Ivette Cepeda: ángel para un principio

Belén Cañas López
12/11/2018

Me declaro profundamente emocionada. He decidido comenzar este amago de crónica desde la sensación, solo así se puede relatar lo que aconteció en el teatro Karl Marx durante los conciertos que ofreció Ivette Cepeda los días 10 y 11 de noviembre. Las emociones que esta gran intérprete cubana es capaz de despertar en el público rebasan el mero cronotopo del espectáculo. Pareciera que en su voz las canciones llegaran al punto alquímico del sentimiento puro, que luego cada cual revive a su manera.

 Fotos: Ariel Cecilio Lemus
 

A las cinco en punto de la tarde del segundo día de concierto, tras bambalinas se abrían los primeros acordes de una orquesta ideada para la ocasión. La expectativa del público creció durante unos pocos segundos donde solo sonaban los instrumentos, enseguida apareció la intérprete de la mano de la poesía de un grande de la Nueva Trova, Vicente Feliú. Estaba cantando El primer día. Su público, que aseguro la intuye, casi imperceptiblemente tarareaba desde las primeras sílabas. A esta le siguieron una veintena de canciones cuidadosamente enhebradas desde la sensibilidad. El repertorio de ambas noches fue casi idéntico, y derivó en un sincero homenaje a la canción cubana. La banda sonora de más de una generación inundó el Karl Marx de emociones encontradas durante las dos horas de actuación. Los que estuvimos allí salimos del teatro a la incipiente noche habanera con una convicción: Ivette, corazón en garganta, nos sigue salvando el alma.

No solo la voz entrega esta mujer en el escenario, ella lo da todo en una interpretación, mezcla de grandilocuencia y sencillez. Incapaz de renegar de sus esencias, la maestra que le late dentro se deja ver entre canciones, siempre hay un espacio donde conversa, nos implica, nos enseña. Entre anécdotas y confesiones procuró un reto de amor para los cubanos, entre todos los cubanos, desde la música. Y cuando no cupo más en el escenario, mientras cantaba Cosas del corazón, se dio por completo a la gente… la cuarta pared cayó irremediablemente, Ivette bajó a la platea, con la voz acuosa y los ojos salinos, a cantar con su público. El concierto del domingo prescindió de esquemas fijos, fueron los sentimientos quienes prevalecieron.

Y cuando no cupo más en el escenario, mientras cantaba Cosas del corazón, se dio por completo a la gente…
 

Cepeda escogió no solo uno de los teatros más emblemáticos de La Habana, sino el que representa mayor reto por su inmenso aforo, para celebrar, con dos días de concierto, veinticinco años de vida artística, tres producciones discográficas y, sobre todo, diez años junto al Grupo Reflexión. Su público supo regalarle, con dos jornadas a teatro lleno, un coro afinado desde el corazón y el insistente reclamo de más.

Ivette Cepeda, consagrada ya entre las grandes intérpretes de la Isla, demostró que la temeridad de defender una canción de alma y neuronas puede llenar dos días seguidos el teatro más grande de Cuba, y que este pueblo sigue ávido de las buenas letras que agranda con su voz. Ivette pertenece a esa estirpe necesaria que hace a un lado el facilismo mercantil de lo mediocre y se aferra a las Canciones, sabiendo que, al final, son ángel para un principio.

Que nos dure esta Maestra que tan bien canta.

Entrevista a Ivette Cepeda