La historia de la revista refleja en su propio cristal la evolución de la superestructura cubana en el siglo XX
Juan Pérez de la Riva

Cuando en 1909 el primer director de la Biblioteca Nacional, Domingo Figarola Caneda, gestó y publicó el primer número de la revista de la institución, estaba inaugurando, sin tener plena conciencia de ello, la que sería a la vuelta de los años una de las más sólidas publicaciones académicas del país; una revista que se revitalizaría por períodos, algunos más fructíferos que otros, pero con una visible inserción en nuestra tradición cultural.

“La revista estuvo muy ligada desde sus primeros momentos a los avatares de la Biblioteca Nacional, los que fueron muy agónicos en determinados períodos de la vida republicana”. Imagen: Internet

La idea inicial de su gestor fue la de realizar una publicación erudita, con temas preferentemente historiográficos, pero también con bibliografías, trabajos de heráldica, arqueología y otros; los mismos temas (más otros) que hoy englobamos bajo el rubro de ciencias sociales.

La revista estuvo muy ligada desde sus primeros momentos a los avatares de la Biblioteca Nacional, los que fueron muy agónicos en determinados períodos de la vida republicana. La vida de la revista estuvo, por tanto, vinculada estrechamente a la de la institución que representaba y, aunque acabamos de celebrar el pasado año el aniversario 120 de la Biblioteca Nacional, no sería ocioso recordar detalles importantes de aquellos momentos iniciales.

La donación, en 1904, por parte de Pilar Arazoza de Müller, de una prensa y varias fuentes de imprenta, propiedad de esa distinguida familia de impresores (eran impresores establecidos en La Habana desde principios del siglo XIX), hizo que Figarola Caneda pudiera pensar efectivamente en la revista que soñaba para la institución. En enero de 1909, se imprimió el primer número de la Revista de la Biblioteca Nacional, armado y redactado completamente por su director. A partir de ese instante, comenzó la vida de la publicación hasta nuestros días. Sus etapas fueron muy irregulares dentro de la república inaugurada en 1902. Según Juan Pérez de la Riva, quien historió las primeras fases de vida de la revista, “tal vez podríamos resumir la efímera primera etapa de nuestra revista diciendo que desapareció por indiferencia de la burguesía cubana frente a los problemas de la cultura y la nación”. Esa primera etapa de la revista, a manos de su fundador, duró hasta 1913, es decir, apenas cuatro años.

Imprenta donada a la Biblioteca Nacional por la señora Pilar Arazoza de Müller en 1904. Imagen: Tomada del sitio web de la Biblioteca Nacional de Cuba

Después, otros directores de la Biblioteca Nacional quisieron devolverle la vida a la Revista…, pero sin ningún éxito, debido a los graves problemas presupuestarios que tuvieron que afrontar, de manera que estuvo sin publicarse casi cuatro décadas. Lilia Castro de Morales fue quien logró ponerla a funcionar, de nuevo, durante diez años (1949-1958).

Al triunfo de la Revolución, la Biblioteca Nacional tuvo un momento de renovación e impulso gracias al empuje y el talento organizativo de Marta Freyre de Andrade, quien también dirigió brevemente la Revista… hasta que, Cintio Vitier, primero, y Renée Méndez Capote, después, actualizaron la publicación.

Para Juan Pérez de la Riva, el número único dirigido por Cintio (1960) quedó como un referente permanente para cuando le tocó a él mismo dirigir la publicación por varios años. Sin embargo, es bueno añadir que Pérez de la Riva (con Luisa Campuzano como secretaria de redacción en algunos números) le dio una significativa inyección a la publicación y además redactó la importante y bien documentada “Introducción” al primer Índice de la Revista (1909-1969), elaborado por Araceli García Carranza; texto que opera, desde entonces, como la primera y única historia escrita sobre sus primeros 60 años.

Después, le siguió Julio Le Riverend como director de la institución y de la revista, y seguidamente vino la cuarta época, en la que los directores de la Biblioteca Nacional, Eliades Acosta Matos y Eduardo Torres Cuevas, dirigieron la revista por 8 y 12 años respectivamente, entre 1999 y 2019. Puede decirse que fue la época de mayor sistematicidad de la publicación. Araceli García Carranza, quien trabajó con ambos directores, lleva ya 15 años como jefa de redacción de manera ininterrumpida.

