Julia Varley nos habla hoy

Emanuel Gil Milian
5/12/2016

Ha estado en Cuba en varias ocasiones, incluso, un libro suyo, Piedras de Agua, fue publicado en 2007 por la editorial Tablas Alarcos. De manera que conocemos su meritoria labor como actriz, directora y productora de textos teóricos relacionados con el arte del actor y la teatralidad. Sin embargo, en Pinar del Río no habíamos tenido la dicha de tenerla físicamente. Hoy Julia Varley, una de las actrices más importantes dentro del mundialmente reconocido Odin Teatret, viene por primera vez a esta provincia para compartir sus experiencias con teatristas y público en general.

 

Julia, por razones personales usted se reserva sus opiniones acerca de los procesos prácticos que ha generado con los teatreros vueltabajeros. Mas nos gustaría saber qué opina acerca de diferentes modalidades y tendencias escénicas como el performance, el teatro posdramático, los desmontajes o work in progress, heredadas del siglo XX y desarrolladas en el XXl. ¿Qué relación tiene el Odin Teatret con estas nuevas formas de concebir la teatralidad?

 

Siempre hay en un trabajo teatral la necesidad de hacer cambios. Cuando en un primer momento se trabaja solo, autónomo —después de haber aprendido a hacer teatro de unos maestros—, siempre se quiere encontrar algo nuevo y ser rebelde, cambiar. Es algo que conocemos. El problema es si esta búsqueda para un lenguaje propio tiene una raíz en la continuidad o es algo pasajero.

El Odin Teatret ha tenido, en sus 52 años, momentos de estar en la moda y fuera de ella. Pero eso no ha cambiado nuestra manera de trabajar, que viene de una necesidad más profunda y no tiene que ver con lo que en el momento se considera moderno, posmoderno, de vanguardia o no. Creemos que lo más importante es crecer, aprender, desaprender, cambiar; encontrar tareas y dificultades nuevas que te obliguen a hallar un nuevo camino, nuevas soluciones. Pero esto no depende de categorías que uno se pone antes.

Nosotros con el Odin Teatret hemos creado maneras de laborar que dependen de dificultades. El hecho de trasladarnos de Noruega a Dinamarca, de perder el idioma, de tener en el grupo personas de nacionalidades diferentes; de vivir en una pequeña ciudad —donde después que hemos hecho un espectáculo por una semana necesitamos ir de gira por todo el mundo, donde hay espectadores de hablas diferentes— son dificultades. No es un método determinado, sino que es una respuesta, una reacción a problemas que tenemos y que producen nuestra manera de trabajar.

Los teóricos, los críticos, son los que quieren poner categorías y decir que hacemos un teatro de este tipo o del otro. Tenemos espectáculos que son muy corporales, donde la palabra casi no tiene peso. Pero también tenemos espectáculos donde el texto es lo fundamental. Hay espectáculos donde tenemos música y otros donde no la hay. Hay espectáculos que parecen danzarios y otros donde estamos sentados en una silla. Y van a ver en La Habana La vida crónica y Las grandes ciudades bajo la luna, que son dos espectáculos de tendencias totalmente diferentes.

 

En sus inicios usted tuvo como presupuesto principal hacer un teatro con una voluntad de incidencia política y social. ¿El teatro aún conserva ese sentido para usted?

 

Algo que sea social no tiene que ser entretenido. Algo que sea político no siempre es de búsqueda. ¿Qué es social? El teatro siempre es social, porque tú estableces relaciones. Son por lo menos dos personas presentes. Ya ahí es social porque compartes un espacio. Un tema súper político no siempre toca a los espectadores. Entonces, lo que es importante a través del teatro es crear este encuentro. Si tú creas una temática que tiene que ver con un hecho histórico, con un hecho absolutamente individual, la historia creada con la gran H; eso es algo que depende de ti como ser que hace teatro. Lo que tú hagas siempre tendrá un reflejo político y social, aunque no lo quieras. Un payaso que veja la realidad de cada día, un payaso que es rebelde, aunque no dice un discurso político, eso también tiene su sentido político. Un espectáculo que es netamente político en una ciudad puede ser completamente indiferente en otra, porque depende del contexto donde tú pongas tu teatro.

 

¿Qué usted aconsejaría a un joven actor que se inicia?

 

Tener paciencia. No querer resultados inmediatos. Encontrar compañeros de viaje que sean otros jóvenes con los cuales compartir el camino para crear una historia común. Hacer teatro debe basarse en una necesidad personal y no en un talento. Hacer teatro debe ser una necesidad, a pesar de lo difícil que va a ser esta carrera.