La razón de sufrir sin tu presencia

Ricardo Riverón Rojas
1/1/2021

Los amores soñados nunca mueren, ni siquiera cuando se marcha el sueño. Murió Farah María, a quien le decían “La Gacela de Cuba”. Yo no dejaré de amarla, casi en silencio, como inaccesible, como se adora a una diosa en un altar. Me permito ser cursi, y siento que me crece, para ella, una flor rompiéndome el pecho.

Farah María. Foto: Tomada de Baibrama, Portal Cultural de Holguín
 

Su limpia mixtura de mulata sensual desbordante de espíritu es ya, desde hace mucho, uno de los símbolos de cómo llevar la femineidad a lo cubano. Llenaba la pantalla de nuestro televisor, que también fue ruso, desbordaba la escena del Hotel Internacional de Varadero, junto a los otros Meme. Imposible olvidar aquella portada de la revista Opina de 1982, donde apareció, a página completa, en traje de baño. No vacilo en marcar tan denotativamente mi voracidad masculina de entonces: con ella canta lo sentimental y el corazón le ríe al dolor. Solo que ahora nos toca hallar la razón de sufrir sin su presencia.

Escultura bendecida por el glamur, parecía Dánae tejiendo el tiempo dorado por el Nilo y todos éramos el mulo dando un paso hacia el abismo. Su voz, quizás no tan potente, pero melodiosa y afinada, prevalecerá, para los de mi generación, como símbolo de una época en que nos adentrábamos en el mundo de mano de nuestra insularidad rebelde. Comenzaba la vida con otro amanecer.

A bordo de su gracia, disfrutaba recorrer el Malecón, pero no me bañaba (ojo con el tiburón, que busca en la orilla). A la pieza de mi coterráneo Alberto Anido “Al verme solo cruzar entre la gente” nadie como ella le puso la nostalgia y la magia que la recorren: “Deja que duerma en tu voz / para morirme después, / deja que las tardes lleven / todo lo que yo añoro”. Su interpretación de San tois, aún con los Meme, seguramente clasificaría ante Agnes Varda si, antes de fallecer en 2019, esta hubiera decidido filmar un remake cubano de Cleo de 5 a 7. No estaría Corinne Marchand (insuperable), pero ahí estaba la versión de Farah.

El horrible 2020, pródigo en ausencias, se lleva también a Farah María y crece la añoranza por los años mozos: días en que aún todos los aires eran frescos mientras los tambores de Pello el Afrokán, la guitarra de Juanito Márquez, Los Bocucos de Pacho Alonso y los violines de la Aragón nos hacían mover los pies con el Mozambique, el Pacá, el Pilón, y todavía el Chachachá. Poco importaba si hacía calor en aquellos carnavales de los 60, la frescura de los días se concretaba en su espíritu inaugural, pues todos dispondríamos de un tiempo enorme, enorme, enorme para querer al país.

Los Meme fueron portadores de una gracia que ponía los sonidos del mundo a latir con el alma cubana.
Foto: La Jiribilla
 

Pero la época que se nos va con Farah tiene otras lisuras. Los Meme fueron portadores de una gracia que ponía los sonidos del mundo a latir con el alma cubana. Junto a Los Zafiros, Los Modernistas, o Voces Latinas nos hicieron conscientes del zumo dulce de la cotidianeidad. Algo grande debía suceder, y sucedió, no importa que sigamos buscándolo.

Ay, Farah, quién vio jamás el vuelo misterioso de tu falda, o el pez de indestructible púrpura. Tantas cosas de las que nutren mi alma memoriosa se relacionan contigo que, si se queda el infinito sin estrellas, aunque pierda el ancho mar su inmensidad, siempre pediré que el negro de tus ojos nunca muera y el canela de tu piel se quede igual; al menos en el recuerdo.