Un trueno rompe la tarde. Luego otro y otro, y otro. Es imposible no pensar en aquella descarga eléctrica que desencadenó el incendio y el dolor que vino después. El homenaje en el Museo de Bomberos de Matanzas, sin embargo, no cesa.

Quienes persistieron agobiados por el sol ahora resisten bajo la lluvia. Esperan. Unos tienen sombrillas, otros aceptan empaparse. “La gente no se va a ir”, dice un colega de la prensa, y tiene razón. La gente no se irá hasta cumplir su propósito: honrar a quienes lo dieron todo, y aún más.