Hacer por la comunidad, un trabajo de titanes

Alianet Beltrán Álvarez
29/5/2019

Cuando uno conoce a personas así, se siente pequeño. Trabajar para la comunidad, o a favor de ella, no es algo que pueda atribuírsele a cualquiera. Julio, Agustín y Yamilé han dedicado gran parte de su vida a esta tarea de titanes; han llevado la cultura, en sus diversas manifestaciones, hasta cada uno de sus barrios.

Que la cultura llegue a las mayorías, que los jóvenes tengan espacios donde emplear su tiempo, que el arte sea una razón para el encuentro, el debate y el disfrute, es uno de los sentidos de los proyectos comunitarios que se crean en Cuba.

Hasta algunos de ellos nos hemos acercado para conocer cómo funcionan, y cómo, a través de su quehacer, han cambiado las dinámicas de los lugares en que concurren y, asimismo, la vida de los que por ellos han transitado.

Clave de Sol

El 2 de mayo de 2009, en la comunidad de San Agustín, La Lisa, Yamilé García Zurita decide fundar la Orquesta de Guitarras Vocal Clave de Sol junto a Nuria García Reyes como directora musical. Ayudó a este nuevo reto la formación de ambas como Máster en Ciencias de la Educación y Máster en Música, Educación y Sociedad.

Orquesta de Guitarras Vocal Clave de Sol. Fotos: Tomadas de la página de Facebook del proyecto
 

Vocal Clave de Sol es un proyecto que tiene como objetivos contribuir al desarrollo de habilidades vocales e instrumentales, así como promover la música tradicional cubana, empleando el canto coral y la práctica instrumental, con escolares de ocho a 19 años de edad.

La Orquesta se desdobla en cuatro grandes formatos: Vocal Clave de Sol (fundadores), Bebé (nuevo ingreso), Meñique y Abdala; también tienen formatos más pequeños, es decir, dúos, tríos, septetos, grupos musicales e incluso solistas y trovadores. Su repertorio abarca más de 120 temas e incluye interpretaciones clásicas, música infantil, música popular, tradicional cubana y de otras partes del mundo.

Todos los integrantes tocan la guitarra y cantan, porque el método de enseñanza que siguen las directoras es el ideado por Clara Romeo Nicola, el cual se basa en el canto colectivo y la incorporación del sistema práctico para la enseñanza de la guitarra popular; además, leen cifrado y estudian solfeo según el interés de cada uno.

En la calle 250 esquina 37, San Agustín, se encuentra la sede de la orquesta, reparada y acondicionada totalmente con el apoyo de los padres y la comunidad. Es ahí donde de lunes a sábado se desarrollan talleres para los estudiantes, con el objetivo de enriquecer tímbricamente la música cubana y latinoamericana, y contribuir a alcanzar una preparación integral para sus actividades y presentaciones artísticas.

Los talleres se ofrecen de manera optativa y son un total de 13, entre los que se encuentran: guitarra prima, guitarra acompañante, bajo, tres, cuatro venezolano, charango, percusión cubana, solfeo, técnica vocal, danza, mandolina, ukelele y actuación.

También asisten a estos encuentros más de 15 niños de círculos infantiles próximos a la locación, los cuales reciben talleres de canto y percusión acordes a su edad (cuatro a seis años), que los preparan para su futuro ingreso a la Orquesta.

Con el paso de los años, y gracias al apoyo de diversas instituciones gubernamentales, la Orquesta ha ganado solidez y reconocimiento, tanto es así que niños de municipios como Playa, Marianao, e incluso otros más distantes, han solicitado recibir los talleres que ahí se imparten.

El Proyecto ha logrado ocupar un lugar privilegiado en San Agustín, protagonista y beneficiaria desde su gestación: es notable la huella de Vocal Clave de Sol en la vida cultural de la comunidad y en el enriquecimiento de los gustos y preferencias de sus pobladores.

 

La Orquesta ha tenido múltiples presentaciones en el municipio, y fuera de este en actividades comunitarias, conmemorativas y eventos de relevancia. Ha realizado disímiles conciertos, entre ellos los más significativos han sido: en el cine 23 y 12, cine-teatro Astral, teatro Mella, en la Casa del Alba, en el cine Yara y en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional en ocasión del Cubadisco 2012, donde compartió escenario con Sonantas Habaneras, de Jesús Ortega, la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Sinfónica de Munich.

