George Floyd, réquiem y diagnóstico

Pedro de la Hoz
10/6/2020

Tengo más presente que nunca el parlamento de Marcelo, uno de los personajes de Hamlet: “Algo podrido huele en Dinamarca”. Por Dinamarca, Estados Unidos. Tanta grandeza con pies de barro. De un barro pútrido que se revela en los intersticios de una sociedad que arrastra un mal endémico. O como han dicho dos hombres de cine, Spike Lee y George Clooney: pandémico.

El asesinato de George Floyd ha provocado “disturbios y manifestaciones pacíficas”.
Ilustración: Michel Moro

 

Como se sabe, el detonador fue el asesinato el 25 de mayo en Minneapolis de George Floyd, ciudadano de piel negra, a manos de un policía blanco, ante la vista impávida de sus colegas, filmado y difundido a los cuatro vientos. Como también se sabe, la reacción no se hizo esperar: disturbios y manifestaciones pacíficas, violencia enfrentada con más violencia.

El director de la biografía fílmica de Malcolm X, estadounidense descendiente de africanos, dijo:

El racismo es una pandemia (…) La gente está enojada porque los negros están siendo asesinados a diestro y siniestro, y los policías no son inculpados. (…) Las personas negras y mestizas están enojadas por la disparidad entre los que tienen y los que no tienen: educación, agua. La gente está enojada con motivo. No naces enojado. Te enojas porque vives cada día en este mundo con un sistema que no está configurado para que ganes (…) La esperanza de vida… Hay tantas cosas que uno podría hacer una lista interminable. De ahí es de donde proviene la ira.

Esto lo manifestó a un reporte de la BBC, de Londres. Luego del discurso incendiario de Donald Trump contra los protestantes, emplazó al mandatario: “Tuvo la oportunidad de decir que todo es cuestión de amor y no de odio, pero no denunció a los hijos de p… del Ku Klux Klan ni a la extrema derecha ni a los nazis (…) La extrema derecha está donde quiera. Y tenemos que despertar, no podemos quedarnos callados”.

Ganador de más de un Oscar como productor y actor, Clooney, de ascendencia europea y piel blanca, coincidió con Lee en un artículo publicado en The Daily Beast: “El racismo es la pandemia de Estados Unidos”, aseguró, y enhebró unas cuantas interrogantes: “¿Es 1992? ¿Acabamos de escuchar a un jurado decirnos que los policías blancos que vimos grabados cientos de veces golpeando a Rodney King no eran culpables de sus crímenes obvios? ¿Es 2014, cuando Eric Garner fue ejecutado por vender cigarrillos, por un policía blanco que lo estranguló mientras lo veíamos? ¿Las palabras no puedo respirar para siempre grabadas en nuestras mentes?”. Para concluir con una apelación: “Necesitamos un cambio sistémico en nuestra aplicación de la ley y en nuestro sistema de justicia penal. Necesitamos políticos, y políticos que reflejen la equidad básica para todos sus ciudadanos por igual. No líderes que aviven el odio y la violencia”.

Clooney y Lee confluyeron, como también muchísima gente de la academia, el arte y los espectáculos, con independencia de orígenes étnicos. Porque se va entendiendo que la muerte de un negro importa a negros, blancos, pobladores originarios, latinos, y a los hijos y las hijas de los más diversos mestizajes. Las vidas negras importan —black lives matter— sí, pero importan todas las vidas, algo que, objetivamente, no le interesa mucho ni a Trump ni a sus acólitos, como puede observarse por el manejo irresponsable de la pandemia.

Aires de réquiem se respiran por el asesinato de George Floyd. Sobre el cielo de cinco populosas ciudades el artista Jammie Holmes desplegó el pasado fin de semana banderolas portadas por avionetas en las que se leían las últimas palabras de Floyd.

“ Las vidas negras importan —black lives matter— sí, pero importan todas las vidas, algo que, objetivamente,
no le interesa mucho ni a Trump ni a sus acólitos”. Foto: Internet

 

Las llamadas celebrities responden. Rihanna, Lady Gaga, Billie Eillish, Ariana Grande, Jamie Foxx, Thimoteé Chalamet, Blake Lively y Ryan Reynolds. Madonna, polémica por poner a bailar a su hijo adoptado un tema de Michael Jackson que para algunos no venía al caso. Beyoncé, animando a sus 147 millones de seguidores en Instagram no solo a protestar, sino también a firmar varias peticiones para que se juzgue a los policías responsables de la muerte de Floyd. “Necesitamos justicia para George Floyd. Todos hemos sido testigos de su asesinato a plena luz del día. Estamos destrozados y estamos muy disgustados. No podemos normalizar este dolor”.

Pero no bastan la protesta ni el dolor. Floyd es solo la punta del iceberg de algo que no funciona y se trató de maquillar luego de las jornadas de protestas por los derechos civiles de los años 60 del siglo pasado. La visibilidad de negras y negros en la industria del espectáculo, el éxito mediático de una mujer como Oprah Winfrey, la presencia de Colin Powell en la cúspide militar, la elección de Barack Obama a la poltrona presidencial, la acumulación de riqueza por parte de los miembros del exclusivo círculo Boule de empresarios, financistas y políticos negros, y la existencia del black caucus en el Congreso, llevó a unos cuantos allá, aquí y acullá a pensar que el racismo y la subsecuente inequidad social estaban en retroceso.

Nada más lejos de la verdad. Un diagnóstico serio apunta tanto a los cimientos estructurales como a la subjetividad cultivada por la nación más poderosa del orbe. Volvemos a las palabras de Spike Lee: “La tierra fue robada a los pueblos nativos. Se cometió genocidio contra los nativos y mis antepasados fueron robados de África y traídos aquí para trabajar. Así que los cimientos de Estados Unidos de América son el genocidio, el robo de tierras y la esclavitud”. Las soluciones no están a la vuelta de la esquina, a menos que se conjuguen múltiples factores políticos y culturales realmente comprometidos con desmontar el racismo estructural y mental prevaleciente. Mientras tanto algo podrido seguirá oliendo en Estados Unidos.