“La mejor manera de educar es mediante el placer”

Onaisys Fonticoba Gener
24/7/2017

Desde su título, LCB: La otra guerra anunciaba una revelación. Y así lo fue. En pocos capítulos, esta serie no solo logró cautivar a la audiencia con historias poco conocidas sobre la lucha contra bandidos, uno de los episodios más importantes post Revolución; sino que demostró la necesidad de buscar en la historia profunda los valores, hechos y emociones que unen al cubano de hoy con su pasado.

Entre sus logros vale señalar haber mantenido frente a las pantallas a un segmento importante de público joven, uno de los objetivos trazados por los realizadores de ese serial. La “magia”, para muchos de los actores que intervinieron en la producción, radicó en la forma que se construyeron las secuencias —basadas en hechos reales— y en haber centrado LCB en el impacto de la lucha en la vida personal o de las familias que estuvieron directamente en el conflicto.

A juicio de su guionista, Eduardo Martín Vázquez Pérez, se trata de hacer las obras con el público y no para el público. “Si pensamos que el objetivo es educar, damos por sentado que el público se encuentra en un escalón inferior del conocimiento. Además, inconscientemente consideramos que se sienta en la sala de su casa para recibir una clase, no un entretenimiento.

“El producto tiene que ser evaluado por su receptor, no por el mismo que los produce y  fija los parámetros. La  mejor manera de educar es mediante el placer. Y Félix Varela dijo que la mejor manera de enseñar es fingir que no se está enseñando. Hay que pensar que esos jóvenes a los que intentamos interesar con nuestras obras son los mismos que ven los videoclip, escuchan todo tipo de música, viven intensamente la era digital.  Consumen buenas o malas obras, pero todas han condicionado su ritmo de lectura audiovisual, los han familiarizado con diferentes maneras de abordar la realidad.

“Por tanto, hay que hacer la obra con ellos, no para someterlos a dictámenes de los realizadores o que desempeñen un papel pasivo. Es como enamorar a una pareja, usted la pretende, pero para conquistarla debe aceptar ciertas normas de ella. Nadie enamora imponiendo su manera de ser”.


Eduardo Martín Vázquez, guionista de la serie, en una de las cuevas donde se capturaron
 tres jefes de bandas contrarrevolucionarias. Jobo Rosado, Villa Clara. Fotos: Cortesía del entrevistado

En una entrevista suya leí que este tema le interesó desde los 17 años. ¿Por qué?, y ¿por qué desarrollarlo en este momento?

Efectivamente, eso dije en una entrevista, porque me preguntaron sobre el tema de la lucha contra bandidos. Hay otros temas que también me acompañan desde hace 30 o 40 años. Algunos los he podido realizar, otros esperan su oportunidad. 

Pero volviendo a tu pregunta. El interés por el tema de la lucha contra los alzados contrarrevolucionarios que me preguntas surgió en 1967, durante mi primer año del servicio militar. En la unidad escuché hablar a dos personas que habían vivido esa experiencia desde ángulos diferentes y sus narraciones sembraron en mí las preguntas que me han acompañado durante todos estos años.

Una de esas personas era un sargento joven. Aprendió a leer y escribir ya adulto durante la Campaña de Alfabetización en 1961. Me contó el terror en el que vivió su propia familia campesina en el Escambray. Me habló de crímenes y de nombres de bandidos, que en ese momento eran desconocidos para mí.

La otra persona fue un alumno mío. En el Ejército yo era maestro y durante un receso este me dijo algo que quedó grabado en mi mente. Él había pertenecido al Ejército Rebelde en la lucha contra Batista. Años después pude deducir que había formado parte de la tropa del Che en el Congo. Sin embargo, ese hombre, que entonces se empeñaba en vencer el tercer grado, me dijo que lo más duro que él había vivido era la lucha contra bandidos en el Escambray. Lamentablemente, no puedo recordar su nombre. ¿Te imaginas eso, para un joven como yo, que ya estaba interesado en la historia?

No estaba leyendo un artículo o un libro sobre el tema, estaba escuchando un libro vivo. Era la experiencia de la vida sin intermediarios. Creo que ahí comenzó todo. Pero ni yo mismo lo sabía.

Al Elegante lo conocí después en mi trabajo en la imprenta “Urselia Díaz Báez”. Su verdadero nombre es Fred Salazar.

¿Cuánto tiempo le tomó el proceso de investigación? ¿Cuáles fueron sus principales fuentes?

Después de lo que te confesé antes te podrás imaginar que la lucha contra bandidos fue una de las gavetas que jamás se cierra. Aunque durante décadas solo me motivara el interés personal de responderme esas preguntas que dejaron flotando aquellas personas. ¿Por qué un hombre que había vivido tantos peligros consideraba que la lucha en el Escambray había sido la más difícil para él? ¿Cómo explicar a los que vivimos en pueblos y ciudades la zozobra que vieron esas familias aisladas en medio del monte, sin electricidad, ni buenas vías de comunicación?

