Intervención de Fidel en el primer Consejo Nacional de la AHS, en 1988- II

Fidel Castro Ruz
15/10/2018

Nosotros no vamos a descuidar, ni en lo más mínimo, todo lo que se refiere a la eficiencia económica, pero habíamos caído en un mercachiflismo terrible, ni se sabe las consecuencias que habíamos tenido con esas empresas que actuaban como empresas capitalistas; es decir, tuvimos un bache serio.

Yo me imagino lo que ha pasado en algunos países por ahí, porque todos estos mecanismos estuvieron funcionando 25 o 30 años; aquí estuvieron 10 y por poco acaban con nosotros, esa es la verdad, en el cual se estaba aplicando una experiencia de otros países. Pudiéramos decir que el Che previó, porque el Che —y nunca se había vivido esa experiencia por un país del Tercer Mundo— tenía una desconfianza terrible de aquellos mecanismos y decía que no se podía construir el socialismo a base de aquellas categorías capitalistas.

Cuando en el año 1975 se empezó a aplicar aquí el sistema similar a los demás países socialistas, tuvimos todas estas cosas. Después las empresas no querían terminar un edificio porque ganaban dinero moviendo tierra, poniendo columnas y no ganaban dinero terminando que es lo más difícil, lo que menos ganancia daba, y se empezaron a convertir en unos capitalistas de pacotilla. Yo digo: bueno, podemos decir que la Revolución pasó un período de eso, iba en estancamiento y descenso. Esa es la realidad.

¿Podríamos llamarlo error estratégico? Creo que se hubiera convertido en estratégico si nos empecinamos en eso, si no rectificamos, si no nos damos cuenta de que aquellas tendencias iban a debilitar terriblemente a la Revolución, y rectificar a tiempo aquello evitó que eso se convirtiera en un error estratégico; pero es que me tengo que preguntar también: bueno, ¿por qué tenemos esta actitud en nuestra gente y usted no la encuentra en ningún otro país? Me llama la atención cuando los soviéticos dicen: “Es que hay un clima político especial.” Ellos están buscando soluciones porque tienen que encontrarles soluciones a todos estos problemas, para salir del estancamiento de muchos de estos problemas. Y yo digo: este veneno del sistema este, este fenómeno de enajenación tiene que haberse producido y durante mucho tiempo tiene que ir dejando su secuela.

La rectificación, en ese aspecto —hay que rectificar en montones de cosas—, nos liberó. Un país que tiene esas virtudes de que hablo, un país que tiene en este momento más de 45 000 hombres en Angola —no les doy la cifra exacta, pero les digo que es más de 45 000—, hijos de este país, de este país donde no aparecían antes ni 10. Eso no se paga con ningún dinero, eso solo es posible a base de determinados valores que estén metidos de verdad en la mente y en el corazón de los hombres. No son solo los 100 000 maestros o los 7 000 de la Asociación “Hermanos Saíz”, que estoy seguro de que los llamamos y van. Yo no tengo ninguna duda de eso, te lo advierto, porque he visto muchas cosas para venir a tener duda acerca de lo que yo estoy seguro de que ustedes son capaces de hacer.

Pero, bueno, que el hombre lleve eso. Váyase a otro lugar. Yo he puesto el ejemplo de los 100 000; pero nosotros estábamos destruyendo eso, estábamos empezando a destruirlo con el montón de tendencias negativas que iban entrañando también fenómenos de corrupción, de reblandecimiento, que era toda la filosofía de vivir bien y ganar mucho, en que se iban distanciando cada vez más del pueblo.

Entonces, ¿qué país tiene esas cualidades? ¿Qué país tiene esos valores tan fuertes, tan sólidos, como los tiene el nuestro? Ahora todo eso está hacia arriba y cuando el yanki me preguntaba, yo le decía: “Mire, aquí hay un conjunto de factores.” Yo habría tenido que darle una larga explicación al yanki de todos estos fenómenos, de todos estos mecanismos, porque lo peor no fueron tanto los mecanismos como la creencia de que esos mecanismos, espontáneamente, llevaban a la optimización, que eran el instrumento para construir el socialismo, para el desarrollo. Ese fue uno de los grandes errores, no solo haber introducido algunos mecanismos enajenantes, sino que, realmente, se creyó que eran la panacea.

Al senador yanki —estoy empleando el término yanki no en sentido despectivo, porque esta es una persona con la que se puede hablar, se puede razonar, capaz de ver— le decía: “Eso sería largo de explicar, pero si quiere yo se lo resumo: es que tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que se le pida que haga por la Revolución” (Del público le dicen: “Y un Fidel”).