Desde 2020 me ocupo de la dirección de la Revista de la Biblioteca Nacional, auxiliado por un equipo inmejorable que está integrado por Araceli; Yanelys Encinosa como editora; José Antonio González Baragaño como diseñador, y con el permanente y eficiente apoyo de Johan Moya como jefe de Publicaciones de la institución. La revista mantiene secciones clásicas en las que lo historiográfico es predominante, además de textos sobre arte, sociología, bibliotecología, literatura, entrevistas, artículos varios y reseñas de libros (entre ellos los raros y valiosos) y la sección “Acontecer bibliotecario”, atendida por Maribel Duarte, que es una especie de bitácora del curso de la Biblioteca Nacional y la vida interna y externa de la institución.

“La revista mantiene secciones clásicas en las que lo historiográfico es predominante, además de textos sobre arte, sociología, bibliotecología, literatura, entrevistas, artículos varios y reseñas de libros”. Imagen: Tomada de Prensa Latina

En sus distintas épocas la Revista de la Biblioteca Nacional ha ofrecido un vasto y profundo panorama de la cultura nacional, siempre con la tendencia dominante de hurgar en el pasado y la voluntad historicista sostenida de examinar las raíces de nuestra cultura e identidad, lo que no le ha impedido, en particular en las épocas más recientes, someter a examen cuestiones y temas del presente.

“Una publicación que se piensa a sí misma”.

Su fundador y primer director armaba y redactaba los números prácticamente solo, durante los cuatro años que la dirigió. Después, la publicación se atuvo a los normales sistemas de trabajo colegiado de toda revista especializada y acogió igualmente textos de intelectuales reconocidos de otras latitudes. Una característica significativa de su perfil es que se trata de una publicación que se piensa a sí misma, es decir, que en algunos números y periódicamente aparecen trabajos que la analizan y exhiben sus índices bibliográficos.

Habría que mejorar, eso sí, la distribución interna en los estanquillos y librerías, pues se considera que es más leída fuera que dentro del país, sobre todo en los círculos académicos. Sin duda alguna, es una publicación académica de mucho prestigio tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Cuando se cumplió su centenario, en 2009, se desarrolló en la sala teatro de la Biblioteca Nacional un panel integrado por Eusebio Leal, Araceli García Carranza, Ana Cairo, Eduardo Torres Cuevas y el que esto escribe, en el que se analizó la historia de la publicación y su significación para la Biblioteca y para la cultura del país, dado que en sus páginas han escrito los más relevantes intelectuales por más de un siglo, y numerosos buenos libros tuvieron allí su simiente.

Un dato interesante es que recientemente se digitalizaron todos los números de la publicación en tres discos, hasta 2018, de manera que para los estudiosos e investigadores representa un trabajo de mucha utilidad. Igualmente, los números de la Revista… aparecen normalmente en el sitio web de la Biblioteca Nacional, aunque tenemos el propósito de hacer su propia web, de manera que sea más asequible su detección y descarga por la red.

“En sus páginas han escrito los más relevantes intelectuales por más de un siglo”.

En sus páginas, con formato de libro y periodicidad semestral, ha colaborado lo más relevante e ilustre de nuestra intelectualidad. A su vez, las figuras que han integrado sus consejos editoriales y que la han dirigido se encuentran entre lo más representativo del pensamiento y las letras del país.

A pesar de los efectos dañinos que la pandemia de la COVID-19 ha ejercido y ejerce sobre la vida cultural del país y, de manera particular, sobre las publicaciones literarias, ya afectadas desde antes por la escasez de papel en la industria del libro, la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí se mantiene viva. Tenemos la firme voluntad de que, aunque sea con una tirada mínima, los números sigan imprimiéndose y así no se descomplete la colección.

Sobre la nueva época de la revista, que está transcurriendo, puedo decir brevemente lo siguiente: en el primer número de 2020 apareció un dossier dedicado al gran poeta Eliseo Diego, trabajador por muchos años de la Biblioteca Nacional y fundador de su Departamento Infantil y Juvenil. Enjundiosos ensayos de tres especialistas en su poesía examinaron la obra del autor de En la Calzada de Jesús del Monte. Un largo recuento de Araceli García Carranza, principal bibliógrafa cubana, sobre la vida y funcionamiento del Departamento Colección Cubana entre los años 1960 y 1979, sirvió como adelanto de los futuros trabajos por el aniversario 120 de la Biblioteca Nacional. Otras secciones de la publicación se mantuvieron exhibiendo artículos y ensayos de mucho interés.

