Intervención de Fidel en el primer Consejo Nacional de la AHS, en 1988

Fidel Castro Ruz
17/10/2018

El 7 de noviembre de 2016, a pocos días de su partida física, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz autorizó se publicara —hasta este momento permanecía inédito— su histórico discurso pronunciado el 12 de marzo de 1988, en el primer Consejo Nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), celebrado en el Palacio de las Convenciones, a manera de regalo para los miembros de esta organización por su aniversario 30, así como para el pueblo cubano todo, en medio de los desafíos que hoy enfrentamos.

Compañeros:

Pienso que el tiempo y las circunstancias no son propicias para una intervención prolongada. Vamos a ser prácticos —algunos decían que tenían un discurso por ahí y se les había trabado, el otro dijo otra cosa de las ideas que no quería ponerse a hablar ahora—, lo que quiero es trasmitir algunas impresiones de la reunión y, además, algunas conclusiones personales que saco de este encuentro.

Fidel durante su histórico discurso pronunciado el 12 de marzo de 1988, en el primer Consejo Nacional de la Asociación Hermanos Saíz. Foto: Archivo Periódico Juventud Rebelde

La impresión, realmente, creo que está en el ánimo de todos, no solo para mí, sino para todos, ha sido una buena impresión. Creo que nos vamos a retirar satisfechos del encuentro. Fue bastante fecundo, bastante productivo; ha hablado un gran número de compañeros, aunque otros no hayan tenido la oportunidad, al final algunos cedieron la palabra. No todo fue armónico todo el tiempo, ni era posible que fuera armónico todo el tiempo; surgieron algunas asperezas familiares dentro de esta reunión, pero contribuyeron a darle este carácter tan abierto, tan franco, tan sincero, tan espontáneo a la reunión, una reunión donde se han dicho muchas cosas, y donde se han dicho muchas cosas profundas, serias, muy serias.

Algunos compañeros han hecho referencia, como el compañero Armando, a la reunión aquella del año 1961; de eso ha pasado bastante tiempo. Armando refería los cambios, las diferencias entre aquella reunión y esta, es lógico, no en balde pasan casi 30 años de Revolución.

Si nos volvemos muy exigentes, quizás podríamos decir con espíritu autocrítico, o podríamos preguntarnos si hemos aprovechado bien estos 30 años de Revolución. Sin duda que todos estaríamos de acuerdo en que pudimos haberlos aprovechado mucho mejor; pero también sería justo decir que en estos 30 años se ha avanzado un trecho importante.

Para nosotros es una experiencia singular encontrarnos con esta nueva generación de intelectuales, de artistas, de creadores. A mí el término de creadores me gusta, lo uso más ampliamente, no solo para los escritores y artistas, sino también para los trabajadores que crean, los científicos, debemos tener ese concepto; incluso el que produce bienes materiales para la sociedad es creador. Pero es muy justo utilizar ese término para hablar de nuestros artistas, de nuestros intelectuales y de nuestros escritores.

Digo que es una experiencia singular, porque estamos viendo el fruto de la Revolución. Martí dijo una vez: “Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino”. El fruto de nuestra Revolución, con sus defectos, es el fruto de nuestra Revolución, y, realmente, no es un fruto agrio. Los que hemos estado aquí compartiendo este día junto a ustedes, hemos podido palpar todo lo contrario: un fruto dulce de la Revolución.

Ha habido una serie de características, que no por habituados que estemos a cosas positivas, a cosas estimulantes, deja de llamarnos la atención: la seriedad con que se habló aquí, la confianza, la franqueza. Dije, anteriormente, la profundidad; diría, incluso, el nivel de las intervenciones, tanto por las ideas expresadas como por la forma en que fueron expresadas. A mi juicio, entrañan una verdadera promesa para nuestro país.