No, no, pero yo pienso pasar, y va a quedar el pueblo, y van a quedar las ideas. Ha sido para mí un privilegio y, en cierta forma, la experiencia acumulada de un número de años, no voy a decir que es inútil; lo que nos interesa a nosotros es que esto se asiente sobre valores, sobre ideas, sobre principios, porque eso es lo que hace, realmente, duradera la obra.

Pero bien, yo le decía: “Tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que se le pida, el problema es que nosotros no sabemos qué pedirle; tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que sea necesario hacer por la Revolución, somos nosotros los que no sabemos qué decirle al pueblo que haga”.

Los problemas de todo tipo que hemos tenido están en nosotros, no están en el pueblo, no están en la gente. Aquí la virtud se ha hecho masa, así: la virtud se ha hecho masa, el espíritu de sacrificio, el heroísmo, el entusiasmo. Nosotros estamos llegando a un nivel más alto que creo que ninguna otra sociedad haya llegado, estamos llegando a un nivel, en un proceso revolucionario, en que los valores están jugando —los valores éticos, los valores morales— un papel tan alto como a un nivel al que no ha llegado ninguna sociedad.

Vean ahora el despertar, la actitud de la gente, el espíritu de la gente, no son cosas que a uno le estén contando o que quiera estar con un falso optimismo o triunfalismo, son cosas que uno está viendo todos los días. Yo admiro mucho a esa gente anónima, a esa que no sale nunca en un periódico; a esa gente que no tiene más estímulo y más motor que sus ideas, sus deseos de hacer, sus deseos de avanzar, su comprensión, su cultura política, su integridad moral. Yo admiro mucho a esa gente, porque me encuentro a cada rato una muchacha joven, que si trabaja en el aeropuerto, que tiene dos hijos y cada día libre está allí. Hay mucha gente que cada día libre está allí haciendo un esfuerzo serio, grande. Veo tantos casos y tantos ejemplos que, realmente, digo que tenemos unas cualidades excepcionales y creo que nuestra Revolución puede ser excepcional.

Yo sí creo en el socialismo y creo cada vez más en el socialismo, porque hemos visto; lo que se puede hacer en el socialismo, no se puede hacer jamás en el capitalismo, ni se puede hacer a base de cosas materiales. ¿Qué, nos vamos a poner a competir con la sociedad de consumo yanki? ¿Vamos a entrar en competencia para que la gente se quede aquí a base de darles más zapatos, más lujo, más cosas? ¿Cuántos se quedarían aquí?, si el cemento que une al ciudadano a su patria no es otra cosa que el bienestar material. ¿Vamos a competir con los salarios de los imperialistas, su productividad, su tecnología? Eso para mí siempre fue una cosa muy clara desde el principio, que nosotros no podíamos competir con la sociedad de consumo en cosas materiales. Sí, debemos dar lo material y todo lo que podamos; sería absurdo, injustificado, si usted puede dar un 0,1 % más y no lo da, y debemos esmerarnos por mejorar las condiciones de vida del pueblo, y creo que las vamos a ir mejorando, en las viviendas, en las escuelas, en los círculos, en la cultura. Recuerdo lo que dije que significaba la cultura cuando había los criterios de que esto cuesta tanto”, “esto es improductivo”, como si lo único productivo fuera aquello que produjera cemento, acero, cosas materiales.

Hay una metodología socialista que jamás me he podido resignar a ella: una metodología en virtud de la cual un calzoncillo vale más que un trasplante del corazón; porque, incluso, el calzoncillo se pesa o se mide o se cuenta y dice: vale 80 centavos o dos pesos o tres pesos. El trasplante del corazón no se mide, no se cuenta, no incrementa las riquezas del país. La cultura tampoco aparece creando bienes materiales, a no ser que imprima un disco o un libro; pero ni la salud, ni la educación, ni la cultura, nada de eso lo cuenta la teoría y ahora es que nosotros vamos a empezar a contar. El trabajo de 600 000 o más de 600 000 ciudadanos dedicados a la salud y a la educación no cuenta, no aporta nada al producto bruto; los capitalistas sí cuentan, todo eso lo están contando.

Se creó dentro del socialismo la tendencia a ver nada más que aquellas cuestiones que producían bienes materiales, que incrementaban. Bien puede el país, de un año para otro, no incrementar los bienes materiales en nada, ni en un gramo, y si duplica, si triplica la calidad de los servicios culturales, eso incrementa la satisfacción, la felicidad, el nivel de vida.

