Un libro nuevo es siempre un motivo de alegría,
una verdad que nos sale al paso,
un amigo que nos espera,
la eternidad que se nos adelanta,
una ráfaga divina
que viene a posarse en nuestra frente.
José Martí

“Golpea el martillo de invierno los tablones de la Feria del libro. (…) Son los días en que el libro sale de sus vitrinas y recovecos, donde, únicamente recibe las caricias y el trato de los curiosos y de sus amantes decididos”.

Así escribe el poeta, narrador y ensayista José Lezama Lima, en su libro Tratados en La Habana (1958), sobre la organización, en la capital cubana, a fines de los años 40 de la pasada centuria, de una feria del libro.

Texto que he revisitado ahora, a propósito de que, por estos últimos días del mes de abril del año 2022, la ciudad vuelve a ser sede de la Feria Internacional del Libro de La Habana, ya en su trigésima edición.

Como algunos tal vez erróneamente imaginen, no es la feria del libro que comentaba el autor de Paradiso, el primer encuentro de sus características llevado a cabo, a lo largo del tiempo, en la Isla.

Antes de esa fecha, entre el 20 y el 27 de mayo de 1937, con el apoyo de los intelectuales Emilio Roig de Leuchsenring y José Luciano Franco, los habaneros pudieron visitar las instalaciones de la Feria del Libro entonces convocada.

“Entre el 20 y el 27 de mayo de 1937, con el apoyo de los intelectuales Emilio Roig de Leuchsenring y José Luciano Franco, los habaneros pudieron visitar las instalaciones de la Feria del Libro entonces convocada”.

Como puede leerse en la prensa de la época, la zona comprendida entre la explanada de La Punta, Malecón y el Paseo del Prado, fue la seleccionada para esta fiesta del libro y la lectura.

Librerías tan conocidas como La Moderna Poesía, Minerva, La Casa Belga, P. Fernández y compañía, Martí, Económica, La Divulgación Literaria, Sudamericana y Escuela Nueva participaron en la cita.

Otras entidades e instituciones —entre ellas la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, la Colonia Hebrea, la revista Carteles, la editorial Trópico y la Oficina del Historiador de La Habana— ocuparon, igualmente, espacios en la feria.

Como también reseñaron los periódicos y revistas, la inauguración estuvo a cargo del alcalde de La Habana, Antonio Beruff Mendieta, y del escritor Alfonso Hernández Catá y actuaron la Orquesta Sinfónica y los Niños Cantores de Viena.

Las palabras de clausura fueron pronunciadas por el hispanista José María Chacón y Calvo, quien por entonces se desempeñaba como director de Cultura del Ministerio de Educación.

No fue hasta el año 1982 en que se convocó la primera edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, con sede en los salones del Museo Nacional de Bellas Artes y con la presencia de algunos países latinoamericanos como observadores.

Resulta oportuno recordar los acontecimientos que permitieron poder celebrar, hace ahora cuatro décadas, aquella feria que, bajo el lema “El libro: fuente de amistad entre los pueblos”, se dedicó a José Martí, Nicolás Guillén y Jorge Dimitrov.

A pocos meses de la victoria del Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro, mediante la Ley 187 del Gobierno Revolucionario, se creaba, el 31 de marzo de 1959, la Imprenta Nacional de Cuba.

“Son los días en que el libro sale de sus vitrinas y recovecos”. Foto: Tomada de ACN

Con la publicación, en cuatro tomos y una tirada de cien mil ejemplares, de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, se iniciaba en la Isla una monumental cruzada a favor de la educación y la cultura.

Con Palabras a los intelectuales, discurso del Comandante en Jefe en la clausura de varias reuniones de intelectuales celebras en la Biblioteca Nacional José Martí, en junio de 1961, nacía la política cultural de la Revolución Cubana.

En agosto de ese propio año, el Poeta Nacional Nicolás Guillén fundaba y presidía la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, organización que agrupa, desde entonces, la vanguardia intelectual del país.

Culminaba el año 1961, en diciembre, aún fresca en la memoria la victoria del pueblo en las arenas de Playa Girón, la primera gran derrota imperialista en tierras americanas, con la declaración de Cuba como territorio libre de analfabetismo.

Ya en el año 1962, el narrador, periodista y ensayista Alejo Carpentier fundaba y dirigía la Editora Nacional de Cuba y surgía así el embrión de un sistema editorial nunca antes imaginado en la Isla.

Ediciones Revolucionarias, otro inteligente proyecto animado en 1965 por Fidel, posibilitó, frente al bloqueo y los acuerdos sobre propiedad intelectual, publicar en Cuba los libros exigidos por la educación.

Para 1967 se fundaba el Instituto del Libro —hoy Instituto Cubano del Libro—, institución que comenzaría a rectorar la edición, comercialización y promoción de libros y publicaciones seriadas en el país.

Todas estas acciones resultaron propicias para pensar en la posibilidad de organizar, desde 1982 —primero cada dos años y, desde el 2000, con una frecuencia anual— la Feria Internacional del Libro de La Habana.

Una feria que no solo se ha caracterizado por brindar el escenario preciso para la comercialización y promoción del libro cubano en el mundo, sino también —y de manera muy especial— por ser una gran fiesta para toda la familia.

Presentaciones de nuevos títulos de editoriales nacionales y territoriales, coloquios y paneles, exposiciones de artes visuales, conciertos y recitales, muestras de cine, conforman el programa general de estos encuentros.

Son varios los datos a recordar, si se pretende contar la historia de las Ferias Internacionales del Libro de La Habana, entre ellos que, a partir de 1998, se dedica, cada edición, a un país como invitado de honor.

A esa dedicatoria se suma, desde el año 2000, el homenaje rendido a uno o varios escritores cubanos, galardonados con los Premios Nacionales de Literatura y de Ciencias Sociales y Humanísticas, y la designación, como sede central, del parque Morro-Cabaña.  

“Una feria que no solo se ha caracterizado por brindar el escenario preciso para la comercialización y promoción del libro cubano en el mundo, sino también (…) por ser una gran fiesta para toda la familia”.

Dos años más tarde, por feliz iniciativa de Fidel, la feria, luego de su etapa habanera, comenzó su recorrido por las capitales provinciales del país y el municipio especial Isla de la Juventud.

Ahora, luego de su posposición por la pandemia, regresa la Feria Internacional del Libro de La Habana, con México como país invitado y dedicada a Luis Álvarez Álvarez y Alberto Prieto Rozos, Premios Nacionales de Literatura y de Ciencias Sociales y Humanísticas.

Un amplio catálogo —con libros en papel y en soporte digital—, junto a un variado programa artístico-literario, despiertan el interés de quienes visitan las sedes de la cita: el parque Morro-Cabaña, el Centro Histórico habanero y otras instituciones y espacios de la capital cubana.

Regreso a las páginas de Tratados en La Habana y a ese texto en que el fundador del grupo Orígenes comenta sobre aquella feria del libro, celebrada en las postrimerías de la década del 40 del siglo XX. 

“Saltan ahora los titulares, los márgenes, los tipos de letra, danzando con ritmos mayores para los paseantes que no iban directamente a su búsqueda, distraídos y somnolientos, y a los que hay que llevarles el libro con sorpresa y disimulos para que caigan en su trampa de delicias”.

Certero juicio de José Lezama Lima que, a pesar del tiempo transcurrido, mantiene su lozana vigencia y se convierte —quién puede dudarlo— en gentil invitación a visitar la 30 Feria Internacional del Libro de La Habana y así descubrir esa trampa de delicias que es siempre un libro.