En 1973 se publica “Sobre la poesía de José Martí”,[i] de Juan Marinello. Este ensayo contiene acápites sobre las diversas agrupaciones líricas del gran escritor. Uno de ellos se refiere a los endecasílabos hirsutos, y aparece bajo el nombre de “La almohada de piedra: los Versos libres y Las Flores del destierro”. Allí afirma Marinello: “Los lectores de meditación afilada y reminiscencia literaria se decidirán por la depuración culminante de los Versos sencillos; los que prefieren tocar la poesía a través del hombre y llegarle así a la hondura creadora, amarán apasionadamente los ‘endecasílabos hirsutos’ de los Versos libres”.[ii]

Con esta afirmación el ensayista marca una pauta interesante en el complejo asunto de las meditaciones y preferencias entre los Versos sencillos y los Versos libres. Pues hurgando con trazos en esta difícil pugna, los Versos sencillos nos muestran la tensión dentro de la armonía a través de un espejo, mientras que los Versos libres describen la batalla ciega y luminosa del interior del hombre que, a manera de raptos, enlaza sus desgarrones y júbilos a una naturaleza magnífica y brutal.

Más adelante Marinello describe y examina los elementos románticos en el poemario y remata el razonamiento con una idea elegante: “Agreguemos ese impulso inexhausto de hacer de la expresión vehículo dócil de la tormenta lacerante”.[iii] Luego procede al deslinde de los elementos de continuidad y de ruptura, análisis que también resume con una hermosa imagen poética: “Se ha dicho que los Versos libres fueron la última llamarada del romanticismo. Cierto; una llamarada tan alta que alumbró espacios hasta entonces desconocidos”. Y añade que el poemario es un conjunto de intensos realismos y evocaciones sobrenaturales.[iv]

“A los libres se les ama, a los sencillos se les admira”.

Hurgando aún más en el asunto, el ensayista deja clara su posición: “Con todo, creemos que el gran poeta, el mayor poeta, el mejor Martí están aquí, en estos complejos, iluminados y sangrantes encuentros”. Leyendo esto siento que por instantes pienso lo mismo, idea que me hunde y me emplaza dentro de la polémica. Y me confieso que nunca he podido sustraerme de esa secreta devoción. Quizá para mí todo halle su sentido en que los Versos sencillos son poemas más para la contemplación, y los Versos libres lo sean más para la participación inevitable, más allá de las hondas virtudes expresivas que recorren a ambos poemarios. Yendo sobre lo mismo, y alarmada por ese sentimiento de desazón y desmesura, no puede menos que concluirse: a los libres se les ama, a los sencillos se les admira. Con los libres el estudioso, el lector, quedan prendados de la joya extraña e imperfecta, que seduce hondamente, amén de hacer grandes aportes a lo poético –escritural.

La complejidad y maestría del poemario siguió convidando atenciones que, luego de recorrido el campo desbrozado hasta aquel momento por otros estudiosos, profundizaban aún más en la condición hirsuta del cuaderno. En esta línea se ubica el trabajo de Carmen Suárez León “Los Versos libres: un cesto de ortigas encendido”.[v] La autora, tras mostrar su asombro ante la singularidad del poemario martiano, subraya el carácter transgresor del mismo dentro de los grandes movimientos literarios y estéticos. Y adentrándose en su paisaje afirma: “Porque el Maestro libra en su verso encarnizadas ‘batallas de ideas’ que generan, por su modo de disponerse y acumularse, visiones poéticas de verdaderos torneos conceptuales”.[vi] Con lo que apunta una de las características que explica el grado de elaboración de los poemas y su difícil acceso. A partir de este momento la ensayista toma como muestra emblemática del libro póstumo el texto “Mi poesía”, manifestación expresa del complejo proceso de la creación poética para Martí. Inmersa en las insólitas peculiaridades del poema, elabora diversos razonamientos por medio de los cuales conecta la lírica martiana con la poesía de vanguardia:

Y luego se describe la fiesta de la llegada de la poesía —ese estado creativo que le permite producir al poeta—, en que “cráneo y pecho”, es decir, emoción y razón, se aprestan para celebrar el tránsito de la amada. Como podemos apreciar, el poeta apela a un equilibrio de emoción y razón que se sitúa en una óptica de creación modernísima, que va incluso más allá de su momento, en el que la poesía absolutizaba cada vez más el costado subjetivo de la realidad.

“Se ha dicho que los Versos libres fueron la última llamarada del romanticismo”.
Foto: Tomada del sitio de la BNJM

En el anhelo de develar el complejo binomio tradición–transgresión surgen ideas puntuales como la siguiente:

El sentimiento en Martí es romántico: tal vez es el límite de las posibilidades de la exaltación del sentimiento. La pasión con que se exponen los conflictos, la gravedad y la seriedad con que lo hace, son románticos; los tamaños martianos son románticos. Pero bajo ese despeñamiento de la pasión, hay un conceptismo que responde a la solidez del pensamiento del poeta […] que es capaz de sostener tanta emoción sin conmoverse, sin aflojarse ni agrietarse […] El pensamiento martiano es capaz de integrar poéticamente desmesuradas emociones con conceptos de alta objetividad. Es esta rara tensión de lo objetivo y lo subjetivo[vii] lo que le da tanto poder a la “visión martiana”, que logra convertir en una imagen muy lírica, y muchas veces cinematográfica, la enconada batalla de ideas y sentimientos.[viii]