¿Las fuentes? Todas las que cayeran en mis manos, libros, artículos. Pero eso no bastaba para poder escribir lo que resultó LCB: La otra guerra. Esas condiciones se dieron cuando Pedro Etcheverry y el Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado pusieron a nuestra disposición cientos de documentos inéditos, donde también se encontraba la historia sin intermediarios. Etcheverry fue el asesor de historia del serial y, además, quien nos facilitó los contactos con decenas de protagonistas de esa lucha en varias provincias.

En el 2015 se cumplieron 50 años de que en un discurso de Fidel diera por terminada la lucha contra bandidos. Me di cuenta de que no se estaba preparando ningún material sobre el tema. Pensé que sería un buen momento para revisitar algo tan importante y olvidado en las últimas décadas. Se lo comenté a Alberto Luberta y se montó en el carro conmigo.  Bueno, ya ves que no pudo ser en esa fecha y se estrenó dos años después. ¡Pero se hizo!

Para resumirlo en menos palabras: la fuente más importante de la que dispuse fue la vida contada por sus protagonistas. Nada como eso.


Mongo Treto —en quien se inspiró Mongo Castillo— 20 años
después de los hechos en el Escambray

Los personajes se construyeron “mezclando” diferentes historias de vida y añadiendo un poco de ficción a la realidad. ¿Qué reto supuso para usted, como guionista, resumir tantas vivencias en una persona, balancear los eventos reales con los elementos de ficción?

Hay que resistirse a la tentación de pretender contar una macrohistoria, y muy rápido, va a parar en el cajón del olvido porque no ha sido eficaz como obra artística.  

Es cierto que cuando investigas mucho llega un momento en que dices, qué tomo y qué dejo fuera. Eso es mucho mejor que tener poca información. Pero en casos como el del serial, cuando te parece que te abruma el volumen de la información, debes someterte a la lógica que pide la dramaturgia. Aunque se trate de hechos reales hay que convertirlos en un argumento con los mismos requerimientos de cualquier obra de ficción. Estructurar conflictos, diseño de personajes, biografía, carácter, motivaciones, etc. Los personajes, de cualquier género que sea, se construyen siempre con fragmentos de la realidad. Cada momento, cada suceso, lleva en sí mismo muchas y variadas historias posibles. Por eso es tan importante definir cuáles de las historias dormidas en el tema es la que pretendes contar. 

Hay que resistirse a la tentación de pretender contar una macrohistoria, especie de mural didáctico, donde se quiere incluir todo, complacer a todos, y que termina en la indiferencia de los destinatarios y, muy rápido, va a parar en el cajón del olvido porque no ha sido eficaz como obra artística. 

Si un programa de televisión, una película, una novela, no logra la eficacia artística, no la salva ni siquiera haber tratado un tema trascendente. La importancia de los temas no garantiza el éxito de una obra. Puede facilitar que tenga mucha divulgación la obra, que tenga un poco más de recursos para su realización. Pero nada de eso solo certifica que cumpla su objetivo, que el público la haga suya. Es necesario lograr la emoción en el espectador, movilizar su intelecto. El espectador no es tu alumno, sino un compañero.

De todas las historias, ¿hubo alguna que le impresionó más que el resto?

Esa es la pregunta más difícil. Los padres no tienen hijos preferidos y, si los tienen, no lo confiesan. Uno busca situaciones dramáticas y prefiere las que son más complejas. Por ejemplo, la situación de Porfirio (muy bien interpretado por Félix Beatón) es dura. Vivir en la soledad de esos montes y que los bandidos lo comprometan pidiéndole comida. El yerno muere en un enfrentamiento con los alzados y el hijo de este, su nieto de 13 años, se hace miliciano con el fusil de su padre. Esto es un hecho real. Porfirio no es un héroe de historietas. Tiene miedo, mucho miedo, y es ignorante. Sin embargo, entre dos fuegos supo elegir, porque en el fondo era un hombre de trabajo honrado y de sentimientos familiares.

El personaje del Gallo, magistralmente interpretado por Fernando Hechevarría, como sabes, está inspirado en el Caballo de Mayaguara, es la leyenda de la lucha contra bandidos. Desde que leí el libro El Caballo de Mayaguara, hace más de 30 años, quedé impresionado con su figura. No hay un libro que trate el tema que no lo mencione, no existe un  combatiente que no haga referencia a su personalidad. ¡Hasta  los enemigos lo distinguen! Todos estos años me he estado preguntando cómo es posible que no se haya hecho una obra sobre este personaje. Gustavo Castellón era su verdadero nombre. Tanta es la fuerza del Caballo de Mayaguara que algunos combatientes están celosos de su popularidad. Dicen que con tantos combatientes que se destacaron en esos enfrentamientos, por qué destacarlo sólo a él, que otros hicieron más, etc., etc. Lo cierto es que las leyendas no se establecen por disposición ni decretos, las crean los pueblos, y el Caballo de Mayaguara es un héroe y una leyenda de la lucha contra bandidos.

