Recientemente quedó inaugurada en la galería Guas, del Museo Nacional de Historia Natural, en La Habana colonial, una exposición itinerante titulada La Pandilla, que incluye obras de 27 fotógrafos cubanos, un norteamericano (Paul Murray) y un australiano (Joshua Holko), quienes tienen como tema común la naturaleza.

La curaduría estuvo a cargo de Juan Carlos Mejías, mientras que la coordinación fue de Adrián Juan Espinosa —fotógrafo y profesor de geografía de la Universidad de La Habana—, con quien La Jiribilla conversó en exclusiva.  

¿Por qué La Pandilla?

La Pandilla aglutina a un grupo de amigos —todos amantes de la fotografía— de diversos géneros y de diferentes ciudades; es una suerte de asociación de amistad que pretende vincular y visibilizar el arte fotográfico que cultivan, que es de muy alta calidad.

Esta exposición itinerante comenzó el 7 de octubre del pasado año en la provincia cubana de Camagüey…

Esta exposición fue una idea del fotógrafo estadounidense Paul Murray —multipremiado internacionalmente— y de su curador, el máster Mejías Ruiz, quien es, además, el director del Consejo Provincial de Artes Visuales de Camagüey. Basado en esa idea se decidió iniciar este proyecto en la galería del propio Consejo Provincial. Posteriormente se trasladó al Centro Cultural Prat Puig de Santiago de Cuba, la Ciudad Héroe, el 12 de diciembre de 2022. Y ahora, afortunadamente, La Pandilla llega hasta La Habana.

¿Y podrá verse en otro punto de la geografía cubana?

Es un deseo y un sueño. Veremos.

Decías que entre los coauspiciadores hay un fotógrafo norteamericano. ¿Cómo se inserta en este proyecto?

Paul Murray es muy conocido entre los fotógrafos cubanos, sobre todo en Camagüey porque desde hace varios años ha estado vinculado a proyectos que se desarrollan con fines fotográficos en nuestro país.

En Cuba se han expuesto sus obras, que tienen en su centro la fotografía de  naturaleza y la callejera, fundamentalmente, y siempre a color, que es su estilo. Desde 2016 él ha estado exponiendo en Cuba casi todos los años con una misma fórmula: primero expone en Camagüey y, luego, sus fotografías transitan por varios lugares hasta llegar a La Habana. Murray ha obtenido premios importantes en Grecia, en Japón y en su país natal y, para nosotros, es un gran placer que haya asumido esta colaboración sobreponiéndose a todas las restricciones que, lamentablemente, existen entre ambos países. Sin embargo, el arte ha borrado barreras y fronteras y ha establecido un nuevo puente: se ha demostrado que es posible.

La fotografía que hacemos con fines de defensa del patrimonio natural va dirigida a conocer qué es lo que tenemos, cuáles son nuestros valores, qué hay que defender para que pueda perdurar en el tiempo para las futuras generaciones y, por tanto, seguirnos deleitando con las maravillas que la naturaleza nos ofrece. 

¿Existe alguna posibilidad de que la muestra pueda verse en Estados Unidos?

A eso aspiramos porque ha ocurrido en otras ocasiones. Por ejemplo, el año pasado se expuso en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño —más conocido como Luz y Oficios— una muestra titulada Cuba en paralelo, que hizo el mismo recorrido: Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana.

Cuba en paralelo fue una expo bipersonal entre el señor Paul Murray y yo, y se basó en cuál era la visión que tenía cada uno sobre la Isla, es decir, la mirada de un nacional y la de un extranjero. Esta exposición fue llevada a Rhode Island, en Estados Unidos, con excelente aceptación de público. Esperemos que La Pandilla pueda trascender fronteras y llegar a ese punto de la geografía norteamericana.

¿Cuántos fotógrafos integran este segmento de La Pandilla que está ahora en La Habana?

Todos los que participan en la muestra son habaneros y pertenecen a los grupos más importantes de fotógrafos de la capital, entre ellos, Lente Artístico, que centra su atención en la fotografía arquitectónica. También algunos miembros del Club de Observadores de Aves de La Habana, que tiene una gran importancia porque monitorean la gran cantidad de aves migratorias que llegan anualmente a nuestro país. Otro grupo es Captura Natura —que es un grupo más de amigos, más jovial—. La gran mayoría de los participantes hace fotografías en cualquier espacio de la capital.

Un detalle importante es que —cuando organizábamos esta muestra— nos dimos cuenta de que un elevado número de los fotógrafos proviene de la Academia Cabrales del Valle, que está dentro de los centros que a nivel nacional forma a profesionales del lente.

Hablemos de la fotografía de naturaleza como fotografía patrimonial…

Afortunadamente, se ha comprendido cuál es el alcance y el poder que la naturaleza tiene para la preservación de nuestros ecosistemas; es por ello que, recientemente, ha sido catalogado como patrimonio todo lo que tenga que ver con la naturaleza, y un grupo de instituciones de diferentes haceres y procedencias han estado vinculados a defender ese patrimonio natural.

