Ella, que ha transitado el mundo, llega ahora a los lugares más recónditos de África. Le advierten antes que en esa tribu no son bien vistas las personas de piel blanca. Ella —rubia, caucásica y casi americana— tiene un 99% de probabilidades para no ser aceptada.
Sin pronunciar tan siquiera una palabra, los lugareños la llaman a una choza. Entre cantos y tambores celebran lo que, para ellos, es el regreso de un alma africana, que siempre les perteneció.

Kari Krenn ha encontrado en la literatura un universo paralelo a todo su trabajo como activista de los derechos humanos. Eso es para ella el arte de escribir:

Una válvula para partir y llegar a la gente desde otro lugar. Mis trabajos siempre van hacia lo que tienen en común los seres humanos. Vemos sociedades muy divididas y trato de llegar a eso que tenemos todos por igual, que es el sentir desde las almas. He tenido la posibilidad de viajar a diferentes culturas y siempre encuentro la esencia humana.

“Intento tender puentes desde mis letras”. Imágenes: Internet

A estas alturas nos urge encontrarnos. Son tantas las cosas que nos dividen desde la política, la religión, los estratos sociales, la agresividad; entonces intento tender puentes desde mis letras. Mi literatura es muy simple, nada rebuscado; pero a veces conmueve. Justo, cuando el otro se apropia de lo que humildemente doy, para mí es una satisfacción.

¿Por qué ha dedicado parte de su obra al Alzheimer?

Estuve trabajando con grupos que tenían diferentes demencias y surgió Inmarcesible, recopilando un poco esas vivencias. El Alzheimer es la pandemia invisible de 2021: cada tres segundos se diagnostica a una persona con esta enfermedad.  

Cuando escribí ese libro lo hice en primera persona. En realidad, el Alzheimer es anecdótico, podría haber sido otra enfermedad. Mi planteo fue mostrar a la persona en una situación crítica, en donde todo se trastoca y ve la vida desde otro lugar. Desde luego, pudo haber sido cualquier padecimiento que te hace ver cuán vulnerables somos.

Sueño, quizás desde algo utópico, con que los seres humanos nos paremos en las debilidades y entendamos que hay que ser empáticos y solidarios.

Quien conoce a Kari tiene la suerte de encontrar mucha naturalidad, algo que la hace intimar profundamente con diversas realidades.

Me gusta introducirme en la cultura de la gente. No llegar como el extraño que trata de imponer algo. Transito en la cultura desde su comida, sus modos de transporte, vivienda. Camino las calles, observo cómo la gente se vincula. Ello no solo te permite una interacción, sino una comprensión de su vida.

Cuando uno es analítico y observador y se acerca a las personas desde su realidad sin prejuicios, puede entender el sentir del que sufre y padece, así como sus sueños. Al viajar descubres que los sueños de los seres humanos son los mismos.

Muchos de sus trabajos reivindican la lucha por la equidad de la mujer. ¿Se siente identificada con el feminismo de su país?

El hecho de trabajar en zonas rurales y urbanas marginales me hizo ver realidades tremendas. Trato de racionalizar y apreciar todo críticamente. No creo en la lucha de derechos manipulada. Yo creo en un trabajo genuino y constante de promoción de la mujer.

“No creo en el feminismo que agravia al varón”.

En Argentina hay movimientos feministas, pero no creo en el feminismo que agravia al varón. El patriarcado es un estado mental y una forma de funcionar que no es privativo del varón.

Me considero una persona muy respetuosa, por lo que no veo a ningún ser humano como enemigo; eso es también una cuestión binaria. La idea es convivir en paz, aunque eso no signifique desistir de las luchas.

“Creo en un trabajo genuino y constante de promoción de la mujer”.

Su manera de pensar y concebir el mundo la unen a Cuba. “Más allá de las carencias y lo que falta por hacer —aspecto común a todos los pueblos—, aquí hay un extra, y es la alegría, la cultura, la sonoridad y lo empático de los cubanos. Me enamoré”, sonríe.

La obra de Krenn me hace recordar el poema “Los nadies”, de Eduardo Galeano; esos que él llamó “los hijos de nadie, los dueños de nada”. Ella, que ha trabajado mucho tiempo con y para esos “nadies”, sigue moviéndose por el sentir de las almas.

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