Argentina lo engendró, Chile lo forjó y Francia lo acogió. Parece un juego de palabras, pero en realidad representa la trayectoria del poeta José María Memet, seudónimo de Pedro Segundo Ortiz Navarrete. De padres chilenos, nació en 1957 en la ciudad argentina de Neuquén; adoptó la nacionalidad chilena en 1970 y vivió exiliado en París entre 1981 y 1985.

“Ha realizado conferencias y lecturas de sus textos en numerosas universidades europeas, y sus obras han sido traducidas
al francés, alemán, ruso y checo”. Foto: Internet

Acumula entre sus lauros el Premio Gabriela Mistral (1977), Premio Pablo Neruda (1996) y el Premio José Lezama Lima (2019), entre otros. Ha realizado conferencias y lecturas de sus textos en numerosas universidades europeas, y sus obras han sido traducidas al francés, alemán, ruso y checo. Sus poemas están incluidos en múltiples antologías, tanto chilenas como hispanoamericanas.

Opositor de la dictadura de Augusto Pinochet. El autor de Poemas crucificados (1977), Amanecer sin dioses (1999), El rastreador de lenguajes (2005) y El cazador de instantes (2009) ha llevado su vida como una aventura, donde en varias ocasiones interpretó el papel de héroe. Defendió sus ideas mediante la fuerza, la inteligencia y las palabras, a través de versos que hoy narran la historia de Chile.

Sobre el protagonismo de la poesía de Memet en Latinoamérica, el autor asegura que “en el caso específico chileno y en muchos países latinoamericanos, la poesía es más que un género literario, es parte de la historia. En el caso de Chile, solamente los historiadores, a partir de los años 70, comenzaron a tener en cuenta lo que era un pueblo, lo que era una historia ligada a las civilizaciones primitivas que habitaban y habitan aún nuestro país. Es decir, la poesía en la historia, en nuestro caso, y en mi caso, no se produce por la disfunción, sino al revés; se produce por una cercanía y por la ausencia de credibilidad, y a los chilenos en específico nos ha tocado una oligarquía muy dura, no solamente desde el punto de vista de la violencia y la violación de los derechos humanos, sino también desde la negación de la historia como lo que realmente ocurrió en ese país”.

“La poesía es más que un género literario, es parte de la historia”.

Los años de juventud del poeta estuvieron marcados por el impacto de la dictadura de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990, años en los que Chile vivió una opresión conocida como Régimen Militar. Según datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile, hubo 9795 víctimas de prisión política y tortura durante los años de la dictadura. Las víctimas del régimen superan las 40 000 personas.

Chile debe ser uno de los países con más masacres cometidas contra el pueblo en la historia de América Latina, y no me refiero solamente a la conquista, sino al colonialismo y a la actual república —que de república no tiene nada, pues las tres constituciones fueron entre cuatro paredes con dos o tres personas, que además eran oligarcas. Entonces la poesía cumplió ese rol muy fuertemente y ha creado una identidad-país y una especie de río en el cual se reconoce el país. El país no se reconoce por sus novelistas, sus reseñistas o sus historiadores, sino por los poetas.

“Los años de juventud del poeta estuvieron marcados por el impacto de la dictadura
de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990”. Foto: Tomada del sitio web Memoria Chilena

En su juventud algunos lo catalogaron como un poeta político exclusivamente. La historia demostró lo contrario, relució su versatilidad y su coherencia entre poesía, vida y obra. Perteneció al Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Trabajó durante una década en la Vicaría de la Solidaridad (organismo que denunció las violaciones de los derechos humanos y que promovió la defensa de los mismos); etapa en la que salvó miles de vidas y apoyó la liberación de los presos políticos. Al igual que varios de sus compañeros, Memet fue detenido y torturado.

