La ciudad puede, alguna vez, ser selva

Mirta Aguirre
13/10/2017

Paradiso 1, 2010. Acrílico sobre tela, 150 x 150 cm. Julia Valdés

 

POEMA INCONCLUSO

La mano con que te digo 
adiós, esconde el saludo 
la distancia 
con tu sombra por escudo, 
amor, los pasos te sigo, 
pues no sé 
si no, a qué puertos iré. 

Muda sombra de amor mudo 
paso que das, yo lo sigo, 
pues no sé 
si no, a qué puertos iré. 

Conmigo estás, yo contigo 
en perpetuo no llegar. 
Vas y vienes, yo te sigo, 
pues no sé 
si no, a qué puertos iré.

 

LIED

Mi corazón 
lo trajo el mar. 

Y suena a caracol junto al oído, 
a caracol 
de arena y sal, 
hecho de oleajes y en el mar pulido. 
 

Mi corazón 
lo trajo el mar. 
Si le arrojara 
mi corazón 
de noche el mar latiera a pecho mío. 

De noche, el mar 
tendría su voz, 
su alegre voz de corazón-navío. 
Si le arrojara 
mi corazón. 
 

En unas redes 
de pescador, 
al mar regrese, amigos, cuando muera. 

Al mar regrese 
mi corazón, 
mi corazón de barca marinera. 
En unas redes, 
de pescador. 

 

TODO PUEDE VENIR

Todo puede venir por los caminos 
que apenas sospechamos. 
Todo puede venir de dentro, sin palabras 
o desde fuera, ardiendo 
y romperse en nosotros, inesperadamente, 
o crecer, como crecen ciertas dichas, 
sin que nadie lo escuche. 
Y todo puede un día abrirse en nuestras manos 
con risueña sorpresa 
o con sorpresa amarga, desarmada, desnuda, 
con lo triste de quien se ve de pronto 
cara a cara a un espejo y no se reconoce 
y se mira los ojos y los dedos 
y busca su risa inútilmente. 
Y es así. 

Todo puede llegar de la manera 
más increíblemente avizorada, 
más raramente lejos 
y no llegar llegando y no marcharse 
cuando ha quedado atrás y se ha perdido. 
Y hay, para ese encuentro que guardar amapolas, 
un poco de piel dulce, de durazno o de niño, 
limpia para el saludo. 

 

POEMA DE LA VERDAD PROFUNDA

Tú no entiendes, amigo, tú no entiendes. 

Deja que te lo explique, no en palabras 
que con palabras no se entiende a nadie 
sino a mi modo oscuro, que es el claro. 
Así oscura y claramente 
lo siento yo: 
A mí no me perturba la Rosa de los Vientos. 
Bello es el Sur, pero también el Norte 
tiene belleza. 
Para mi casa en noche está la luna 
y con mi vida puedo henchir la tierra 
cuando la tierra es árida. 
Sé vivir en el viento y en la nube 
y beber el agua sobre las hojas. 
No siempre se ha de estar alto, como Aldebarán. 
Hay que saber doblarse sin partirse. 
Saber leer, y luego 
saber romper la copa. 
La ciudad puede, alguna vez, ser selva. 
¿Qué importa así o de otro modo? 
Bebiendo sol y salitre en alto mástil de barco 
o en presidio. 
Me da igual. 
Donde quiera estoy yo. 

A salvo. 

 

De Mirta Aguirre (La Habana, 1912-1980) se conoce mayormente su desempeño académico en la Universidad de La Habana (desde 1962) y su obra ensayística. No obstante, fue también animadora cultural, traductora, periodista y, lo que más interesa para esta sección, una fina poeta, con amplio repertorio formal, pues se manejaba con igual eficacia en las estrofas clásicas y en el verso libre.
 
Desde muy joven (1932) tuvo una destacada participación dentro de los  partidos Comunista y Socialista Popular (PSP); justamente en este último integró la comisión para el trabajo intelectual, junto a Juan Marinello y a Carlos Rafael Rodríguez. Además dirigió por años la sección de cine, teatro y música del periódico Hoy. 
 
Entre sus obras más notables se señalan los ensayos Un hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra (1948), La Edad de Oro y las ideas martianas sobre educación infantil (1963) y Del encausto a la sangre: Sor Juana Inés de la Cruz (1975). Se inició como poeta en 1938 con el volumen Presencia interior. También cultivó la literatura infantil: Juegos y poemas (1974) y Doña Iguana (1982). La suma de su poesía está contenida en la antología personal Ayer de hoy (1980), a partir de la cual Marinello expresó:

“La poesía de Mirta Aguirre se afirma en Ayer de hoy como un momento insustituible en el proceso creador de la literatura cubana. […] Esa natural espontaneidad que se desprende de cada imagen, de cada verso, no sólo son achacables a ciertos dones que requiere toda obra poética, sino al gustoso ejercicio de una disciplina que ha atendido siempre las leyes de la preceptiva y también muy sabiamente, a su libre albedrío.” (AF)