Le di una vuelta al yanki por el parque “Lenin” y le digo: aquí no había un lugar para descansar, y aquí más de 100 000 personas vienen los fines de semana, descansan. Le digo: “Esto es nivel de vida.” El hombre dice: “Me alegro que usted vea eso así, como cosas del nivel de vida.” Pero eso no aparece en toneladas de nada, con el arte pasa lo mismo; no aparece incrementando esos valores.

Nosotros decimos que no debemos en lo más mínimo desaprovechar cualquier oportunidad de mejorar las condiciones de vida material o espiritual, que lo espiritual aquí es un nivel de vida también; pero no podemos basar la motivación del hombre, simplemente, en bienes materiales.

Si se cree en el hombre, y es un punto de vista del que yo parto, ¿es un animalito que obedece solo al palo o a la zanahoria? Yo no creo que el hombre sea esa porquería, realmente. Yo creo que el hombre es mil veces superior a eso. Me parece que es un concepto que empequeñece al hombre.

La experiencia, el privilegio de haber vivido todo este proceso revolucionario me da una convicción tan profunda de que se puede creer en el hombre. Y así fue, si no nosotros habríamos estado locos cuando un grupito pequeño intentó cambiar la vida del país, derrotar a un ejército enorme, o cuando desembarcamos 82 hombres. Si no hubiéramos tenido confianza en las ideas, si no hubiéramos tenido confianza en el pueblo, si no hubiéramos tenido confianza en las virtudes de nuestro pueblo, que se empezó a gestar allá desde los años sesenta y ocho, en las guerras de independencia, en el heroísmo de aquellos tiempos, en las ideas de Martí, en los esfuerzos de nuestros independizadores, los que lucharon por nuestra independencia, y a pesar de las décadas que nos cayeron de veneno yanki y de corrupción yanki, si nosotros no hubiéramos creído en el pueblo, ¿a dónde habríamos ido a parar?

Entonces, ese es un ejemplo tan claro, tan elocuente, que es lógico que se tenga esa confianza, nosotros creíamos en los valores del pueblo y creíamos en las ideas, incluso, cuando nos quedamos como con siete fusiles. Hace unos días hicieron un acto allá en conmemoración creo que del 30 aniversario del día en que Raúl y yo nos reunimos, y reunimos siete fusiles y nosotros seguimos. ¿Cómo se podía hacer eso si no se cree en la gente, si no se cree en el pueblo, si no se cree en esos valores morales? Y cuánta gente no estuvo dispuesta a dar la vida, y cuánta no la dio, ¿por algún dinero habría hecho eso? Y hoy también nos preguntamos nosotros: ¿Es por algún dinero, es a base de mecanismos de tipo económico que vamos a impulsar? No, eso no es posible.

Creo que nosotros tenemos un premio en esa confianza en el pueblo, cuando vemos todas esas cosas que yo les cuento, que las veo todos los días y las veo en todas partes. No me lo viene a decir nadie, no lo leo en un informe, lo veo, hablo con la gente, me gusta hablar con la gente.

En los 27 círculos que tuvimos que inaugurar, hablé con las 27 directoras; hablé con las de música y les pregunté: “Dígame cómo hacen el trabajo, toda la cosa…”. ¡Ah!, por cierto, compañeros, me estaban diciendo que las educadoras de música de los círculos estudian cuatro años, son cuatro años de preparación que tienen, no es un curso de seis meses. Lo que es posible que algunos círculos no tengan ese personal, es posible que en muchos lugares no tengan ese personal y se hayan visto algunos de esos problemas; pero lo que yo vi en las nuevas instituciones y en los que están preparando, realmente, me hizo muy buena impresión y pude confirmar el detalle de que tienen cuatro años de preparación. Vale la pena profundizar un poquito en esto para sacar ideas con relación a las respuestas que tenemos que dar a cosas que se plantearon aquí.

Bueno, les he hecho esta larga historia, ¿por qué? Porque creo en el pueblo, creo en la Revolución, creo que podemos sentirnos orgullosos de la Revolución y de la obra de la Revolución, a pesar de nosotros. Alguien recordó lo que dije una vez con mucha convicción: “Hemos hecho una Revolución más grande que nosotros mismos.” De esa Revolución más grande que nosotros mismos, debemos estar orgullosos, pero debemos seguir cultivándola, debemos seguir desarrollándola.