Tienen su peña habitual el último sábado de cada mes a las 8:00 p.m., en los jardines de la sede, donde interpretan, entre otros, temas de su segundo disco, Melodías del corazón, que muestra un abanico de sabores cubanos y latinoamericanos, desde el son más tradicional hasta la música más actual.

Más de 600 estudiantes de todas las enseñanzas educacionales han transitado por Vocal Clave de Sol, y actualmente hay 18 estudiando en escuelas de arte. También, algunos de los que han formado parte del proyecto están ahora insertados en Secundarias Básicas y Preuniversitarios, como maestros de Educación Artística. Hay incluso algunos que son integrantes de agrupaciones de aficionados o profesionales.

Ellos, una vez que saben tocar, son multiplicadores en cada una de sus escuelas y monitores de las tres orquestas que existen en el proyecto. Son capaces de presentarse en los distintos festivales, acompañarse en dúos, tríos, cuartetos, coros, solistas vocales, grupos musicales, y en muchos encontramos luego su propia vocación, explicó Yamilé García a La Jiribilla.

En 2017 impartieron talleres nacionales y regionales de la guitarra acompañante para aficionados, con dos monitores del proyecto y sus directoras, con el fin de contribuir a la labor del instructor de arte de la especialidad de música. El programa contuvo una metodología para la creación de diferentes ensambles de cuerdas, y contribuyó a propiciar la calidad en el proceso docente educativo y la ejecución instrumentista y didáctica por parte del especialista.

Sin embargo, a veces se ven frenadas las ganas de hacer del proyecto. Por ejemplo, aun después de 10 años, la no institucionalización les dificulta el autofinanciamiento y solvencia del mismo. No cuentan con el equipamiento de audio necesario para las presentaciones y peñas; además, la falta de un transporte propio impide el desplazamiento y la proyección de su objeto social más allá de la comunidad.

Aun así, el proyecto se expande con el tiempo, ha realizado intercambios culturales con adolescentes y jóvenes franceses, norteamericanos y canadienses. Ha recibido a más de 100 delegaciones de agencias internacionales, y fue invitado al Festival Anual de Música Ladybug, un evento que destaca la importancia de niñas y mujeres en las artes, especialmente en la música de la ciudad de Nueva York.

Vocal Clave de Sol agradece a todos los niños y niñas que hoy ya son jóvenes del Proyecto, y en especial a sus familias que, entre tantos desafíos, aprendieron, buscaron y encontraron una recompensa en las cuerdas de una guitarra.

Casa Yeti, donde la creación artística no tiene edad

La Comunidad Artística Creativa Yeti fue fundada en junio de 1999 por el artista de la plástica Agustín Antonio Villafaña Rodríguez, y tiene como objetivo mantener una labor comunitaria-artística vinculada a la dirección de Trabajo Comunitario de la Uneac y la Dirección Municipal de Cultura de Playa.

Proyecto Casa Yeti. Foto: Cortesía del proyecto Arteco
 

Es actualmente un proyecto integral de las Artes Plásticas con carácter multidisciplinario, que aglutina un importante colectivo de artistas y creadores de diferentes géneros: grabado, pintura, escultura, cerámica, dibujo y humor.

Yeti intensificó su trabajo social a través de las obras, las manifestaciones y los artistas, para propiciar que los pobladores aceptaran y se incorporaran a las opciones culturales del proyecto.

Alrededor de 1 500 personas acuden mensualmente a la sede de este proyecto, para participar en acciones de prevención, educación y orientación, a través de talleres, exposiciones, cursos, peñas, tertulias, concursos, salones y eventos en función de las necesidades del barrio.

Agustín Villafaña cree que las acciones que desarrollan son una vía útil, directa, unida y sustentable para contribuir y fomentar el arte y la cultura del barrio, mejorar la calidad de vida espiritual de los pobladores y consolidar un trabajo profesional e integrado para que la cultura llegue a la mayor cantidad de personas posible.

La comunidad artística Yeti aglutina a los protagonistas más importantes del movimiento artístico de la zona y es un foco cultural de referencia para el municipio. Constituye, además, un espacio que desarrolla la orientación, asesoría y recalificación técnica para cualquier creador.

Con el pasar de los años se ha convertido en un centro de impacto, que contribuye en los cambios de actitudes de la comunidad. Ha logrado la vinculación al proyecto de niños y jóvenes, personas de la tercera edad y de creadores de diversas regiones y grupos etarios.

