Escasos acercamientos historiográficos ha suscitado la entidad pionera en nuclear a un número significativo de reporteros en el período de la república. Se trata de la Asociación de Repórters de La Habana (ARH), que este 14 de abril conmemora 120 años de su fundación.

“La ARH se convirtió en un entramado profesional aglutinador de diversos intereses y variadas ideologías”.

Fue la primera asociación de este tipo que agrupó a los periodistas en defensa de sus derechos, y cuyas gestiones e iniciativas trascendieron los límites de la región habanera a lo largo de seis décadas de existencia. Abordamos aquí algunos aspectos de su funcionamiento, así como su significación para el periodismo nacional en la primera mitad del siglo XX.

La penetración de patrones culturales norteamericanos en la vida cotidiana de la sociedad cubana, desde mucho antes de la instauración de la república neocolonial, influyó de manera notable en el quehacer periodístico. En los titulares de la prensa aparecían de manera frecuente términos como reporter, sport (deporte), magazine (revista ilustrada), interview (entrevista), lead (encabezamiento de una información), benday (proceso fotomecánico para dar grises o sombras), entre otros.Las reseñas de los eventos deportivos estaban plagadas de anglicismos, al igual que las notas sociales de la encumbrada “high”.

Los cambios tecnológicos implementados por la prensa plana, como el sistema offset y el fotograbado, hicieron del diarismo cubano uno de los más adelantados de América Latina y el Caribe; ello en contraste con una sociedad signada por marcadas diferencias culturales y económicas, en la que una minoría con alto nivel intelectual se debatía en conceptos de nacionalidad e identidad cubanas.

“Los cambios tecnológicos implementados por la prensa plana, como el sistema offset y el fotograbado, hicieron del diarismo cubano uno de los más adelantados de América Latina y el Caribe”

En ese contexto “los periodistas habaneros diéronse cuenta de que, por el número de ellos, la importancia de los periódicos en que laboraban y la realidad de la vida social, debían unirse todos bajo una sola bandera”.[1] Con tales propósitos, 22 reporteros fundaron la Asociación de Repórters de La Habana el 14 de abril de 1902, en la calle Gloria, entonces número 44 (actualmente 356), en la casa de José Camilo Pérez, reportero de Policía del diario La Discusión. Nacía la primera organización periodística cubana, a la cual no se permitía la incorporación de directivos de diarios ni revistas.

“La presencia femenina estuvo ausente en los primeros años, y no fue hasta 1923 que ingresaron mujeres en la institución”

Relevantes personalidades de la prensa destacaron entre los socios más antiguos: Enrique H. Moreno, Víctor Muñoz, Manuel Márquez Sterling, Ramón S. Mendoza, Abel Du Breuil, Felipe Taboada, Pericles Serís y los fotorreporteros Federico Gibert y Julio Lagomasino. En las primeras dos décadas integraban la lista de “socios de honor” Juan Gualberto Gómez, Mario García Kohly, Antonio San Miguel y Ricardo del Monte.

La presencia femenina estuvo ausente en los primeros años, y no fue hasta 1923 que ingresaron mujeres en la institución. En resumen, hasta 1940 solo siete mujeres pertenecieron a la Asociación de Repórters, situación que se revertiría a partir de la primera graduación de la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling.

Los primeros 30 años de funcionamiento estuvieron centrados en la actividad benéfica de los socios, y así lo demuestran los anuarios y memorias que dan cuenta de las ayudas y pensiones a los periodistas enfermos y sus familiares. Era objetivo de esa primera etapa socorrer a los asociados en casos de enfermedad o cesantía, pero sus miembros estaban conscientes de que debían ampliar su espectro más allá del bienestar social y ocuparse de los asuntos profesionales que afectaban al periodista y su labor en los medios de prensa.

