Hoy habló Raúl

Fernando León Jacomino
4/12/2016

Esta noche de sábado se recordará por el discurso de Raúl Castro, cierre del acto en Santiago de Cuba y colofón de la senda triunfal que trazara su querido hermano, a todo lo largo de la Isla. Habló, en lo fundamental, de los hechos de estos últimos días y su significado para la continuidad de la Revolución, de manera que fue un discurso especial, enunciado por una voz desgarrada pero firme, testimonio de sentimiento y deber que fijó la inalterable pauta y cerró un gran ciclo; abriendo otro en el que nos la tendremos que arreglar sin Fidel, fundador y líder indiscutible de esa vasta llanura de conquistas, imperfecta y compleja, pero nuestra. No tardarán en saltar los agoreros del fin, los mismos que derramaron ríos de tinta pontificando sobre el llamado “día después”, preocupados ahora por nuestro destino y prestos a amplificar y releer a voluntad las evocaciones de Raúl a aquellos días terribles del Período Especial. Pero seamos condescendientes y aceptemos que algo tienen que hacer cuando ni la lluvia se atrevió a entorpecer las más de 72 horas de travesía hacia el este, hacia el origen.

Ya sé que en estos días hubo también jolgorio (público y secreto), y que no faltó quien perdiera el habla, para recuperarla luego alegando nimiedades, reclamando amenidad mayor para la televisión y cuestionando, en definitiva, el duelo decretado; método elocuente de retomar la voz pero insuficiente para acallar la solidaridad y el compromiso que han reinado en cuanto caserío, pueblo y ciudad recibiera el sencillo y marcial cortejo. Pero esa es otra lectura de la grandeza del héroe, capaz de producir ese íntimo destape que reconfiguró la geografía emocional de todo aquel que se relacionó, así fuera mediante un leve roce, con el pensamiento y la acción del homenajeado. En todo caso, he aprendido tanto esta semana sobre ciertas plataformas virtuales y su capacidad ̶ contraria a la que nos cantó el poeta ̶  para “apretar los odios y aflojar amores”, que me sentí motivado a enumerar al menos tres ganancias que también nos ha dejado este momento histórico.

En primer lugar, la muerte de Fidel y el consiguiente acontecer de homenajes en su honor, con la ayuda “desinteresada” de facebook, nos permitió identificar de golpe a varias personas, muchas de ellas residentes en el exterior, que finalmente inclinaron su perfil hacia aquel grupo que desde 1961 el propio Fidel calificara como "incorregiblemente reaccionarios y contrarrevolucionarios", aquellos a los cuales la Revolución debe renunciar definitivamente. Por sobre el dolor adicional que esto ha generado en muchos colegas y amigos, ha predominado el rechazo ante posturas y opiniones contrarias a nuestro proyecto de sociedad, hasta hoy no expresadas; lo cual resulta muy útil para la causa. También hubo tristeza, recogimiento, o cuando menos respeto, en personas queridas e incluso en otras desconocidas pero decentes de Cuba y el mundo; mujeres y hombres que no publican textos en la prensa ni opinan por televisión, pero que también cuentan.  Ahora solo falta que tengamos memoria y coherencia para lidiar con este nuevo mapa de filiaciones y afectos.

Por otra parte, si quedaba alguna duda en nuestra institucionalidad sobre la importancia de las redes sociales y la necesidad de crear las condiciones de infraestructura necesarias para combatir minuto a minuto en este singular terreno, los acontecimientos posteriores al deceso no han dejado espacio para que abriguemos la menor duda al respecto.

Otro hecho especial que nos dejó esta gran pérdida, sobre el cual aun se reflexiona poco, es la capacidad de Fidel, en su eterna utilidad más allá de la muerte, para promover una amplia discusión global sobre ética en las redes sociales, a contrapelo con el encargo enajenante de varias de sus plataformas, diseñadas sobre todo para lucrar con la información ofrecida por los usuarios. ¿Puede existir acaso un reconocimiento mayor para un hombre que, como Martí, lo supeditaba todo al humanismo y la ética?

De todo eso habló también Raúl, aunque no lo mencionó directamente. Al menos yo lo entendí así y eso me alegra y reconforta un poco, en medio de tan sensible pérdida.