La huella de Cuba en Tontxu Ipiña

Indira Hernández Alonso, Yira Hernández Gómez
17/4/2019

Treinta años cumple el Festival La Huella de España, un encuentro de arte y amistad que une a las culturas cubana y española, una fiesta de la tradición y un homenaje a nuestras raíces.

En la edición de este año, dedicada a la cultura vasca, un pueblo de muy antiguas relaciones con Cuba y cuyos representantes han estado en distintas etapas de nuestra historia, no podía faltar una ilustre y especial representación proveniente de esa comunidad autónoma: la del cantautor español Juan Antonio Ipiña García, más conocido como Tontxu.

Foto: Henry Acea
 

Su origen se encuentra en el norte de España, sus primeros pasos los dio en Vizcaya, específicamente en Bilbao, la más cosmopolita y bella urbe del País Vasco, y su alma definitivamente está en Cuba.

Atraído por su amor filantrópico a la Revolución de Fidel, llegó por primera vez aquí —junto a un amigo con el que no hacía más que hablar de política— con 17 años, para enamorarse de nuestra gente y su música. A esa edad su corazón se tornaba “más rojo, de izquierda y socialista que nunca”.

“Nos sentíamos identificados con esta mítica Revolución por como nos la contaban sus trovadores, Silvio Rodríguez, Vicente Feliú, Noel Nicola y Pablo Milanés”, expresó en entrevista para La Jiribilla.

Para Tontxu Ipiña, su presencia en el contexto de La Huella de España resulta una casualidad maravillosa devenida premio, pues fue el resultado de una llamada por la cual terminó sustituyendo a otro músico a quien le era imposible asistir. “En estos momentos estoy viviendo una de las semanas más felices, importantes e inolvidables de mi vida, porque he visitado Cuba unas 10 o 15 veces, pero no como ahora, así profesionalmente, compartiendo con el público cubano mi obra”, aseveró.

Este cantautor ha colaborado con músicos cubanos como Kelvis Ochoa y la agrupación Habana Abierta; y dice sentir mucha admiración por otros como Carlos Varela, Frank Delgado y Gema y Pavel; confiesa haber ido a sus conciertos como un fan más.

En 1990, Ipiña empezó a trabajar como locutor en la emisora 40 Principales, de Bilbao, para más tarde trasladarse a Madrid, donde comenzó a cantar en el café Libertad 8 y en otros de la capital. En 1996 firma con EMI Odean, con los que realiza sus primeros discos. En 1997 resulta nominado como Autor Revelación en los Premios de la Música.   

Sobre por qué se decantó por la música, señaló que hizo su elección, su certera apuesta “por lo que salía del corazón y la creatividad”. La música, confesó, le daba la libertad de poder tener el control sobre lo que escribía y cantaba a través de sus composiciones: “Trabajé en una emisora de radio comercial por alrededor de cinco años como locutor y el oficio me apasionaba, pero me siento más libre escribiendo canciones en lienzos en blanco. Rara vez se podía hacer un programa de radio tuyo y los formatos te limitaban”.

Mucho destaca la sensibilidad de este hombre, quien ha hecho música para todos y a la vez ha creado melodías para ver, escuchar y sentir; así como también para quienes no pueden ver, ni escuchar, pero sí sentir, y con mayor intensidad: las personas sordas y ciegas.

En este sentido, se refirió a cómo esa etapa en su carrera se desarrolló por la inspiración de su abuelo paterno, quien era ciego y desde muy pequeño le emocionó observar sus reacciones cuando él, su nieto, le tocaba la guitarra.

“La pureza y la bella ingenuidad que se puede encontrar en las personas invidentes y sordas me hipnotizaba, pues en realidad poseen una mirada que escucha. Por eso, me es muy familiar esta convivencia”. 

“Pasados los años, una chica en mis conciertos me emocionó al regalarme un CD con una canción de mi autoría interpretada por ella en lenguaje de signos. Su nombre era Evelin Vega y fue la impulsora de este gran sueño cumplido, porque la llamé y le pregunté si se atrevía a interpretar todo un concierto a mi lado, y accedió. Hicimos así más de cien presentaciones por toda España”, relató.

Se convirtió en una experiencia renovadora —agregó—, un éxito vital y social que impulsó a otros compañeros a animarse a hacerlo también. “Detrás de ese sueño tan ingenuo y sincero comenzado por Evelin y yo había un poderoso mensaje de integración”. 

Igualmente, Tontxu Ipiña declaró que siempre se ha sentido muy atraído por los géneros caribeños, también por las armonías provenientes de Brasil y, especialmente, por la trova cubana, responsable en un gran por ciento de sus formas de concebir sus canciones.

“La riqueza del mensaje escondido en los textos de la trova siempre me interesó mucho, porque en el género de la canción de autor la literatura suena, y se va más allá de cantar o hacer bailar. Me satisface que alguien puede encontrar en mis composiciones, por ejemplo, consuelo, recordar a un amigo, un amor o desamor o pueda superar enfermedades o etapas difíciles de su vida”, valoró.

Tontxu recoge los frutos de una intensa carrera artística desplegada por todo tipo de escenarios. Con su noveno disco Cicatrizando, presentado en el 2015, mezcló estilos españoles con mexicanos, la rumba y el folk norteamericano. Para diciembre del 2018, sacó a la luz su último álbum, Tr3inta y Tr3s. A propósito, nos comentó los móviles que impulsaron esta creación. 

“El disco es muy variado y cada tema tiene su propia historia. Todas las canciones de esta mi décima producción simbolizan experiencias biográficas vividas por mí y representan un resumen de los acontecimientos que más me marcaron en los últimos tres años. Especialmente, reflejan mi sentir como padre porque tengo tres hijos que amo, uno de los cuales llegó hace siete meses. Asimismo, hay temas nostálgicos y homenajes en alusión a quienes tuvieron que emigrar de mi país, España, porque no encontraban trabajo, pues en esa añoranza de algunos seres queridos muy lejos de aquí encontré la inspiración”.

“Por otra parte, también tengo temas que devienen crítica a ese mundo de hoy, globalizado, lleno de imperios, de multinacionales, donde, como decía el otro día el Papa Francisco, estamos confundiendo el estar conectados con la verdadera comunicación”.

Pocas naciones en el mundo han tenido el privilegio de que sus pueblos hayan construido lazos tan fuertes. Gracias a este intercambio entre Cuba y España se enriquecen y abren nuevos horizontes desde donde se construye un diálogo entrañable entre la esencia artística de la Península y lo auténticamente cubano. Tontxu Ipiña es un ejemplo de ello, de ese genuino espíritu español, vasco, que nunca abandonó a la Isla.