Cuando era muy joven se decía que yo era solamente un poeta político. Y sí, soy un poeta político, no por decisión personal, sino por decisión histórica. No hubo otra posibilidad más que serlo, a mí me hubiera gustado ser un poeta bucólico, pero no se dio lo bucólico, ni se dio el paisajismo en medio de una masacre. Fue lo que me tocó, y no me arrepiento de haberme opuesto a esas violaciones. Qué más se le puede pedir a la vida, yo con eso estoy pagado.

A Memet no lo quiere la derecha en Chile. Era de esperar.

“Soy un poeta político, no por decisión personal, sino por decisión histórica”.

José María vivió y sufrió la dictadura de Pinochet, y ha recorrido varios países del mundo con diferentes culturas. Ante semejante trayectoria surge la pregunta: ¿Qué le queda por hacer a un hombre como Memet?

La vida termina cuando uno muere. En la vida se va pasando por etapas: ya yo tengo 65 años y no puedo ser boxeador, antes hasta les pegaba a las fuerzas de seguridad. Hoy hay más sapiencia, más seguridad, más sabiduría. La vida te va ofreciendo situaciones imaginarias y reales; es un continuo desde la infancia hasta la muerte, y es parte de tu mirada para poetizar. Lo importante no es mirar, sino ver, y eso es lo que yo hago: veo.

A través de la poesía José María ha establecido un diálogo con la izquierda latinoamericana. Además de ser poeta, en su faceta de productor cultural organizó uno de los eventos culturales más importantes de Chile, el Encuentro Internacional de Poetas “Chile Poesía”, fundado en 2001. Uno de los objetivos del encuentro era potenciar las más valiosas tradiciones culturales chilenas vinculadas a la esencia del país, entre ellas la poesía.

“Lo importante no es mirar, sino ver, y eso es lo que yo hago: veo”.

Al evento han asistido Ernesto Cardenal (Nicaragua), Juan Gelman (Argentina), Gonzalo Rojas (Chile) y Nicanor Parra (Chile). Memet los ha reunido en Chile, en Santiago y en varias provincias, y los ha convocado a recitar en la Palacio de la Moneda desde el balcón donde hablaba Salvador Allende.

A la derecha no le gustó nada eso, pero a mí no me importa. Un ciudadano tiene derecho a utilizar su poder, y como ciudadano tengo derecho a utilizar los símbolos que son parte de mi país, así que los poetas recitaron desde el balcón de la Moneda. Tomé la ciudad como escenario y los poetas recitaron en los balcones de distintos edificios. (…) La política no existe sin cultura. La cultura determina el rumbo de los pueblos, no la política. La política es la forma de operar sobre la cultura, y eso hay que tenerlo bien claro. Por eso me encanta restregárselo a los políticos chilenos.

“Como ciudadano tengo derecho a utilizar los símbolos que son parte de mi país”.

Cuando Memet piensa en Cuba, la primera palabra que asoma en su pensamiento es “solidaridad”. Sobre el tema comenta:

Han tenido una agenda de hermandad y una gesta solidaria de verdad. Cuba, para los que pensamos que somos revolucionarios, nos da lecciones a todos y, si vamos a situaciones mucho más puntuales, las organizaciones que han hecho, culturalmente hablando, son pioneras de América Latina y el tercer mundo. Están a años luz de nosotros; en Chile hay una burocracia cultural. Aquí puede que haya burócratas, como en todo el mundo, pero fueron capaces de crear la Universidad de la Artes y la Casa de las Américas, que en América Latina es un bastión. Usted no se imagina lo que implican para América Latina estos 60 años. Es fuera de serie. Nosotros logramos tener en tres años con Allende todo un proceso cultural que básicamente se centró en dos sistemas: uno, la Discoteca del Cantar Popular, que consistía en sacar discos y generar cultura a través de la música, y la Editorial Quimantú, que hizo que accedieran al mundo popular todas las obras de arte y de lectura necesarias, tanto chilenas como latinoamericanas y de los pueblos originarios. Pero fueron solo tres años, aquí estamos hablando de Cuba  por 60 años. El nivel de influencia que ha tenido sobre América Latina es brutal.

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