“Los primeros 30 años de funcionamiento estuvieron centrados en la actividad benéfica de los socios”

Una de las obras fundamentales en las primeras dos décadas fue la inauguración de la sede de la Asociación el 10 de octubre de 1927.[2] El hermoso palacete ubicado en la calle Zulueta entre Ánimas y Neptuno —primero con el número 5, si bien en la década del 40 la dirección era Ignacio Agramonte, número 253— acogería a partir de entonces las actividades de la ARH y devendría un lugar de referencia en la vida cultural republicana. Así lo avala la investigadora Luz Merino Acosta cuando expresa: “La Asociación de Repórters apoyó numerosos proyectos culturales, promovidos por instituciones y personalidades de la época”.[3]

Salones de conferencia, biblioteca, sala de billar, bar, restaurante, sala para damas y barbería constituían algunos espacios del lugar al que identificaban como “nuestra casa, que es nuestro templo, es uno de los más bellos edificios de La Habana”.[4] A partir de la prórroga de poder de Gerardo Machado el 20 de mayo de 1929, la directiva de los Repórters decidió agregarle al nombre de la Asociación el subtítulo Círculo Nacional de Periodistas. La decisión respondía al incremento de la censura de prensa durante el machadato y a la necesidad de unión y defensa de los periodistas en momentos en que carecían de una entidad institucional que jurídicamente los representara.

En los inicios de los años 40 se observa un giro en torno a las actividades y propósitos que afronta la Asociación. Hasta entonces se había logrado la aprobación del descanso dominical para los periodistas y la Ley del Retiro Periodístico. Para abril de 1941 la elección de Lisandro Otero Masdeu como presidente impulsa una agenda decisiva para el futuro desarrollo de la profesión en el país, y de manera inmediata la institución se enrola en la organización del Primer Congreso Nacional de Periodismo, y más tarde, en la inauguración de la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, así como en la creación del Colegio Nacional de Periodistas y de los ramales provinciales.

Una ardua batalla por erradicar el intrusismo profesional, el empirismo y la necesidad de tener un periodista a la altura de los tiempos constituyeron aspectos de la agenda de la ARH durante décadas. La Ley de Colegiación Obligatoria, aprobada en 1942, pondría coto a dicha situación, reconociéndose así el tesón de la Asociación de Repórters.

El intervalo de 1941 a 1953 fue crucial respecto al papel de sus presidentes y miembros de los diferentes directorios con relación a la gestión en la preparación y el desarrollo técnico de los periodistas. A los presidentes que tuvo la Asociación durante estos años se les denominó “grupo de las proyecciones externas y de la consolidación definitiva”, iniciado por Otero Masdeu y continuado por Guillermo Pérez Lavielle (1943-1945), Miguel Ángel Tamayo (1945-1947), Ángel Gutiérrez Cordoví (1947-1949), Raúl Quintana Pérez (1949-1951) y David Aizcorbe Borges, quien culminó su mandato en 1953.[5]

Durante esta etapa —llamémosla de esplendor para la Asociación— se retomó la publicación de la revista El Repórter, su órgano de prensa, esta vez en su segunda época como Boletín Oficial de la Asociación de Repórters de La Habana (Círculo Nacional de Periodistas), donde se informaba sobre el trabajo de las comisiones, convocatorias y resultados de concursos periodísticos, balance de cuentas, entre otros temas de actualidad nacional e internacional, sin faltar los ineludibles anuncios y publicidades.

“La televisión como medio nuevo se encontraba en estudio, y los periodistas asistían a la ARH a ver la televisión y debatían sobre cómo realizar los programas informativos, el uso de las cámaras, en fin, intercambiaban criterios en pos de mejorar e innovar en un medio informativo que resultaba novedoso”, [6] refiere el fotorreportero Jorge Oller, miembro de la ARH desde finales de la década del 40”.

