación del Gran Caribe. En esa fecha llegó a Georgetown, Guyana, donde conversó, entre otros, con el Primer Ministro Forbes Burnham. Un día más tarde arribaría nuevamente a Puerto España, donde sostendría conversaciones en el Hotel Bel Air, además de con Burnham, con el Primer Ministro anfitrión Eric Williams y con sus homólogos jamaicano, Michael Manley, y de Barbados, Errol Barrow.[5] Todo ello en la antesala de la IV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL) que se celebró en Argelia unas jornadas después.

El 16 de octubre de 1977 comenzó, en Jamaica, una visita de honda significación para Fidel y la comitiva que lo acompañaba. En ese hermano país llevó a cabo actividades de diversa naturaleza, todas ellas con una gran repercusión en la prensa y la sociedad jamaicana. Entre ellas sobresalió el encuentro con representantes de varias iglesias, efectuado en Kingston el 20 de octubre.

El 17 de mayo de 1979, más de veintidós años después de que zarpara desde Tuxpán, Fidel arribó a la isla de Cozumel, en México, invitado por el presidente José López Portillo. Fue una visita relámpago, que lo llevó al día siguiente a Cancún, y a las ruinas mayas de Tulum y la laguna de Xel-Ha, en Chetumal. El 7 de agosto de 1981, Fidel y López Portillo volverían a sostener conversaciones en Cozumel.

El 18 de julio de 1980, víspera del primer aniversario de la Revolución Sandinista, Fidel aterrizó en el aeropuerto Augusto César Sandino, de Managua, Nicaragua. Su estancia, que se prolongó hasta el 25 de julio, le permitió recorrer Masaya, León, Estelí, Matagalpa, Bluefields, Peñas Blancas, San Juan del Sur, Rivas, Granada y otras comunidades. Fueron innumerables actividades impregnadas por el fervor de la trascendental celebración, que generaba enormes expectativas en disímiles escenarios. El 10 de enero de 1985, Fidel retornaría a Nicaragua, esta vez para asistir a la toma de posesión de Daniel Ortega como presidente de ese país.

Fidel junto a los primeros ministros de Barbados y Santa Lucía en un acto de homenaje a las víctimas de Barbados. Foto: Cubadebate.

El 30 de noviembre de 1988 llegó a la Ciudad de México para estar presente en la investidura como presidente de Carlos Salinas de Gortari. El 2 de febrero de 1989 llegaría a Caracas para la asunción de Carlos Andrés Pérez. Las visitas protocolares a estos dos países propiciaron, además, que sostuviera intercambios con múltiples personalidades internacionales asistentes a dichos actos; en tanto se reunió con representantes de variados sectores, y la prensa, los cuales, en cada caso, dejaban constancia de su gratitud por la presencia entre ellos de Fidel.

En julio de 1991 se abrió una nueva etapa, en cuanto a los mecanismos deliberativos entre los dignatarios de América Latina, España y Portugal. Nacían las cumbres iberoamericanas, y Guadalajara organizó la primera cita. El 17 de ese mes Fidel tocó suelo tapatío para, un día más tarde, pronunciar una vibrante intervención, en la sesión inaugural del evento, que acogió el Instituto Cultural Cabañas. El 22 de octubre de ese año Fidel se reencontraría, en Cozumel, con Salinas de Gortari. Un día después asistió a la cumbre presidencial del Grupo de los Tres, integrada, además de por la nación anfitriona, por Venezuela y Colombia.

El 9 de agosto de 1993 llegaría a Cartagena de Indias, en escala técnica, luego de haber asistido a la toma de posesión, en La Paz, del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada. El 10 de agosto, en Bogotá, sostendría conversaciones con el mandatario colombiano César Gaviria.

El 4 de mayo de 1994 viajó a Bridgetown, Barbados, para participar en la Primera Conferencia Global sobre Desarrollo Sostenible de Pequeños Estados Insulares. Desde allí partiría a Ghana y Sudáfrica, donde asistió a la ceremonia de toma de posesión de Nelson Mandela, a quien lo unía una entrañable amistad.

