Gira a España de la OSN: fórmula contra el asedio cultural

Oni Acosta Llerena
6/6/2019

La reciente presentación de la Sinfónica Nacional en cinco ciudades españolas, junto a personalidades como Silvio Rodríguez y Niurka González, reafirmó la importancia de dar a conocer ante un mundo globalizado y permeado de falsos valores, la verdadera fuerza de la cultura cubana, que con tanto empeño nuestra Revolución ha fertilizado.

Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa, junto a la flautista
Niurka González en gira por España, en el cumpleaños 60 de la OSN. Foto: Oni Acosta Llerena

 

Cuando supe que iba a esta gira, mi pensamiento solo tuvo una dirección: ayuda a romper cercos desde la cultura. Y no fue una idea personal, sino que todos los decisores tuvieron la misma percepción a raíz del asedio —también cultural— que surge día a día contra Cuba.

En primerísimo lugar el apoyo brindado por Marta Bonet, presidenta del Instituto Cubano de la Música (ICM) fue decisivo. Y la menciono porque su mano tendida —más allá de su rango de dirección— fue primordial, así como también su visión de romper muros y leyes a través del pináculo sinfónico cubano.

Pocas veces un organismo musical de 80 personas puede despegar desde un aeropuerto cubano a representar a este pequeño y heroico archipiélago. Casi siempre son agrupaciones de menor tamaño, y por consiguiente una parte del mundo solo conoce de Cuba a pequeñas orquestas o solistas, de ahí la ponderación al ICM y al Ministerio de Cultura por la logística, pero también por su apuesta cultural y su énfasis en una cultura legítima que pueda servir como embajadora en todos los niveles posibles.

La gira comprendió cinco ciudades y contaba con el atractivo de tener como solistas a la flautista y clarinetista Niurka González y a Silvio Rodríguez, así como al pianista Jorgito Aragón, que realizó impecablemente todos los arreglos para orquesta. Todo ello prometía ser una sólida muestra de la mejor música cubana de varias épocas: desde el sinfonismo cubano, con obras de Fariñas y López-Gavilán, pasando por Joaquín Clerch, hasta terminar en la Nueva Trova más raigal con la presencia de Silvio.

¿Pueden imaginar cuántas banderas cubanas ondeaban en cada escenario visitado? ¿Saben cómo estremece escuchar a gritos ¡Viva Cuba!, ¡Viva Fidel!?

¿Cómo no sentirse cubano cuando Silvio arranca de golpe una ovación de 12 000 almas reunidas y dice: “vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre…”? ¿Imaginan una sala con sepulcral silencio para escuchar a Niurka hasta la exquisitez?

Todo eso —y más— sucedió en España y deja un sabor más que agradable, una sensación de levitación y de orgullo propio y colectivo, de expandir nuestra mejor cultura sin importar precios o tarifas.

Y precisamente esa es la razón de ser de este artículo, que inevitablemente nuestras instituciones sepan cuál es, y dónde está el objetivo a seguir, y se eche rodilla en tierra con aquello que verdaderamente nos identifique como cultura y como país.

Un país que posea una cultura verdaderamente genuina será grande, pero será inútil si no se da a conocer ante un mundo globalizado y permeado de falsos valores; si esa fuerza —la que con tanto empeño nuestra Revolución ha fertilizado— no es capaz de sensibilizar o de mostrar el país que hemos estado construyendo por 60 años, la lucha seguirá siendo desigual.

Mi aplauso por este paso, y ojalá la verdadera cultura cubana, la alejada de grotescos códigos y pasarelas innecesarias, inunde el entorno global que tanta humareda expele.

Tomado de Granma