La aventura veraniega del Jazz cubano

Emir García Meralla
31/8/2017

“Hacer el agosto”, ha sido desde siempre la frase que por momentos ha identificado a los triunfadores o a aquellos a los que éxito le sonríe repentinamente. Agosto es, por definición, el mes más cálido de todo el año; aunque en honor a la verdad desde que el cambio climático se mudó a estas tierras, el calor es una constante en nuestra cotidianidad.

Hay tendencias musicales para las que este agosto ha sido provechoso. Tal vez el jazz sea la más privilegiada, al presentar un programa de lujo digno de los más importantes teatros del circuito internacional.

Sin embargo, esta programación jazzística —novedosa hoy para estas fechas de descanso— tiene su antecedente en las sesiones que organizaba el Club Cubano de Jazz desde fines de los años 50 del pasado siglo y que se extendieron hasta mediados de los 70; en los diversos espacios a los que podía acceder; que fueron indistintamente desde un club nocturno, pasando por los salones de algún cabaret o los estudios de la Calle San Miguel en la barrida habanera de Cayo Hueso, conocidos hoy como Areito.


Chucho Valdés, el gran ídolo abrió este jolgorio. Foto: Internet

 

Fue en agosto del año 58 que se grabaron las primeras sesiones de los discos Descargas Cubanas y que se consideran los primeros registros discográficos de lo que se conoce como Cuban Jazz y que hoy son referencia obligaba para entender el surgimiento y la evolución del Latin Jazz.

Sería en el mismo mes de agosto, años más tarde que el compositor cubano Giraldo Piloto comenzara a escribir su columna de comentarios sobre el movimiento jazzístico cubano en diversos medios impresos que cubrieron desde Lunes de Revolución hasta la revista Bohemia. Estos artículos, junto a los que para ese entonces también escribía el músico Leonardo Acosta, serán el primer cuerpo crítico importante en que se reseñe el trabajo de los jazzistas cubanos.

En agosto del año 1967 debuta la Orquesta Cubana de Música Moderna, que dirigiera entre otros el Saxofonista Armando Romeu, en el teatro Amadeo Roldán (antiguo Auditórium) con un programa que incluía entre otras piezas una versión del tema “Pastilla de Menta” en la que Chucho Valdés hará unos de sus primeros e inolvidables solos al piano como ejecutante.

Tal parece que se estaba fomentando el maridaje cubano entre el jazz y el octavo mes del año, que se volvería luctuoso en el año 2005 cuando fallece el flautista Richard Egües, quien junto a su cofrade Roberto Ondina definieron parte importante del sonido inicial del jazz cubano; y es que en los discos de la serie Descarga Cubana, Richard hará una intervención fantasma por obligado compromiso de discreción acordado con el sello discográfico al que pertenecía la orquesta Aragón de la que era miembro. No obstante muchos de sus solos en los temas de esa orquesta tienen la impronta jazzística que le definiera.

Ahora, agosto regresa nuevamente con vientos de jazz y para beneplácito de todos se organiza un ciclo de conciertos en el Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso, al que son convocados parte importante de todo el talento jazzístico nacional. Chucho Valdés, Gonzalo Rubalcaba, la Familia López-Nussa, la Camerata Romeu y el pianista Alejandro Falcón.

Como propuesta musical reitero que es digna de las marquesinas de los mejores teatros del mundo. Todo un lujo que se puede permitir esta Isla en las que las aguas del Caribe ya alcanzan los 40 grados en estas fechas. Aquí mis palmas y todos mis afectos para los organizadores que lograron convocar a estas figuras. Sin embargo, no basta con convocarlas, se trata además de que la programación responda a un orden dramatúrgico y jerárquico que equilibre las presentaciones.

Permítaseme ilustrar. Acertado era que Chucho Valdés, el gran ídolo, el gurú, el master de grade abriera este jolgorio; pero para lograr una buena curva dramatúrgica lo correcto hubiera sido que le siguiera la Camerata Romeu; de esta forma la presentación del pianista Alejandro Falcón no se hubiera perdido en las comparaciones necesarias.

Lo mismo digo, si el cierre hubiera quedado en manos de Gonzalo Rubalcaba y no de la familia López-Nussa. Los segundos hubieran sido el punto de giro musical que conduciría a la apoteosis jazzística que estábamos viviendo con el concierto de Gonzalito Rubalcaba. Y es que tanto Ruy, sus hijos y su hermano Hernán son más cercanos a los seguidores del jazz en Cuba hoy; y aunque pocas veces están juntos en un escenario, tanto talento junto merecía dejar el escenario bien caliente para el  “cerrador” de este evento.

 Si hubiera que señalar alguna deficiencia a los organizadores esta sería el no haber previsto colocar pantallas en el Parque Central para que los viandantes y visitantes también tuvieran la posibilidad de disfrutar de tanta buena música. A fin de cuentas en eventos de menor jerarquía estas campean por su respeto y son subutilizadas.

Ciertamente los idus de agosto del año 17 viajan camino al olvido. Será nuevamente el más caluroso de los que hemos vivido. Espero y confío que el próximo, además del calor, nos traiga a otros nombres importantes del jazz cubano que hoy hacen carrera en escenarios del mundo. Pienso en los pianista Ramón Valle y Omar Sosa; u otros instrumentistas como Horacio “el negro” Hernández uno de los bateristas más importantes del jazz en estos tiempos.

Tal vez Orlando Maraca Valle regrese con su flauta o la Academia Cortes de Flauta —importante núcleo de formación de instrumentistas— ocupen el escenario.

El jazz se ha convertido en parte indisoluble de la música cubana. Son ese matrimonio, del que hablara alguna vez el trompetista cubano Mario Bauzá, que data ya desde fines del Siglo XIX y que siempre está renovando sus votos. Unos votos que este agosto hemos bendecido para bien de nuestra cultura y que al parecer han llegado para trascender.