La rumba convoca y persevera

Rafael Lam
11/3/2019

La XVIII edición de la Fiesta del Tambor Guillermo Barreto in Memorian convocó a unos 20 mil asistentes en la semana del 4 al 10 de marzo. En una etapa de crisis musical en el mundo, la rumba convoca a un gran público. Es una música genuina, auténtica, sin edulcorantes.

Cartel de la Fiesta del Tambor

La rumba es un hecho cultural de permanencia, dice Pepe Reyes. El musicólogo del Museo de la Música asegura que la rumba fue llevada al disco desde 1898, cuando las grabaciones eran de un cilindro de metal de dos minutos de duración. En 1906 graban La reina de la rumba y Mamá Teresa, por los cantantes Adolfo Colombo y Claudio García. Mientras Alberto Villalón, en 1908, graba la rumbita Mujer chismosa, conocida como El pagaré.

En realidad, la rumba no fue favorecida por las casas disqueras, pues existía un decreto emitido en 1900 por el Ayuntamiento de La Habana que prohibía los cabildos y claves, así como el uso de tambores de origen africano en toda clase de reuniones. Muy diferente a lo que sucedía con la música campesina (de origen hispano) que se practicaba en los campos de Cuba. Los herederos de españoles aceptaban la música llamada blanca. Aun así, los rumberos inventaban sus instrumentos con cajitas de velas o de otros productos, una verdadera economía de medios.

Los músicos cubanos encontraron otras vías para difundir la rumba en Europa, en la década de 1930. Alejo Carpentier se encargó de dar a conocer esos triunfos rumberos en la “ciudad luz”, a través de Eliseo Grenet, Moisés Simons y la orquesta de Justo Don Azpiazu. Los europeos le decían a Carpentier: “¡Enséñeme a bailar la rromba!…”. Y el pintor Pablo Picasso, en un café cerca del Arco de Triunfo en los Champs-Elysées, le decía a Wifredo Lam: “¡Eso sí es música!”. Se refería Picasso a una negra que bailaba frenéticamente rumba cubana, algo que entusiasmó al genio pintor.

En aquella época, por Europa andaba una bailarina llamada Alicia Parlá, conocida como “Mariana”. También lo hacían Urbana Trotche y Carmita Ortiz.

En la década de 1940, en Nueva York desembarca con sus tambores Chano Pozo, un genio sin igual. Impuso la rumba caliente, que salida de los solares habaneros adquirió dignidad en los EE.UU. Chano no fue el único: Mongo Santamaría, Francisco Aguabella, Candito Camero, Silvestre Méndez, Patato Valdés, Orestes Vilató, Carlos Vidal Bolado, Armando Peraza y el cantante Miguelito Valdés. Eran herederos de la rumba habanera.

Fernando Ortiz también fue un defensor de la rumba en Cuba e hizo la proeza de llevar los tambores batá en 1936 a la Universidad de La Habana. “Nosotros llevamos en 1936 por primera vez al público profano los toques de tambores batá de los ritos de santería lucumí y luego lo seguimos haciendo casi cada año”. ¡Gracias sean dadas a Changó, el Dios de la Música! Desde entonces los tambores batá y los cantos han salido a los micrófonos, a los fonógrafos y alguna vez, a las orquestas sinfónicas de los auditorios y hasta en las películas en los cines.

Como vemos, la rumba pasó por muchos avatares, clandestina a veces, perseguida en otros momentos; pero siempre sostenida por sus propios cultores para quienes la música era parte de sus vidas.