Pero indudablemente, el personaje de Mongo Castillo atraviesa la serie y entrelaza todas las subtramas. Doimeadiós hizo con su interpretación una lección de actuación. Como personaje, Mongo está construido con numerosos conflictos personales y desde el punto de vista social es la imagen del campesino revolucionario, que no duda en medio de situaciones terribles. Sin embargo, no entiende todo lo que es progreso. Es un ser pequeño en medio de una historia grande. Alguien que quizás poco a poco desaparece de los libros. No es un alto oficial, no es un estratega, no dirige combates, ni tiene una hazaña determinada. Pero es el héroe anónimo que ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Sin hombres como Mongo no hay historia. 

La manera de hablar y el carácter se corresponden con Mongo Treto. Incluso, muchas de las palabras “extrañas” que utiliza en la serie y hasta algún que otro parlamento, son del Mongo real. Otros elementos, como la destreza de práctico y rastreador, su valor, los comparte con Puro Villalobos, otro campesino legendario el Escambray. A los dos les asaltaron la casa. La anécdota del hijo que en su primer combate se atemoriza y es castigado por el padre a no combatir, es de Puro. Pero el resto del conflicto familiar con un hijo que se alza y otros tres milicianos, lo inspiró la familia Tartabull, una familia humilde con un hijo mártir de la LCB, dos milicianos, incluyendo un sargento de esas unidades, y un tercero, jefe de una banda contrarrevolucianaria.

Con Sergio, el joven oficial de la Seguridad del Estado, sucede lo mismo. Es la síntesis de varias experiencias. Sus acciones tienen mucho de René Martínez, conocido como Chaleco. Con 22 años era jefe de la seguridad en un sector del Escambray y tuvo el contacto directo con Mongo Treto y Puro Villalobos. Pero tiene mucho, y esta es la primera vez que voy a decirlo, de Luis Rodríguez Hernández. Ni siquiera el mismo Luis sabe esto.

Él fue uno de nuestros asesores y había sido jefe del Buró de Bandas (así se llamaba a la sección que dentro de la Seguridad dedicaba al bandidismo) en varias zonas, incluyendo una provincia completa. Durante la escritura hablaba con Luis casi todos los días y son infinidad de detalles de las acciones los que aportó con su experiencia. El nombre de Sergio es un homenaje que quisimos hacerle a otro destacado combatiente de la Seguridad, Santiago Gutiérrez Oceguera, coautor con Etcheverry del libro Bandidismo. Una derrota de la CIA. Sergio fue el seudónimo que Santiago utilizó durante su vida de combatiente. Por sus aportes a reconstruir la historia del bandidismo, sus compañeros de la contrainteligencia lo llamaban con cariño Sergio el bandido.

Quedan aún muchos espacios que abordar por nuestra historiografía y otros que tratar con más profundidad. ¿A qué razón atribuye estos “olvidos”?

Si te interesa, podemos dedicar un encuentro para tratar solo eso. En la enumeración de los obstáculos hay problemas materiales y muchos de conceptos. Yo te invito a que revises los créditos de la mayoría de los materiales audiovisuales que tratan temas históricos en los últimos 30 años. Pregúntate, o mejor, pregúntale a quienes solicitan esas obras, ¿por qué entre los directores y guionistas rara vez aparece alguno de los realizadores más meritorios de la TV  o el cine?

Ya no es la época donde un Humberto Solás hace películas sobre el pasado cubano, Manuel Octavio Pérez experimenta con la  ficción y el docudrama, Fernando Pérez conmueve con Clandestinos. En la televisión, Juan Vilar con su serial sobre Máximo Gómez o aquel otro sobre el clandestinaje El tiempo joven no muere; o Eduardo Moya, que lo mismo en aventuras que en seriales para adultos puso su talento y emoción en obras como De tu sueño a mi sueño (una historia del clandestinaje), la aventura Tierra o sangre o el serial Algo más que soñar. Atrás han quedado los tiempos de En Silencio ha tenido que ser, Julito el pescador, etc. Son solo ejemplos sueltos. Pero te invito a que le preguntes a los escritores y directores actuales qué los aleja de eso temas.

Te adelanto que, según mi experiencia, hay escritores a los que sí les interesa hacer dramatizados o documentales sobre historia de Cuba. Aunque no todos tienen la paciencia de dedicarse meses y hasta años a indagar sobre un tema. Si eres producto de planes de educación que no fertilizan el estudio de la historia, puedes ser graduado universitario de dirección de cine y TV y ser ignorante en cuanto al conocimiento de la historia de Cuba. 