Entonces, esta Revolución no puede ser buena solo en un número de cosas, esta Revolución tiene que ser buena en todo, tiene que ser excepcional en todo (Aplausos prolongados). Lo digo para añadir que esta Revolución tiene que ser excepcional en la cultura y tiene que ser óptima en la cultura; es decir, tenemos la obligación de enfrentarnos a estos problemas y resolverlos con nuestro estilo, con nuestras ideas, con nuestros análisis, con nuestra experiencia, y, entonces, tratar de darles el tratamiento correcto a estos problemas, el tratamiento óptimo.

Ya no hablo tanto de la reunión con los intelectuales porque aquello fue un inicio. Creo que hubo una cosa muy buena, clarividente, que nosotros nos dimos cuenta de para qué enfrascarnos en todos esos rollos relacionados con el realismo, que mencionó Armando, y con las formas, y me pareció todo aquello una locura, y fue cuando dije “aquella revolución”, porque en aquel momento no se estaba discutiendo de contenido, se estaba discutiendo sobre las formas y fue cuando se dijo: “Bueno, señores, dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada. Vamos a emplear con absoluta libertad cualquier forma de expresión”. Eso ya nos diferenció a nosotros de todos los demás países socialistas, que se pasaron como 25 años hablando del realismo, ¡como veinticinco años!, entonces nosotros nos habríamos liberado.

Hoy tenemos que ir a más, hoy tenemos que ir no solo a forma, sino a contenido. Si realmente hemos tratado de definir la rectificación, que la rectificación no es solo lucha contra tendencias negativas, desviaciones, errores; la rectificación es también la búsqueda de fórmulas nuevas para viejos problemas. Digo: pueden ser viejos problemas en la Revolución, o pueden ser viejos problemas desde antes de la Revolución, digamos; la discriminación de la mujer es secular, tiene siglos, y entonces nos encontramos con que nos liberamos, precisamente, por no tener un servil espíritu de copiar, un servil espíritu de imitación, y dijimos: “Bueno, libre la forma”, y ahora ya no es solo de forma.

Creo que aquellas palabras tienen un valor histórico, algunos valores permanentes, pero estamos en una época nueva y tenemos que aplicar en la cultura el principio de soluciones nuevas a problemas viejos, y soluciones nuevas —puedo añadir— a problemas nuevos (Aplausos).

No son los mismos problemas de 1961, hay problemas nuevos y hay problemas viejos, y tenemos que aplicar ese principio de rectificación, de buscar soluciones nuevas a los viejos y a los nuevos. Tenemos que ser valientes, tenemos que ser abanderados de la libertad, porque esas fueron siempre nuestras banderas; abanderados de la verdad, porque ese fue siempre nuestro principio, nuestra lucha. Creo que tenemos que ser valientes y marchar, incluso, por caminos nuevos. Alguien dijo que podemos equivocarnos, podemos decir: sí, podemos equivocarnos en algunas cosas, pero aquí puede haber de todo.

Yo me acuerdo que cuando planteé esta cuestión de buscar el máximo de espíritu crítico decíamos: es preferible los inconvenientes de los errores que se produzcan, a los inconvenientes de una situación de ausencia de crítica. Y podría decir: es preferible los errores de tener mucha libertad, a los inconvenientes de no tener ninguna libertad (Aplausos prolongados). Si la Revolución no tuvo temor a nada de eso, al principio, cuando no había ni ideas socialistas en este país.

Creo que aquello fue después de Girón. Es verdad que si aquella reunión fue después de Girón, por junio, ya había ocurrido Girón y la Revolución, resueltamente, como respuesta a la agresión imperialista, proclamó el carácter socialista de la Revolución. Ya en Girón se luchó por el socialismo, pero muy temprano nosotros desafiamos todo. Es verdad que estábamos en una lucha muy violenta, era la época en que había 300 organizaciones contrarrevolucionarias: se reunían cuatro tipos, inspirados y estimulados por Estados Unidos y hacían una organización.

Nuestra lucha persiste, hay que decirlo, adquiere otra forma; ahora, adquiere formas más sutiles, ya no es la burda contrarrevolución, está la acción del enemigo, sobre todo en el campo ideológico, por todos los medios, por su radio gusana, por cuantos medios sean posibles. Ahora están aprovechando la zafra de la autocrítica del socialismo, porque casi pretenden afirmar que ya el socialismo desapareció.

