Frank Fernández, escapado de sí mismo

Erian Peña Pupo
28/10/2019

La música del maestro Frank Fernández (Mayarí, Holguín, 1944) es sinónimo de cubanía. Aunque interprete el famoso Concierto No. 1 de Piotr I. Tchaikovski, las teclas de su piano transmiten los sonidos de la Patria. Ella, la Patria, en Frank es ascensión, crecimiento, necesidad, y va de la mano de Manuel Saumell, Ignacio Cervantes, Ernesto Lecuona…, a los que ha grabado varias veces. La tradición insular entronca en su amplia obra con lo mejor y más brillante del repertorio clásico mundial, principalmente la pianística del siglo XIX, entre ellos Franz Liszt, la famosa escuela rusa de piano, la música popular cubana y latinoamericana…

Fotos: Wilker López
 

Muestra de este virtuosismo como intérprete, pero también como compositor y arreglista, fue el concierto De Holguín para Iberoamérica, protagonizado junto a reconocidos músicos holguineros en la Sala Raúl Camayd del Teatro Eddy Suñol, como apertura de la XXV Fiesta de la Cultura Iberoamericana, y celebrando, además, sus 75 años de vida, 60 de ellos dedicados a la música.

“No hay sonido cubano que esta música no haya perseguido, asediado, incorporado y entregado: el cinquillo de la contradanza y el danzón, los impostergables tambores cubanos, la síncopa del son, la cadencia de la canción trovadoresca, pero todos ellos guiados por un sabio manejo del sinfonismo y hasta de un diálogo con el spiritual…”, escribió en el disco Hágase la luz, con música compuesta y orquestada por Frank, el escritor y profesor Guillermo Rodríguez Rivera.

Recordé estas palabas de Rodríguez Rivera al comprobar que el programa de la noche —unas 20 piezas, cerca de tres horas de concierto— fue casi absolutamente cubano: salvo el conocido “Ave María”, de Franz Schubert, dedicado en esta ocasión a la recientemente desaparecida prima ballerina assoluta Alicia Alonso y cuya trascripción para piano realizó el propio Frank; “Adagio (Amore perduto)”, del compositor italiano del barroco Tomaso Albinoni; “Alfonsina y el mar”, conocida zamba del pianista argentino Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna; y dos hermosas canciones, de la autoría de los mexicanos María Grever y Armando Manzanero, respectivamente, “Júrame” y “Esta tarde vi llover”, temas que, por las cercanías geográficas y artísticas, han sido interpretados frecuentemente por más de una generación de músicos cubanos.

Lo demás, incluida su “Suite para dos pianos”, donde se pasea a su antojo por varias zonas del folklore latinoamericano, para nada fáciles de recrear, tiene la impronta raigal de la cubanía.

 

Frank mostró sus dotes como intérprete excepcional —mantenidas en alto durante todo el concierto— en temas como “La tarde” y “Perla marina”, de Sindo Garay, con transcripciones para piano suyas. En “Adagio (Amore perduto)” acompañó al tenor holguinero Yuri Hernández en uno de los momentos más hermosos de la noche. Yuri, para los delegados extranjeros que no lo conocían, fue toda una revelación, y a quienes palpamos la cercanía de su música nos reafirmó por qué está catalogado como uno de los intérpretes del canto lírico más importantes de nuestro país. Su trabajo en escenarios cubanos e internacionales, en obras como Lola Cruz, María la O, Los Gavilanes, Cavalleria Rusticana, Lucia di Lammermoor, El holandés errante, Tannhäuser… lo reafirman.

Frank interpretó en el concierto —con dirección artística suya y de Isabel García Granado— dos joyas del pentagrama pianístico del maestro Ernesto Lecuona: “Córdoba” y “Gitanerías”. “Lecuona es una escuela de piano, no solo en Cuba, sino en cualquier lugar del mundo. La dificultad de sus composiciones hace de su música una cosa extraordinaria. Para mí sus Danzas para piano son sobresalientes y dentro de ellas, estas dos no son las más famosas. Quiero hacer esto porque me parece que es bueno contribuir también a divulgar cosas maravillosas, aunque no hayan sido famosas; quizá en el caso de ‘Gitanerías’ sí es un poco más conocida, pero ‘Córdoba’ es una de las danzas más humildes, más íntimas, y que a mí me parece una ensoñación, por lo que la amo mucho. Ya ‘Gitanerías’ tiene eso del brío del mundo flamenco”, comentó. A Lecuona volvería, en la segunda parte del programa, con “La comparsa” y “Malagueña”, junto a la Orquesta de Cámara de Holguín.