Son varios los organismos e instituciones interesados en que se realicen obras con pasajes o personajes de la historia nacional. El problema es que cada cual pretende que se haga la historia según ellos imaginan que deber ser transmitida. Generalmente, esas pretensiones van a un reduccionismo que pretende ser didáctico. Confunden los caminos particulares del arte con las funciones educativas. En este punto aparece la gran cantidad de asesores de todo tipo que pueden aparecer para dar opiniones y castran la vitalidad del arte. Hay que reconocer las tribulaciones de los guionistas y directores que ven su obra sometida a uno y luego a otro asesor, que no siempre coinciden en sus apreciaciones. Aclaro que me refiero a asesores que no son especialistas de dramaturgia ni de cine o televisión. Eso desanima a cualquiera.

En mi opinión, ese afán de poner un cartelito de obra educativa, como si fuera un pase, le ha hecho mucho daño a las obras de contenido histórico. Muchas veces el televidente no sabe cómo sucedieron los hechos, pero su lógica existencial le dice que no pudo ser de esa manera tan edulcorada.

Y, por supuesto, una dificultad objetiva: los costos. Una obra de época, en todos los sentidos, es más compleja que algo que se desarrolla en el presente. Una telenovela de actualidad se graba en las calles que transitamos todos los días. Mucho del vestuario se compra en las tiendas. En la actualidad, la confección de vestuario es poca y los almacenes conservan poco de otras obras del pasado. Lo mismo se extiende a la ambientación. No insisto en que a los escritores también les agrega dificultades el periodo de investigación durante el cual, como es natural, no tienen asegurado pago. Terminada la obra, la tarifa de una obra histórica es la misma con la que se paga una telenovela.

Otro punto sensible. Cuando el Periodo Especial puso difícil la economía, surgió una tendencia entre algunos realizadores, que mezclaban un hecho objetivo (el mayor costo de las obras de época) con otro subjetivo. Dijeron que los públicos actuales preferían obras de temas actuales, que querían verse reflejados en la pantalla. Un importante historiador cubano me comentó un día que quienes pensaban así, al parecer consideraban que hombres como Maceo o Martí no reflejaban al cubano. Incluso, recuerdo una reunión en un teatro donde una persona dijo que las encuestas reflejaban que el público estaba cansado de ver esclavos en la pantalla. Esto se simplificó a pretender que la telenovela fuera un sustituto de los temas que los noticieros no trataban. Así, se simplificó a tomarle el gusto a los personajes y ambientes marginales, la jinetera llevada al rango de heroína y víctima, y otras cosas que todos conocemos.

Pero como la realidad es muy testadura, ahí están los resultados de obras de contenido histórico que han sido muy bien recibidas por nuestros públicos y con índices de gustos muy buenos. Por ejemplo, el cuento El desertor, dirigido por Miguel Sosa, con guión de Mario Martínez; y más reciente los seriales Duaba. La odisea del honor y LCB. La otra guerra, dirigidos por Roly Peña y Alberto Luberta, respectivamente y en los cuales tuve la satisfacción de participar como escritor.

A cualquiera que se acerque le recomiendo que lo haga desde la amplitud de la cultura. Un suceso histórico y sus personajes son producto de una época, de una cultura. Si no te sumerges en lo social, lo sicológico; si no te esfuerzas por conocer los entretenimientos preferidos del periodo, sus clichés, sus modas, es difícil crear una obra con vitalidad e interesar a los públicos contemporáneos. La historia tiene muchos elementos que llaman la atención de los posibles receptores. Pero esa es otra historia que podemos tratar en otro momento.

Tengo esperanza que con la creación de Producciones Patria esta situación cambie para mejorar. Patria es una productora del Instituto Cubano de Radio y Televisión que se especializará en audiovisuales de temas históricos. Forma parte de la  empresa RTV Comercial, el director general es Roly Peña y el  asesor de historia, el Dr. Eduardo Torres Cuevas, presidente de la Academia de Historia y director de la Biblioteca Nacional.

¿Se está pensando en otro audiovisual similar a LCB: La otra guerra?

Sí, en muchos. Por el momento trabajo en el argumento de la segunda temporada de LCB, que de nuevo dirigirá Alberto Luberta, quien también escribirá conmigo. Otro proyecto en que trabajo ahora es el docudrama sobre la entrevista de La Mejorana, cuando se encuentran Martí, Maceo y Gómez. Este lo dirigirá Roly Peña. En cola está una serie sobre la muerte de Antonio Maceo y otra sobre finales de los años 40 en Cuba, que tiene el nombre de producción Ilusiones traicionadas. Esta también con Roly. Todos estos proyectos serán parte de las Producciones Patria.