Debido a la repercusión, resultados y categorías se han tenido que ampliar las convocatorias de los cursos y talleres hacia otros municipios y provincias cercanas, con el fin de que llegue a más comunidades la labor social del proyecto.

Desde la Casa Yeti se ofrecen talleres literarios tales como el Espacio habitable, del Teatro Ceiba; La Bicicleta, de los centros educacionales; Mar de Leva y Café con Filo. Se realizó desde 2009 hasta el 2013 el concurso “Litoral de poesía y plástica”, y en esta sede se han presentado también diversos libros tanto de poesía como de artes plásticas. Este proyecto ha sido subsede del Festival Internacional de Poesía.

Los encuentros musicales también han tenido cabida en este espacio, principalmente con tardes musicales con el “Palenque verde”, recitales en la peña de trova y la peña de música brasileña, realizada por el Grupo Experimental de la Universidad de las Artes.

La manifestación de las artes plásticas es el motor impulsor del proyecto comunitario, enfocada siempre en la superación, la proyección y la participación nacional e internacional. Las actividades primordiales desarrolladas son los espacios expositivos y las áreas de creación y docencia.

 

Con asesoría y participación del proyecto se han realizado más de 300 exposiciones personales y colectivas. Asimismo se han exhibido muestras permanentes de más de 400 obras de artistas de diferentes estilos, generaciones y formaciones profesionales.

El Programa Docente es también diverso, para niños, jóvenes, grupos y zonas en situación de vulnerabilidad social, adultos mayores y artistas. Desde Yeti se realizan talleres, cursos, encuentros teórico-prácticos, adiestramientos, clases magistrales, especializaciones, diplomados y asesoramientos. Asimismo se les inculca a los participantes el conocimiento de las costumbres, hábitos, valores y tradiciones del barrio y la comunidad.

Con un enfoque hacia lograr una belleza comunitaria, se organizan iniciativas en parques, áreas infantiles, de recreo y náuticas, playas, vías amplias de tránsito, para, a la vez, desarrollar motivaciones positivas hacia el entorno contando con la ayuda de las instituciones gubernamentales.

La utilización de elementos expresivos a partir del concepto de Arte Pobre o Marginal, es decir, el aprovechamiento de los recursos naturales, materiales y medios para la creación, es una de las líneas fundamentales de trabajo de Yeti.

La Comunidad Artística Creativa Yeti es acreedora de las distinciones “Rubén Martínez Villena”, “Gitana Tropical”, “Juan Marinello”, “La Giraldilla”, “Pablo Porras Gener”; también ofrece reconocimientos y premios anuales a creadores, personalidades e instituciones que participan y promueven el trabajo comunitario.

Barco Antillano: un tránsito, no un fin

Julio Cordero Piñero, tras jubilarse en 2009, decide continuar trabajando, es por ello que con el apoyo del consejo de cultura y de la Uneac funda el 18 de febrero de ese año Barco Antillano, proyecto que tiene una mirada perenne hacia la comunidad.

Proyecto Barco Antillano. Foto: Cortesía del proyecto
 

“Yo soy director de la televisión, pero siempre he hecho teatro, con un destino a la franja juvenil e infantil. Trabajo el área de la fantasía, lo que se pudo ver en programas como Tía tata, cuenta cuento y El camino de los juglares”, comentó Julio a La Jiribilla.

Es este un proyecto sociocultural que permite formar a los niños y jóvenes en el amor a la cultura universal a través de las artes escénicas, reconoce el talento que existe en la comunidad y lo combina con la experiencia de su director, para entre todos crear las obras que presentan.

Barco Antillano ha navegado bastante hasta encontrar un puerto seguro: en primer lugar, les fue otorgada una casa que era un cine abandonado; más adelante les dieron lo que se conoce en el barrio como la Casa del Zapatero, la cual estaba muy deteriorada.

En esa área el grupo empezó rescatar todo el terreno, con siembra de árboles, acciones constructivas, y generó en la comunidad una actitud diferente, cada día eran más las personas que se acercaban al lugar.

Para Julio Cordero, Barco Antillano es una manera de extender hacia la comunidad el arte y la cultura, hacerla asequible. Explica que la mayoría de las opciones culturales en la capital se encuentran en las zonas más céntricas, lo cual dificulta el acceso a quienes viven más alejados.

Es muy difícil hacer aquí dadas las condiciones de allá, asegura y por ello intenta darle la oportunidad a la personas de acercarse al mundo del teatro para niños, resaltando la importancia que tiene la fantasía para poder abordar diferentes temáticas.