El 13 de junio de 1994 realizó el primero de sus tres viajes de ese año a Colombia, de manera consecutiva. En esa oportunidad para tomar parte en la IV Cumbre Iberoamericana, que se efectuó en Cartagena de Indias. El 16 de junio partió de regreso a Cuba. Poco más de un mes más tarde, el 24 de julio, arribó nuevamente a Cartagena de Indias para la firma del Convenio Constitutivo de la Asociación de Estados del Caribe (AEC). Un día después se trasladó al monumento a Simón Bolívar, y al Museo bolivariano de la Quinta San Pedro Alejandrino de Santa Marta, para rendirle homenaje al Libertador en el aniversario 211 de su natalicio. Sin apenas descanso, el 6 de agosto regresó a Colombia, esta vez a Bogotá, para la investidura de Ernesto Samper. El 8 de agosto colocó una ofrenda floral ante la tumba de Jorge Eliécer Gaitán.

La concertación de esfuerzos de Jamaica, Trinidad y Tobago, Guyana y Barbados, hizo posible aquello que los personeros de la administración de Richard Nixon —tal como se comportaron sus predecesores en la Casa Blanca, desde 1959— habían intentado impedir a toda costa: que la Mayor de las Antillas entablara relaciones diplomáticas con las naciones vecinas.

Fidel, seguramente, evocó su estancia en abril de 1948 en dicha ciudad, justo cuando fue asesinado el carismático líder, y él, un joven de veintiún años, era testigo del estallido popular que provocó la muerte de Gaitán a manos de un fanático conservador, conocida como El Bogotazo. Ello ocurrió el 9 de abril de 1948, cuando en Bogotá sesionaba la IX Conferencia Panamericana, que daría nacimiento a la Organización de Estados Americanos (OEA).[6] No pocas lecciones acerca de cómo debía organizarse el pueblo, lo confesaría en muchas oportunidades, tomó Fidel ―y puso en práctica― a partir de sus vivencias de aquellas jornadas dramáticas en la capital colombiana.[7]

Notas


[1] Santana Castillo, Joaquín: “Repensando el Caribe: valoraciones sobre el Gran Caribe”, en: Martínez, Milagros y Laguardia, Jacqueline (compiladoras): El Caribe a los 50 años de la Revolución Cubana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp. 80-81.

[2] Maríñez, Pablo A.: El Gran Caribe ante los cambios internacionales y la política exterior dominicana, Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE) Santo Domingo, 2007, pp. 26-27.

[3] Ramírez, Socorro: “El Gran Caribe: ¿estrategias aisladas, opuestas o convergentes?” Dirección URL: <http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/sedes/sanandres/uv00001/lecciones/mod01/cap02/caribecolombiano.html>, en: Martínez Reinosa, Milagros y Valdés García, Félix, “¿De qué Caribe hablamos?”, en Suárez Salazar, Luis y Amézquita, Gloria (compiladores): El Gran Caribe en el siglo XXI. Crisis y respuestas, CLACSO, Buenos Aires, 2013, p. 30.

[4] Castro Ruz, Fidel: “Discurso en la Plaza del Silencio”, Caracas, 23 de enero. Dirección URL: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f230159e.html [consulta: 17 de octubre de 2021].

[5] El 8 de diciembre de 1972 se había producido un acontecimiento de gran significación no solo para las naciones directamente involucradas. Eran los tiempos de la Guerra Fría, y parecía quimérico que alguno de los países de este lado del mundo se atreviera a desafiar el cerco que Estados Unidos diseñara contra Cuba. La concertación de esfuerzos de Jamaica, Trinidad y Tobago, Guyana y Barbados, hizo posible aquello que los personeros de la administración de Richard Nixon —tal como se comportaron sus predecesores en la Casa Blanca, desde 1959— habían intentado impedir a toda costa: que la Mayor de las Antillas entablara relaciones diplomáticas con las naciones vecinas. Desde este lado es eterna la gratitud a los gestores de tamaña osadía, encabezados por Michael Manley, Eric Williams, Forbes Burnham y Errol Barrow. Dichos líderes caribeños, con ese gesto valiente de estrechar la mano a la Revolución que encabezaba Fidel Castro, desbrozaron el camino al cual, en lo adelante, se sumarían naciones de todas las latitudes.

[6] Guerra Vilaboy, Sergio: Nueva historia mínima de América Latina. Biografía de un continente, Archivo General de la Nación, Vol. CCXXVIII, Santo Domingo, 2015, p. 500.

[7] Alape, Arturo: El Bogotazo: memorias del olvido, Casa de las Américas, La Habana, 1983.