Galería de Loja (I)

Omar Valiño
29/4/2020

En la despedida de 2019, los organizadores del 4to. Festival Internacional de Artes Vivas, de Loja, Ecuador, convocaron a un grupo de críticos iberoamericanos para un desafiante ejercicio: acompañar con críticas casi en vivo los espectáculos presentes en el evento. Una lista de 14 puestas para cada uno ya marcadas previamente, sin derecho a selección de parte de los críticos. Debían ser publicadas como reseñas, a lo largo del propio festival, en el sitio web del mismo.

 4to. Festival Internacional de Artes Vivas, de Loja, Ecuador. Fotos: Página web del Festival
 

Aquí está el resultado de mis devoluciones en el orden que me correspondió. Permite apreciar en una instancia concreta, que huye de las reflexiones genéricas, el ámbito y los alcances, las luces y las sombras, de este hermoso encuentro.

 Uma de papel.
 

1. Uma de papel

La Covacha Teatro. México

Tres actrices (Ana Zavala, Carolina Garibay) que incluyen a la directora (Marcela Castillo) conforman el elenco de Uma de papel. Como certifica su propio título, el papel en tanto material, centra la caligrafía del lenguaje y es un valor indudable del espectáculo.

En tiempos en que se ha desarrollado esa vertiente hasta constituirse en una zona diferenciada como “teatro de papel”, particular mérito tiene aquí la exploración de un formato más amplio, al contrario de las miniaturas que abundan en dicha zona, lógicas si se atiende a las características del material.

Pero en Uma… el trío de animadoras doma el papel, lo convierte en escenografía en movimiento, en cuerpo de personajes, en encuadre o focalización del espacio. Lo hacen, esencialmente, con tres grandes pliegos que ellas desplazan, doblan, comprimen… buscando sucesivas transformaciones de la escena. Habitan así los distintos momentos de la narración que tiene como protagonista absoluta de la historia a la niña Uma y sus cambiantes estados de ánimo, objetivo que se expresa en el programa de mano del espectáculo.

Engarza entonces, de manera orgánica, la exploración en torno al material con la posibilidad que ofrece para revelar sentimientos y precepciones de los humanos, durante la infancia, en el aprendizaje y camino de la vida. La niña, con la ayuda del perro Yuyu (un hallazgo su figura en papel) enfrentará el miedo, el íntimo reconocimiento, las múltiples situaciones al vivir. Aprenderá a lidiar con los adultos de cabezas descomunales que infunden temor. Y crecerá.

El equipo de trabajo puede seguir revisando las acciones, no del todo dibujadas en su definición siempre y que se estiran demasiado en ocasiones, a pesar de la fruición del juego con el material y sus plausibles peripecias. Quizás darle un sacudón al ritmo y a ese propio curso de los sucesos, demasiado monótonos a veces, y buscar acentos, sorpresas, golpes de atención.

A pesar de esto último y de algunas imprecisiones en la función, Uma de papel, de La Covacha Teatro de México, es una puesta en escena con singular belleza, lirismo y delicada expresión del universo de la infancia de cualquier tiempo.

 Yampuna, de Marcos Chamorro Mera y asumida por él mismo como actor junto
a Julissa Ayala Garzón y Diego Saant Ananga.

 

2. Yampuna

Laboratorio Teatral D2 (Macas)

Abierto con un audiovisual que nos introduce en la leyenda de Cerbat, este niño cazador en la selva amazónica, la puesta de Yampuna, de Marcos Chamorro Mera y asumida por él mismo como actor junto a Julissa Ayala Garzón y Diego Saant Ananga, se despliega luego en una mezcla entre el retablo y los títeres de mesa, con diseño de muñecos de peluche, con una imagen general muy atractiva y también de dichos muñecos, pero que más tarde no aprovechará todas las posibilidades de su planteo escenográfico y en la animación.

El pequeño núcleo de amigos, el niño Cerbat y los animalitos, el danta Ánent y el cuchucho Chuwi, emprenderá una aventura hacia un lejano lugar de la selva tras un nuevo escondite de las aves. Pues ocurre que ellas han desaparecido huyendo del avezado cazador que es el niño, explotado por el jefe de una tribu enemiga, el real destinatario de las piezas que Cerbat puede ofrecerle para calmar su desaforada hambre.

La amistad, el amor filial, el valor son centro expositivo de Yampuna, siempre a través de la fantasía que recurre al conjunto de recursos antes señalados y también al teatro de sombras, que quizás se sobreponen en demasía el uno al otro y complican la llana recepción de la historia.

El propio curso de acontecimientos se empaña con superposiciones de tramas que no parecen necesarias, a veces incluso expuestas solo mediante una narración en off, y que ralentizan en exceso el ritmo.

El texto tampoco se ubica siempre, de la manera más adecuada, en el contexto que tiene lugar la acción. Se acude a giros, imágenes verbales y términos algo inverosímiles o, al menos, contradictorios, con respecto a aquel, al igual que algunas entradas musicales.

Al final se desenreda un hilo en la madeja de la narración general. Las aves revelan a Cerbat que ese mismo rey malo al que sirve mató a su madre y ellas lo salvaron para que, como Mowgli, fuera cuidado por los animalitos que lo rodean. La selva se hace cargo del enemigo y el audiovisual concluye la narración ubicada en la mitología shuar.

Yampuna posee buen material para precisar mejor todo.

 Murga madre.
 

3. Murga madre

Fernando Toja (Uruguay)

De estirpe beckettiana, dirigidos por Fernando Toja, estas dos figuras magníficas, encarnadas por Edú Lombardo y Pablo Routin, están en ninguna parte, en cualquier tiempo, quizás en el olvido o en la muerte. Allí los asiste la murga, esa extraordinaria manifestación musical y escénica de la zona del Río de La Plata, más que estética, forma de vida y cultura popular profundamente enraizada.

Lo que demuestran estos dos excelentes actores en una ejecución habitada por ese sentimiento vivo y porque Routin es el autor del texto y Edú el de la música original, de tal manera que, además de sus notables cualidades en la construcción de estas máscaras, del canto y la expresión toda de los personajes, se exulta un compromiso cultural muy profunda con ese magma del que parten.

Así, ese espacio-tiempo es la murga misma. Recitan sus versos, cantan sus canciones, ven sus imágenes. Son el espíritu de la murga y allí viven. Atraviesan sus almas voces, personajes, roles, textos (elocuentes, bellísimos, recordables) y acciones de la cultura de la murga.

Los actores, en duelo espléndido, juegan lo suyo, a su manera, con estilo propio, como sin hacer caso de cualquier lenguaje de antes o después. Entran en controversias propias de la murga, cantan, pelean, bailan, vuelven a pelear, “pasan por ellos” fragmentos de murgas en las partes de ellas que recrean. Presentación, cuplé, retirada, las mismas zonas en que se estructura el montaje.

De pronto, también estamos frente a uno de esos espectáculos que reconstruyen y reflexionan sobre el teatro: el personaje y la representación entre la máscara y la farsa grotesca, tan del Río de La Plata. Máscaras, más caras del recuerdo.

A través de la murga, por supuesto, de la manera de vivirla en lo íntimo y lo social. El carnaval y su particular suspensión en el tiempo, allí donde todo cambia y se invierte cuanto existe. Así mismo se puede leer el espectáculo, como una suspensión en el tiempo para venerar la murga desde la bellísima nostalgia de una cultura y advertir al presente por todo cuanto se nos va.

“Hablan mucho y no dicen nada”, señalan. Incierto, dicen mucho.

 Top secret.
 

4. Top secret

Brisa Teatro. Ecuador

Recuerdo de niño una película del cine mudo, creo que de Mack Sennett, cuya reminiscencia llegó a mí tras la primera imagen de Top secret, porque en ambas el protagonista no se levanta de la cama al despertar y logra hacer las primeras acciones del día desde allí. En el corto de Sennett la comicidad estriba en la serie de aparatos que se inventa para sintetizar todo el quehacer matutino. En la obra dirigida por Víctor Stivelman y asumida por Pablo Mosquera, el propósito apunta más a la soledad y el aislamiento a que nos someten los tiempos que corren.

Como asumido clown, este renuncia a la palabra, aunque sí escuchamos las llamadas en off que recibe por el teléfono móvil, demasiadas verbalizaciones que no me encajan en dicha técnica y estética. Las llamadas le avisan de anuncios, promesas contra el envejecimiento, ofertas de mágicos ejercicios físicos y de búsqueda de parejas.

Impertérrito, el personaje permanece encerrado entre sus cuatro paredes y uno comprende bien ese objetivo arriba enunciado. Pero el accionar del actor, a pesar de sus movimientos y desplazamientos, no es interesante a nivel individual, y menos en su condición de clown. En tanto la puesta no logra que las obligatorias repeticiones en medio de esa “cárcel” alcancen desarrollo en espiral, atrapen a este receptor, y revelen con certeza más cualidades de esa padecida soledad, refrendada una y otra vez por versiones de una canción que alude “al olvido de vivir”, mejor en otras voces que en la de Julio Iglesias.

También el motivo del teléfono y de otros intercambios con entes externos, como la propia publicidad convertida en semidiós, se agotan.

Al término, el clown comprenderá que la única solución será romper ese celofán que lo atrapa, aunque no sabemos del todo si todavía permanece en casa cuando bebe una cerveza junto a su globo rojo, como si estuviera en la playa, ¿lo está realmente?

Sakura. Réquiem para Hiroshima y Nagasaki.
 

5. Sakura. Réquiem para Hiroshima y Nagasaki

Wa no Kokoro. Japón

Como en la ceremonia del té que luego nos brindara, en Sakura… se pudo apreciar la extrema codificación de una cultura secular, gracias a la directora y performer Keiin Yoshimura. A nuestros ojos, a nuestra comprensión, no alfabetizados en aquella, se escapan muchas aristas importantes del trabajo.

Sakura se apellida Réquiem para Hiroshima y Nagasaki, que nos ofrece la clave esencial para la decodificación —así sea parcial— del espectáculo. La evolución de la actriz tiene todo el tiempo, como telón de fondo, la proyección de un audiovisual al modo de un videoarte en el cual vemos, de inicio, la reproducción de una estructura celular, la base misma de la vida, luego cortada por el hongo nuclear. Las nubes negras de la explosión toman a la actriz bajo una tela o papel de plata, de cromo, que la protege de esa nube de polvo y partículas entre las cuales vuelan máscaras que significan la cultura japonesa. Se habla de lo que ha sido sepultado, pero tiene la capacidad de renacer.

Y ello toma cuerpo en las sucesivas partes del performance mediante la elocuencia poderosa de los trajes típicos japoneses, sean los hermosos kimonos u otros, colocados durante la propia representación, según sean las características del ceremonial. Vemos una muy significativa cuando empuña la vara o estuche del sable samurái y lo guarda como símbolo de la paz buscada.

En la pantalla se suceden secuencias de las cuatro estaciones del año, bien delimitadas en territorio del archipiélago japonés y emblema de su culto a la naturaleza y sus cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire.

A veces escuchamos la voz de la actriz, el texto de un poema, el rasgado del shamisen y un largo lamento. Y vemos el extenso ritual de colocar el kimono a la actriz o los dibujos de la sombrilla en escena que quizás remiten a Madame Butterfly como diálogo intercultural, al igual que las intervenciones del piano en la banda sonora. Son todos signos de una identidad que sobrevive, se ofrece y renace ante el horror.

Suena Barrio.
 

6. Suena Barrio

Kimba Fá. Perú

No es la primera vez que los festivales internacionales me dan la oportunidad de ver el trabajo de este grupo peruano liderado por Luis Sandoval.

Este se abre con un audiovisual que nos muestra barrios marginales o periféricos de Lima, entre cuyas cuestas va un carrito recogiendo gente tras la reivindicación de una mujer. Y la escena misma nos coloca en el mercado con sus puestecitos ambulantes y el estallido d de la música que se hace con todo. Percuten con las piedras o sobre los plásticos o hierros de los puestecitos. O luego sobre unos grandes instrumentos construidos con gruesas mangueras dobladas que producen un sonido muy singular. Estamos en el barrio y suena, estalla por todos lados.

También nos trae formaciones colectivas que se enfrentan a la manera de un West side story, por supuesto entre danzas y zapateos de otra pertenencia cultural. La construcción de la imagen es expositiva, abierta, individuos y grupos parados frente a frente se miran e interactúan. Huyendo de esa simplicidad, podrían ganar fuerza y riqueza las composiciones visuales y el diseño escénico general.

Es característico del género, más ubicado dentro del espectáculo, donde caben canciones, bailes, costumbres (el lavado de la ropa en bateas, los limpiabotas), e intervenciones musicales sin que cada una obedezca a la dramaturgia de una narración. Más bien quiere pintar un fresco de ese barrio y su comportamiento con el foco puesto en el aporte del negro a la identidad peruana.

En ese sentido, le resta eficacia el solo confiar en la unidad mecánica de esos fragmentos para “exponer” el barrio, así como le hace perder contundencia en la vindicación del negro ese muestrario con demasiada delgadez de contexto. Al punto que lo acerca al estereotipo y a la imagen solo festiva de ese segmento social.

Musical por completo, desprejuiciado en su planteo, de elaboración gruesa, de vigorosa energía, Suena Barrio, puede ahondar más en los objetivos que persigue.

 Imaginar.
 

7. Imaginar

Compañía Nacional de Danza. Ecuador

Vale la intención por parte de la Compañía Nacional de Danza de acercarse al público infantil, pero han de replantearse el conjunto del trabajo si, en verdad, aspiran a ser efectivos.

Pareciera que se enfrentan a un enorme abanico de posibilidades, conocidas o no previamente, que los han deslumbrado y no han podido enrumbar. Títeres en diversas técnicas y formatos, manipulación de objetos, ejercicios circenses, luz negra, proyección de audiovisuales, y por supuesto la base de danza inherente a su profesión, y que, por cierto, se aprovecha poco.

En ese sentido, la narración como unidad de coherencia se pierde, aun cuando entendamos que el concepto del espectáculo no persigue precisamente un cuento, una historia a la manera tradicional, sino justamente despertar la imaginación a partir de lo cotidiano que habita entre todos con naturalidad.

Pero las situaciones se expanden perdiendo toda condición dramática o de elocuencia escénica y derivan en vacíos ostensibles, en medio de algunos buenos momentos aislados como el inicial de la pecera junto a la conversión metafórica de instrumentos de uso común en figuras estéticas, la aparición de la mantarraya bajo el mar o el ocasional deslumbramiento que siempre provoca la luz negra. Pero no articulan un cauce discursivo a partir de ninguno de estas exploraciones, como si se tratara de una sucesión de ejercicios y escenas pegados unos a otros.

Por igual, las recreaciones de los juegos infantiles resultan lejanas al auditorio y nada significativas en el curso narrativo espectacular, como algo que tuviera lugar entre los bailarines sin atender al público. En definitiva, Imaginar, de Vilmedis Cobas, no carece de inversión de trabajo, pero sí de eficacia artística para convertir esa energía en impacto entre niñas y niños.