La feliz super banda de Teatro Tuyo

Rubén Darío Salazar / Fotos: Sonia Teresa Almaguer
18/8/2016

Escucha hermano
la canción de la alegría,
el canto alegre del que espera
un nuevo día
[1].

Lo primero que supe acerca del espectáculo Super Banda Clown, el más reciente estreno de Teatro Tuyo, de Las Tunas, fue la idea sobre el montaje por boca del propio Ernesto Parra. El líder desde hace más de 15 años de esa tropa de graciosos, me describió apasionado algunas imágenes y colores que en aquel momento no alcancé a ver con claridad, pues me hablaba de payasos que tocarían instrumentos en vivo, cantarían a voces, además de exponer las cualidades físicas y  de improvisación que  exige esa difícil especialidad, que algunos se empeñan en abaratar con facilismos y soluciones manidas.

Tras conseguir el éxito con obras como Parque de sueños, La  Estación, Narices, Gris o Caras blancas, entre otras producciones, lo que Parra se proponía con Super Banda… era colosal, sin dejar de ser coherente con ese afán de taller activo en que ha convertido a Teatro Tuyo. Al mezclar a jóvenes actores salidos de las academias, junto a otros con experiencias sobre las tablas, se exponía a resultados desiguales o tal vez medianos frente a los anteriores. El espectáculo, según Parra, colindaría con el teatro musical sin llegar a serlo, pues aunque tendría canciones y coreografías, sería susceptible de hacerse en un escenario grande o pequeño, según las circunstancias objetivas de la posible representación. Carecería de diálogos con palabras, mas no de los parlamentos característicos, logrados a través del lenguaje extraverbal, potenciado por el gesto y la expresión interpretativa y corporal.

El momento de constatar aquella idea maravillosa, estrenada como espectáculo en marzo del presente año, llegó a través del reciente encuentro artístico y pedagógico entre Teatro de Las Estaciones y el conjunto de Las Tunas. La espera de la llegada del director por un inestable, dividido y ansioso conjunto instrumental y vocal de cámara, para interpretar la “Oda a la alegría”, de la Novena Sinfonía de Beethoven, desata la fábula del espectáculo. La ausencia del guía orquestal se hará tácita y sobrevendrá el caos. Solo el utilero de la agrupación intentará unir caracteres y objetivos personales distintos

El tratamiento estético en cuanto al vestuario, luces y utilería es superior a otras obras. Predominan el blanco y negro en los trajes de gala de los actores, una pompa clownesca, por supuesto, con salpicaduras cromáticas en las metafóricas partituras. Los instrumentos y otros objetos sobre la escena comparten detalles reales —son instrumentos musicales de verdad—, con otros irreales e irónicos como pueden ser los atriles, la grabadora-coctel de sonoridades o el inmenso sobre donde llega la noticia de que el director orquestal no asistirá al ensayo. Todo iluminado de forma esencial e inteligente, con poquísimas variaciones, solo las necesarias.

La banda sonora está compuesta por piezas musicales antológicas del pentagrama cubano. “El Pilón”, de Enrique Bonne; “El manisero”, de Moisés Simmons; “El Chan Chan”, de Compay Segundo, todo un himno popular que el espectador agradece con aplausos no más reconocer los primeros acordes, hasta llegar a “Mariposita de primavera” y “Lágrimas negras”, del mítico Miguel Matamoros. Excepto la pieza de Beethoven, mundialmente conocida y admirada, todo lo que se escucha es raigalmente nacional, a diferencia de otras puestas en que han utilizado música original o temas de filmes europeos y de diversos orígenes.

Si en producciones precedentes los actores de Teatro Tuyo han exhibido dotes coreográficas, circenses y un histrionismo sui géneris, que no se parece al de ningún grupo escénico de la Isla, Super Banda Clown — adelantada solamente por el momento de percusión que muestran el propio Ernesto y su hijo Jean Paul en Caras blancas— presenta esta vez a siete intérpretes en estado de gracia. Lo mismo tocan trompeta, flauta, guitarra, violín, bombo, bongoes o cencerro, que cantan a voces con efectividad. La caracterización de cada uno de los actores, desde el peinado hasta los zapatos, el movimiento corporal y el trabajo con la máscara facial, dejan claro que estos muchachos son una verdadera Super Banda, una orquesta de afinación casi perfecta y virtuosa. Cada quien hace lo suyo a favor de un resultado escénico coral, una crítica directa a las manquedades humanas de estos tiempos globalizados y egoístas.

Todo en la escena produce sentido. El crescendo sonoro y dramático alcanza un tutti de conclusión que nos hace transitar de la risa a la emoción, del absurdo a la razón, de la oscuridad a la luz, del individualismo a la colectividad y del pesimismo a la esperanza. De aquella idea que me narrara su director, quedó un espectáculo tan hermoso como necesario, de esos que nos arreglan el día si estamos tristes o lo empezamos bajos de ánimo.

Super Banda… significa el ascenso hacia otro peldaño creativo por Teatro Tuyo, además de que deja en claro la madurez que han conseguido como núcleo artístico: una evolución que tiene un alto por ciento de felicidad y realización, regocijo luchado a brazo partido sobre las tablas, sin desmayar ante entuertos naturales y fabricados, enfrentando la desilusión, los egos innecesarios, solo con la fe en un público ávido de encontrarse con ellos y cantar a la vida.


Nota:
[1] Fragmento de “Himno a la alegría”, basado en el último Movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven, según letra de Amado Regueiro Rodríguez.