Desde los momentos de mayor esplendor de la antigüedad griega, la combinación e hibridación de la poesía visual y escrita como núcleo conceptual de la naturaleza del arte, fue una realidad y una constante que luego consagraron definitivamente las distintas etapas culturales y artísticas de la humanidad. No existía entonces la fotografía, obviamente, pero sí las demás artes visuales, de la que aquella formaría parte tan pronto como fue inventada, revolucionando en su irrupción, de arriba abajo, la visualidad humana. Con su surgimiento, los preceptos primigenios de los sabios griegos, han sido totalmente aplicables a ella, sin tensiones y con naturalidad, incluso con mayor razón, porque nunca una imagen visual tuvo tanto comprometimiento crítico con la realidad como desde el surgimiento de la fotografía.

Como expresó con agudeza John Berger, poeta de la interpretación fotográfica, “El verdadero contenido de una fotografía es invisible, porque no se deriva de una relación con la forma, sino con el tiempo”, lo que nos lleva de la mano al papel de crónica y testimonio que ejercen las imágenes fotográficas. Lo que vale es la intensidad de la mirada del artista, lo que esa mirada nos ofrece, es decir, lo visible y lo invisible. En el caso que nos ocupa, se aprecia un intimismo en las imágenes que no es más que la plasmación de lo esencial poético en la mirada de Roberto Chile. Podríamos muy bien, regresando unos cuantos siglos nuevamente, apropiarnos de las palabras del Abad de Rute (siglo XVI), y en el presente decir, con ligeros cambios, lo mismo que él afirmó sobre un poema de Luis de Góngora: “La poesía en general es imagen visual que habla”, ni más ni menos.

“Lo que vale es la intensidad de la mirada del artista, lo que esa mirada nos ofrece, es decir, lo visible y lo invisible”.

Me remonto a tiempos tan lejanos históricamente por el simple hecho de que la tentativa de Chile con este libro es muy similar, viene de esa tradición cultural, la judeo-cristiana. Aquí no hay un sistema semiológico pre-determinado, solo la analogía entre sentidos poéticos que dialogan entre sí.

Imaginado, deseado y gestado por Roberto Chile, este volumen es un lugar de encuentro de la poesía escrita más genuina con la visual, no menos auténtica; es un puente entre ambas poéticas. Se trata de poner a dialogar poemas escritos por bardos reconocidos con algunas de sus fotografías, con la aspiración de que, en cada caso, ese diálogo fructifique en la epifanía: un saber poético nuevo.

La capacidad significante de las imágenes no proviene tanto de su propia naturaleza, como se sabe, sino que es provocada y configurada por la perspectiva del artista. Es en su talento y su información donde se encuentra la riqueza semántica y la habilidad innata para dar voz y sentido trascendente a sus fotografías. Es lo que puede llamarse la subjetividad creadora. Los poetas, por tanto, en el diálogo que aquí se ofrece, intentan ver con otros ojos lo que primero vio Chile, y crear una expresión dialogante a partir de esa traducción.

De ahí la riqueza del libro. Las miradas otras sobre la mirada original del fotógrafo se producen con la voluntad expresa de desentrañar el enigma de las imágenes, de hacer copular esas diferencias de visión y de que el lenguaje escrito en comunión con el visual nos aporte una nueva dimensión cultural. Hay, por tanto, dos posibles lecturas en este libro: la de las imágenes y los textos en sí mismos y la de la relación que se establece entre ambos; atravesarlas y cotejarlas puede ser un apasionante ejercicio para el degustador. En el centro, la poesía.

Roberto Chile es un fotógrafo de reconocimiento y con una obra vasta y de mucha valía. Siempre se desenvolvió entre la imagen fija y la imagen en movimiento; fue camarógrafo y realizador de documentales al mismo tiempo que fotógrafo. Su serie de audiovisuales sobre artistas plásticos cubanos tuvo una gran recepción, pues artista él mismo, supo desentrañar con mucho acierto las poéticas y las estéticas de numerosos creadores visuales.

“Es en su talento y su información donde se encuentra la riqueza semántica y la habilidad innata para dar voz y sentido trascendente a sus fotografías”.

Después de decenas de muestras personales y colectivas, Chile integró la muestra colectiva La imagen sin límites. Exposición antológica de fotografía cubana, expuesta en 2018 en el Museo Nacional de Bellas Artes y al año siguiente en el prestigioso evento internacional de fotografía Photo España, en Madrid. Esa muestra describió la historia de la fotografía insular a través de la obra de cincuenta artistas y cien fotografías. De manera que estamos hablando de un fotógrafo con muchas horas de vuelo, un hombre de la imagen. Sus temas más trabajados en los últimos años han sido la cultura y religión afrocubanas, la sociedad y sus transformaciones y mutaciones, así como otras zonas de nuestra visualidad.

