“Joven cubano artista revolucionario. ¿Para qué?”

Pedro Luis Rodríguez González
22/10/2018

Termina el 3er. Congreso de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y, luego de varias sesiones de debates, un tema ha logrado hacerse protagónico en la mayoría de los espacios. Y es la preocupación de los jóvenes creadores sobre ¿cuál es el país que queremos para el futuro y qué papel nos tocará jugar en él como artistas?

En la actualidad se han diversificado enormemente las fuentes de realización y de consumo de los productos culturales. Las instituciones han perdido el control sobre gran parte de los contenidos que circulan en nuestra sociedad, y el modelo de actualización del país ha priorizado las trasformaciones económicas por encima del debate sobre la cultura y las ideas.

Esto ha derivado en la ausencia, desde hace varios años, de espacios para un debate político-cultural profundo y creador, donde se discuta sobre ideas, pensamiento y no sobre temas de financiamiento, condiciones de producción o espacios de exhibición. La falta de este debate ha provocado la instauración de una especie de metodología de trabajo absolutamente verticalista.

En este contexto y con esa filosofía surgen nuevas medidas legales que el Estado ha aprobado, queriendo revertir tendencias negativas en el seno de nuestra sociedad, intentando combatir los focos donde se producen o se consumen los productos banales o de la llamada seudocultura, que tanto están deformando el gusto de los cubanos.

De esta forma, nos encontramos otra vez con una acción que parte de un buen propósito, pero que se convierte en un error por la forma en que se materializa. Y es que tomar cualquier decisión sobre la creación sin la participación de sus protagonistas, los artistas, es una fórmula que ha llevado más de una vez al fracaso.

Entonces, ¿qué hacer ahora? ¿Cómo revertir el estado de opinión de nuestros creadores dentro y fuera de la Isla? Incluso, ¿cómo combatir la manipulación que los enemigos de la Revolución están haciendo con todo esto? La respuesta es sencilla, responder con valentía y aplicar una seria rectificación. No debemos estar haciendo enmiendas y parches que amortigüen el impacto del error, debemos, y esta vez junto a los criterios de los creadores, concebir fórmulas legales nuevas y coherentes, que permitan jerarquizar y regular, pero no obstaculizar y prohibir.

No logré entender por qué era necesario transformar las palabras que definen nuestro objetivo esencial como Asociación Hermanos Saíz. Se incorporó una categoría que cada vez veo más en los documentos relacionados con el sector de la cultura y que, por supuesto, también está incluida en las nuevas medidas legales aprobadas.

Esta categoría es la de estar en correspondencia, o no, con la Política Cultural de la Revolución. Y aquí nos volvemos a encontrar con un problema similar al anterior, porque la esencia es correcta, pero la implementación ha estado y está plagada de errores en su ejecución cotidiana.

¿Cómo vas a regirte por algo que no está escrito en ningún lugar? Por otro lado, ¿cómo restringir a una norma algo tan abstracto y diverso como las maneras en que cada uno de nosotros percibimos y concebimos la realidad que expresamos en nuestras obras? Es algo muy complejo. Lo que no puede suceder en estos tiempos es que una sola persona trace las prioridades, ni defina, según sus intereses, cuáles son los límites de la política para nuestra cultura, y mucho menos ejecute a solas esas políticas.

Esa Política Cultural tenemos que hacerla entre todos, y para eso la institución tiene que abrirnos las puertas y estar dispuesta a debatir ideas. Y esto debiera ser también un ejercicio natural para el trabajo de esos tres grupos que está proyectando nada más y nada menos que el Ministerio de Cultura que vamos a tener para el 2030.

Es necesario un cambio de mentalidad en muchos de nuestros dirigentes. Basta ya de atrincheramientos ante criterios diferentes. Nosotros no estamos desinformados, nosotros no somos mentirosos. Nosotros no somos el enemigo, somos artistas honestos y comprometidos con este proceso revolucionario, humanista y socialista. Nos piden que tengamos confianza en las instituciones, si no la tuviéramos no estaríamos hoy aquí, pero esa confianza hay que alimentarla con acciones concretas y productivas. No puede ser que seamos escuchados de congreso en congreso.

Tenemos que crear un mecanismo permanente de trabajo con las instituciones, que nos permita sistematizar nuestra participación en la construcción diaria de la Política Cultural de la Revolución. Mi propuesta es utilizar la fórmula de los consejos asesores de artistas, donde no solo se discutan los temas logísticos y del mejoramiento de nuestras condiciones materiales de creación, sino que, sobre todo, se hable de Pensamiento. Y tiene que ser un espacio que busque desde la diversidad de criterios el necesario consenso que ayude a distinguir el camino que tenemos que recorrer todos juntos para llegar a la Cuba que queremos.

Yo, como la mayoría de mis compañeros, estoy seguro de que estamos dispuestos a aceptar ese desafío, y entonces podré responderme mi pregunta: para eso están los jóvenes artistas revolucionarios cubanos.