“A la Asociación de Repórters se debe la creación del único Museo Periodístico que existió en Cuba, iniciativa que propició el rescate de la memoria histórica del periodismo nacional”

Asimismo, la biblioteca se convirtió en un lugar admirado por los reporteros. También la frecuentaban los estudiantes de la Márquez Sterling. Según opinión de la periodista Marta Rojas, “la biblioteca era formidable, muy buena, tenía una gran cantidad de volúmenes del siglo XlX y sobre todo de la primera etapa de la república. Yo la visité en varias ocasiones durante mi etapa de estudiante y después de graduada, cuando trabajaba en Bohemia con Enrique de la Osa”.[7]

A la Asociación de Repórters se debe la creación del único Museo Periodístico que existió en Cuba, iniciativa que propició el rescate de la memoria histórica del periodismo nacional. La amplia colección reunía piezas, objetos personales de insignes periodistas desde la etapa colonial, imprentas, manuscritos de periódicos y otros documentos; lo cual revelaba el desarrollo de la prensa y el respeto que sentían los miembros de la ARH por su profesión.


“La penetración de patrones culturales norteamericanos en la vida cotidiana de la sociedad cubana, desde mucho antes de la instauración de la república neocolonial, influyó de manera notable en el quehacer periodístico”.

José Gabriel Gumá, joven periodista en los años 50, manifestó en una entrevista: “Era interesantísimo ver aquel museo de los Repórters, que tenía desde el pañuelo de Juan Gualberto Gómez, gloria del periodismo cubano, los documentos fundacionales de la Asociación, manuscritos firmados por los fundadores, hasta máquinas de escribir que también pertenecieron a brillantes reporteros”.[8]

La ARH se convirtió en un entramado profesional aglutinador de diversos intereses y variadas ideologías que en determinados momentos pudieron entrar en contradicciones, pero a los que unían el beneficio común y la fraternidad. Así lo aseveró Evelio Tellería “a la Asociación concurrían periodistas de todas ideas, razas, posición social. Realmente la fraternidad siempre imperó en ella”.[9]

Más allá de las diversas orientaciones políticas de sus integrantes, de sus vínculos en mayor o menor medida estrechos con las esferas de la oligarquía de poder, presenciamos —y por tal motivo, entresacamos de la memoria— la ardua labor profesional y social de una institución imposible de obviar en la historia del periodismo en Cuba.    


Notas:

[1] Asociación de Repórters de La Habana. Álbum del cincuentenario de la Asociación de Repórters de La Habana, Editorial Lex, La Habana, 1952, p. 10.

[2] Cinco años demoró la construcción del edificio, proyecto a cargo del arquitecto Gustavo Goyeneche, que contó con la suma de $40 000, otorgada por el presidente Alfredo Zayas. Hasta esa fecha se reunían en la casa de algún socio, en la redacción del diario El Mundo y en el Centro Asturiano. En la actualidad el edificio es la sede del Teatro Lírico Nacional de Cuba.  

[3] Luz Merino Acosta: “La cultura entre dos aguas”, en Cuba. Iniciativas, proyectos y políticas de cultura (1899-1958),Editorial Caminos, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2016, p. 165.

[4] Asociación de Repórters de La Habana. Álbum del cincuentenario de la Asociación de Repórters de La Habana, Editorial Lex, La Habana, 1952, p. 15.

[5] Le siguieron Diosdado del Pozo (1953-1955), José V. Corrons (1955-1957) y Gustavo Parapar (1957-1959). Luego del triunfo de la Revolución estuvo Ricardo Cardet, quien formó parte de la directiva de la Milicia Revolucionaria Félix Elmuza durante el proceso de intervención de la prensa.

[6] Entrevista a Jorge Oller Oller, 25 de marzo de 2019, Fontanar, La Habana.

[7] Opinión de la periodista Marta Rojas Rodríguez en entrevista concedida a la autora el 27 de febrero de 2019, en el periódico Granma.

[8] Entrevista al periodista José Gabriel Gumá, el 26 de junio de 2019, en su casa de Centro Habana, La Habana.

[9] Tellería, E. Diccionario periodístico. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1986, p. 24

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