A pesar de que enfrentamos a la enfermedad, el confinamiento y el aislamiento, mucha gente no ha dejado de bailar. Al ser liberación, complicidad, exploración de sí mismo, del propio cuerpo y del espacio, la danza constituye un valioso medio de escapatoria en estos tiempos de confinamiento, ya se practique en solitario, en grupo, en el secreto de una habitación o, por el contrario, en un encuentro digital.

Hoy más que nunca necesitamos la danza y nuestra Organización desea dar las gracias de todo corazón al conjunto de las instituciones, compañías y personas que actualmente llenan las plataformas digitales con la danza, ya sea compartiendo grabaciones de actuaciones pasadas o venciendo el confinamiento a través del arte.

Ahora bien, la danza es un arte de presencia, de ser posible, y a pesar de estas iniciativas, está sufriendo la situación actual. En este Día Internacional de la Danza, deseo expresar el pleno apoyo de la Unesco a todos los bailarines, trabajadores temporales del espectáculo y artistas que atraviesan tiempos difíciles, sumidos en la incertidumbre sobre sus empleos e ingresos futuros, y que carecen de los espacios y los medios para mantener su arte, crear y compartir.

Debemos tener muy en cuenta estas dificultades y velar por que se preserven y apoyen todas las prácticas y tradiciones de la danza y los bailes porque representan un patrimonio valioso y una fuerza vital para la humanidad.

Alicia Alonso, la gran bailarina cubana y Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco, tristemente fallecida el pasado mes de diciembre, decía que la danza era un diálogo  “arraigado en los aspectos más bellos y profundos de la humanidad”. Como lenguaje universal que nos une, la danza expresa la inagotable capacidad de la humanidad para imaginar, soñar y comunicarse, que es lo que tendremos que hacer para inventar juntos el mundo del mañana después de la crisis.