“En el primer número de 2020 apareció un dossier dedicado al gran poeta Eliseo Diego”. Imagen: Tomada del sitio web de la Biblioteca Nacional de Cuba

En el número 2 de 2020, las figuras objeto de análisis fueron Manuel Moreno Fraginals, en su centenario; Alicia Alonso, fallecida a punto de cumplir los 100 años de edad, y José Lezama Lima, por los 120 años de su natalicio y sobre quien apareció un largo ensayo acerca de la documentación existente en los fondos de la institución sobre su familia. De igual manera se rindió homenaje al laureado novelista Leonardo Padura en sus 65 años, con una extensa entrevista. Hay también textos sobre historiografía, literatura, sociología y la vida de la Biblioteca Nacional, entre otros.

En 2021, los 120 años de la institución y el centenario del natalicio de Cintio Vitier fueron el epicentro de sus dos números. Se publicaron, además, sendos dossiers donde personalidades que han trabajado durante años en la institución o que la dirigieron (son los casos de Aurelio Alonso, Eliades Acosta y Eduardo Torres Cuevas como directores, y Tomás Fernández Robaina como un trabajador de cinco décadas) evocaron sus experiencias de trabajo y vida. Se conmemoró, igualmente, el aniversario 190 de la creación de la importantísima Revista Bimestre Cubana, entre otros temas de interés.

Existe además una importante novedad que comenzó a suceder el pasado año y que concluirá el venidero 26 de febrero de 2022. Se trata de la publicación de un Número Antológico de la Revista. El pasado año se publicó el primer tomo y este sábado se presentará el segundo. Es un viejo proyecto que pudo ser desempolvado gracias a la voluntad del director de la institución, el intelectual y escritor Omar Valiño. Entre ambos volúmenes hay un total de 51 colaboradores, en representación de los centenares de autores que han publicado sus textos en la revista a lo largo de sus 113 años y 169 números; precedidos por un “Prólogo” autorizado. La selección de los mismos, tarea ardua y compleja, se realizó entre Araceli García Carranza y quien esto escribe, y se hizo un diseño especial de cubierta, con el mismo diseño de interiores de la publicación.

“La Revista de la Biblioteca Nacional José Martí es una enciclopedia de la cultura cubana”. Imagen: Internet

La reconocida investigadora Cira Romero escribió al respecto en un enjundioso texto:

No suele ser práctica favorecida seleccionar trabajos de una publicación periódica para darlos de nuevo a la luz mediante una antología, pero se constatan ejemplos. Sin ánimo de ser exhaustiva, revistas en nuestro idioma como El Crepúsculo (1842) y Diálogos (1964-1985), de España; la mexicana Los Contemporáneos (1929-1931); la boliviana Gesta bárbara (1918-1926) y La Nota (1915-1917), de Argentina, entre otras, han disfrutado de tal escrutinio (…). La que ahora comento constituye uno de los “grandes monstruos” editoriales de los siglos XX y XXI cubanos, acaso comparable con la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias (1905-1930) de la Universidad de La Habana, o, con otras dinámicas, Cuba Contemporánea (1913-1927) y Universidad de La Habana (1934- ), sin opacar el valor de otras como Casa de las Américas, con un perfil bien definido (…). Memoria y legado se unen en este primer volumen antológico de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, suma memorable a agradecer por todos los estudiosos de la cultura cubana, verdadera indagación en una labor ya asentada en los dominios de los saberes, concierto ofrecido a dos batutas bien acopladas que resume el valor de una publicación que siempre ha enrumbado por los mejores y más sabios derroteros.

Sin duda, una valoración muy fundamentada y de alguien que sabe muy bien lo que dice.

La vieja expresión de Araceli García Carranza es, probablemente, el mejor resumen para identificar la valía de la revista a lo largo del tiempo: “La Revista de la Biblioteca Nacional José Martí es una enciclopedia de la cultura cubana”. Apostillo: una enciclopedia viva y latente.

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