¿A nosotros por qué nos están llevando tan recio?, porque casi nos miran como el único adversario ideológico. ¿Por qué hacen esas feroces e infames campañas? A algo le temen, o no perderían energía y tiempo en eso. Ya no dedican su arsenal fundamentalmente contra China, contra la URSS, contra los demás países socialistas, sino contra Cuba, aquí, el vecino que está a 90 millas. Es contra nosotros que están empleando todo su arsenal, pero tiene que ser por algo, pero por algo les salió el tiro por la culata también (Risas). Y creo que lo que les ocurrió en Ginebra justifica lo que hacen contra nosotros, porque esa fue la batalla de Cuba, con la ayuda de países latinoamericanos, países del Tercer Mundo, países socialistas, pero fue la batalla de Cuba.

¿Cómo le pudimos, a ese coloso tan poderoso, desbaratar la maniobra cuando casi tenía ya aplastada a la gente a base de sus presiones? ¡Ah!, por la moral de Cuba, por la autoridad de Cuba, por el prestigio de Cuba. Están furiosos, tienen que estar furiosos. Han hecho sus paces ya con los grandes del socialismo, muy amistosos, hasta cariñosos (Risas), y con nosotros la lucha, la cosa. No les falta razón, y debe indicarnos que somos una potencia moral, una potencia política, una potencia revolucionaria, una potencia ideológica.

El enemigo va a emplear armas más sutiles, empleemos nosotros armas nuevas también, vamos a consolidar por todas estas vías de que ustedes hablaban la ideología, la fuerza de la Revolución.

¿No le hemos dicho a la Comisión de Ginebra que venga? Pues sí, como no tenemos nada que ocultar que venga. Pero vamos a invitar a cuanta gente quiera venir, para que no sea uno solo el que venga, porque no tenemos nada que ocultar, y porque tenemos el valor de decir: vengan. Y, claro, podemos tener el valor porque somos veraces, porque somos consecuentes, porque es cierto que jamás se ha cometido una tortura y jamás se ha asesinado a un hombre, jamás se ha desaparecido a nadie, porque es cierto. Todos los que conozcan un poco de historia saben qué ha pasado en todos los procesos revolucionarios habidos y por haber, y el más puro de todos no es comparable a la Revolución Cubana, ¡no es comparable a la Revolución Cubana! (Aplausos prolongados.)

Es una tradición que viene de la guerra, porque fue respetando la vida de nuestros enemigos como los quebramos moralmente; ellos asesinaban a cualquier prisionero, nosotros respetábamos a los prisioneros, no les poníamos un dedo arriba. Muchas veces a los oficiales los dejábamos con sus armas y después eso salvó muchas vidas. Al principio luchaban muchísimo porque creían que los mataban a todos, al final hubo soldados que se rindieron tres veces: se rindieron en un combate por aquí, otro por otro lugar y otro por Villa Clara. Ya el Che y Camilo capturaron prisioneros allí que se habían rendido dos veces antes, que habían entregado dos veces las armas. Sí, fue no solo un principio, sino, además, la política más sabia, más inteligente. Tuvimos la sangre fría, a pesar de que todos los días mataban compañeros nuestros, y no hubo una sola venganza; se le pidió al pueblo: no tomen justicia por su propia mano, la Revolución hará justicia. Se cumplió con el pueblo. Leyes previas decretadas en la Sierra Maestra, tribunales revolucionarios. ¿Se pudo cometer alguna injusticia? Es posible, en teoría no puede negarse, pero era, realmente, muy difícil.

Como les contaba a algunos compañeros, al final la gente nuestra era jefe de las organizaciones contrarrevolucionarias. Esta era una policía muy eficiente porque no podía sacarle declaración a nadie a base de golpes y de maltrato. El policía que tortura no se desarrolla, se acostumbra a los métodos brutales y cada vez más brutales.

Nosotros, cada vez que arrestábamos a un hombre, sabíamos como diez veces más que él, porque no se acordaba lo que hizo tal día, a tal hora y nosotros lo teníamos todo anotado: tal día, a tal hora hiciste esto, hablaste con este, te reuniste con el otro, fuiste allí. Nosotros lo que hicimos fue penetrar, y cada vez que alguien iba a los tribunales, iban con todas las pruebas. Los tipos se desmoralizaban de tal manera y se asombraban de tal manera que no recuerdo un solo caso en que no hubieran admitido rápidamente; porque se establecía una lucha entre el contrarrevolucionario y el hombre de la Seguridad, que cuando el hombre de la Seguridad le ganaba aquella batalla con todas sus pruebas, el tipo se desmoronaba y entonces admitía.

