La mancha de los fantoches

Noel Alejandro Nápoles González
3/2/2021

“En la política, lo real es lo que no se ve”.
Martí.[1]
 

El contexto habla: justo cuando el bloqueo norteamericano contra Cuba es más cruel, cuando el Estado cubano se esfuerza por controlar la pandemia del coronavirus, cuando la población está tensa debido a una situación económica particularmente compleja, cuando se cumplen dos meses de la provocación del 27 de noviembre, cuando debía producirse un diálogo entre artistas y autoridades del Ministerio de Cultura (Mincult), un grupo de personas montan otra provocación. En realidad, retoman la fabricación en el mismo sitio que la dejaron, dan continuidad a su maniobra fallida para armar una oposición.

Los provocadores tratan de desviar la atención pública del prestigio nacional e internacional ganado por la medicina revolucionaria cubana que, una vez más, ha demostrado que para nuestros galenos la patria está donde los necesite un ser humano. No sé si la brigada médica cubana Henry Reeve será reconocida con el Premio Nobel de la Paz, pero estoy seguro de que dicho galardón se prestigiaría al hacerlo.

“Quieren elevarse, pero no crecen”. Obra perteneciente a Los Caprichos, de Goya. Fotos: Leonor Menes Corona
 

Los provocadores tratan de forzar a las autoridades cubanas a actuar de manera represiva, para luego acusarlas y evitar que mejoren las relaciones oficiales con los EUA. Practican la manida política norteamericana de doble rasero: llaman al diálogo, pero lo dificultan. Llaman al diálogo para dar la imagen de que son liberales; lo dificultan para evitar que se llegue a un acuerdo con las autoridades del Mincult. ¿Por qué? Porque sin diálogo no hay consenso y, sin consenso, no hay hegemonía. Y esta es la esencia de su tosca maniobra: tratar de quebrar la hegemonía ganada por el Estado cubano e imponer el criterio de que sus métodos son dictatoriales.

Los provocadores tratan, además, de prolongar en el tiempo un conflicto para articularlo con otros sectores descontentos con la escasez material, los altos precios, las tiendas en MLC, etcétera. Como ya sienten que crearon un punto de ruptura con la insolencia de un rapero y una línea de confrontación con la farsa de San Isidro, buscan ahora, de nuevo, convertir un plano de conflicto efímero, exiguo e ilegítimo, como es la provocación frente al Mincult, en un espacio de oposición permanente, amplio y legítimo, como sería una manifestación popular. Son, como ya dijimos en otro artículo, un punto que trata de ser línea, una línea que quiere ser plano y un plano que aspira a ganar altura. Pero lo cierto es que no lo consiguen. Por eso ensayan su obra de teatro, una y otra vez.

En resumen, estamos ante una estrategia neoimperialista, que persigue quebrar la hegemonía del Estado cubano desde la cultura, mediante una táctica que intenta dimensionar las acciones de una oposición prefabricada.

A partir de estas realidades, debemos sacar algunas moralejas:

1. Hay que defender el diálogo constante entre el pueblo y sus dirigentes porque esa es la esencia del poder revolucionario, lo que determina la capacidad de acción colectiva del Estado cubano, la clave de su hegemonía. Por eso los esfuerzos del enemigo se concentran en fracturar o al menos luxar esta articulación. Los tanques pensantes de Washington pretenden tomar la relación entre el Mincult y los artistas como termómetro para medir el grado de identificación entre el Estado y el pueblo cubanos. Defender el consenso, esto es, el acuerdo entre los disensos naturales de un país, no significa tampoco simular una unanimidad ficticia. Los verdaderos enemigos no son los extremos sino el extremismo y el equilibrio.

2. Hay que tener “sentido del momento histórico”, comprender a cabalidad las peculiaridades del contexto nuevo en que vivimos. Internet es el Reino posmoderno de las ideas, y en su época se combate en la realidad virtual tanto o más que en la realidad concreta. Las ideas son armas estratégicas.

3. Hay que dejar constancia histórica de la verdad de la Revolución, para poder ripostar, cada vez que se tergiverse, con imágenes audiovisuales, y si ellos transmiten en tiempo real, nosotros también. Recordemos cómo Fidel descaracterizó en la televisión cubana la actitud servil del expresidente mexicano Vicente Fox. No olvidemos que, hoy, la mayoría de los documentales que circulan sobre la Segunda Guerra Mundial exageran el rol positivo de los EUA y minimizan el de la URSS —que puso 30 de los 50 millones de muertos, que tomó Berlín y Manchuria, y que salvó a la humanidad de la barbarie nazi—, solo porque buena parte del metraje filmado y las distribuidoras son norteamericanos. La memoria histórica es una zona de combate. El mundo de los símbolos, también.

4. Hay que tomar la iniciativa y no solo pelear de riposta. La Revolución tiene sus tanques pensantes. Y, mientras más siniestra es la derecha, más diestra ha de ser la izquierda. Que cada cabeza de playa del enemigo termine en un Girón.

5. Hay que evitar que la oposición prefabricada se dimensione y consiga articular la protesta patética de un grupo con otros sectores de la población.

“No son antorchas, sino fantoches”. Obra perteneciente a Los Caprichos, de Goya.
 

Los provocadores insisten en manifestarse en fechas históricas, pero no tienen altura ni movilizan a nadie. Quieren elevarse, pero no crecen. Quieren mover multitudes, pero no convocan. No son una marcha que crece a todo lo largo de la calle San Lázaro, como un río de luz; sino una mancha que no levanta un centímetro del piso. No son antorchas sino fantoches, palabra francesa de origen italiano que posee tres acepciones que encajan perfectamente: títere que se mueve por cuerdas; persona de figura ridícula, grotesca o pequeña; fanfarrón.

Otros 27 de noviembre vendrán y otros 27 de enero, y la juventud cubana volverá a llevar su corona de flores a los ocho estudiantes de Medicina y sus antorchas encendidas a los pies del Maestro. ¡Quédense nuestros enemigos con su mancha de los fantoches! ¡Nosotros tendremos siempre la Marcha de las Antorchas!

Y que conste que nada tiene que ver una oposición manchada, con el nobilísimo caballero manchego. Aunque nadie quita que un día, cuando se rememoren estos sucesos, la mano implacable de la historia cite: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.

 

Notas:
 
[1] “Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”, La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891, en Obras Completas, La Habana,1975, t. 6, p. 158.