La selección de imágenes, realizada por el propio Chile, más que una antología de su obra, que no lo es, viene a ser un conjunto diverso, hasta cierto punto azaroso, que se corresponde con algunas de las vertientes de su trabajo fotográfico, que van desde lo conceptual o experimental, hasta lo puramente documental, atendiendo, la mayor de las veces, a una mirada introspectiva que persigue decodificar el corazón de las imágenes. Este es el punto de partida del diálogo entre poetas y artista, y donde se produce la traducción de sentidos. Precisamente, es ahí, donde anida la poesía.

Los poetas reunidos en torno a las fotografías de Chile son, sin excepción, reconocidos en el universo letrado del país. Algunos más jóvenes y con menos obra publicada, pero excelentes bardos. Todos han entregado apreciables poemas que otorgan una centralidad a las imágenes del libro, lo que mucho se agradece. Estos textos, salvo uno, han sido escritos especialmente para la ocasión, es decir, en su inmensa mayoría, son inéditos.

“Los poetas (…) intentan ver con otros ojos lo que primero vio Chile, y crear una expresión dialogante a partir de esa traducción”.

Las imágenes, si son elocuentes, no necesitan de palabras para significar, lo que no deja de ser un lugar común, pero lo cierto es que, si las hacemos acompañar de un buen texto que las interprete y comente, el efecto visual puede ser más racionalizado y comprendido. Esa cuestión es el epicentro de lo que hoy se conoce como estudios visuales, una manera de indagación que se mantiene desde que el hombre intentó desentrañar la producción simbólica hace ya varios siglos y es una de las tentativas principales del presente libro. Aquella socorrida expresión que decía que una buena imagen valía más que mil palabras, aunque se entienda bien lo que pretendía subrayar, no deja de ser una frase incompleta, pues las palabras, por lo general, no sobran. A veces, un verso puede decir más que un ensayo extenso y esa capacidad sintética y evocadora de las imágenes y de las palabras es lo que da vida a este libro. Decir mucho con poco.

Como dice Miguel Barnet en su texto,

“Es cierto que los poetas
atrapan instantes de la vida
y los fijan en la historia”

Lo cual nos remite al mismo efecto registrador y documental de la fotografía, que no es más que el primer contacto visual entre el hombre y la historia, ambas son formas de eternización de similares efectos, o también, como dice Norberto Codina en su poema, al referirse a Tina Modotti, fotógrafa de Mella,

“ella misma modelo y cazadora de la luz impresa
revela los fantasmas de las tramas plateadas de la película
en la imagen provocadora,
entre la precisión del documento y la aprehensión de la poesía”

O más crípticamente, Marilyn Bobes en sus espléndidos versos,

“No invoques más
a los febriles adoradores de estas formas
que huyen hasta el cansancio.
Ni tú ni yo sabemos
que hay detrás de los impredecibles sonidos
del crepúsculo”.

“Se aprecia un intimismo en las imágenes que no es más que la plasmación de lo esencial poético en la mirada de Roberto Chile”.

El mecanismo puesto en marcha por el libro se regocija pues en la tensión entre imagen visual y descripción poética, en perseguir esos fantasmas o los impredecibles sonidos crepusculares. El sentido de la imagen es la imagen misma, pero al dialogar con las palabras, al aspirar estas a una traducción de aquella, se acorta la distancia entre imagen y representación o traducción, el lenguaje desborda entonces el círculo de los significados y se produce la comunión entre ambas poéticas. Es la operatoria esencial de este libro.

Y así, sin saber muy bien cómo terminaremos de leerlo, pero seguidores del enigma doble que encierran sus páginas, sentimos que, al entrar en ellas, se produce una emoción inicial de benéficos efectos, al mirar y leer, leer y mirar, al buscar las asociaciones y los vínculos entre palabras y fotos.

Ya sea la sonrisa de un niño o de unos jóvenes, el simbolismo de una bandera, el formidable espectáculo de las olas rompiendo con su blancura en los arrecifes, unas manos callosas que exhiben su oculta belleza, un crucifijo besado con adoración, la geométrica conjunción de unas astas o cualesquiera de las demás imágenes que el artista nos lega, han provocado la poesía de unos textos que seducen también por sí mismos.

La idea genésica de Chile nos ha involucrado en la aventura de dialogar con un libro peculiar y mientras se hojea, esperamos, una y otra vez, la nueva imagen y el nuevo poema, y así, seguimos hasta el final, por el enigmático camino de la poesía.

*Prólogo del libro Donde anida la poesía, volumen que compila el proyecto entre fotografía y poesía que anima la exposición homónima inaugurada el 1 de julio de 2022 en la galería El reino de este mundo de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.