Ustedes no lo vieron, porque cuando Girón algunos aquí tal vez tendrían siete u ocho años; pero algunos de los mayores o de los que están de invitados aquí, lo vieron en Girón: la moral de los contrarrevolucionarios no existe. Cuando se reunieron allá en la Ciudad Deportiva, dialogamos con ellos, los interrogamos y todos no hacían más que decir que se habían equivocado, que fue un gran error, que eran cocineros, que eran esto, que eran lo otro; ninguno se atrevió a negar, no hubo ni siquiera uno que hiciera lo que hicimos nosotros cuando el juicio del Moncada: “Sí, vinimos a hacer esto y es correcto, es lo justo.” Hablar con la moral de un revolucionario. Todos ellos venían diciendo que estaban equivocados. Así de esa calaña son toda esa gente, no son fanáticos, más peligrosos son los fanáticos que los mercenarios; entonces, estos tipos tienen mucho odio a la Revolución, mientras más se consolida la Revolución; a pesar de todo el poder de Estados Unidos no han logrado aplastarla, entonces, ellos se irritan más, tienen más odio.

Pero, bien, ese es el tipo de calaña de nuestros enemigos; es decir, una falta total de consistencia moral por parte de la contrarrevolución, por parte del imperialismo. Y así, esta batalla se libró y se ganó.

Yo decía que íbamos a invitar no solo a esa gente, a la Cruz Roja la vamos a invitar, porque, como decía, es una tradición que viene de muy atrás, limpia, inmaculada. Es una página inmaculada la de la Revolución en lo que se refiere al respeto, a la integridad física de la persona, y de eso es que nos acusan y machacan y vuelven a machacar.

El único país del mundo donde hay plantados es este. En Inglaterra, en las cárceles donde están los irlandeses, o en España donde está la ETA, o en Italia donde están las Brigadas Rojas, en Estados Unidos, en esos países tan super democráticos y super respetuosos no existe esa categoría de plantados, porque les dan una mano de palos a la gente y los visten y los calzan completos, y no les permiten que se quiten ni un botón. Y, precisamente, por haber seguido consecuentemente esta política de no poner un dedo sobre un prisionero, orgullosos nosotros de nuestra historia y de nuestras tradiciones, es por eso que pueden haber plantados. “No me visto, no me pongo el uniforme”, bueno, quédese ahí, no se ponga el uniforme.

La mera existencia de los plantados es el mentís total y absoluto, porque en ninguna cárcel del mundo hay ese problema, nada más que en esta.

Creo que ahora tenemos que abrir y que venga todo el que quiera venir; va a ver las mejores cárceles, porque las cárceles que hay por ahí son un desastre. Y que vengan, ahora lo vamos a hacer, pero nosotros, no nos lo impuso nadie, no nos lo hizo nadie. Creo que tenemos que abrir, ser valientes, ¿qué tenemos que ocultar? Y si tenemos cosas que no nos gustan, son cosas que tenemos que superar, son cosas que tenemos que rectificar, y si hay errores, hay errores, y, discutiremos, analizaremos, seguiremos el diálogo; creo que esto tiene una importancia enorme.

Vamos a demostrarles a los imperialistas y a los farsantes estos que somos diez veces más valientes que ellos, diez veces más honestos, diez veces más defensores de la verdad y de la libertad. Entonces, la libertad ha de ser una de nuestras grandes banderas.

La Revolución Francesa habló de libertad, de igualdad, de fraternidad, no consiguió ninguna de las tres cosas; nosotros, en el socialismo, podemos conseguir las tres: la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Digo que no ha cesado la lucha contra el enemigo, debemos estar muy alertas de eso; es fuerte. Yo creo que lo de Ginebra es una buena prueba de hasta qué punto el enemigo todavía quiere destruirnos, porque nos quiere destruir con armas ideológicas; debemos perfeccionar nuestra ideología, debemos perfeccionar nuestro mecanismo, debemos elevar nuestros valores. Yo creo que será la mejor forma de librar esa batalla contra la influencia ideológica, el tipo de guerra que libra hoy contra nosotros.

De modo que ese es el criterio, y aquí hoy no íbamos a encontrar una respuesta a cada problema, están planteados numerosos problemas; pero creo que nosotros les encontramos respuesta a los problemas, no hay duda. Entonces debemos proponernos trabajar.

Nadie tiene respuesta aquí, sencillamente, porque aquí no vinimos a decir nuestras verdades, hemos venido aquí a escuchar las verdades de ustedes. No hemos venido aquí con la pretensión de enseñar, hemos venido aquí también con la modesta pretensión de aprender.

