La idea era contar La Habana. Contar otra vez la niñez, la juventud, la idiosincrasia, lo que (me/nos) iba pasando por las calles habaneras en lo que todos andaban ocupados en sus cosas personales: tanto los de aquí como los de allá en la lucha diaria por la subsistencia, y mientras, los recuerdos rezagados bajo las pestañas o en algún rincón de la maleta con la que se emigró. Eso, los recuerdos de dónde se creció y cómo, qué se decía, cómo fue que se llegó a ser lo que somos hoy, fue lo que impulsó estas entradas.

“Como cada obra hecha de vida, esta a veces se me va de las manos, toma su propio rumbo”.
Imagen: Tomada del sitio web de la autora

Gracias a Beatriz Verde Limón, que me enseñó cómo se armaba un blog, desde 2013 (en que escribía un post diario) hasta 2019 me dediqué a acercar La Habana a los que —razones aparte— se habían ido de este país. Para mi sorpresa gané también lectores extranjeros; gané lectores que me tropecé en mis recorridos, en un concierto, un bar, una expo; y lo más importante: gané lectores reconciliados con la ciudad. Creo que también gané en cubanía. Algunas categorías, como “Almacén de idiosincrasia”, me obligaron a estudiar y seguir de cerca ciertas costumbres, a pensar por qué somos como somos y por qué hacemos lo que hacemos. Las peticiones de muchos usuarios me llevaron a visitar lugares donde jamás había puesto un pie y así, “El caminante” se convirtió en la de más entradas. Los “Decálogos”, en la zona más divertida de este, mi mapa personal de La Habana. Gracias a Bent K. Michaelsen, lector fiel y gran amigo, tuve la primera cámara fotográfica y descubrí mis aciertos, sobre todo, en composición. Me descubrí capaz de capturar la esencia del momento, logrando un solo cuerpo hecho de palabras e imagen. Lo que nunca imaginé es que después iba a necesitar esas fotos a gran resolución, y por eso yo les iba bajando el tamaño, para que cupieran aquí. Porque esto era simplemente eso, un gesto pequeño, apenas un guiño, una probadita de chicharrón entre sorbo y sorbo de la única botella de ron que podíamos permitirnos para recordar eso: nuestro sabor cubano. Y pasó que en 2017 vino la escritora chilena Andrea Jeftanovic y luego de pedir conocerme me preguntó delante de Caridad Tamayo, quien dirigía entonces el Fondo Editorial de la Casa de las Américas: “¿Cuándo vas a hacer un libro con tu blog? Esos textos no pueden perderse, merecen estar en un libro impreso”. A partir de ahí Cary, el Fondo y la Casa acogieron la idea para la colección Lo Real Maravilloso, y así vinieron no pocas carreras y dolores de cabeza: ¿Qué textos seleccionar de los cerca de 400? ¡Hay que rehacer tantas fotos! ¡No me sirven las mías para el post del “Aguacero”!

“Me descubrí capaz de capturar la esencia del momento, logrando un solo cuerpo hecho de palabras e imagen”

Así me lancé, con la ayuda de Beatriz y de Ángel Vázquez, a rehacer esas fotos pisando nuevamente ciertos lugares; a trazar un mapa-guía sui géneris de esta ciudad; a buscar al autor de aquella imagen que tuve que bajar de internet y que acompañaba esa entrada tan lluviosa y tan querida. Era Desmond Boylan, fotorreportero irlandés que vivía en Cuba desde hacía algunos años. Le dije, con el corazón en un hilo: “Es la única foto que puede acompañar nuestro recuerdo de cuando éramos niños y nos bañábamos en el aguacero. Por favor, por favor, por favor”. Así me dijo él: “Por ti, por ser Casa de las Américas, la cedo”. Hoy Desmond no está con nosotros, y es una de esas historias tristes que también han acompañado este work in progress. Nunca vio este libro, que era lo único que me pedía a cambio: un ejemplar.

Como cada obra hecha de vida, esta a veces se me va de las manos, toma su propio rumbo. Quizá por eso hoy Habana por dentro es un libro pequeñito, pero muy hermoso, gracias a la magia de la diseñadora Laura Llópiz y a la editora Iris Cano. Hoy llega a nuestras manos gracias al entusiasmo y al impulso de amigos de Casa, como Yolanda Alomá y Fernando Rojas. Gracias al cariño de tantos lectores que durante esos años me decían y repetían: “No pares de escribir, sigue, te leo todos los días por la mañana y es como si estuviera en La Habana otra vez”.