El proyecto está asociado a la casa de la cultura comunitaria y lo conforman principalmente personas de la comunidad interesadas por el teatro, niños y jóvenes que han transitado por este y hoy en día tienen la dicha de estudiar en escuelas de arte.

 

La comunidad y el barrio ven a Barco Antillano como una necesidad y agradecen cada presentación. Las funciones habituales del proyecto llaman mucho la atención y asiste todo tipo de público porque para traer al niño viene la mamá, el papá o la abuela. Allí, además de ver la obra de teatro, los niños tienen la oportunidad de interactuar entre ellos, y de jugar libremente por las ya reconstruidas y sembradas zonas de la Casa del Zapatero.

Cuando recién había iniciado el proyecto era Julio quien se encargaba de montar las obras, la escenografía e incluso la música; sin embargo, en la actualidad los propios estudiantes gestionan todo esto.

Recientemente participó en el festival de teatro en Camagüey una representación del grupo con la obra Chivo que rompe tambó, la cual es un espectáculo unipersonal para niños del integrante Leonel Vázquez.

Esta ocurre en un lugar de las lomas del oriente cubano llamado El Palmar. Un descendiente de haitianos llamado Jacinto, se dedica a cultivar el café y a tocar el tambor, una herencia de sus ancestros que cuida con recelo, donde se muestra además el nivel de inventiva y originalidad del grupo.

El proyecto es organizador de un evento en la comunidad que se llama La flor de la fantasía, donde convocan a niños y jóvenes para concursar con escritos de su autoría, lo que incentiva la participación y la creación.

Otro de los grandes eventos que están en manos de Julio, y a su vez, de Barco Antillano, es el Festival Por la Ruta del Agua, el cual este año arriba a su séptima edición. Constituye una denuncia a la realidad y necesidad de cuidar las cuencas hidrográficas de Cuba y del mundo, y con él se ha logrado que lugares como el río Cristal empiecen a recuperar la vivacidad que una vez tuvieron.

Además, con este tipo de encuentros se busca ayudar a que los pobladores de cada barrio tengan conciencia de en qué lugar viven, en qué tierra caminan, qué hay debajo, para así acercarlos a la cultura de su municipio natal.

Luego de diez años haciendo por la comunidad, Julio todavía encuentra retos que superar; expresa incluso que hay que seguir insistiendo porque casi nada viene a favor, todo en contra. Para él, el proyecto necesitaría atención, porque lo que ha logrado ha sido gracias al esfuerzo y la disposición sin límites de quienes lo integran.

Girar la mirada hacia la comunidad

El trabajo comunitario conlleva esfuerzo, sacrificio y, la mayoría de las veces, una entrega total sin esperar mucho a cambio. El principal regalo de las personas que han dedicado su vida a esta tarea ha sido ver como sus estudiantes crecen y se vuelven buenos artistas.

2019 es un año de celebraciones para los tres proyectos, un momento para conmemorar todo el trabajo realizado en el tiempo de creados: Barco Antillano y Vocal Clave de Sol arriban a su décimo aniversario con más ganas de hacer y de llegar a la mayor cantidad de personas posible; mientras que Yeti, con 20 años, se renueva cada día gracias a la incorporación de nuevos miembros a sus talleres.

El apoyo de las instituciones a estos proyectos socioculturales es indispensable para su crecimiento y su quehacer diario. Si bien su concepción y funcionamiento inicial fue gracias a la ayuda de organizaciones estatales, se hace necesario un seguimiento en todos los aspectos.

La comunidad necesita de Barco Antillano, de Yeti y de Vocal Clave de Sol, y de muchos otros grupos que hacen de su realidad algo más ameno e interesante. Todos los niños y jóvenes deberían tener la oportunidad de vincularse a estos lugares, en los que pueden disfrutar al máximo de su infancia y aprovechar así sus cualidades artísticas.

Con proyectos comunitarios que aporten al bienestar social, que beneficien a los pobladores y que además ayuden al medio Ambiente existirán en el país opciones para todos aquellos que encuentren en la cultura y el arte una manera de expresarse y de vivir.

Julio, Agustín y Yamilé en algún momento dejarán de estar al frente de sus proyectos por razones ajenas a su voluntad; sin embargo, saben que han logrado con el decursar de los años una obra, que, si es atendida como merece, perdurará en el tiempo, para el beneficio de todos aquellos que por allí han transitado.

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