Yo constato en esto algo que vengo observando en nuestro país, no importa cuán inconformes seamos, pero yo veo muchas cosas positivas en nuestro pueblo, muchas, muchas; veo muchas cosas positivas en nuestra juventud, y no participo de esa “soledad del poder” de que habla García Márquez que escribió un prólogo por ahí con la fantasía de Cien años de soledad (Risas). Dijo, incluso, que una vez me había comido 18 bolas de helado. Y no estaba tratando de presentarme a mí como un glotón, sino todo lo contrario, muy medido, muy disciplinado, pero que un día me comí 18 bolas de helado. Eso es de la imaginación de García Márquez, que ve a la gente volando por el aire y todo eso (Risas). Creo que nunca me he comido más de cinco bolas de helado, como cosa excepcional o superexcepcional. Puso 18, pero no puso 28 de milagro.

No conozco eso que se llama la soledad, porque cuando uno puede compartir con su pueblo —y yo trato de compartir lo más posible— se encuentra, precisamente, la antítesis de la soledad, y me siento, en ese sentido, el hombre más acompañado del mundo (Aplausos prolongados). Me mezclo mucho con el pueblo y nunca me sacio de mezclarme con el pueblo, y constantemente veo personas maravillosas en nuestro país, y no estoy pensando solo en los que están cumpliendo misiones internacionalistas, corriendo riesgo, en una conducta heroica; si precisamente en estos días los recordaba, cuando se mencionaba a los grupos de artistas que fueron a Angola.

Hemos visto en estos meses miles y miles de compañeros partir hacia allá, cuando se les habló, cuando se les explicó, cuando vieron, incluso, el sentido de ayudar a sus propios compañeros, con un entusiasmo increíble; así, con un entusiasmo increíble, con una disciplina, con una decisión. Y, realmente, ha cambiado la correlación de fuerzas allí; ya ha cambiado. Los arrogantes y prepotentes sudafricanos, la raza superior; el país de la raza superior, la gran potencia lleva más de 100 días tratando de tomar un pedazo del territorio de Angola en Cuito Cuanavale y no ha podido tomarlo, se ha roto los dientes con eso.

Nosotros no estábamos allí en ese lugar, eso estaba lejos de nuestras posiciones, hacia el este del flanco izquierdo nuestro, una buena distancia. Primero, mandando algunos grupitos de asesores, algunos compañeros de Tropas Especiales de Seguridad, ayudando a los angolanos, en la artillería, en algunos tanques, se fue levantando la resistencia. Después, la aviación nuestra, nuestros pilotos han escrito una proeza increíble, porque una de las cosas que hicimos fue mandar a los mejores pilotos del país para allá, ¡los mejores!, y allí es donde hacían falta, porque aquí para defendernos tenemos a todo el pueblo, pero allí era nuestro ejército.

¡Es increíble! Espero que algún día se puedan conocer las proezas que han hecho allí, pero han ganado la superioridad en el aire. Los prepotentes sudafricanos rehúyen el combate en el aire. Nuestros aviones están a pupilo todo el día allí en Cuito Cuanavale sobre el enemigo, sobre las tropas sudafricanas blancas, porque ellos tratan de hacer la guerra con el mínimo de bajas blancas; con tropas llamadas de defensa de Namibia y también con tropas de la UNITA, que es una organización mercenaria a su servicio, y les han hecho tremendas bajas. Pero lo más importante: comprometieron su honor, su prestigio en tomar aquello y no han podido tomarlo; porque en un momento dado mandamos unidades de tanques, de infantería blindada allí. Nos metimos en aquella ratonera, que se ha vuelto la ratonera del enemigo, y ahora tienen que tomarla.

Les hablo de esto, me embullé y les hablé un poco de estas cosas en detalle porque uno quisiera que supieran, y cualquier día lo sabrá también todo el pueblo, cómo se ha portado nuestra gente. Y para dondequiera, cualquier movimiento, cualquier cosa, con qué entusiasmo, con qué confianza; uno tiene unas pruebas constantes. Pero no me refiero a ese heroísmo de la gente entre aquellas cosas que a uno le impresionan; todos los días me impresiono viendo gente sencilla del pueblo que no están en la guerra, que no están en una situación dramática y se comportan de una manera tan excelente, tan buena.

Hace unos días hice un recorrido con dos secretarios del partido soviético: Dobrynin y Medvédev, que son dos secretarios que vinieron a una reunión que tuvimos aquí. Me fui una mañana con ellos y empecé a recorrer lugares que son modelo de espíritu de trabajo: pasé por el contingente, pasé por Ingeniería Genética, por Inmunoensayo. En un tramo pasamos por una serie de puntos, terminamos por allá por la EXPOCUBA, donde hay más de 1 400 trabajadores de la capital —microbrigadistas, fundamentalmente— preparando el Centro de Exposición Permanente de los Logros de la Ciencia y la Técnica, y cuando salieron de allí…

Porque empezaron a preguntarle a la gente; a muchos que nos visitan les cuesta trabajo entender y preguntan, y voy a decir algo más: a veces a nosotros nos cuesta trabajo explicarlo: bueno, ese fenómeno, ¿por qué?

Allí había muchas mujeres, les preguntan ellos: “¿Tú de dónde eres?”. “De aquí, de allá”. “¿Dónde te gusta estar más?”. “Bueno, nos gusta estar aquí”. Y allá estaban trabajando ocho horas, si acaso cumplían la jornada. Aquí trabajan 12, 13, 14; mujeres que viven a veces por Regla, por Guanabacoa. Imagínese la ruta que tienen que seguir para llegar, y estar después 12 y 14 horas.

Mucha gente me preguntaba y yo les digo: pregúnteles a ellos. Y tienen cada respuesta. A algunos les dicen: “¿Dónde te gusta más?”. “Aquí”. “Pero, ¿por qué aquí?”. “Bueno, porque aquí vemos el fruto del trabajo, lo vemos; somos una familia, hay un espíritu”, y dan unas respuestas que son impresionantes.

Cuando salíamos, uno de ellos dijo: “Bueno, es que aquí hay un clima político excepcional”. Y yo saqué la conclusión: sí, es verdad; hay un clima, derivado de esa actitud de nuestra gente, que es excepcional. Estoy seguro, sin exageración, de que no se ve hoy en ningún otro país del mundo; lo puedo decir sin chovinismo, sin exageración.

Ayer mismo, viernes, con una delegación de norteamericanos que estaba aquí, incluso un senador, dije: “Voy a dar una vuelta tres horas”, y los llevé a dar una vuelta. Me detengo por allí —se me ocurrió de paso, iba a otros lugares—, entro en el hospital “Albarrán”, que lo están ampliando a una velocidad récord, y desde que llegan se topan cosas extrañas para ellos: una brigada de trabajadores del hospital, un grupo de médicos, tienen un programa, que se van rotando 15 días de trabajo, junto a los obreros, pero incluidos cirujanos, y no es que estén haciendo un disparate o algo que les pueda lesionar las manos, pero están de ayudantes, ponen ladrillos, les dan un ejemplo a los trabajadores, dignifican el trabajo de los trabajadores, porque ellos pueden convertirse en ayudantes de albañiles, carpinteros, de lo otro, pero fue notable; había mujeres médicos, hombres médicos, y explicándole allí al norteamericano qué hacían, cómo lo hacían; voluntarios de todas clases, estudiantes, y a una señora le preguntamos: “¿Usted, señora, de dónde es?”, Dice: “Bueno, yo estoy de vacaciones”. Digo: “¿Y cuantos días tiene de vacaciones?”. “Quince, pero le voy a dedicar días a este trabajo”.

Se ven tantos ejemplos no excepcionales, sino masivos, al extremo que tienen mucha más gente pidiendo un lugar allí para hacer algo, que puestos de trabajo para la gente que va a solicitar.

Fuimos un poco más adelante y vimos un hospital que se está ampliando, que se inauguró hace 14 meses, que es el Cardiocentro, donde se hacen operaciones de niños muy complicadas, de mucha responsabilidad. Se está haciendo un motel para que los niños, o antes de ingresar o después, no ocupen camas; si a un niño de Granma, de Manzanillo, de Baracoa tienen que estar observándolo 15 días después de operado, hasta 20, pero ocupa camas en el hospital, eso amplía en 30 camas, y hay una gente que está construyendo allí.

Y me encontré una cosa impresionante, pero lo bueno es que estaban los yankis viendo todo aquello; eso es un fenómeno rarísimo, una sociedad tan enajenada no puede entender eso. Nos encontramos con el fenómeno de una abuela que había sido maestra, la hija que era maestra también y un niño de 8 años, que se llama Alexis. Yo veo aquel niño de 8 años que está allí, llegaron a saludarnos. Les digo: “¿Qué está haciendo?”. Dice: “Él carga arena con la pala…”. “¿Dónde estaba trabajando?”. “Allí”. “Déjenlo que vaya, quiero verlo trabajar, cómo trabaja ese niño de 8 años y qué hace”. Y si ustedes ven al niño cuando llega con una seriedad tremenda, empieza a cargar la arena, después a cernirla.

Entonces yo digo: “¿Y la abuela, qué edad tiene?”. Dice: “Setenta y tres”. “¿Y usted qué hace?”. “No, yo hago lo mismo”. Y les digo: “¿Por qué no van los dos allí y hacen lo que normalmente ustedes están haciendo aquí?”. Y allí se fue la abuela de 73 años y el nieto de 8 años, y si ven aquella pareja, la abuela y el nieto, haciendo un trabajo útil, no matando el tiempo, sino haciendo un trabajo útil. Aquella señora que había llegado, me había abrazado, yo la veía como debilita, como gastada, y cuando agarra la pala era impresionante, era como si se transformara, parecía una atleta, lo digo así de verdad, con su pala. Pero me di el gusto de que el senador y todos aquellos norteamericanos estuvieran viendo aquello (Risas). Nadie podía imaginarse eso, nadie sabía que íbamos a ningún lugar, y había estudiantes de Medicina que estaban en su día libre trabajando allí.

Después nos fuimos al hospital, a enseñarles el Cardiocentro, que es un centro de nivel mundial, y no dudo de que se va a convertir en uno de los mejores del mundo, por lo que estuvimos viendo allí, la consagración de la gente. Hay una parte en el tercer piso, donde está la terapia intensiva de los postoperatorios, y por unas ventanas de cristal, que es por donde pasa la familia, se podían ver, y ahí había cinco niños de días y de meses, niños de 13 días a los que les habían salvado la vida en complicadas operaciones. No pude menos que sentir una gran satisfacción de que los norteamericanos fueran testigos de esa proeza que estaba teniendo lugar allí.

Un poquito más adelante había un niño como de seis o siete años, tenía 24 horas, que no fue necesario operarlo, porque ya hay otros procedimientos: un catéter por una arteria, y le llega hasta el pulmón y le ensanchan un conducto reducido y le salvan la vida al niño sin operarlo ya. Esa es una técnica bastante sofisticada. Yo mismo, que voy allí a cada rato —creo que ya me he anotado la visita número 27 a ese centro, a veces llevo visitantes, una vez a Daniel Ortega, a los mismos soviéticos los llevé allí—, me quedé impresionado de cómo aquellos médicos, en tan breve tiempo, han hecho adelantos tan grandes, con un porcentaje de supervivencia elevadísimo, y que estén haciendo lo que están haciendo a gente que morían allí, y los yankis viendo. Esto fue al día siguiente de la gran cosa de los derechos humanos, una cosa muy ejemplar.

Salimos y pasamos por el Centro Nacional de Exposiciones, había allí también un montón de gente, y a conversar, y los yankis que les pregunten. Nos fuimos después a ver los umbráculos nuevos, que es una obra de arte en el Botánico, una cosa realmente preciosa han logrado allí.

Después, cuando nos íbamos, nos encontramos la Brigada 2 del “Blas Roca”. Era casi de noche ya, como a las 7:00, y unos camiones yendo y viniendo, y les digo: miren la hora que es, ¿ustedes saben cuándo empezaron? A las 7:00. Digo: vamos a detenernos aquí a conversar. Porque él estaba preguntando por qué, cómo era posible, que si eso es porque la Revolución era como un árbol que retoñaba, y yo le decía: “Hay un estado anímico en la gente muy bueno”. Y le digo: “Mire, pregúnteles a ellos, hable con ellos y pregúnteles por qué”. Y le dice a aquella gente: “¿Ustedes a qué hora empezaron?”. “A las 7:00”, eran las 7:00 de la noche, y están hasta las 10:00, hasta las 11:00. A aquellos hombres hay que estarles prohibiendo que se extralimiten en lo que están haciendo.

Después me quedé pensando que en un tramo tan pequeño, de unos pocos kilómetros, en una sola dirección —porque hubiéramos podido llevarlos a Guanabacoa, a La Lisa, a cuarenta lugares, hubiéramos podido preparar 40 circuitos como ese—, en un brevísimo circuito todas estas cosas, que uno lo ve en la gente y uno lo que hace es sentir admiración por la gente; la verdad, es sentir admiración, así. Yo creo que también el amor se hace de cariño hacia la gente, de admiración hacia la gente, de una alta valoración de la gente, cuando usted ve que la gente se comporta así. Y son ancianas, abuelas, nietos de cualquier edad, escolares; no hay una obra de esas donde no haya un montón de escolares. Digo: “Estoy seguro de que esto no se ve en ninguna parte del mundo”. Es que nuestra Revolución fue muy autóctona, es la realidad, no nos la regaló nadie, no nos la hizo nadie; ha recibido gran colaboración y ayuda, de lo cual estaremos eternamente agradecidos, pero es una revolución muy autóctona.

Creo que si aquí en la cultura se dijo que no hubo errores estratégicos, en la Revolución no hubo errores estratégicos; hubo algunos períodos en que nos invadió el mecanicismo, el tecnicismo, el tecnocraticismo, el teoricismo y el mercachiflismo (Risas). Por eso ustedes me ven, a veces, que yo reacciono… El mismo Patricio puede haber visto que yo reaccioné un poquito a la idea del autofinanciamiento; no, es que yo pienso que tenemos que hacer un enorme esfuerzo en todo lo relativo a controles, costos, productividad. Pero no se logra eso con esos mecanismos. Los trabajos que estamos haciendo ahora sí están generando una productividad increíble.

Cuando ustedes hablaban de los problemas que tenían con la estabilidad del trabajo, dificultades de ese tipo por culpa de leyes desde el año 1981, los de antes y los de después, ustedes no se imaginan en las fábricas, en los centros de trabajo, cuántas cosas hay que cambiar también, porque traban la eficiencia, traban la productividad, traban todo. Nuestra propia legislación laboral, paternalista, muchas veces promueve la indisciplina, premia al peor y no al mejor; pero, sobre todo, los perfiles estrechos, las plantillas infladas. Nosotros decíamos: ¿Por qué se inflan tanto las plantillas? Y es que sencillamente esos perfiles estrechos dan lugar a que en un lugar como este haya cinco gentes haciendo cosas que las puede hacer uno: uno limpia estos asientos, el otro las paredes, el otro el piso, el otro hace cosas, y uno podría hacerlo, cinco no tienen contenido de trabajo para ocho horas y se están todo el tiempo sin hacer más nada.

Les puedo citar el ejemplo de la termoeléctrica, que ya empieza a funcionar en estos días, de 330 000 kilowatts, en Matanzas, que de acuerdo con las normas tradicionales iba a llevar 650 trabajadores, y cuando se aplicaron todos estos conceptos, para buscar de verdad contenido de trabajo, perfil ancho, multioficio, va a funcionar con 249 trabajadores. Yo dije: incluso a estos trabajadores les podemos poner mejor salario, porque dándoles una pequeña parte de los casi 100 000 pesos que ahorramos mensuales, al ahorrar más de 400 trabajadores, es una cosa práctica para mejorar, incluso, los ingresos de las personas.

Nosotros estamos descubriendo el secreto, el verdadero secreto; son trabas creadas históricamente o en la misma Revolución, tendencias que han dado lugar a esos fenómenos de las plantillas infladas. Claro, eso no lo vamos a aplicar; eso lo estamos aplicando en centros nuevos, en fábricas nuevas, en un hospital que se amplía. Ese mismo hospital, el “Albarrán”, se amplía, es de 300 camas y se amplía en 450 más, y me decía el director ayer: “nosotros teníamos 2,6 trabajadores por cama, y ahora, con la ampliación y racionalización, tendremos 1,7. En esta nueva obra, el nuevo empleo equivale a 0,8 trabajador por cama”. Es decir, él amplía allí; si hubiera seguido lo tradicional, ponía 2,6 por las 450 camas, y ahora solo añade 0,8 trabajador por cama, mucho menos de 400 camas.

Estamos viendo unas posibilidades tremendas de buscar eficiencia, de buscar productividad, estamos encontrando los caminos.

Otra de las trabas: los famosos escalafones. En el Congreso de la Juventud nos dimos clara cuenta de aquello, nos ayudó mucho el Congreso a hacer otro descubrimiento de las cosas que traban: les daban el puesto no al mejor, no al más calificado, no al más apto, sino al más antiguo. Incluso si iban a formar una enfermera para terapia intensiva pediátrica, tenían que buscar a la más antigua, no a la que tuviera más condiciones, más vocación, más preparación, y todos esos aspectos relacionados con el escalafón, que también traban.

Aquí tenemos una especie de escalafón también, que está trabando, que está impidiendo el acceso de mejores gentes. No es solo la cuestión de la estabilidad en el empleo, aquí se dijo, y Luis Alberto lo dijo, “la cuestión de la calidad se afecta mucho”, porque también el artista quiere no solo tener un empleo estable, quiere expresarse, quiere dar al pueblo, y allí puede haber alguien que no tiene esas condiciones, y él no puede hacerlo. Es decir, no es solo económico, no es solo social, en lo respectivo a la calidad, todo eso, tenemos muchas trabas de esas.

Gerardo Alfonso en primer plano, detrás a la izquierda Silvio Rodríguez, durante el discurso de Fidel en el Consejo Nacional de la AHS en 1988. Foto: Archivo Periódico Juventud Rebelde

Baste decir un ejemplo: en una empresa militar industrial, fueron a poner en práctica muchas de estas ideas del multioficio y a hacer una cosa bien racional, tenían que violar como 62 disposiciones legales de distinto tipo. Se autorizó a título experimental, pero eran 62 disposiciones legales. No se imaginan ustedes la cantidad de trabas que estorban la eficiencia económica, la calidad, la productividad. Por eso digo: no es que nos hayamos olvidado de todo lo relacionado a la contabilidad, los costos.

El contingente “Blas Roca” les puede decir cuánto cuesta cada metro que hace, todo, todo: el gasto en combustible, el gasto en equipos, el gasto en aceite, el gasto en materiales, el gasto en salario, lleva la cuenta ahí. Déjenme decirles que produce a la mitad del costo que lo que se producía habitualmente. Digo: ahora sí vamos a saber qué vale un kilómetro de carretera, porque antes no; confundían el presupuesto, el valor de los costos, y entonces ponían un presupuesto de 10 millones. Usted le pone 10 millones al contingente “Blas Roca”, lo tradicional, y se lo hace en 5 millones. Se ha logrado una eficiencia tremenda.

Segunda parte

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