Consejo Nacional de la AHS en 1988 en el Palacio de las Convenciones. Foto: Archivo Periódico Juventud Rebelde

Podemos tener prejuicios, reservas; queremos descubrir si tenemos prejuicios y tenemos reservas. Sobre todo, debemos preguntarnos si tenemos temor, porque valdría la pena que nos autoexamináramos para ver si tenemos temor, valdría la pena que nos autoexamináramos para saber si somos reacios o alérgicos a lo nuevo. La vida cambia, el mundo cambia, la Revolución cambia y tiene que cambiar, y nosotros estamos en el deber, entre todos, entre ustedes y nosotros —nosotros en un sentido más global, nosotros viendo la estrategia general; pero veo que el esfuerzo que hagamos en este campo forma parte inseparable de la estrategia general (Aplausos prolongados)—, vamos entre todos a encontrar las respuestas nuevas o soluciones nuevas a problemas viejos y nuevos.

Quienes hayan participado durante estas horas en la conversación con ustedes y sean capaces de apreciar el alto nivel ético, intelectual, la honestidad de ustedes… Yo digo también que en ningún lugar del mundo se encuentra una joven generación de artistas, de creadores igual que esta generación con que nuestra patria tiene el privilegio de contar. Si recorremos el mundo capitalista o socialista o del Tercer Mundo, bueno, en el capitalismo no vamos a encontrar nada más que enajenación; en países progresistas y socialistas, vamos a encontrar una mejor gente y problemas, pero difícilmente ningún proceso revolucionario socialista tenga el privilegio de contar con una gente como ustedes, con una juventud como la de ustedes.

¿A qué le vamos a temer?, ¿a qué le podemos temer? Dediquémonos a trabajar y veremos cómo le vamos a encontrar las soluciones, que nadie las tiene aquí, nosotros no las tenemos; pero sí tenemos la seguridad de que con ustedes las vamos a encontrar, si somos valientes, si nos apegamos a los valores más sagrados de la Revolución, del socialismo y del humanismo; de manera que con la misma valentía y con la misma convicción que podemos decir que no ha habido ni un solo torturado en el país ni desaparecido, ni muerto, podamos decir también en la cultura: nadie tiene una mejor política, nadie tiene una política en la cultura más revolucionaria que nosotros. Debemos tratar de alcanzar elevados niveles, como los hemos alcanzado en otras áreas, y nos podemos sentir orgullosos de lo que alcanzamos en la educación y sabemos que tenemos un mundo por delante que alcanzar. Ahora nos damos cuenta que podemos proponernos resolver las grandes lagunas que tiene nuestra educación. Podíamos tal vez haber empezado antes, pero estamos a tiempo de buscar una educación mucho más integral; tracémonos un programa con los recursos existentes, de las diversas fuentes y utilizando profesores, y utilizando incluso ese medio que es la televisión, podemos hacer excelentes programas.

Yo creo que a lo mejor el día que tengamos todos los maestros, quizás nos sigamos ayudando con la televisión, porque por la televisión se puede hacer una clase de geografía que no la puede hacer ningún profesor. Yo he visto incluso algunos documentales sobre la historia de la economía política y tiene una cosa gráfica, es de tal valor que uno tiene la impresión de que en cuatro horas ha aprendido cosas que no ha aprendido en toda la vida, porque le habla de Inglaterra, le saca allá los lugares, dónde nació Marx, de dónde salió el otro, y Adam Smith y David Ricardo, y cada una de las ideas acompañándola con la gráfica, con los ejemplos y todo. Con un conferencista hablando, de una manera amena, entretenida, y he tenido a veces la sensación de aprender en unas horas, con algunos documentales buenos, lo que no he aprendido leyendo muchísimo. Es por eso un tremendo medio. Creo que cuando tengamos profesores a lo mejor lo seguimos utilizando, para optimizar nuestro trabajo, para ayudar a los profesores, para captar más la atención de los alumnos.

Hoy nos encontramos con el hecho de que una gran mayoría de nuestros maestros que se han formado en estos años —primero entrando con 6to. grado, después con 9no.—, no tienen esa preparación, pero tenemos que ganar esa batalla, la podemos ganar. Debemos aspirar a decir: tenemos el mejor programa de educación estética que tenga cualquier país, y podamos decir: tenemos el programa de desarrollo de la cultura más revolucionario que pueda tener cualquier país, y sentirnos orgullosos de eso, si ganamos la batalla de la educación y logramos hasta que todo el mundo sea un fenómeno, que tenga una educación estética. Algunos dijeron con razón, “si no la tenemos, si no tenemos una buena política no vamos a alcanzar esa educación estética”.

