La construcción de mundos (de, con y para el Che) (II)

Víctor Fowler
4/11/2019

El cuadro, pues, es un creador…

El cuadro, columna vertebral de la Revolución (1962)

Tenemos la obligación imperiosa de pensar, ¡Imperiosa!

Reunión bimestral en el Ministerio de Industrias. Versión de acta inédita (2 de octubre de 1964)

…una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas.

El socialismo y el hombre en Cuba (1965)

para Fernando Martínez Heredia, a quien extraño.
 

Si la primera parte del enigma consistía en averiguar lo que era necesario, la segunda era saber si acaso existían personas que reunieran tal cantidad de atributos y a ello la respuesta del Che es que dichas personas estaban, sin embargo, presentes “en el pueblo de Cuba y nos lo encontramos día a día” (Guevara: 1977, p. 242). Esta figura culta, audaz, estimada y querida, investiga, acciona en el interior de eso que el Che denominó: “las raras interrelaciones que existen en el socialismo, entre el hombre, el individuo, y la sociedad” (Guevara: 2006, p. 295), lo multiplica y contribuye a su fortalecimiento continuo. Con una autoridad que no se funda en el despliegue de la cantidad de poder que le ha sido otorgada, sino en el ejercicio del ejemplo y la capacidad de escucha, diálogo y convencimiento, el cuadro aparece como alguien que se torna más reconocible y próximo al núcleo de su identidad en la medida en la que cumple con la máxima guevarista: “Lo fundamental, también en esto, es que seamos capaces de hacer cada día algo que perfeccione lo que hicimos el día anterior. Por minúsculo que sea, por pequeño que sea…” (Guevara: 2006, p. 295).

Foto: Sitio web de la Mesa Redonda
 

¿De qué manera regresar al comienzo y enlazar proceso social, tiempo, angustia, valores, cuadro y categorías nuevas? Si en El cuadro, columna vertebral de la Revolución la inquisitoria era dirigida a preguntar por este actor encargado de dirigir procesos sociales y grupos humanos, en ese otro texto mayor que es El socialismo y el hombre en Cuba quien recibe esta categoría es “un personaje que se repetirá sistemáticamente: la masa” (Guevara: 1970, t. 2, p. 368). La sinergia entre ambos personajes, cuadro y masa, se verificaba cuando se producía, como en el caso de las concentraciones públicas en las que hablaba Fidel Castro, “el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor” (Idem, p. 370). Para que esta conexión fuera posible y permanente se hacía necesario crear y extender “una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas” (Idem, p. 372). A ojos del político es un enigma y por ello celebra los “actos de valor y sacrificio excepcionales realizados por todo un pueblo” durante “la Crisis de Octubre o en los días del ciclón Flora” y adelanta que la clave del tiempo futuro va a estar en encontrar “la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica” (Idem, p. 368); es ahí donde, apelando a una cita tomada de la Reunión Bimestral de 11 de julio de 1964 en el Ministerio de Industrias: “lo fundamental que nosotros vemos hasta ahora, no se nos ocurre otra, es la conciencia” (Guevara: 2006, p. 296).

Lo que unifica las posibles dispersiones de toda esta batalla conceptual es la posición subjetiva del hablante, un sujeto poscolonial que habita un pequeño país del subdesarrollo, una Isla, de economía monoproductora y altamente dependiente de la máquina económica, cultural y militar más poderosa de la historia humana; por si no fuera suficiente para dar lugar a una situación especial, el país poderoso y la Isla pequeña están unidos en una larga trama de intereses geopolíticos donde el más débil ha sido desde siempre considerado, por los sectores más agresivos entre las clases políticas del país mayor, como una frontera que se hace necesario conquistar o una propìedad que es deseable adquirir o administrar. Si tal escenario obliga, desde el momento mismo de la ruptura, a imaginar, experimentar y finalmente esperar el despliegue de numerosas represalias (como castigo a la osadía), entonces también es posible suponer la obligación de articular fugas, angustias y resistencias en una entidad superior marcada por la vocación de supervivencia; en el contexto cubano, tal suerte de balanceo dialéctico pone en el centro de cualquier valoración el enigma urgente del subdesarrollo, la obligación de reconfigurar la economía, apoderarse de la técnica de vanguardia, crecer en producción, productividad y control para encontrar la salida. Por ello, como pórtico de todo este edificio de pensamiento, bien que pudiera escribirse la siguiente frase, tomada del breve capitulillo introductorio a los Apuntes críticos a la Economía Política, titulado “Necesidad de este libro: Otra característica tiene esta obra: es un grito dado desde el subdesarrollo” (Guevara: 2006, p. 27).

V

Para el sujeto del que hablamos la pregunta del subdesarrollo (¿qué es y cómo salir de ese estadio?) debe de ser resuelta desde la óptica de la oposición frontal a la mera existencia del circuito imperial y del capitalismo, sistema al cual el nuevo poder busca superar; aquí es donde aflora la angustia de estar contra el tiempo y de tener que avanzar con aceleración increíble para alcanzar el desarrollo económico del sistema enemigo. Esto resulta evidente cuando analizamos la relevancia que para Guevara adquiere la cuestión de la técnica y su manejo en función del desarrollo o los problemas derivados de su desconocimiento; de ello es ejemplo la intervención del 17 de octubre de 1959, titulada Reforma universitaria y Revolución, en la cual, después de afirmar que “la Universidad es la gran responsable del triunfo o la derrota, en la parte técnica, de este gran experimento social y económico que se está llevando a cabo en Cuba” (Guevara: 1977, t. 4, p. 30), continúa diciendo que “todo ese inmenso trabajo lo hemos iniciado solamente con buena voluntad, con el convencimiento de que estamos siguiendo un camino verdadero y justo, pero sin contar con los elementos técnicos necesarios para hacer las cosas perfectamente” (Idem). Otro discurso, este del día 24 de septiembre de 1961, hace una proposición más grave o radical: Nunca podremos caminar con nuestros propios pies, mientras no tengamos una tecnología avanzada, basada en una técnica propia, en una ciencia propia”(Guevara: 2012, p. 19). En el artículo titulado “Contra el burocratismo (Cuba Socialista, febrero de 1963), Guevara coloca entre las causas del problema “la falta de conocimientos técnicos suficientemente desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo” (Guevara: 1977, p. 64), y dice que una meta del poder socialista deberá de ser “corregir la inferioridad que significa la falta de conocimientos” (Idem, p. 66).

Foto: Tomada de Cubadebate
 

Pero lo que hace lo anterior aún más dramático es cuando el ámbito del análisis son los países socialistas, como en el siguiente fragmento de la ya citada carta del Che a Fidel de abril de 1965: “La técnica ha quedado relativamente estancada, en la inmensa mayoría de los sectores económicos soviéticos. ¿Por qué?” (Guevara: 2006, p. 11) o en la reunión en el Ministerio de Industrias del 2 de octubre de 1964, también hablando de los países socialistas: “Entonces eso no puede ser, sencillamente ahí hay una serie de atrasos tecnológicos que no se deberían aceptar y que se han producido porque ha habido este tipo de fallas, ha habido este tipo de dogmatismo, son esas cosas que no las puedo explicar bien por qué se producen” (Idem, p. 320), descarnada crítica que de nuevo se repite en otro comentario hecho el mismo día: “… un aspecto donde el fracaso de los socialistas ha sido total, y nos incluimos aquí ampliamente, es la agricultura” (Idem, p. 347).

La reciente publicación de la correspondencia del Che, bajo el título Che Guevara. Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, ofrece nuevos accesos a la complejidad, amplitud, velocidad de desarrollo y ebullición del pensamiento guevarista; la aparición allí de la versión íntegra de la citada carta a Fidel, de 26 de marzo de 1965, es uno de los momentos claves de la cosmovisión guevarista, tanto por las especiales circunstancias en las que fue redactada y enviada, como por los temas que aborda y la intención crítica y renovadora con la que lo hace. El Che partía hacia el Congo días más tarde y, por tanto, se alejaba del ejercicio del poder en la Isla y, en consecuencia, de la oportunidad de acelerar cambios con su acción directa; en este contexto, su posibilidad de incidencia estaba en escribir al líder de la Revolución, enviándole “el conjunto de mis ideas sobre algunos de los problemas básicos del Estado”, desde una posición de “crítica constructiva, por si puede servir para mejorar algunos problemas que continúan siendo graves” y “amparado en la vieja amistad y en el aprecio, la admiración y lealtad sin límites que te profeso” (Guevara: 2019). La carta es un documento básico para reconstruir el pensamiento guevarista y constituye, de hecho, el “feto” del cual el Che hizo mención en la ya citada reunión del 2 de octubre de 1964 donde confesó a los asistentes: “Estas cosas que les digo a ustedes no las he planteado en el Partido siquiera, porque son cosas que uno las va todos los días cambiando un poquito”.

Foto: Tomada del sitio web del Minrex
 

La carta es un resumen de las búsquedas y las obsesiones del Che mientras intentaba hallar respuesta a las interrogantes que aparecían al tratar de entender las características de la construcción de una sociedad socialista en un país de economía subdesarrollada, con el tipo de enrevesadas relaciones de dependencia que, a lo largo de décadas, habían sido tejidas entre Cuba y los Estados Unidos. En paralelo a ello, resultaba fundamental identificar y comprender los problemas surgidos durante la construcción del mundo nuevo en los países del socialismo europeo, ya que eran el lugar donde ya había sido aplicada la teoría marxista-leninista clásica; de este modo, el pensamiento guevarista abarcaba desde las preguntas para llegar a un objeto de deseo que era imprescindible alcanzar (el salto desde el subdesarrollo hacia una sociedad altamente desarrollada) hasta las pertinentes a una realidad que, en opinión de Guevara, contenía numerosos signos de conflictos potenciales y presentes que, también de manera imperiosa, había que evitar. Todo ello al servicio de lo que en algún momento de la carta remarca como su preocupación fundamental: “la creación del hombre nuevo”. El siguiente fragmento de la carta contiene la idea fundamental de la Revolución socialista, acompañada de una sorprendente coda:

… eliminar las categorías capitalistas: mercancía entre empresas, interés bancario, interés material directo como palanca, etcétera y tomar los últimos adelantos administrativos y tecnológicos del capitalismo, esa es nuestra aspiración.

Se nos puede decir que todas esas pretensiones nuestras equivaldrían también a pretender tener aquí, porque los Estados Unidos lo tienen, un Empire State y es lógico que nosotros no podemos tener un Empire State pero, sin embargo, sí podemos tener muchos de los adelantos que tienen los rascacielos norteamericanos y técnicas de fabricación de esos rascacielos aunque los hagamos más chiquitos (Guevara: 2019).

La claridad conceptual y la capacidad de mirar en la línea del tiempo lo que todavía es embrionario dentro de las realidades del presente, y de prever, a través de ello, lo que mediante esfuerzo colectivo se pudiera conseguir, características necesarias al cuadro, hacen que Guevara pronuncie esta declaración, uno de los momentos más impresionantes y desafiantes del enfrentamiento al subdesarrollo y la teoría de la Revolución socialista. El punto álgido está en esa asignación de encargos según la cual, con independencia del nivel de subdesarrollo que el territorio tenga (es decir, de la diferencia respecto a los Estados Unidos, la economía líder del mundo) es el capitalismo más refinado lo que corresponde como meta y llevar a ese grado de desarrollo la tarea en los campos de la producción, la organización, el control, las comunicaciones, etc. Consciente de la magnitud de lo que propone, Guevara recurre a una tenue ironía al mencionar ese rascacielos deseable que es “lógico que nosotros no podemos tener”, pero entonces la carga limitante de la frase es revertida gracias a la combinación de inteligencia, voluntad y proyecto; no se trata de renunciar, sin más, a lo imposible, sino de tensar el presente para agotar sus posibilidades, descubrir formaciones nuevas y los intersticios del desarrollo futuro. Por eso, según la lección contenida en la metáfora, importa menos que los rascacielos sean más chiquitos” siempre que hayan sido pensados y construidos, podemos tener muchos de los adelantos que tienen los rascacielos norteamericanos y técnicas de fabricación de esos rascacielos “aunque los hagamos más chiquitos” siempre que hayan sido pensados y construidos con la misma ambición que aquellos del alto capitalismo.

VI

Si la lucha contra el subdesarrollo continúa siendo la batalla principal del país en términos económicos, organizativos y culturales, la agresividad imperial, ahora traducida en vocación de reconquista, continúa figurando como la fuerza principal que se opone a este deseo, por más que se intente disminuir la violencia de esta hostilidad presentándola como un sencillo diferendo entre naciones vecinas; de este modo, la teoría de la revolución anticolonial, antimperialista y tercermundista es tanto teoría sobre los caminos a construir sociedades igualitarias y salir del subdesarrollo, como teoría de la resistencia frente a las previsibles acciones de la reconquista imperial.

Lo primero a decir es que no existe diferendo pequeño con la estructura de poder económico, militar y de reproducción de mensajes culturales más descomunalmente grande que se ha conocido en toda la historia humana; aquí lo pequeño es desmesurado, descomunal, cualquier pretensión de reducir el horror del conflicto recuerda el modo de interpretación perversa de la realidad identificado por Guevara en su Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el día 11 de diciembre de 1964, cuando se refirió al mantenimiento de las relaciones de dominación en el comercio entre países pobres y ricos bajo el manto de “la aparente justicia de un intercambio igual de valores” (Pensamiento Crítico: octubre de 1967, p. 146). A modo de complemento de esto, en la ya comentada carta a Fidel, el Che escribe que “(e)l imperialismo no ha sucumbido gracias a su capacidad de extraer ganancias, recursos, de los países dependientes y exportarles conflictos, contradicciones, gracias a la alianza con la clase obrera de sus propios países desarrollados contra el conjunto de los países dependientes” (Guevara: 2019).

¿Qué son “un conflicto” o una “contradicción” exportados? ¿Cuáles conflictos o contradicciones? ¿Se puede hacer eso? ¿Cómo se hace? ¿Quién se ocupa de semejante tarea? ¿Por qué el Che habla de una alianza entre “imperialismo”, el sujeto de la oración, y “la clase obrera de sus propios países desarrollados”? ¿Por qué, en lugar de elaborar una fácil oposición entre “la clase obrera” de los “países desarrollados” y la “clase obrera de los países menos desarrollados” o en desarrollo”, dice que esta clase obrera de los países desarrollados se opone, junto con el imperialismo, al “conjunto de los países dependientes”? ¿En qué esferas de la vida tiene lugar esta oposición?

Foto: Tomada del periódico 5 de Septiembre
 

Mientras que la aparente justicia del intercambio oscurece la violencia real de la dominación, tanto la esfera del consumo como la del ocio (e incluso la del trabajo y su retribución) se presentan como si no hubiese conexión alguna entre lo que el individuo recibe y/o disfruta y la imposibilidad de acceso de grandes grupos humanos a su mismo nivel de goce; este diminuto y fugaz instante de no poder ver al otro como a uno mismo (y sus familiares, y los amigos y el círculo más cercano), sino aceptar que las diferencias en el intercambio, el consumo, la calidad del ocio, el trabajo y su retribución (uno pudiera aquí agregar otras cosas como el acceso y calidad de la educación, servicios de salud y vivienda…) son ya parte de la alianza a la que se refiere el Che. En este contexto no es necesario gesto proactivo alguno, sino que aceptar la diferencia y actuar con ella como algo “natural” es la alianza como tal.

Lo segundo a destacar es que un diferendo como el señalado (político, militar, cultural y económico) con el tipo y magnitud de poder del que estamos hablando conduce, de modo inevitable, a la deformación absoluta de cualquier noción de normalidad; lo que es lo mismo, en condiciones como estas nada es “normal”, sino excepcional, en no pocas ocasiones extraordinario y a veces casi mágico. Si en lo que respecta a la totalidad de la población y el sentido último del proyecto mismo habitan, de manera cotidiana y extendida en el tiempo, con esa triada de anormalidad, excepcionalidad y casi magia, los conductores de un proceso de transformación social como este tampoco pueden ser, ni actuar, ni desarrollarse como personas normales; de ahí la cantidad enorme de exigencias, virtudes y/o capacidades que debe poseer y continuamente demostrar el cuadro de dirección en una situación como la descrita. Para Guevara, “las tres líneas más importantes” en las que los cuadros tendrían que trabajar para crear conciencia tendrían que ser: “la capacitación, tanto técnica como cultural o de profundización de la conciencia, la defensa del país, tanto armada como ideológica, y la producción en todos sus aspectos” (Guevara: 2012).

Lo tercero, y último a decir, es que una realidad como esta, alimentada por la hostilidad, las preguntas, las búsquedas y las respuestas del Che, se reproduce y ramifica cada día dentro de un entramado de desafíos cada vez más intensos y de mayor complejidad. Aquí las viejas cualidades deseables en el guerrillero (valentía, capacidad de previsión, audacia, resistencia física, claridad mental, espíritu optimista, adaptabilidad, inventiva, entre otras) son refinadas, evolucionan y se transforman en cualidades para la supervivencia y la voluntad de desarrollo en condiciones de paz anormal. Tanto la desmesura de poder que encierra la asimetría, como la capacidad planetaria de “arrastre” que esta tiene (de implicar a los más disímiles actores, además de los únicos dos supuestos enrolados, Cuba y los EE. UU.) hace que la única posibilidad de supervivencia esté asociada a las convicciones, la unidad, la identidad nacional, la voluntad de soberanía, la defensa, la producción y el conocimiento; practicamente todos ellos son hechos de cultura, que no pueden ser planteados, analizados, entendidos o resueltos sin una gran cantidad de estudio e investigación. Para hacer más tremendo el desafío, el guerrillero del subdesarrollo tiene que hacer todo esto, recorrer el camino completo, a la mayor velocidad posible porque el tiempo es otro de sus enemigos poderosos, tiempo de haber llegado tarde a los escalones más perfeccionados de la economía contemporánea (en las esferas de la producción, la planificación, la organización y el control, entre otros) en paralelo a la enorme masa de tiempo que significan las demandas acumuladas y las expectativas que abre para las masas populares una sociedad igualitaria. Por eso, en esta carta, el Che se refiere a la necesidad de “(h)acer del cuadro del Partido un elemento pensante, no solo de las realidades de nuestro país, sino de la teoría marxista que no es un adorno sino que es una extraordinaria guía para la acción” (Idem). Conocimiento técnico, de la ideología, de la historia, de la teoría, de las personas, del mundo, de la cultura.

El verdadero núcleo de la carta lo encontramos cuando, a propósito de la pregunta “¿(c)ómo hacer participar a los obreros?”, Guevara confiesa que no ha podido responderlo, que lo considera como un fracaso personal y que sabe que “es una de las cosas para pensar porque en ello también está implicado el problema del Partido y del Estado, de las relaciones entre el Partido y el Estado” (Idem). Pero, ¿acaso no es eso de lo que trata esa propuesta de mundo nuevo, de generar espacios de eclosión para “las raras interrelaciones que existen en el socialismo, entre el hombre, el individuo y la sociedad”? ¿Acaso no son estos los momentos exactos en los que toca asumir que “(l)a teoría la hace Marx, cuando es Marx, pero que cuando no es Marx, tenemos que hacerla todos un poquito”? Entonces la cultura es clave y respiración; de ahí la frase urgente cual si fuera una orden: “(t)enemos la obligación imperiosa de pensar, ¡imperiosa!”.

 

Citas:
 
Guevara de la Serna, Ernesto. Escritos y discursos (T. 6). Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 1977.
 
Guevara de la Serna, Ernesto. Apuntes críticos a la Economía Política, Editorial Ciencias Sociales: La Habana, 2006.
 
Guevara de la Serna, Ernesto. Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965). Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2012.
 
Guevara de la Serna, Ernesto: Obras (2 tomos). Casa de las Américas: La Habana, 1970.
 
Guevara de la Serna, Ernesto. Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el día 11 de diciembre de 1964. En: Pensamiento Crítico, octubre de 1967, p. 146.
 
Guevara de la Serna, Ernesto. “Epistolario de un tiempo: Carta a Fidel”. (Cubadebate: 14 junio 2019)
en:http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/06/14/epistolario-de-un-tiempo-carta-a-fidel/#.XbHNBNR6TDc