Hacia un destino mayor

Miguel Barnet
28/6/2019
Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Foto: Granma
 

Después de cinco intensos años volvemos a encontrarnos en el Congreso de nuestra organización. Somos los mismos y diferentes a la vez: entrañablemente comprometidos con los destinos de la Revolución, del país, con la defensa de nuestros principios y con la creación y promoción de los valores de nuestra cultura. Somos distintos también porque hemos crecido, no tanto en número como en la manera de proyectarnos a escala social y cobrar conciencia de la necesidad de actuar sobre los múltiples y complejos problemas que se nos presentan y exigen viables reflexiones.

En el camino hacia este Noveno Congreso, hemos puesto en práctica un método mucho más eficaz para el debate de nuestra agenda y para garantizar una mayor profundidad en la vocación participativa de los creadores y en los procesos de discusión y toma de decisiones colectivas. Llegamos hasta aquí más organizados, es decir, con una mayor preparación y más claras perspectivas.

La realización de asambleas a nivel de secciones, filiales y comités municipales en todo el país permitió revisar a fondo el funcionamiento de las estructuras, propició un diálogo mucho más fecundo y puntual con las instituciones y estableció una ruta crítica para, de conjunto, despejar problemas, definir estrategias o al menos avizorar posibles soluciones. Fuimos, en resumidas cuentas, a la base.

Este proceso, que culminó con el ciclo de asambleas de los comités provinciales y del municipio especial Isla de la Juventud, hizo posible también, por primera vez, que en el Congreso no solo estén representados todos los territorios, sino además la totalidad de las áreas de la creación artística y literaria.

Fueron expresadas con entera libertad y absoluto respeto las más diversas opiniones en asambleas que contaron casi siempre con una altísima participación, lo que confirmó el poder de convocatoria de la organización. La mayoría de las intervenciones privilegió el aporte colectivo por encima de intereses personales.

Reconocemos la voluntad del Ministerio de Cultura, sus instituciones y direcciones provinciales en trabajar coordinadamente con la Uneac en la construcción de un diálogo abierto, desprejuiciado y transparente, no exento de contradicciones, que desembocará en lo adelante, estamos seguros, en un nivel de interacción mucho más fructífero y democrático.

Durante la etapa de uno a otro Congreso, el Ministerio contó con la Uneac para discutir y enriquecer las prioridades institucionales y la posterior y reciente definición del Programa de Desarrollo de la Cultura.

Valoramos la recepción de nuestras inquietudes y propuestas por parte de varios organismos de la Administración Central del Estado y sus dependencias territoriales, sin lo cual sería imposible encauzar la vida cultural de la nación. Recordemos que el desarrollo cultural en una sociedad como la nuestra no solo compete al movimiento intelectual y artístico, ni siquiera a las instituciones del sector, sino a la sociedad toda.

Nos hemos relacionado, y tendremos que hacerlo con mayor énfasis, con otras instancias de la sociedad civil socialista, de la que formamos parte.

Nos ha acompañado siempre en nuestros debates y actividad cotidiana el Partido Comunista de Cuba, en quien reconocemos su papel como vanguardia política de la sociedad. Compartimos sus objetivos programáticos en el trabajo por consolidar la política cultural de la Revolución, la democratización del acceso a la cultura, la defensa de la identidad y del patrimonio en un clima de unidad y libertad, y por garantizar que los proyectos culturales, dirigidos a nuestro pueblo, se diversifiquen, enriquezcan la vida espiritual en las comunidades, revitalicen las tradiciones, lleguen a los lugares más recónditos y excluyan enfoques mercantilistas u otros de diferente naturaleza que distorsionen la política cultural.

En ocasión del aniversario 55 de nuestra organización, el General de Ejército Raúl Castro nos envió un mensaje que decía: “Hoy estamos doblemente amenazados en el campo de la cultura: por los proyectos subversivos que pretenden dividirnos y la oleada colonizadora global. La Uneac del presente continuará encarando con valentía, compromiso revolucionario e inteligencia estos complejos desafíos”.

A la luz de esas consideraciones, demostrativas también de confianza en los escritores y artistas, debemos hacer un alto en el camino para pensar lo que debe y tiene que ser la Uneac de estos tiempos. Con independencia de que en la sesión plenaria de mañana abordemos y debatamos, de manera más específica, los desafíos que debe afrontar la cultura, me permito compartir algunas reflexiones.

La Uneac siempre ha sido un estandarte de la verdad y la diversidad cultural. Hemos luchado denodadamente contra el pensamiento único que lacera las conciencias; por eso defendemos el debate profundo de nuestra cultura. Estamos contra la falacia propagada con falsas noticias mediáticas que ocultan el pensamiento más profundo y la conciencia social. Sin verdad no hay libertad.

