Humor con clase Mozart 260, alegría, talento y complicidad fecunda

Vivian Martínez Tabares
18/10/2016

Si el primer Festival Contratenores del Mundo, convocado por el maestro Leo Brouwer y la musicóloga Isabelle Hernández, fue un evento poco convencional y estimulante para los amantes de la buena música, su espectáculo inaugural Humor con clase Mozart 260, concierto para dedo y orquesta de Leo Brouwer, fue igualmente, para bien, una muestra nada común de integración feraz entre las artes.

El espectáculo, concebido para celebrar los 260 años del natalicio de Wolfgang Amadeus Mozart, reunió la música del genio austríaco y el humor escénico cubano con inteligencia y fino gusto.

El espectáculo, concebido para celebrar los 260 años del natalicio de Wolfgang Amadeus Mozart, reunió la música del genio austríaco y el humor escénico cubano con inteligencia y fino gusto. A lo largo de más de dos horas, el auditorio que llenó el Teatro Karl Marx disfrutó del repertorio de Mozart —interpretado por la Orquesta de Cámara de La Habana y bajo la dirección del Maestro—, y de las incursiones de lo contratenores Frank Ledesma, Lesby Bautista y Eduardo Sarmiento, quienes se acompañaron o alternaron con números al piano a cargo de Harold López-Nussa, Rodrigo García, Isabel Mesa y Gabriel Chorens, en deleite para los oídos y verdadera fiesta.

El componente humorístico fue esencial como hilo conductor de la trama y puente para cada una de las intervenciones, gracias al ecumenismo de Leo y a su mente abierta para dialogar con otras expresiones culturales y convocar a un amplio grupo de músicos dispuestos, como él, a jugar en serio. Esa vocación de saltar los propios límites convencionales es algo que habría que cultivar mucho más, para favorecer diálogos interdisciplinarios y un disfrute cultural más amplio por parte de los artistas —muchas veces encerrados en sus propios cotos— y para ensanchar los horizontes del gran público. A cargo de Osvaldo Doimeadiós, Rigoberto Ferrera, Kike Quiñones y Reynaldo Ulises Ugarte Santos —de Pagola La Paga—, la palabra y el gesto humorísticos, aliados al movimiento y la acción, recorrieron un amplio espectro del humor blanco a la parodia, pasando por el absurdo, el ácido, el crudo, el verde y el negro, como forma de acercar al público a la música de concierto mientras renueva energías y hace catarsis por medio de la risa y la diversión.

 

El espectáculo tuvo un preámbulo en video, eficaz mientras el público se acomodaba en sus lunetas, con un material en el cual afamados músicos y actores cubanos confesaron su personal pasión por Mozart y caracterizaron al gran artista que ha marcado a su posteridad. Desde la propia presentación afloró el humor con pasajes “mozartianos” en manos del elenco del programa Vivir del cuento y otras incursiones. Le siguió una entrevista de Osvaldo Doimeadiós al maestro Leo Brouwer para indagar acerca de características técnicas del desempeño de los contratenores. En un eficaz mano a mano, el compositor e impulsor de este evento se reveló como un hombre con gran sentido del humor. Más allá de promover esta feliz iniciativa de arranque, fue parte arriesgada y supo sortearla con creces, ora näif, ora fecundo cómplice del humorista.

Un anticipo paródico del certamen que propicia el evento fue la competencia de canto lírico, con la participación de los contratenores Frank Ledesma, Lesby Bautista, Eduardo Sarmiento, la soprano Laura de Mare y el bajo Marcos Lima, y las intervenciones de Doime y su tropa de actores humoristas, junto con el grupo Pagola La Paga. Además de hacernos disfrutar del talentoso desempeño de esos jóvenes artistas, sostuvieron una efectiva parodia del programa televisivo del momento, Sonando en Cuba, y Rigoberto Ferrera, como un Mozart extrapolado al presente, jazzeó, fue parte del Concierto para dedo, como solista al piano acompañado por la orquesta y por Leo, y protagonizó una escena chispeante en la que incluyó a una de las instrumentistas de la orquesta.

El juego humorístico involucró también a los espectadores, mediante la aplicación al azar a toda una fila de la platea de una encuesta en la que los asistentes debieron responder preguntas acerca de Mozart y la música, y que culminó con un excelente regalo para la ganadora, con ceremonia de entrega en pleno escenario.

Por si fuera poco, Gabriela Burdsall, al frente de un cuarteto de bailarines de danza contemporánea, experimentó con el movimiento al compás de la música de Mozart transgredida y fusionada con la electrónica, con la que exaltaron a los más jóvenes del auditorio. Y Sampling cerró con su particular propuesta de destreza vocal y técnica.

Humor con Clase Mozart 260 demostró cómo la falsa dicotomía entre lo culto y lo popular puede zanjarse con talento y atraer a muy amplios sectores del público. Con la efectiva combinación de humor, actuación y ejecución musical, fue una apertura por todo lo alto, festiva e inteligente para el Festival Contratenores del Mundo. Gracias a Leo y a sus entusiastas colaboradores.