Hacia el horizonte posible de la utopía

José Manuel Lapeira Casas
22/11/2019

Cuando nos viene a la mente la palabra comunismo, la visión suele nublarse por el rojo intenso acompañado por el emblema de la hoz y el martillo. Luego está la representación ocasional del totalitarismo y el discurso demagógico arraigado en muchos espacios de la cultura popular y de los imaginarios colectivos, los cuales no se encuentran exentos de distorsiones, falsas lecturas, interpretaciones parcializadas o manipulaciones premeditadas.

Fotos: Cortesía del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello
 

En una versión más burocrática del asunto concebimos una sucesión de textos inmutables, teorías dogmáticas o papel muerto que enseñan cómo debe ser la vida en colectivo e interminables reuniones formales donde se discute mucho, pero no se resuelve nada. Estas miradas no son más que nociones reduccionistas, impuestas por un poder hegemónico, negadoras de las esencias emancipadoras de un movimiento que surgió precisamente para reivindicar al hombre por encima de un sistema de producción y distribución de las riquezas que lo explota y pisotea sus derechos.

Fiel a este legado, y ubicado en el contexto actual de una sociedad que aspira a la construcción de este modelo socioeconómico, sesionó el Seminario Internacional El Comunismo como horizonte entre los días 18 y 20 de noviembre en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. La Cátedra de Estudios Antonio Gramsci y el Grupo de Estudios de la Revolución Cubana convocaron al evento desde la concepción de analizar los problemas culturales, las experiencias históricas y los desafíos teórico-prácticos inscritos en las tradiciones de luchas que caracterizan la trayectoria de la ideología marxista en sus múltiples variantes.

 

“Mientras exista capitalismo el modelo de contraparte va a seguir siendo importante, mientras exista dominación, opresión, injusticia vamos a seguir pensando en un mundo mejor” opina Luis Emilio Aybar Toledo, organizador del encuentro, al mismo tiempo que nos recuerda que “la alternativa surge de un cuestionamiento crítico a la conformación social previa y, a medida que esta cambie, la naturaleza del marxismo lo va a conducir hacia la explicación de nuevas demandas y aspiraciones de la comunidad. El marxismo, al igual que un ser vivo, se encuentra en constante evolución”.

Los paneles incluidos dentro de los temas de discusión formulaban un análisis crítico de la realidad cubana y del referente geográfico más cercano: América Latina, en donde la propuesta del socialismo reformista pierde terreno ante el ascenso de representantes de la ultraderecha neoliberal. La situación actual solo puede ser entendida desde el cuestionamiento desprejuiciado y consciente de las contradicciones latentes en la filosofía del comunismo aplicado, así como mediante el conocimiento de los mecanismos conservadores que han propiciado sus retrocesos. Este nivel de reflexión requiere un análisis detallado de las relaciones de tensión y realizaciones dentro de los basamentos ideológicos del marxismo y la condición dialéctica de la sociedad.

Si se habla del socialismo de finales del siglo XX e inicios del XXI no podemos obviar el papel y los aportes decisivos de las revoluciones periféricas en el Tercer Mundo, así como el posicionamiento desfavorable de estas naciones dentro del panorama mundial, controlado por las potencias capitalistas, lo cual conlleva a una repartición geopolítica del mapa global entre los intereses imperialistas y socialistas. La adhesión de nuevos movimientos sociales al proyecto comunista posibilita cambiar representaciones de la realidad y la ruptura de ciertos mitos “civilizatorios” ejercidos desde el concepto de la dominación cultural de Gramsci.

 

Otro de los puntos destacados radica en una tendencia recurrente hacia la desconexión aparente entre la acción transformadora y la construcción de un pensamiento consecuente que sustente los fundamentos de dicha transformación como parte de la confluencia indiscutible entre la teoría y la praxis. El intercambio entre experiencias emancipadoras del continente debe ir unido necesariamente a una articulación concatenada de los procesos desde el plano cultural de la apropiación y la participación colectiva, además de trascender los límites autoimpuestos hasta abarcar un diapasón mayor en el cambio social protagonizado por las vanguardias internacionales.

Más allá de los errores y excesos propios de cualquier sistema, la lucha ideológica debe ser ganada a toda costa, pero eso no puede ser pretexto para abandonar la causa fundamental del bienestar colectivo y la atención a las necesidades básicas del ser humano como objetivo y fin de los desvelos de una humanidad que sueña con un mundo mejor. Toda batalla que reniegue de estos ideales no será más que una repetición vacía de consignas que se enarbolan en nombre de un bien mayor que no existe. Después de entender eso, y solo entonces, la línea del horizonte estará un paso más cercana a las aspiraciones de justicia y humanismo que defiende esta pequeña Isla ante el resto del mundo.