La enseñanza, ¿quién no lo sabe?,
es ante todo una obra de infinito amor.
José Martí
La Nación, Buenos Aires, 14 de noviembre de 1886

Aunque parezca absoluta la afirmación, todos los seres humanos guardan en la memoria algún recuerdo amable de la escuela y de quienes, en la niñez, les enseñaron esas primeras lecciones que les abrirían el insospechado mundo del saber. Los maestros, por su consagración, su entrega y su devoción, merecen —quién puede dudarlo— el más alto reconocimiento, no solo por parte de quienes fueron sus alumnos, sino también de toda la sociedad.

“Que la escuela sea como el pórtico de la vida”.

Por ello les propongo leer, o volver a leer, algunos de esos poemas que, con la firma de autores cubanos de diversas generaciones, estilos y tendencias, rinden merecido tributo al maestro y a la escuela.

El maestro-poeta Raúl Ferrer (Yaguajay, 1915-La Habana, 1993), quien además de ejercer la docencia ocupó importantes responsabilidades en el sistema educacional del país, escribió numerosos poemas relacionados con el magisterio. Aunque “Romance de la niña mala” es su texto más conocido sobre el tema, Raúl Ferrer creó otros poemas para contribuir a la enseñanza, como lo demuestra “Para aprender el acento”, escrito en 1940:

¿Una aguda quiere usted?
Aquí la tiene: pared.

¿Quiere una llana?
¡Ventana!

¿Una esdrújula?
Pues… brújula.

¡Pared, brújula, ventana!…
Qué fácil es la lección.
¡Y qué alegre el corazón
cuando la sepa mañana!

La escritora para niños y jóvenes Nersys Felipe (Pinar del Río, 1935), Premio Nacional de Literatura (2011) por el conjunto de su obra, antes de dedicarse a la creación dirigida a quienes son la esperanza del mundo, también se desempeñó como maestra.

Sus libros están colmados de fantasías y enseñanzas morales para los niños de las primeras edades.

Varios de sus libros —como ha recordado la autora de Cuentos de Guane y Román Elé— están marcados por esa enriquecedora experiencia que reverencia en la décima “Maestro”, dedicado al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes:

Abierta en el monte umbrío, escuelita de mi sierra.
Rosa de guano en la tierra
de palma, barranco y río.
Venían del lomerío
niñas y niños en bando.
Tus bancos se iban llenando.
Se iluminaba el papel.
Y en su voz, Carlos Manuel
iba la letra enseñando.

El más relevante improvisador decimista de la tradición oral del siglo XX cubano, Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí,(La Habana, 1922-2005), también se ocupó de homenajear a quienes se dedican al noble empeño de enseñar.

“La mano es más humana cuando escribe y leer es viajar sin ser viajero”.

En la extensa obra lírica del Premio Nacional de Literatura (1995) —que incluye títulos como Boda profunda, Entre y perdone usted, Viajera peninsular, Con tus ojos míos, Desde un mirador profundo, y otros— se encuentra el poema titulado “Al Maestro”:

Maestro, sin tu luz no se concibe
una tierra sin sombra. Heredero
de José de la Luz y Caballero
y Rafael María de Mendive.

El niño nace, crece y si recibe
tu lustre, será un hombre verdadero.
La mano es más humana cuando escribe
y leer es viajar sin ser viajero.

Florecen por tu siembra de ternura
la ciencia, el arte, la literatura
y también las virtudes más hermosas.

Te alegran tus graduados estudiantes
como a los jardineros ver las rosas
y a los mineros encontrar diamantes.

Otra reconocida escritora para el público infantil y juvenil, igualmente galardonada con el Premio Nacional de Literatura en el año 1988, Dora Alonso (Matanzas, 1910-La Habana, 2001), también dedicó versos al magisterio. La autora de libros clásicos de la literatura infanto-juvenil cubana —como El cochero azul, El Valle de la Pájara Pinta, Los payasos, La flauta de chocolate y El grillo caminante— es quien firma “Escuela”:

Naranja sobre limón,
sobre limones el agua:
agua fértil de represa,
agua de la nube blanca.

Finas espigas de arroz,
maduras, frescas, granadas,
y una sabana de letras
que a las espigas abraza.

El libro y la mariposa,
el limón y la naranja.
Con la escuela todo el campo
y con el campo el mañana.

Adolfo Menéndez Alberdi (Sagua la Grande, 1906-La Habana, 1987), poeta y narrador, por su obra para niños y jóvenes recibió, entre otros reconocimientos, los premios 26 de Julio, La Edad de Oro, Ismaelillo y La Rosa Blanca. En una de sus obras, Paloma del viento libre,una selección de su poesía, Menéndez Alberdi publicó un texto inspirado en las Escuelas Militares Camilo Cienfuegos, titulado “Los Camilitos”:

Por los campos se escuchan
cantos bonitos
cuando pasan cantando
los Camilitos.
Antes, los días
eran rostros marchitos,
sin alegrías.

Hoy son niños felices
en las mañanas
con sus libros abiertos
como ventanas.
Y el mediodía,
se les sueltan las ganas
de algarabía.

Poeta, narradora y ensayista, Mirta Yáñez (La Habana, 1947) es autora de una extensa obra, tanto para adultos como para niños y jóvenes, reconocida, en el año 2018, con el Premio Nacional de Literatura. Durante varios años de su vida profesional, la escritora impartió clases en las aulas de la Universidad de La Habana, y a partir de esa práctica docente nació el poema titulado “Conferencia”:

Pretendo explicar algo a mis alumnos
que todo lo preguntan, la palabra,
impura,
las conjeturas sobre aquella página trémula ya tan
      distante,
qué se hizo de la furia manirrota en que se
      empeñaban
los antiguos poetas,
dónde va el rumor de los capítulos amarillentos,
el crujido de las mamparas y los versos,
indócil polen que me gana la vida,
la pasión impresa, detenida en los celajes,
ese frío soplo que nos separa.
Cómo puedo saber yo del perfil inquieto,
encendido apenas por el fuego enamorado de la
      adolescencia.
Los profesores no disertan del amor personal,
del sufrimiento leve,
ni de la nostalgia por la loseta crucificada en la
      penumbra,
allí también arde un corazón impensado,
sigan atentos a mi charla,
tras ella se esconde mi propia página trémula, mi
      furia,
el rumor, las mamparas.

“Allí también arde un corazón impensado”.

En 1890, en El Partido Liberal,de México, el Héroe Nacional cubano escribió: “Que la escuela sea como el pórtico de la vida, de donde se salga, franco y fuerte, con el conocimiento de ella y el modo de subsistir con dicha y decoro”.

En ese pórtico de la vida que es la escuela, bien lo saben los poetas cubanos aquí reunidos, esperan siempre a sus alumnos esos hombres y mujeres que hacen realidad esa obra de infinito amor que es enseñar.