 

Uno de los momentos más esperados de la noche fue su Suite para dos pianos, integrada por varias danzas: “Bolero”, “Vals joropo”, “Conga de mediodía”, “Habanera” y “Zapateo por derecho”, esta última el resultado de una mezcla de elementos del folclore llanero de toda Latinoamérica: “La hice a dos pianos porque había, entre otras cosas, algunos momentos del mundo que yo quería recrear, como el caso de la conga, con mucha influencia de la conga de Los Hoyos, que eran casi imposibles con un solo teclado. Después de hacerlo así decidí tocarla yo mismo y se ha convertido, a saber hasta ahora, en la única obra escrita para dos pianos que la toca el mismo intérprete; obviamente, con un piano grabado y otro en vivo, que es el piano improvisador”, añadió.

En la última danza de la Suite, “Zapateo por derecho”, estuvo acompañado en el escenario por cuatro bailarines (Lianet Díaz, Marianela Pérez, Osvaldo Cardero y Gabriel Pérez) de la Compañía de Danza Contemporánea Codanza, quienes interpretaron una coreografía de la maestra Maricel Godoy.

 

Ya con la Orquesta de Cámara de Holguín, dirigida por el compositor, arreglista y profesor Oreste Saavedra, Frank interpretó dos clásicos latinoamericanos: “Alfonsina y el mar”, de Ramírez y Luna, y “Esta tarde vi llover”, de Manzanero, en la voz de Yuri Hernández, a quien había acompañado antes en otro tema necesario: “Júrame”, de la Grever. A partir de este momento, la Orquesta de Cámara de Holguín adquirió un protagonismo singular y merecido en todo el concierto, lo que la ha convertido en una de las agrupaciones fundamentales de la vanguardia del panorama musical holguinero.

A pesar de que las orquestas de cámara no tienen una formación concreta de instrumentos, en la holguinera dominan las cuerdas: violines primeros, segundos, violas, cello y bajo. En esta oportunidad trabajaron, además, con flauta, oboe, clarinete, basson, corno, trompeta, trombón y percusión.

Graduado del famoso Conservatorio Tchaikovski de Moscú, Frank Fernández ha compuesto más de 650 obras para diferentes formatos, entre ellos coros, orquestas sinfónicas, de cámara, cine y televisión. De estas últimas piezas escuchamos parte de la banda sonora del serial La gran rebelión: “Tema de amor” y “Tema de la esperanza”, y de la telenovela Tierra Brava: “Tema de Rosaura”, “Tema de presentación” y “Tema de amor”, este junto al violín del joven Javier Cardosa. También “Canción de la mañana”, “Tema del Che” y “Canción trovadoresca”, escrita para el documental Cuando pienso en el Che, a partir de la letra del poema “Canción antigua a Che Guevara”, de Mirta Aguirre. Aquí se acompañó con las voces del Orfeón Holguín, dirigido por María F. Aldana.

No podía faltar, además de Lecuona, “La bella cubana”, de José White, y para concluir este concierto inaugural de la Fiesta Ibero, el conocido tema de presentación de la telenovela Tierra Brava.

 

“Estoy muy conmovido y muy feliz de estar en mi provincia y en esta Fiesta de la Cultura Iberoamericana, que tiene tanto significado, sobre todo en momentos en que el mundo vive todas estas situaciones contradictorias”, comentó después de recibir reconocimientos del Sectorial Provincial de Cultura, y de la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos “Faustino Oramas”. La institución que organiza cada año la Fiesta le entregó su Distinción Casa de Iberoamérica, mientras el Consejo Provincial de las Artes Escénicas y el Suñol le entregaron la Distinción Teatro Eddy Suñol, por “su aporte al enriquecimiento del acervo cultural del pueblo”.

Premio Nacional de Música, Medalla Presidencial Alexander Pushkin, Maestro de Juventudes, Doctor Honoris Causa por la Universidad de las Artes, en La Habana y la de Morelos y Xalapa, en México…, sus discos, reconocimientos, premios, son muchos; pero, sobre todo, Frank es un artista querido y admirado por su pueblo, que es mucho más que serlo por su público. Cada vez que lo escuchamos, nos reafirma la sentencia martiana de que “la música es el hombre escapado de sí mismo”. Frank, frente a su piano, se escapa de sí mismo en cada obra, para entregarnos el arte.