La fotografía, como arte, también hace su aporte a la defensa de este aspecto basado, fundamentalmente, en especies amenazadas, en peligro de extinción, los ecosistemas, la influencia del ser humano sobre estos ecosistemas: cualquier detalle es muy importante para poder mostrarlo y que se conozca realmente de qué va la naturaleza de nuestro país.

Hay una sentencia popular que asegura que no se puede defender algo si no se conoce y, precisamente, la fotografía que hacemos con fines de defensa del patrimonio natural va dirigida a eso, a conocer qué es lo que tenemos, cuáles son nuestros valores, qué hay que defender para que pueda perdurar en el tiempo para las futuras generaciones y, por tanto, seguirnos deleitando con las maravillas que la naturaleza nos ofrece.  

Cuando se habla de fotografía de la naturaleza uno se remite al bosque, al río, a la montaña, y cuando se habla de ciudad —en este caso de La Habana— se piensa en la fotografía arquitectónica, en las columnas… ¿Cómo se inserta la fotografía patrimonial de la naturaleza en este contexto? 

Uno de los grandes retos que tenemos los fotógrafos de la naturaleza aquí, en la capital, es precisamente enfrentarnos al concreto y al asfalto, algo que afecta de modo directo a la naturaleza. Sin embargo, eso no significa que sea imposible: se puede hacer fotografía de naturaleza en espacios urbanos. Nosotros tenemos identificados varios lugares en los que se puede desarrollar este tipo de actividad, aunque es cierto que la mayoría de ellos están en la periferia de la ciudad.

¿Como cuáles, por ejemplo?

La playa del chivo, el Jardín Botánico Nacional, el Zoológico Nacional, el Rincón de Guanabo, la Reserva Ecológica La Coca, entre otros. Hay varios lugares -que están más al centro de la ciudad- que se prestan para este tipo de fotografía. Por ejemplo, Monte Barreto es uno de los sitios donde la actividad principal que se realiza es la observación de aves migratorias. Las bijiritas que vienen del continente llegan a muchos de nuestros parques y ese es el momento ideal para retratarlas.  

Otra variante que se puede explotar en relación con la fotografía de naturaleza son los jardines urbanos, o sea, patios y balcones en los que estén sembradas flores que atraen a los insectos polinizadores como las abejas y las mariposas, que son muy importantes y que dan alegría y colorido a la ciudad.

Eres fotógrafo y también profesor de geografía. presupongo que el conocimiento de la geografía insular te motive ciertas claves para la realización de tu obra…

Son dos mundos que pudieran parecer diferentes, pero es todo lo contrario: un mundo se complementa con el otro. Hay sobrados ejemplos de la mezcla de fotografía y ciencia. Uno de los exponentes más importantes que tenemos en Cuba es el doctor Antonio Núñez Jiménez, quien, además de su intensa actividad científica, era un excelente fotógrafo y logró unificar estas dos ramas en un solo proceso, o sea, desarrollar el conocimiento.

En mi caso, la fotografía llegó con un propósito didáctico y científico para desarrollar mis clases de ciencias geográficas a partir de las fotografías. Pero los intereses fueron creciendo hasta el punto de que hoy es algo indispensable para mí: no me concibo dejando de hacer fotografía, pero tampoco dejando de hacer geografía. Son dos mundos que se complementan.

¿Cuál considera que es el aporte que puede ofrecer la fotografía a la geografía? 

Está básicamente en mostrar todo el alcance que pueden tener las ciencias geográficas: si vas a hablar de una montaña, la puedes enseñar e igual sucede con un río o con una especie amenazada. La fotografía te demuestra en la realidad toda la teoría geográfica desde el punto de vista visual y eso genera sensaciones que, aula adentro, contribuyen a desarrollar muchísimo las ciencias geográficas e incentivar y motivar el conocimiento en los alumnos.

Cuando se habla de fotografía de la naturaleza hay que hablar del impacto del hombre, que no siempre es beneficioso para el medioambiente. ¿Tienes como fotógrafo alguna vertiente relacionada con este hecho?  

Uno de los elementos que mostramos en geografía no es solo la parte hermosa de la ciencia sino la parte que, lamentablemente, los seres humanos estamos lacerando debido a la contaminación ambiental en su más amplia diversificación: desechos sólidos que se vierten a fuentes líquidas, la depredación que practicamos sobre los ecosistemas, las malas prácticas agrícolas intensivas y que muchas veces van en detrimento de la calidad del suelo. También la fotografía de naturaleza es una acción de denuncia ante ese mal que le estamos haciendo a nuestro propio entorno, a nuestra casa. La fotografía de naturaleza es, sin duda, una excelente herramienta.

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