La joya que fue Gastón

Yoamaris Neptuno Domínguez
24/10/2018

No sé exactamente qué edad tenía cuando la historia de Julia en la serie colombiana Papá de noche recreaba mi fantasía de niña y me enseñaba que, por muy complejas que sean las relaciones entre los seres humanos, las soluciones deben partir del respeto a lo diverso y debemos llegar a un entendimiento mutuo.


Fotos: Cortesía de la autora

 

Al pasar los años, decidí convertirme en instructora de teatro. El hecho de combinar la pedagogía con el arte y hacer de la imaginación un recurso más que necesario para llegar a mis alumnos, fue la excusa para utilizar los títeres como una de las herramientas en mi quehacer.

En este sentido, todo proceso que se inicie lleva una investigación y eso fue lo que me posibilitó conocer a Gastón Joya. De manera atrevida y —lo confieso— hasta con miedo, toqué la puerta de su casa y tras una presentación donde exponía mis intenciones, la disposición de ayudarme no se hizo esperar. Así fue que comenzó —para mi suerte— lo que llamo: “una amistad especial”.

Descubrí que la persona que tenía tan cerquita era precisamente el creador de la flor de papel y la lechuza de trapo que se cantaba en la canción tema de la serie; pero había más: en esa casa mágica se guardaban celosamente títeres que también habían alimentado la fantasía de niños como mi madre y mi padre.

La ternura de Gastón y su inseparable María Luisa (Mary para mí) me hizo volver una y otra vez a su hogar, con el pretexto de presentarles lo que iba logrando como instructora, ávida de adquirir conocimientos que nunca me negaron.

Cada enseñanza de este Maestro me inspiraba a seguir queriendo saber más, y no solo eso, quería que mis alumnos también conocieran y disfrutaran de las travesuras del Malo pun pun, admiraran la belleza de la simpática Alelí, se convirtieran en amigos de Toqui, cantaran y tocaran con Los Yoyo, y —¿por qué no?— bailaran con la simpática Maconcha. Ahora comprendo que no eran “simples muñecos”, eran su vida.


Los Yoyo

 

El 11 de octubre del año 2013 la muerte de Gastón nos sorprendió a todos. Sentí que tenía una deuda, y mis funciones como instructora de arte, unido al sentimiento que me unía a su persona, eran el motor impulsor para buscar herramientas que enriquecieran los conocimientos de mis alumnos, no solo en el orden artístico, también en el orden espiritual.

Es así que surge la idea de realizar cada año el “Encuentro Los amigos de Gastón”, en fecha cercana a su nacimiento (25 de octubre de 1937), cuyos propósitos son: reunirnos en su pueblo natal, para recordar su entrega y sensibilidad ante ese mágico mundo que es el teatro para niños; y reconocer a los colegas que trabajaron junto a él, ya que constituyen memoria viva y, actualmente, apenas se reflejan en los medios sus historias de vida. Nunca faltan las lágrimas, pero tampoco la alegría de sabernos continuadores de esa persona sencilla, humilde y modesta que solía ser.

Con la presencia de familiares, conocidos, vecinos, instructores de arte, educadores, promotores, artistas, alumnos y todos los interesados en el mágico mundo de los títeres; se ha logrado mantener un espacio para el aprendizaje y la retroalimentación entre los participantes. Esto se logra mediante el intercambio de generaciones y saberes, a través de la realización de talleres y clases demostrativas, espectáculos que integran varias disciplinas artísticas y literarias (cuya única premisa es la utilización de las canciones de la época y la música interpretada por el combo Los Yoyo) y la participación activa de la comunidad, impulsado por sus principales actores.


Foto con amigos

 

Además, dentro de las acciones, se han realizado exposiciones de artes plásticas en diferentes modalidades, presentaciones y ventas de libros de temática infantil. Se confeccionó un mural con la imagen de Gastón y algunos de sus títeres, en un parque frente a su casa natal.

De Gastón aprendí que la modestia solo molesta a quienes no hacen las cosas de corazón. No puedo permitir que toda una vida dedicada a la construcción de aquellos que (estoy convencida) eran más que “sus hijos de madera” quede en el olvido.

Por él, por la infancia de mis padres, por los de mi generación y especialmente para mis niños y niñas, es que deseo que quede plasmada su historia y que esta no pase simplemente de mano en mano, sino que haga revivir a los niños de aquella época, inspire a mis contemporáneos en sus proyecciones futuras y endulce los momentos de juego de nuestros pequeños.

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