La Uneac se creó con la finalidad de poner de acuerdo a los intelectuales sobre el tema de la creación: la unidad dentro de una diversidad de estilos y tendencias estéticas que garanticen la libertad de expresión, basada no solo en valores subjetivos, sino en principios éticos y morales. La razón fundamental de la Uneac fue la de convertirla en un laboratorio de ideas, reflexiones y propuestas para un arte y una literatura de vanguardia. El principal objetivo de esta organización es ese: no es gremial, ni sindical, es cultural y social. Una de las deficiencias mayores que heredamos de circunstancias difíciles y apremiantes, en que cuestiones de carácter material o imperiosas necesidades se impusieron en nuestra agenda, ha sido obviar los foros de discusión sobre problemas de la creación, tendencias, estilos, movimientos de vanguardia y otras problemáticas que contribuyen indefectiblemente a la consolidación de una política cultural. Hacia ese fin debemos encaminarnos en el futuro inmediato.

Si somos una organización estratégica, como afirmó Raúl Castro, no es solo porque estemos en la primera línea de la defensa de la Revolución, con nuestros manifiestos políticos, como lo hemos hecho históricamente contra el bloqueo. De la Uneac salió la idea de concertar una red En Defensa de la Humanidad. Estamos, y nunca debemos abandonar, esa primera línea porque contribuimos con nuestra óptica a establecer principios y jerarquías en la cultura, en una lucha sin cuartel contra lo banal y superfluo.

Reitero ante ustedes una idea que he expresado otras veces pero me parece pertinente en el contexto actual. Es necesario y urgente fomentar los valores éticos y estéticos y favorecer el crecimiento integral del ser humano, ese gran protagonista del socialismo. Como ha expresado Abel Prieto: “Hay que lograr que la calidad de vida de nuestra gente se enriquezca con un disfrute de un tipo de cultura que haga ascender la condición humana”.

La cultura es la brújula que nos debe indicar el camino. La cultura debe acompañar el esfuerzo que se está haciendo hoy para desplegar las fuerzas productivas del país y lograr un socialismo próspero y participativo, a contracorriente de la creciente hostilidad imperial.

Un componente de esa prosperidad, de esa calidad de vida que esperamos alcanzar, radica en la dimensión espiritual que ofrece la cultura. Aunque hoy el mercado del arte es una realidad insoslayable, no puede fijar entre nosotros las jerarquías y los modelos de consumo cultural.

En las condiciones actuales, mantener la cohesión de la política cultural cubana resulta una tarea prioritaria frente a los intentos de los enemigos de dividir al movimiento artístico con cantos de sirenas y manipularlo con propósitos subversivos. El fortalecimiento y la defensa de la institucionalidad es vital, nuestro principal desafío radica en la batalla contra los mensajes seudoculturales asociados a la exaltación del consumismo, a la desvalorización de la cultura nacional y a su intrínseca proyección universal.

Mediante la articulación de las más altas expresiones de la cultura, tomando en cuenta siempre nuestro patrimonio, y las posibilidades inéditas de los nuevos desarrollos tecnológicos, la Uneac está en el deber inexcusable de apoyar y promover la auténtica cultura nacional.

Nuestra más alta aspiración no es ni puede ser pragmática, ni temporal, ni circunstancial. Tampoco debemos permitirnos abrir espacio a concepciones atávicas y dogmáticas. Nuestra más alta aspiración no puede ser otra que la conquista del humanismo revolucionario. Y esto solo se logra desde un pensamiento instalado en la verdadera vanguardia. Porque, como nos legó Fernando Ortiz, la cultura no es un ornamento, ni un lujo, es una energía creativa. Y el signo mayor de la Patria.

Si aspiramos a ser una vanguardia con una visión integral y holística de la cultura, demostrémoslo con nuestra obra. Si la cultura salva es porque ella nos ofrece una proyección de universalidad que contradice todo nacionalismo chato y aldeano. Ya lo dijo nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro en los momentos más cruciales del llamado Período Especial: la cultura es lo primero que hay que salvar. Y es que sin ella no hay desarrollo posible.

Fidel fue, es y será guía y fuente de inspiración para la vanguardia intelectual y artística. Hace 58 años, el 30 de junio de 1961, fue a nuestro encuentro en la Biblioteca Nacional José Martí y su intervención, grávida de conceptos y propuestas, conocida por Palabras a los intelectuales, marcó un hito fundacional de la política cultural de la Revolución. Ese mismo año, en agosto, quedó constituida la Uneac, encabezada por Nicolás Guillén, a quien siempre tendremos presente. Y cuya obra nos incita a un destino mayor.

Dediquemos a la memoria y el legado de Fidel las labores de este IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.