Creo que podemos tener las dos cosas: el mejor programa de educación estética y la mejor política cultural, y decía que si en todo lo demás tenemos éxito y no tenemos éxito en esto, tendríamos que sentirnos avergonzados, tendríamos que sentirnos incapaces de resolver un problema de este terreno. Evidentemente ha sido el terreno en que han encontrado más dificultades los procesos revolucionarios y los países socialistas.

Trabajemos y luchemos para que podamos decir con gran orgullo: tenemos la política correcta, la mejor política, la más revolucionaria en el ámbito de la cultura. Y yo los invito a eso, a que nos propongamos metas altas.

Una vez dije que seamos una potencia cultural, pensaba que podríamos serlo; pero si no encontramos soluciones nuevas a viejos y nuevos problemas, no podremos llegar a ser una potencia cultural, y yo creo en eso como creo en todas las demás cosas, y creo que entre todos encontraremos soluciones a esos problemas. Por eso reafirmo lo que le decía al compañero —creo que fue al cineasta, está por allí—, que sí, que yo gustosamente me brindo para seguir estudiando junto a ustedes estos problemas, intercambiando con ustedes. Me interesa muchísimo, ¡muchísimo!, y veo como un reto el que nosotros seamos capaces de dar respuesta.

Ahora hay que trabajar, tienen que trabajar los compañeros del Partido, y entonces debemos comprometernos desde ahora —como estamos haciendo en otras cosas— en este campo tan importante, aquí donde tenemos el desafío este grande, y volvernos a reunir dentro de un año; igual que les prometí a los de la FEEM, para ver qué habíamos hecho. Prepararnos, si tenemos que usar en vez de un día, dos, venimos aquí, no es muy caro el alquiler de este local (Risas), atienden bien a la gente, dan café, dan comida, y entonces no tratar de hacerlo en un día, para no andar realmente maltratando los temas. Y yo propongo que empecemos a trabajar ahora mismo, después de esta reunión (Aplausos prolongados).

Voy a terminar ya con esta proposición: que dentro de un año nos reunamos dos días para discutir estos y otros problemas, y hacer un recuento de cómo hemos trabajado, cómo marcha nuestro esfuerzo y cuánto hemos avanzado en un año de trabajo. Tengo confianza, lo he visto en otras cosas.

Recuerdo que hace un poquito más de dos años tuvimos una reunión con todos los hospitales de la capital, es otro problema, pero que demuestra un buen método. En aquellos días había un 80 % de quejas y un 20 % de satisfacción; hoy está a la inversa: un 80 % de satisfacción, un 20 % de quejas. Allí se tomó, como aquí, por televisión aquella primera reunión, fue como en diciembre de 1985; después nos volvimos a reunir en diciembre de 1986, y hace poco ya —esta vez fue en enero, no pudimos tenerla en una fecha exacta— la tercera reunión. Si ustedes ven la diferencia. Nadie que hubiera visto la primera habría creído que antes de dos años se pudiera dar una reunión como la que se dio allí, el cambio tan radical, parecía que habían pasado 30 años.

Tal vez en nuestra primera próxima reunión no hayamos encontrado todavía soluciones para todo, pero estoy seguro de que habremos avanzado, y si necesitamos dos años, si necesitamos tres… Estoy seguro de que vamos a poder decir también una idea muy clara sobre todo esto, y hablando con una absoluta franqueza: el que se equivoque que diga que se equivocó; el que tenga una opinión: esto salió mal por esto y por lo otro, esto tiene tal cosa. Hablando así, como hemos hablado hoy; pero no así, como hemos hablado hoy: con más libertad con la que hemos hablado hoy, ¡con más libertad que la que hemos hablado hoy! (Aplausos.)

Esta primera reunión no ha sido mala, esta no se me parece a la primera con los hospitales; aquello era el desastre total y aquí no hay ningún desastre total, al contrario, ha sido una buena reunión y se ven muchas cosas positivas, pero también se ven todas nuestras inquietudes, se reflejan también todas nuestras preocupaciones y problemas. Estoy seguro de que dentro de dos años como máximo podremos tener un cambio abismal en cuanto a inquietudes, no en cuanto a calidad de esta reunión.

Creo que de todas formas, y por buena que puedan ser las futuras reuniones, estoy seguro de que esta reunión será histórica.

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación)