Con la certeza de la huella indeleble dejada por Merceditas Valdés a su paso por la música folclórica cubana, un grupo de amigos y seguidores celebraron el centenario de su natalicio en el salón Jelengue de Producciones Areito, radicado en el municipio capitalino de Centro Habana.

“Confieso que estoy emocionado por esta velada que se ha organizado para recordar a quien siempre consideraré una gran amiga, una amiga entrañable”, dijo en exclusiva el poeta, etnólogo y escritor doctor Miguel Barnet.

Seguidamente añadió que tuvo “la inmensa dicha de conocer a Merceditas Valdés a través de Don Fernando Ortiz, quien me la presentó un día cuando ya ella ilustraba sus conferencias en la Universidad de La Habana y en otros muchos centros de alto nivel, existentes en otras provincias del país”.

Fernando Ortiz y Merceditas Valdés. Imagen: Tomada de la Fundación Fernando Ortiz

El también presidente de la Fundación Fernando Ortiz, aseguró igualmente que “al morir Don Fernando nuestro acercamiento se hizo aún mayor, porque, tanto como él, continué compartiendo mis conferencias con esta hija de Oshun. Se afianzó así una hermosa amistad nacida en 1947 y que no terminó sino con la desaparición física de esa extraordinaria cantante de la música cubana, merecidamente bautizada por Don Fernando con el nombre de la Pequeña Aché de Cuba”.

Al decir de Jorge Rodríguez, productor de los Estudios Areito, la velada, realizada el pasado 17 de octubre en el contexto de la Jornada por el Día de la Cultura Cubana, “es una actividad necesaria. Un homenaje necesario que la Empresa de grabaciones y ediciones musicales de Cuba (Egrem), le debía a Merceditas Valdés. Fue precisamente en este sitio, en los Estudios Areito, donde la Pequeña Aché inició su carrera discográfica, en 1948. Después de aquella primera reunión, vino la grabación de todos sus discos. Entre los cuales destacan sus reconocidos álbumes Aché del número 1 hasta el 5″.

Fernando Ortiz bautizó a Merceditas como “la Pequeña Aché de Cuba”. Foto: Tomada de Internet

Poseedora de una voz muy bien timbrada y de alto registro al tiempo que dulce, Merceditas Valdés conformó un amplio y maravilloso repertorio en el que prevalecían los ritmos de la cultura conga, bantú y lucumí, llevados a géneros de nuestra música como el guaguancó, la guaracha, el pregón y los cantos de cuna. Junto a Celia Cruz es considerada una de las primeras mujeres cubanas exponentes de la herencia cultural legada por los africanos. Este, entre otros muchos méritos, la hizo acreedora de la Medalla de Oro Pablo Picasso conferida por la Unesco, en 1996.

Merceditas conformó un repertorio en el que prevalecían los ritmos de la cultura conga, bantú y lucumí, llevados a géneros de nuestra música como el guaguancó, la guaracha, el pregón y los cantos de cuna.

Para celebrar su centenario se dieron cita en el Patio Areito, donde mensualmente, desde 2015, se recuerda la trayectoria artística de prestigiosas figuras que honran la música y nuestra cultura en general, la solista Zunilda Remigio, quien recientemente grabó un disco homenaje a Merceditas Valdés, titulado Con permiso, Aché. Asimismo el quinteto Almas, que en las voces de sus jóvenes integrantes trajo de vuelta melodías con las que Merceditas Valdés se ganó la admiración de miles de estadounidenses, colombianos, canadienses, venezolanos y españoles, por solo citar algunos escenarios del mundo donde brilló por su gran talento adquirido de su madre y de varios viejos rumberos.

Los retumbantes toques de tambor de la agrupación Los rumberos de Cuba y sus cantos yoruba, pusieron fin a una velada que se distinguió por la solemnidad y el respeto al legado de una excepcional cantante afrocubana amada, dentro y fuera de las fronteras nacionales, por su gracia peculiar y sobre todo por su rebosante cubanía.

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