Un interesante campo de estudios interculturales con respecto al poemario y su estilo —ineludibles dentro de los acercamientos literarios actuales sobre la obra martiana— abre el ensayo “Chátiments y Versos libres: poesía del exilio”, contenido en el libro José Martí y Víctor Hugo en el fiel de las modernidades,[ix] de Carmen Suárez León, publicado en 1997. En el mismo, la investigadora propone un acercamiento entre ambos poemarios porque, a pesar de las génesis y destinos editoriales diversos de los libros, “se cruzan una y otra vez tanto en los conceptos poéticos que se manejan, como en la atmósfera épico–lírica que sostienen sus autores, produciéndose una temperatura romántica de exaltación y conjunción de la naturaleza y el hombre”.[x]

La autora insiste, como otros muchos críticos, en la presencia de lo romántico en el poemario, y sitúa las razones de su superación en “el trabajo martiano con la lengua”, que “produce ya un tropo más novedoso en el que la condensación de la imagen resulta sorprendentemente moderna […] como resultado de una acumulación de nexos axiológicos que se remiten a realidades no físicas, sino espirituales, tropos que las vanguardias llevarían a su verdadero esplendor.”[xi] Para referirse a la presencia de lo romántico relata las antológicas palabras de Marinello sobre Versos libres vertidas en “Martí: poesía”, y polemiza con él sobre la idea de que los grandes temas colectivos, la anchura de circunstancias y situaciones y el ingrediente realista dentro del tono exaltado, no son cosas románticas. Pues la autora estima que “Versos libres entronca legítimamente con ese romanticismo social de Hugo, en que el poeta habla por todos, y habla de cosas de este mundo —además de hablar de las cosas del otro, naturalmente”.[xii]

“La pasión con que se exponen los conflictos, la gravedad y la seriedad con que lo hace, son románticos; los tamaños martianos son románticos”.

Entre las coincidencias de los poemarios, Suárez León sitúa el dolor del proscripto como tema central en ambos, la noción del deber, “la intensa concurrencia de temas y motivos que giran siempre en torno de las nociones que nutren al hombre moderno: libertad, poseedor–poseído, progreso, justicia social, democracia, naturaleza–sociedad, lenguaje y demagogia”,[xiii] y sutiles peculiaridades del trabajo tropológico, como el empleo de imágenes muy dinámicas dotadas de fuertes cargas conceptuales donde a veces se formulan o reformulan mitos “para resumir la experiencia moderna del individuo y de la sociedad con la ayuda de la poesía.” La autora enfatiza, hacia el final de su estudio, que Martí realiza una incorporación creativa de la poética de Hugo, asimilándola en función de sus peculiaridades expresivas, e individualiza su discurso al afirmar: “Lo más sensual del poemario está siempre atravesado por la gravedad con que el poeta reflexiona sobre la existencia, desde una perspectiva de dolorosa participación. Esa pluralidad de registros, esa heterogeneidad integrada en un mismo aliento poético es tal vez lo que confiere una gran modernidad a Versos libres”.[xiv] Esta asociación y juicio a la vez no lo había encontrado antes en mi periplo por los estudios dedicados a Versos libres, y parece una de las variadas razones de lo moderno en los versos hirsutos. Los numerosos años de acercamiento, la paciencia y la pasión de los estudiosos han sido las causas del sutil descubrimiento. El cotejo de ambos poemarios y figuras le permite a la autora ver más allá y situar a Martí en los marcos trascendentes de la gran poesía y como caso emblemático de una literatura en transición, pues la vida del escritor está signada “por esa mediación entre el romanticismo y el modernismo”. Y es “como un arco tensado entre la segunda generación romántica cubana y la primera floración modernista […] donde se perciben todas las voces, pero armoniosamente fundidas en la sola voz del poeta”.


Notas
[i] Este estudio fue publicado como prólogo a Poesía Mayor, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973. Dicho acercamiento es una parte considerable de otro más extenso: “Martí: Poesía”, publicado por primera vez en el Anuario Martiano, n. 1, 1969.
[ii] Ob. Cit, p. 29
[iii] Ob Cit., p.32
[iv] Esta idea que Marinello esboza es sostenida y en cierta forma ampliada por Carmen Suárez León en su trabajo “Los Versos libres: un cesto de ortigas encendido”, que comentaremos en este propio estudio más adelante.
[v] Carmen Suárez León. “Los Versos libres: ‘un cesto de ortigas encendido’”, en Revista Universidad de la Habana, n. 225, mayo–agosto de 1985, La Habana.
[vi] Ob. Cit., p. 68
[vii] Dicha peculiaridad es advertida y cuidadosamente estudiada por Emilio de Armas en sus diversos ensayos sobre Versos libres, que comentaremos en lo adelante.
[viii] Ob. Cit, pp. 72–79.
[ix] Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, Editorial José Martí, 1997, La Habana, pp. 189–221.
[x] Ob. Cit. p. 190
[xi] Ob. Cit. p.191
[xii] Ob. Cit. p. 192
[xiii] Ob. Cit, p. 201
[xiv] Ob. Cit. p. 214
1