Muchas veces he escuchado que a “la juventud” hay que atraerla hablándole de lo que “le gusta”, en los términos que le gustan, etc. Es como si asumiéramos que lo que “les gusta” a los jóvenes es un universal esencialmente bueno, quiero decir, justo. Lo que pasa es que ese enfoque peca de ingenuidad y encierra un riesgo, porque, en definitiva, ¿qué es lo que le gusta a la juventud y dónde se produce ese modo de subjetivación?

En el mundo jodido en que vivimos los gustos también son producidos por dispositivos ideológicos, culturales, mediáticos y comunicacionales muy poderosos, reticularizados, etc., que pueden llegar a tener un mensaje muy nocivo. Su fin es el de la ideotización, y las juventudes son uno de sus públicos meta preferidos. Imaginen la utilidad que tiene para el capitalismo formar, en las regiones que más explota, una masa de jóvenes que sueñan con marcas y consumo sin cuestionar nada de lo que pasa a su alrededor.

“Esta foto es la de un Jálogüin cubano en el siglo XXI”. Foto: Tomada del post de la autora en Facebook

Con la llegada del entorno virtual, Cuba no está al margen. Prefiero enfocar las cosas así: a la juventud hay que motivarla a pensar críticamente frente a esos dispositivos de vigilancia y pedagogización de la banalidad, de la homogeneización cultural, del consumismo y de la violencia; mecanismos de colonialidad cultural.

Hay que escuchar a los jóvenes, conocerlos, entender las contradicciones que expresan y atender sus modos de representación. Ello no significa hablarles necesariamente de lo que “les gusta” y ya —lo cual es el camino más fácil—, ni cambiar la función de educar por la labor de propagandistas del statu quo.

Lo difícil es provocarlos a mirar lo que no habían visto hasta entonces, invitarlos a amar su cultura diariamente agredida, y mostrarles con pasión los valores que forjaron la historia de nuestra nación y nuestro continente, que son los valores de la igualdad, la justicia y la libertad. Eso sí es un reto. Demanda mucha innovación e ingenio. No se trata de hablarles simplemente de lo que desean oír (como dice Cortázar, es fácil ser fama), sino de instarlos a pensar a contracorriente.

“Es hermoso y vital lo que se esconde en la vida de nuestros pueblos y en la cultura que ha quedado como registro histórico”.

Ellos, los neocolonizadores tienen recursos a su disposición y los utilizan hasta el cansancio. Nosotros tenemos un sistema público de medios de comunicación masiva: televisión, prensa, editoriales (en crisis, pero ahí sale uno que otro libro) y revistas. Tenemos cada una de las aulas de nuestras escuelas y universidades. Tenemos también presencia en redes sociales digitales. ¿Cómo las estamos usando para educar a contracorriente?

Frente a la invasión a la que estamos asistiendo, nuestros planes y programas de estudio en todos los niveles están faltos de más pensamiento social radicalmente anticolonialista. Nuestros medios, incluso nuestras redes. Que el miedo al teque no nos paralice. Hay que hablar de lo importante con amor, con ingenio, con términos ajustados a estos tiempos, pero hay que hablar. Es hermoso y vital lo que se esconde en la vida de nuestros pueblos y en la cultura que ha quedado como registro histórico.

Lo que “les gusta” es una producción social y tenemos que disputar la hegemonía al respecto.

Tomado del perfil de Facebook de la autora

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