La Mansión en la vida del Titán de Bronce

Astrid Barnet
12/3/2020

Una obra representativa de los avatares del héroe cubano Antonio Maceo Grajales y su tropa insurrecta a través de la geografía costarricense es La Mansión, del profesor catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica Miguel Calderón Fernández —quien en fecha reciente visitase la Isla formando parte de una delegación académica de dicha institución—. Reconocido investigador y estudioso de la historia de nuestra América, Calderón Fernández presentó La Mansión durante una conferencia efectuada en el capitalino Centro de Estudios Martianos (CEM). En ella —de una forma amena y mediante un lenguaje novelado— se ofrecen una profusa información histórica y varios aportes subjetivos transmitidos por generaciones que humanizan la figura del Titán de Bronce.

Los recuerdos referidos al Mayor General independentista de quienes habitan el hoy cantón de Nicoya son diversos, “es como si el alma del mulato se hubiese impregnado en las hojas de los árboles, en la orilla de los caminos, en el espíritu de los humanos, en el agua que fluye por el río Morote (…)”.

Mayor General Antonio Maceo Grajales. Fotos: Internet
 

Lo recuerdan observando la corriente del río algunas tardes, después de las fuertes lluvias que se precipitaban sobre la llanura. El Titán gustaba de ver las crecidas, se quedaba con su mirada fija frente al torrente de agua que llevaba palos, animales y piedras gigantes. Los amigos sabían que debían dejarlo solo, su retiro era una especie de reflexión y recuperación de recuerdos de su vida. Podría observar de esa forma el dilema de la guerra, el enfrentamiento con el enemigo, la liberación de los esclavos, el fracaso de la Guerra Chiquita o sería la meditación para él tan solo otra parte de la lucha.

“Entre aguas” es uno de los capítulos de este libro, quizás uno de los más interesantes y el que nos ofrece una imagen no solo verídica, sino también muy humana de la figura de Maceo:

En un barco a vapor, construido con maderas de la región, se trasladaban hasta Puerto Castilla, en la orilla occidental del Golfo de Nicoya. Aquella embarcación, de nombre El Turrialba, carecía de aseo y seguridad, algunas veces se recargaba con ganado de la región de Guacanaste, y el hedor a desechos de los semovientes era percibido en toda la estructura de la nave (…) El recorrido tardaba unas doce horas, suficiente tiempo donde las personas se mareaban y vomitaban por los laterales de la nave (…) Una señora embarazada dijo sentirse con dolores de parto, se había embarcado en Puntarenas rumbo a Nicoya. Un miembro de la comitiva cubana fue a las barandas de la embarcación a buscar al Titán, le contó el caso y le solicitó atender a la señora que parecía necesitar ayuda. “No sé mucho de esto”, le dijo el mulato, “pero si la señora se arriesga le atenderé”.

La experiencia del héroe cubano en partos se remitía al nacimiento de terneros en la hacienda de su padre, donde en innumerables ocasiones tuvo que atender esos casos. Fue en sus años juveniles en que asumió tales menesteres; tenía 16 años cuando tuvo que hacerse cargo de la hacienda familiar y de la comercialización de productos, como los semovientes, que eran parte fundamental de la economía de la casa.

Monumento que rinde homenaje Antonio Maceo en el cantón de Nicoya.
 

El mulato llegó sereno, saludó a la señora y le aseguró que haría todo cuanto estaba a su alcance para ayudarla (…). Improvisó una cama con unas mantas viejas, puso a la señora en posición de rodillas y apretó su vientre. El niño salió expulsado (…). De inmediato, sacó el machete para cortar el ombligo —era un Collins número 22, listo para combatir contra las tropas españolas, utilizado durante la Guerra Grande—. Cortó el ombligo del niño tratando de que le quedara bastante cordón disponible, y luego le hizo un nudo ciego para evitar el derrame de sangre (…). Tomó al niño de los pies y lo guindó como si fuera un pollo, le dio un palmetazo en las nalgas, y los gritos del recién nacido se escucharon en ambos lados del Golfo de Nicoya

El Titán procedió a cuidar la placenta de la madre, era importante que la expulsara para terminar en buena forma la atención del parto, aunque esa situación no estaba bajo su control (…). La placenta se resistió a salir y en pocas horas una fiebre atroz invadió a la mujer, sudaba y desvariaba (…). Cuando la madre inició el recuerdo de sus antepasados, los que habían muerto muchos años antes, los caciques chorotegas, uno a uno, sus padres, sus abuelos y tatarabuelos, todos supieron que la muerte estaba cerca. Cuando maldijo a los usurpadores españoles, palabras susurradas a bajísimo volumen, exhaló su poca vida que le quedaba (…). El niño quedaba a cargo de la colonia cubana y se le conoció como El Turrialba, era el nombre del vapor donde nació. Unos 25 años después haría su propia historia revolucionaria siguiendo los pasos del Titán de Bronce, a quien siempre vio como su padre (…). Después del incidente de la mujer parturienta aún quedaban seis horas de viaje cruzando el Golfo de Nicoya; era la primera incursión con familias que poblarían La Mansión, quedaban muchas giras con nuevas familias que llegarían a Puerto Limón donde el mulato iba a esperarlas y guiarlas por el recorrido que estamos describiendo.

Actualmente, La Mansión es un distrito del cantón de Nicoya, se ubica a once kilómetros al sureste de la ciudad y se compone de veinticinco comunidades que llevan muchos nombres heredados de los fundadores, los cubanos; otros son producto de la herencia ancestral de los pueblos originarios y, por supuesto, algunos nombres fueron puestos por los españoles durante el período de la conquista y colonización.